Aniki Ototo

Los personajes y Shingeki no Kyojin no me pertenecen, pero la historia sí.

El hilo puede estirarse pero jamás romperse. Este fanfic está especialmente dedicado a Angaindo Nanknight, a quien no he dejado de pensar un segundo. Sé que las cosas no pueden estar peor para mí. Pero incluso en la adversidad, es cuando mi amor por tí no hace sino sostenerme. Te amo.


-Hanji-

Me arreglé el cabello, como todos los días, para llegar a la universidad. Llevaba puesto un entallado pantalón negro, un sueter de cuello ruso color gris y una chaqueta color malva. Me maquillé en los mismos tonos; recuerdo que se me veían los ojos grandísimos por el color obispo que usé en el hueso del párpado. No sé por qué, pero ese día me arreglé más que muchos otros.

Bueno, puede que sepa porqué.

Erwin volvía a la universidad después de su lesión en la rodilla. Era el capitán del equipo de fútbol, alto, fornido, rubio, con penetrantes ojos azules que parecían observarlo todo. Sinceramente, en ese momento él me gustaba mucho y cuidaba mi arreglo personal porque yo sabía bien que era una persona observadora y lo notaría inmediatamente. Su comportamiento siempre era el de un hombre adulto, cortés y respetuoso pero al mismo tiempo vivaz y agradable. Tenía especial interés por apoyar a todos los jugadores, dándoles consejos o señalando pequeñas áreas de oportunidad que notaba en cada uno, enfatizando sus cualidades, por lo cual era muy querido y admirado en el plantel.

Cuando bajé de mi habitación colgándome del hombro el bolso, mi hermano me observó bajar las escaleras, mientras se cepillaba los dientes con sumo cuidado. Tras la espuma de la pasta, podía ver la hilera de dientes perfectos y blanquísimos que brillaban aún a pesar de la opacidad causada por el enjuague bucal.

- ¿A dónde vas tan maquillada, Cuatro Ojos?

- ¿Cómo que a dónde, otôto? ¡Voy a la universidad! ¿Acaso no irás conmigo?

- Por supuesto que voy. Pero no has contestado a mi pregunta. ¿No será por ese anciano rubio? – Y supe de inmediato que hablaba de Erwin Smith. No pude evitar que notara mi sonrojo, pese a que desvié la vista hacia la puerta. Mi hermano menor siempre tenía esa mirada seria e inexpresiva y aparentaba seriedad, pero era sumamente protector.

- Otôto, estás exagerando, esto no tiene que ver con el capitán, sino con que así me arreglo siempre para ir a la universidad. Últimamente estás tan raro conmigo… - Y se me acercó mirándome fijamente.

- Aniki…-dijo dándome el trato propio de hermano menor hacia un hermano mayor y no una hermana- Dime… ¿Cúando fue la última vez que te maquillaste los ojos? – y la cercanía de su aliento me incomodó.

- Levi, ya basta…- desvié un poco la vista – Es verdad que me maquillé un poco más que de costumbre pero tampoco estoy haciendo nada raro – Su cercanía se hizo mayor y no sé por qué sentí que el color se me subía al rostro, como si él pudiera leer en mí como en un libro abierto.

- Estaré vigilando – dijo simplemente y me acarició la mejilla. Debo aceptar que algo me sacudió de pies a cabeza al sentir la caricia. Algo que no entendí.

Levi por lo corriente era sumamente celoso conmigo. Era algo inherente (Suponía yo) a su personalidad fría y poco dada a amabilidades con nadie excepto conmigo por ser su hermana, pero una semana atrás, todo había cambiado. Levi no sólo era celoso como un hermano. Sus celos comenzaron a hacerse asfixiantes como los de un amante, como los de un novio que no tolera que nadie se acerque a su novia. Todo pasó a raíz de dos acontecimientos y ambos fueron definitivamente perturbadores para mí. El primero, una pesadilla que al parecer tenía a Levi con los pelos de punta y que le obligó a entrar en mi habitación a las tres de la madrugada arrastrando los pies y balbuceando incoherencias mientras se abrazaba a mí aterrado. El segundo, tenía que ver con Erwin, quien aquel lunes, una semana atrás, se había ocupado de llevarme a casa en el auto que había comprado con el dinero del premio por su desempeño académico (que en realidad tenía que ver con su desempeño deportivo). Levi estaba abriendo la reja de la entrada cuando llegué y me vio tan enojado, que sin poder ni querer disimular, azotó la reja y luego la puerta sin siquiera mirarme. Aquella tarde estuvo melancólico y frío y apenas si probó bocado. Quería preguntarle, pero me sentía incómoda. Pensé que el problema de Levi era con Erwin y no conmigo. Erwin tenía una especie de… Amistad con una chica que yo creía, Levi quería que fuese su novia. Realmente yo era muy despistada en esos asuntos y apenas si sabía algo concerniente a ellos, así que pensar que Erwin Smith y Petra Ral, la chica más bonita y agradable de toda la universidad pudieran tener una relación amorosa, para mí era muy normal, por más incoherente que pudiera parecer por lo general.

Petra en realidad babeaba por mi hermano, que era el delegado del semestre y ella la secretaria. A mí me parecía ridículo que Levi no le hablara siquiera después de clase o que no salieran o que jamás los hubiese encontrado en nuestra casa.

Pero Levi era introvertido y eso iba a ser difícil de modificar. Petra apenas si era la única persona que sabía de la verdadera personalidad de Levi y el porqué de sus pesadillas y su miedo en este mundo.

