Hola chicas, por fin me he decidido yo a escribir algo. A principio pensé que solo en un one shoot, pero me he puesto a ello, y creo que la historia da como mínimo para dos capítulos. El otro día dándolo vueltas a la cabeza se me ocurrieron dos historias, una más divertida y la otra más dramática. Empezaremos por la erótico festiva, como me gusta llamarla. Espero que os guste.
Sed benevolentes que es mi primera historia, bueno, la segunda, aunque la primera no cuenta porque era un relato ficticio, pero con toques autobiográficos. Esta es pura ficción.
Buena lectura, y por supuesto espero que me comentéis, u os castigo sin capítulo de Ese tren.
Lo de siempre. Los personajes no me pertenecen, ya quisiera que Regina y Emma fueran mías para tenerlas ataditas al cabecero de mi cama, jajajaja. Son propiedad de ABC, pero la historia sí es mía.
Inesperada sorpresa
«¡Emma, date prisa!» gritó Regina a una Emma encerrada en el baño, mientras ella acababa de ponerse sus tacones.
«¡Ya salgo!»
«Después soy yo la que siempre tarda»
«Porque es así, cariño…» replicó Emma desde detrás de la puerta
«¡Emma, llevamos diez minutos de retraso! ¿Quieres que tu madre….¡Santa Madre de Dios!» Regina no pudo acabar su frase porque al girarse se dio de frente con Emma apoyada seductoramente en el marco de la puerta.
«¿Decías algo?» preguntó indolentemente la rubia.
«¿Quién eres tú y qué le has hecho a mi Emma?»
Regina abrió y cerró la boca un par de veces al ver a su rubia en la puerta. Emma estaba deslumbrante. Su esbelto y musculoso cuerpo estaba vestido con un traje azul eléctrico de estilo griego que se amoldaba a sus estilizadas curvas como anillo al dedo y llegaba justo por encima de las rodillas. Por la parte de arriba, el vestido era asimétrico, dejando al descubierto su hombro derecho, mientras que el otro era cruzado por el único tirante de la prenda. Nada llevaba al cuello, era inútil, porque ninguna joya igualaría el brillo que esa noche iluminaba sus ojos aguamarina. Y esa gran melena dorada, en la que Regina adoraba enredar sus dedos, estaba recogida en un perfecta trenza que rodeaba la parte alta de su cabeza para después caer un poco por su nuca. Y para completar semejante imagen divina, la rubia se alzaba en unos zapatos de la misma tonalidad que el vestido, aunque con menos tacón que los de Regina. La rubia no quería caerse, era un torpe con ese tipo de calzado, y tampoco quería acomplejar a su mujer por su tamaño.
Durante unos segundos, Regina se perdió en esa celestial imagen, y solo volvió a la realidad cuando oyó la voz de Emma llamándola.
«¿Regina?»
«Ehm»
«¿Estás bien? ¿Acaso no te gusta?»
Regina la miró con esa mirada oscura cargada de deseo y de lujuria que hizo estremecerse a Emma desde la punta de los dedos de los pies hasta el último cabello de su cabeza. En dos largas zancadas, la morena estaba en su frente, invadiendo su espacio personal, y con su mano aferrando su cintura.
«¡Oh, Emma! Quiero arrancarte ese vestido con los dientes y no dejar que salgas de esa cama en toda la noche» Emma no podía sentirse más orgullosa del efecto conseguido. Se había vestido así únicamente para ella «Recuérdame por qué tenemos que celebrar mi cumpleaños con tus padres y con medio pueblo» dijo una Regina cada vez más excitada, mientras deslizaba sus labios por su oreja, bajaba por su cuello y seguía por el hombro desnudo de Emma. Esta también estaba a punto de flaquear, pero no podía, había gente esperándolas, entre ellos, su hijo, y además no quería adelantar acontecimientos.
«Porque dijiste que querías cambiar…»
«Ah, eso. La puedo demostrar mañana…» seguía insistiendo Regina, bajando sus manos por la musculosa espalda de Emma «Hoy quiero que seas mía, quiero celebrarlo solo contigo, matarte de placer…»
«Y porque se lo prometiste a Henry…»
«Henry…Está bien» dijo con desgana la morena mientras retiraba sus manos de la sedosa piel de la rubia, porque si continuaba tocándola no saldrían de casa.
«Y además…podrás desenvolver tu regalo a la vuelta» le contestó Emma con una sonrisa maliciosa y seductora que dejó a Regina más intrigada.
«¿Qué tramas en esa cabecita?»
«Ah, ya lo sabrás» decía Emma mientras iban bajando las escaleras para salir de la casa y dirigirse al restaurante donde todos las esperaban.
«Emma, no estoy contenta» dijo de repente seria la morena. Emma se detuvo y miró a su mujer con miedo pensando que había dicho o hecho algo que la había herido.
«¿Qué ocurre cielo? Si he hecho algo…»
«No, amor, pero no voy a disfrutar de esa cena. En cuanto entres por la puerta, Hook te mirará como si te fuese a comer, y sabes que me pongo enferma»
Emma creyó derretirse ante los celos que aún a esas alturas de su relación su mujer era capaz de demostrar. Hacía tres años que Storybrooke estaba en calma, sin villanos ni maldiciones que romper. Las dos seguían gobernando y cuidando de la seguridad de la pequeña ciudad que, a parte de los escándalos que montaba Leroy cuando se emborrachaba, poca diversión más aportaba para gusto de la rubia. Pero con lo que aún sí tenían que lidiar las dos eran con Hook y Hood, que se habían resignado a la pérdida, y seguían intentando hacerlas volver al "redil" de la heterosexualidad.
