Qué suave eres. No lo digo porque estés gordo y flácido (que no lo estás), simplemente te percibo así. Suave. El frío y el vaho nublan mis sentidos hoy, y si pudiera ver la nieve caer como cae en el Monte Plateado, la escena sería totalmente romántica.
Da igual, estás aquí y eres muy suave.
No irás a ningún lado hoy, ¿verdad? No quiero que te separes de mí. No ahora.
-Brandon, ¿por qué hueles a menta?
-La pasta de dientes cayó sobre mi chaqueta
Me aprietas más entre tus brazos: sé que tampoco quieres que me vaya.
-Quédate conmigo…
