Muajaja, contribuyendo a la pareja de Aioria&Mu, fic número cinco de la colección. Tiene la novedad de que será una historia más larga (le auguro unos tres o cuatro capítulos) a contar.
Los personajes son de su respectivo creador y todos esos detalles ya por demás sentados.
Disfruten y se agradecen los reviews.
"¡Mírame! ¡Mírame ahora!", dijo el gato.
Sábado por la mañana (Una ducha y nos vamos).
¿Quién hubiera imaginado que ponerse presentable fuera una tarea tan tardada y fastidiosa? Cualquiera diría que era un arte que tenía bien dominado o algo que no hacía pues cuando salía de sus aposentos, en la quinta casa del Santuario, llevaba consigo una sonrisa impecable y un aire ligeramente desfajado que lo hacía lucir natural con los cabellos revueltos o las ropas correctamente fuera de lugar.
Pero ser natural era la más complicada de las poses, según había leído por ahí.
Y él, lo sabía bien.
Cruzó el Templo de Cáncer y el de Géminis como si hubieran sido los propios, últimamente el primero estaba tan vacío como el segundo y comenzaba a pensar el sugerir a Cáncer como una extensión de Leo y, por no verse acaparador, el de Géminis como prolongación de Tauro.
Aunque, si a Aldebarán no le importaba...
Para cuando llegó al segundo templo, saludó al dueño de éste y terminó haciendo el resto del trayecto a Aries enfrascado en una discusión del porqué habría que "invadir templos ajenos", por supuesto, alegando por la seguridad del Santuario. Al final no acordaron nada pero se reían para cuando llegaron a donde los demás aguardaban.
Era sábado por la mañana y una de las pocas ocasiones en que acudían al pueblo.
-Tarde como siempre- Gruñó Milo, cruzado de brazos y recargado en un pilar.
-No, no tarde- Aioria se defendió y muy digno añadió –yo tengo mi propio ritmo-
Hubo un par de comentarios y alguien desordenó los cabellos del león, quien se quejó, despotricó y guardó silencio cuando esa otra persona apareció.
-Oye, Mu. ¿Cuántos desplantes más nos harás?- De nuevo Milo habló directo, separándose de su lugar para acercarse al otro -¿Vendrás?-
Y era en esos momentos cuando todo se detenía y, ante sus ojos, el mundo se movía en cámara lenta sólo para él. Ridículamente lenta pero tan condenadamente deliciosa, que...
"¡Mírame! ¡Mírame ahora!", dijo Aioria.
Cruzado de brazos, golpeteaba los dedos sobre uno de éstos en señal de impaciencia. Se plantaba mejor, se mordía los labios a discreción, se arreglaba el cabello despreocupadamente y hasta inflaba el pecho para poner esa pose de modelo de revista que tan bien le sentaba con las ropas ligeras que vestía y que hacían suspirar a más de un par.
Pero nada.
... odiaba cuando alguien le arrancaba de ese estado y escuchaba, en su cabeza, un disco rayándose que no era otra cosa que Aldebarán dándole un codazo. Y muy en el fondo, detrás de sus pensamientos, estaba la voz de Mu disculpándose con Milo por algo que él no pretendía escuchar.
-Milo, ya vámonos- Como si el desplante hubiera sido algo personal, indignado pasó el brazo por los hombros del otro y dándose la vuelta, echó a caminar Santuario abajo–que le damos igual y no vendrá, diferente sería si fuera Shaka...-
Aquello eran celos...
-o si viniera Aldebarán.- Y no miró hacia atrás.
¡Malditos celos bien felinos!
Próximo Capítulo:
Domingo (Tras la sagrada comida que no pudo reposar).