«Regina, amor, podría decir lo mismo. Hood cada vez que te ve, babea, literalmente»
«No es lo mismo. Tú sabes que no tiene nada que hacer conmigo. Soy solo tuya»
«Y yo soy solo tuya. Hook puede hablar, lanzar indirectas, mirar, pero solo tú me tocas, me derrites con una mirada, con una caricia, solo tú estás en mi mente noche y día» iba diciendo Emma mientras se acercaba a Regina que la miraba con ojillos del gato con botas, y le dio un tierno beso en sus carnosos labios.
«Emma, lo sé, amor, pero aún es superior a mí ver cómo ese pirata de agua dulce te desnuda cada vez que te mira»
«Piensa que nunca tendrá lo que tú disfrutas cada noche»
«¡Aleluya!»
Dadas de la mano, riendo, acariciándose a la tenue luz de las farolas, llegaron a la entrada de Granny's. Se detuvieron un momento antes de entrar y ser envueltas en el griterío, los cumplidos, los sarcasmos y las lascivas miradas de sus perritos falderos.
«¿Regina?» dijo Emma con voz de niña que quiere pedir algo
«Dime amor»
«¿Puede felicitar a la cumpleañera antes de que todos te arranquen de mí y te acaparen?» preguntó Emma con la cabeza gacha como si estuviera pidiendo una locura.
Regina se echó a reír ante las palabras de Emma y comprendió la instante por qué se había enamorado de esta muchacha torpe, desorganizada, algo masculina, y era por esa dulzura, ese candor y esa veneración que irradiaban sus ojos cada vez que la miraba. Regina no lo confesaría nunca, pero solo hallaba sentido a su existencia cuando se miraba en los ojos de Emma. Esa mirada se convirtió, casi desde el primer minuto, cuando la tuvo en la puerta de su casa diciéndole que era la madre biológica de Henry, en su fuente de vida. Luchó mucho contras esos sentimientos que la rubia despertaba en ella, el amor es debilidad era el mantra que su madre se había encargado de grabarle a fuego y ella no podía ser débil, era la Reina Malvada, su corazón no podía mostrar amor, no era digna de ese sentimiento por todo lo que había hecho, pero al final no pudo hacer nada, la mirada de Emma era como esa gota de agua que, poco a poco, va erosionando la roca hasta limarla, y así era ella ahora, una roca, pero con sus filos limados por la dulzura y el amor de esta rubia impertinente.
«Emma, cielo, tú y yo sabemos que a excepción de Henry, nadie me abrazará o me felicitará con un beso, todos me huyen, pero sí, si puedes felicitar a la cumpleañera» dijo Regina con cierto dolor en su voz
«No digas eso, Regina, y además, soy yo la que salgo ganando si así fuera, porque hoy más que nunca no desearía que nadie te tocara»
«¿Celosa, Miss Swan?» preguntó Regina pícaramente
«Si antes te enfurruñaste por mi vestido, ¿por qué no lo puedo estar yo? ¿Te has visto?»
Y es que si Emma parecía una diosa griega con ese vestido, ese peinado y su piel de alabastro, Regina no se quedaba atrás. La morena lucía como siempre majestuosa. Había elegido para la ocasión un largo vestido rojo oscuro, ceñido a sus curvas de infarto, y con una gran abertura lateral que le llegaba a la mitad de su muslo izquierdo. Un profundo escote en V que casi llegaba al ombligo no dejaría nada a la imaginación sino estuviera disimulado por una fina tela transparente. Y su espalda era una tentación para las manos de Emma, porque el vestido dejaba casi toda la zona, desde un poco más debajo de la nuca hasta las lumbares, al desnudo, desvelando una piel aceitunada que gritaba ser acariciada. Ya así solo, Regina era la manzana del árbol prohibido, pero para completar ese cuadro, la morena usaba unos tacones de 10 centímetros que estilizaban sus moldeadas piernas hasta e infinito, y su maquillaje realzaba aún más esos ojos chocolate que era la perdición de Emma y esos labios, tan sabios a la hora de dar placer a la rubia.
Emma tampoco estaba muy contenta de entrar en esa sala. Sabía que tendría que lidiar toda la noche con Hood y con los celos que la carcomían por dentro cada vez que este se acercaba a Regina y esta le sonreía. Sabía que ella lo hacía por educación, pero era incapaz de dominarse.
«Emma, cállate y bésame» replicó Regina atrayéndola hacia ella, y perdiéndose en su boca. Sus lenguas se encontraron en un beso frenético, adelanto de los que esa noche, en la intimidad de su hogar y de su cama, vendrían. Regina deslizó sus manos por las caderas de Emma y las detuvo en la parte baja de la espalda, Emma enredó una mano en los oscuros cabellos de su Reina y su otra mano recorría de arriba abajo la piel expuesta del muslo izquierdo. Cuando Regina hizo amago de seguir bajando sus manos para posarlas en sus nalgas, Emma la detuvo.
«Para, Regina, si sigues, no te prometo que pueda aguantar, y nuestro hijo y mis padres no nos hablarán en días por no haber aparecido a la fiesta» dijo Emma con una voz que decía una cosa, pero dejaba transparentar todo su deseo.
Regina, a su pesar, asintió y resopló. Sabía que no podría hacerle eso a Henry, llevaba preparando la fiesta de su cumpleaños semanas, encargándose de todo y convenciendo a la gente para que fuera.
«Está bien, pero esta noche, va a arder Troya…»
«Amor, Troya, Corinto, Atener…y todo el dichoso Bosque Encantado» dijo Emma, separándose de ella, dándole la mano y traspasando la puerta de Granny's.
¿Qué os ha parecido? ¿Sigo traduciendo y me olvido de escribir, verdad? Jajajajaj. Bueno, si me da tiempo hoy subo el segundo, y creo que el último, sino, ya mañana. Espero comentarios.
