Fic bizarro que se fraguó en mi mente tras el anuncio de Tri. Es AU, contiene OoC… vamos todo lo que adoro de un fic XD, pero bueno pese a eso creo que he conseguido lo que quería y es homenajear un poquito adventure mientras mis ansias para Tri aumentan (y mis ganas de matar a DemiDevimon también grrr)
Ah sí!, como ocurre en todos mis fics y como ocurrió en adventure y ocurrirá en Tri. hay SORATO! Yeah.
Ni Digimon, ni sus personajes, ni Seven, ni el Nade-Nade me pertenece… tan solo ese trocito que reside en mi corazón y del cual no me lucro, tranquilos.
.
SEVEN
Los siete libres serán.
Los siete libres serán.
~ Una mañana de domingo ~
Miró al cielo y suspiró con pesadumbre. Con el buen día que hacía esa mañana de domingo y también tendría que permanecer en esa cárcel.
Observó que varias personas esperaban ya a la entrada del instituto y se desesperó asqueado al comprobar que casi todos entraban en su clasificación de perdedores e inadaptados.
Él debía estar capitaneando su partido de fútbol, siendo una estrella deportiva, no perdiendo el tiempo con esa gente.
Taichi Yagami, el líder.
—¿Aún no ha llegado el capullo de Oikawa? —cuestionó, a nadie en concreto, mirando el reloj.
No recibió contestación de nadie de inmediato. Fue su compañera de clase, con la que en la primaria había tenido una estrecha amistad, olvidada en la secundaria, la que finalmente contestó.
—No, y no suele retrasarse.
Sora Takenouchi, la madura.
Y que sorprendentemente, dada su fama de buena chica, era bastante asidua a estos castigos.
Taichi rodó los ojos sin intención de profundizar mucho más con la chica, buscando el molesto murmullo que había acaparado su atención. Un chico alto y que reconoció de un curso superior no dejaba de murmurar una especie de mantra que lo estaba poniendo de los nervios.
—¿Quieres callarte de una vez?
El chico se sobresaltó, frunciendo el ceño por esa ofensa.
—Pero es que yo no debería estar aquí todo esto es un error. Yo no puedo permitirme ser castigado, ninguna mancha en mi expediente, ¡no puedo!
Jyou Kido, el responsable.
Yagami sonrió, mientras mascaba chicle de una manera exagerada.
—De que te sirve matarte a estudiar si al final acabas en el mismo sitio que yo —buscó las risas de sus compañeros, hasta que le chocasen las manos, pero enseguida se dio cuenta de que no estaba con su equipo de fútbol el cual le reía todas las gracias, sino con una panda de desconocidos bichos raros de instituto.
—Este día va a ser interminable —susurró para sí mismo, al mismo tiempo que descansaba la espalda y la cabeza en el muro.
Arrugó el entrecejo asqueado al percibir aroma a tabaco.
Un chico rubio, un poco apartado de los demás, acompañado de otro chico con el que compartía gran parecido, era el que había encendido el cigarrillo.
Se limitó a mirarle con provocación mientras le daba otra calada y exhalaba el humo hacia él. Taichi hizo un gesto despectivo con la mano pasando de él. Era de su curso y de sobra conocía su fama de busca pleitos, mejor sería no tener ningún tipo de trato con él.
Yamato Ishida, el solitario.
—No deberías fumar hermano —apuntó el rubio menor.
Yamato apretó los dientes furioso.
—¿Cuántas veces te he dicho que en el instituto no me llames así?
El chico de primer curso bajó la cabeza con sumisión.
—Perdona.
—Aún no sé como convenciste a Natsuko para que te trajera al mismo instituto que yo.
Alzó la cabeza mirando a su hermano mayor, intentando enternecerlo.
—Solo quería estar cerca de ti.
—Sabes de sobra que yo no soy buena influencia para ti —dijo Ishida, dándose la vuelta, dando por concluida la conversación.
—Eso no me importa… —susurró el muchacho, ya al límite del llanto.
Takeru Takaishi, el llorón.
El motor de un coche parándose a la puerta acaparó la atención de todos. De él saltó una enérgica joven, vestida con una minifalda rosa y un ajustado top. También llevaba un gracioso sombrero de vaquero.
—¡Pensé que llegaba tarde! —exclamó alegremente corriendo a sus compañeros, los cuales o pasaban de ella o la miraban atónitos por su vitalidad y alegría.
—Esta que se cree, ¿que viene a un campamento de verano? —cuestionó Yagami, uno de los más atónitos.
—¡Que ilusión nunca he estado castigada! —anunció dando unas infantiles palmaditas—, nos lo vamos a pasar genial, ¿a qué sí?
Mimi Tachikawa, la mimada.
Kido apresuró a hacer un extraño gesto con el brazo para repeler a la muchacha que se había colgado de él con tanta confianza, cosa que a Mimi no importó demasiado porque ya estaba entretenida contando a sus compañeros.
—Somos siete en total y vamos a pasar ocho horas juntos, ¿no deberíamos presentarnos?
—Tachikawa-san, ¿cree que esto es una fiesta de disfraces?
La chica sintió un escalofrío al notar a su profesor tras ella, quitándole el sombrero.
Nadie se había dado cuenta de su presencia.
Se volteó para otorgarle una de sus falsas sonrisas.
—Claro que no, pero si vas con ropa divertida el mundo se vuelve más colorido y feliz.
—Sí profesor Oikawa, hoy es domingo no puede obligarnos a ir uniformados —defendió Taichi.
La fantasmagórica mirada del profesor lo atravesó.
—Yo no les obligo a nada, son ustedes los que se delatan con sus trajes. Yagami se cree que va a saltar al terreno de juego —despreció, molestando a Taichi pues en efecto había acudido con la camiseta del equipo—, Ishida cree que el negro le hace más peligroso —rió con cinismo, al mismo tiempo que le quitaba el cigarrillo de su boca—, Takaishi llevará esos infantiles pantalones cortos toda su vida —señaló, haciendo que Takeru se sintiese más niño todavía—, Kido cree que una vestimenta formal podrá engañarnos y hacernos creer que es un hombre ejemplar y en cuanto a las chicas una parece salida de un club de carretera y la otra parece un chico —finalizó, incomodando a las muchachas que se miraron la una a la otra de arriba abajo.
Avanzó hacia la puerta, con la intención de girar la llave, pero entonces reparó en el joven que estaba sentado en el suelo, sin parar de teclear.
Fue entonces también cuando Taichi se dio cuenta de la presencia del joven, sin poder asegurar si había estado desde el principio o había aparecido como un espectro.
—Parece ser que tú eres el único normal —dijo, por ver que él sí estaba perfectamente uniformado—. Pero no vienes aquí a jugar —sentenció, arrebatándole el laptop.
—Lo utilizo para trabajar —defendió el pelirrojo.
—Durante las próximas ocho horas será mío.
—Pero… —trató de reclamar, dándose por vencido antes de plantar batalla.
Koushiro Izumi, el nerd.
Y así fue como empezó esa mañana de primavera para siete adolescentes, sin saber que un simple castigo los volvería a unir para siempre.
