Hola a todos antes que nada quiero decir que esta historia no me pertenece sino que es de la escritora Laura Wright, yo simplemente hice una adaptación de los personajes.
Pues bien espero que les guste tanto como a mi esta historia, asi que aqui se las dejo.
Pasión desbordada
El príncipe Seshomaru Taisho tuvo que replantearse su vida cuan do rescató a una atractiva pelinegra y se rindió a la pasión que sur gió entre ellos de parecía indicar que la bella Rin Kasami daría a luz a su heredero, por lo que Seshomaru estaba obligado a mantenerla muy cerca de él. Rin apreciaba mucho su libertad, y no tenía la menor intención de quedarse en aquel pequeño país por mucho tiempo. Los besos apasionados y las noches ardientes no eran suficiente para ella. ¿Podría con su amor hacer que un hombre obsesionado con la obligación se dejara llevar por la pasión?
Había prometido no volver a dejar que una mujer mandara en su corazón.
Prólogo
El mar formó la cadera de una mujer al ele varse en una ola, curvada y rosácea a la luz del atardecer, pero el Príncipe Seshomaru Taisho ya no frecuentaba a ninguna mujer, ni real ni imaginaria.
Los pulmones se le llenaron de aire salado, se apoyó en una roca y observó cómo la espuma marina rompía en la playa y llegaba hasta sus pies.
No se movió a pesar de que el agua estaba gélida.
Entendía la infinita necesidad del mar de consumir, de apoderarse de las cosas, de hacer sufrir. El llevaba cinco largos años sintiendo ser así. Hasta aquel día...
Hacía tres horas que se había enterado de que su mujer se había ido, lo había abando nado por otro hombre.
Lo cierto era que sentía alivio.
Alivio y furia era lo que le hacía sentir aque lla mujer que lo había odiado desde el mo mento en el que se habían casado, una mujer que se había comportado como un iceberg a pesar de los esfuerzos de Seshomaru por ocu parse de ella, una mujer que no había querido hijos, ni cariño, ni amistad.
Seshomaru se quitó la camisa y dejó que la brisa marina reconociera su pecho.
Había cumplido su palabra y se había ca sado con una mujer a la que apenas conocía. Aun así, le había sido leal incluso cuando ella le había asegurado a su padre y a la corte que estaban intentando concebir un hijo cuando era mentira y había hecho ver que seguían viviendo juntos a pesar de que no era cierto desde hacía dos años.
Sin embargo, a partir de ese día, la lealtad, el honor y el amor de Seshomaru sólo iban a te ner un destinatario: Llandaron.
Seshomaru debía pensar en su país. Si el mundo se enterara de la verdadera situación, el corazón de sus súbditos podría quedar destrozado para siempre.
Debía fingir.
Tenía que actuar con cautela. Estaba dis puesto a invertir el dinero que fuera necesario para que aquel asunto no saliera a la luz.
Tenía, una cumbre con el emperador de Ja pón la semana siguiente y no tendría más re medio que excusar a su mujer. Aprovechando su estancia en el país nipón, había decidido hablar con un viejo amigo en el que confiaba plenamente y que era abogado especialista en divorcios en Londres.
Entonces, ya podría volver a Llandaron y confesar a su padre que había fracasado.
Seshomaru apretó los dientes hasta que le dolió. Odiaba el fracaso y más odiaba todavía tener que admitirlo.
Se prometió a sí mismo que jamás ninguna mujer volvería a gobernarlo.
Lo cierto era que a partir de ese día, sus po sibilidades de reinar habían disminuido. Siem pre se había asumido que sería el nuevo rey, pero ante el cambio de la situación se podría favorecer a Inuyasha, su hermano pequeño, ya que él tenía esposa y heredero, algo primor dial para el reino.
Seshomaru sintió un tremendo dolor en el cora zón. Abrió la boca y dejó escapar cinco años de horrible dolor. Sus gritos encontraron eco en el mar, que gritaba también. Aquello hizo que Seshomaru se callara y mirara a su alrededor.
Cuando vio una embarcación balanceán dose entre las olas del mar, sus pensamientos cesaron. Durante un instante, antes de que el barco desapareciera, vio a una mujer tirándose al agua. Parecía una de las sirenas con las que él había soñado durante toda su infancia, una mujer voluptuosa y pelinegra.
Lo estaba mirando, parecía que lo estaba mirando directamente a él y aquello le causó a Seshomaru una sensación extraña ya que era imposi ble verle los ojos. Lo que sí sintió fue la combi nación de sensaciones que emanaban de ella: aire, agua y fuego.
Seshomaru sintió que la entrepierna se le endure cía.
En aquel momento, una impresionante ola rompió a escasos milímetros de él y le empapó la cara, la boca y los ojos. Seshomaru se pasó una mano por el rostro y volvió a mirar.
Tanto el barco como la sirena habían desa parecido.
Un deseo de lo más primitivo corría por sus venas, pero Seshomaru lo apartó de su cabeza. No era la primera vez que lo sentía, aunque sí tan fuerte, pero estaba decidido a luchar contra él de todas maneras.
Ninguna mujer iba a gobernarlo.
Seshomaru apretó los dientes y se metió en el agua gélida, decidido a recordarle a su anatomía quién era el amo.