-Levi-

No podía soportar que Hanji mirara de ese modo a Erwin. No toleraba la idea de que lo viese con admiración. Pero, tsk. No podía decirle nada.

En este mundo, Hanji no tiene que sufrir, ni analizar sucios titanes, ni pasarse cinco o seis noches en vela haciendo guardias alternadas para cuidar nuestras espaldas de un ataque imprevisto. Ya no tiene que preocuparse por la cantidad de agua racionada para beber o bañarse, no tiene que vivir en un miserable cuchitril con una cama con dos sábanas mugrientas. Iugh, cómo detesto la suciedad.

Hanji sigue siendo peculiarmente hermosa. Su rostro no ha cambiado nada. Sus ojos siguen siendo dulces y vivaces, como los de una niña. Pero… ¿Por qué tenía que ser mi hermana..? ¿Y mi hermana mayor, además..?

Con lo que le encanta a esa Cuatro Ojos sentirse superior.

Petra sabía todo cuando la nombraron mi secretaria en la universidad. Ella había sido ya una vez mi asistente en el pasado.

En aquel entonces, en esa época, ella y yo fuimos amantes. Podría decir que en este tiempo, ella no parecía contenta de decírmelo. Gracias a mi poco criterio como líder, ella y mi escuadrón habían muerto en una importante misión. Dio su vida por poner su confianza en alguien que ni siquiera había considerado esa confianza como algo importante. Y ahora ella lo sabía.

Hace una semana lo supe. Supe que había nacido en La Ciudad Subterránea. Que entré en el escuadrón de Reconocimiento porque quería asesinar a Erwin Smith. Supe que estaba protegiendo a un mocoso llamado Eren Jaëger. Supe que Petra había muerto y su cadáver fue luego devorado por los titanes que perseguían la caravana que dirigíamos. Supe que Hanji había descubierto el secreto de Historia Reiss y el cómo Eren Jaëger se había transformado en titán. Supe que en la última cacería, Hanji había muerto frente a mí, sonriendo feliz de morir en las fauces de esos seres "fascinantes" como ella los llamaba. Logré matar al titán que la mataba, pero era tarde.

Sus ojos eran dos esferas de un cristalino color café. Almendrados, parecían sonreír mientras de la comisura de su boca escurría sangre a borbotones que sabía estaba ahogándola. Escupió sobre la pechera de mi camisa y débilmente me sonrió mirándome fijo, un segundo fugaz de triunfo como burlándose de haberme ensuciado para luego dejar caer su cabeza en mi pecho, la que sostuve contra mí al igual que el resto de lo que quedaba de su cuerpo. Su torso parecía separarse y estar unido únicamente por sus órganos internos que, eviscerados, colgaban junto con su piel hacia los lados de lo que antes había sido su torso. Ella alzó su mano y acarició mi mejilla manchándola con su sangre. Sonrió. Era la sonrisa más hermosa que nunca había visto. Y lo sentía porque pensé que no volvería a verla jamás.

Cuando desperté, estuve desorientado. Por un segundo pensé que era lo contrario y que las estrellas brillantes en el cielo que se veía a través del cristal de la ventana, el edredón mullido y las paredes blancas, el pijama blanco con flores de lis que llevaba puesto y la luna altísima en el cielo, eran parte de un sueño. Me pellizqué con fuerza y dolió. Un pequeño hematoma asomó en mi brazo y supe que ésa era la realidad.

Abrí la puerta de mi habitación, sofocado. Al abrir la puerta de al lado, Hanji yacía durmiendo plácidamente en la habitación, mientras yo no podía creer que la última vez que la había visto, se desangraba a ojos vistas frente a mí, y me decía "Enano idiota, claro que no estoy muriendo" mientras le escurría sangre por todas partes. Acostada en la cama con un edredón de color violeta, su cabello fino y brillante del color del caramelo se desparramaba suelto, mientras que la piel suave de sus brazos desnudos brillaba con la luz de la luna. Tan ensimismado y asustado me sentí, tan abrumado por su infinita belleza que no pude moverme. Ella se removió en la cama y me incorporó algo sorprendida, para luego fijar en mis ojos su mirada preocupada:

- Levi, ¿qué te pasa? ¿Por qué lloras?

Corrí a su cama y sin poder contenerme más, me tumbé junto a ella en un gran estruendo y la apreté con todas mis fuerzas, sintiéndome por primera vez en toda mi vida, débil y desvalido.

- Fue… Aniki… Tú estabas muriendo y yo sólo te veía morir allí… - Y me sofoqué tanto, que sólo tuve fuerzas para sollozar y apretar su cuerpo contra el mío. No sabía hasta esa noche, cuánto necesitaba su cuerpo para saber que de hecho, yo estaba vivo.

- Vamos, otôto, ven… - y me acurrucó contra su pecho. La sensación fue embriagadora y me obligó a tranquilizarme y comenzar a aceptar con detenimiento mi realidad.

En ese tiempo, Hanji había sido mía.

En el escuadrón fue fácil darse cuenta que la teniente Zoë, líder del escuadrón de Investigación, pasaba las noches "en guardia" en mi habitación. Era mía. Y nadie podía acercársele sin mi autorización. Incluso el mismo Erwin.

Pero aquí yo no era más que el odioso hermano menor.

La apreté más contra mí. Acaricié su espalda y me deleité en el vaho de su aliento y en su aroma único que aspiré una y otra vez el resto de la noche.

Pero ella es tan inocente que no sabe y no puede saber.

No debe saber que no puedo vivir sin ella.