hallo! estaba pensando en la inmortalidad de L, quiero decir, del cangrejo... y se me pasó por la mente una pequeñita historia. L tuvo que tener su lado normal, como el resto de los mortales y quién llorase su muerte, aunque no lo conociese realmente. Finalmente salió esto.
Día 1
-Haruhi, deja de mirar moscas! – el grito del jefe resonó en el pequeño local – ponte a trabajar!!
-si…
Ella miraba la entrada con desgana. Casi nadie entraba por la puerta. Los pastelillos que su padre preparaba eran deliciosos, pero no podían competir con la economía de grandes empresas. Sin embargo, su padre se levantaba cada día a las 6 de la mañana a preparar gran cantidad de dulces y no exactamente económicos.
Era uno de los primeros días de Haruhi. Por fin su padre, a pesar de su inutilidad para cualquier trabajo, la había contratado como su nueva vendedora. Su trabajo consistía en… existir en el mostrador.
Maldita puerta. Nadie entraba por ella.
Cuando se sumía en un profundo sueño, un extraño anciano, de aspecto cansado, entró al lugar. Le despertó con una suave voz y le pidió la módica suma de 600 pastelillos.
Su padre no tendría tal cantidad de pasteles!!
-oh! Señor Watari!
El jefe salió del interior con una gran caja en sus manos y una radiante sonrisa en cara.
-buenos días, señor Frühstück
-le presento a mi hija, Haruhi – saludos – me he permitido hacer una variación de pastelillos esta vez, distintos tipos pero igual cantidad de azúcar.
Ella se había quedado hecha pez, abría y cerraba la boca.
Watari sonrió. El jefe se marchó y ella se encargó de verificar el monto final.
-así que… tiene una fiesta? – él negó – oh… un cocktel– negó – come usted muchos dulces? Es malo para su salud! Podría darle diabetes del tipo…
-es para mi hijo – le cortó él – no puede pensar sin dulces
-y se come todo eso?
Él solo sonrió, pagó una buena cantidad de dinero y se fue.
Tal vez solo le estaba jugando una broma. Guardó el dinero que sustentaba el pequeño negocio y volvió a su trabajo, dormitar.
.-.-.-.
-Watari!
Los grandes ojos de L se posaron sobre la caja que traía el anciano en sus manos.
Al abrirla, L podía saborear de antemano los pastelillos. Sabía sus colores, olores y sabores de memoria y amaba aprender nuevos pasteles. En su mundo de ensueño, los pasteles brillaban con vida propia y se dirigían contentos hacia él.
-no crees que comes mucho dulce, Ryuzaki?
Él miró con odio a Soichiro, que enseguida volvió al trabajo.
Pero algo no era natural, aparte de los nuevos pastelillos, algo estaba fuera de lugar. Inspeccionó la caja otra vez, algo no cuadraba con el olor de cincuenta mil calorías de puro azúcar… ajá! Un papel sobre el delicioso botón de merengue… y había arruinado su perfecta forma.
"Estás en una fiesta o que? Nadie puede comerse 600 pasteles por sí mismo."
L miró a todos con ojos analíticos. Su deductiva mente trabajaba a mil por hora, hasta llegar a la conclusión de que tal vez, aquella nota provenía de su lugar de origen. Miró escépticamente a Watari por última vez, guardó la nota en su bolsillo y se atragantó con los 5 pasteles que se metió a la boca.
Frühstück:desayuno
Ya dije que era pequeñita! están separados por días, hasta la muerte de L... en pocos días xD
No se me hace la idea de un L enamorado y la cuestión, así que abajo el amor!! después de todo, quién no se ha hecho amigos a través de notas? (a quién no le ha pasado? xD) supongo que nadie está libre del lado mortal (:
hasta el prox día! no olviden dejar notitas
