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¨Seguirle la corriente a Mimí no era una cosa mala, después de todo¨ - Mimato.
Era el primer día de Noviembre. Afuera hacia mucho frio. Todo el mundo estaba en sus calentitas casitas mirando alguna película de terror mientras bebían un café. Menos él. Él debía ir junto a esa ¨niña¨ a pedir dulces de casa en casa. No entendía como pudo convencerlo para que haga esto. Ya estaban lo suficientemente mayores como para ir de casa en casa. Pero no. Todo lo que le había dicho a esa castaña le había entrado por un oído y salido por el otro. Así era ella y debía aceptarlo. Así era Mimí Tachikawa. Una niña mimada pero dulce. Caprichosa pero generosa. Ególatra pero divertida. Infantil pero amable. Tenía defectos que se tapaban con sus virtudes. Era imposible no quererla. Una vez que la conoces entra en tu corazón y no querrás que salga de allí.
-Mimí ya vámonos a casa – empezó a frotar sus brazos para darse calor.
-Solo nos falta esa casa Yama – señalo una casa en la a lejanía – Y después podemos irnos a casa – sonríe.
Una casa. Una casa y se podrían ir a su propia casa. Se quitaría el ridículo vestido de pirata y podría ayudar a su novia a quitarse ese vestido de brujita. Que a comparación de él, se veía hermosa. Una verdadera niña. Solo que en realidad ella tenía unos 17 años y se veía endemoniadamente sexi para él.
Entraron por la puerta del jardín de la casa y debía reconocer que habían decorado muy bien el lugar. Por un lado había un árbol caído. Seguramente de hace mucho tiempo. Encima de él y a su lado había diferentes calabazas decoradas con lucecitas. Una forma muy ingeniosa de iluminar el jardín. Y no solo allí había calabazas. También estaban en las ventanas de la casa. En las escaleras, en el columpio y en una mesita que había al lado de un árbol.
-Al parecer a la persona que vive aquí le gusta el Halloween – dijo Mimí sonriente.
El rubio solo asintió y se acercó a la puerta de la casa. Toco dos veces y espero. Mimí se acercó a su lado y también se quedó esperando. No aparecía nadie. La chica se movió de una pierna a otra en señal de impaciencia. ¿No había nadie en casa? Pero entonces, ¿porque estaba tan bien decorado este lugar?
La puerta se abrió despacio. Se dejó ver una sombra aterradora que espanto de inmediato a Mimí.
-Aaaaaaaaaaaaaaaahhhh! – sin esperar respuesta se escondió tras su novio.
Al caminar un poco hacia la luz de una de las calabazas, se pudo distinguir la cara de una viejita de pelo blanco.
-Lo siento mi niña. No quise asustarte – hablo con amabilidad la señora.
-N-no pasa nada jeje – Mimí salió de detrás de Yamato avergonzada.
La viejita sonrio mirándolos a cada uno en parte.
-No recibo muchas visitas en estas fechas. Los niños se asustan de mi casa y no suelen volver a venir.
-Pero si usted ha decorado este lugar de una forma muy bonita – defendió el rubio.
-Muchísimas gracias joven, si todos pensaran como usted – suspiro.
La señora continúa mirándolos a los dos en silencio.
-Mmmm… ¿pasa algo? – se atrevió a preguntar Mimí.
-Nada. Solo me recordáis a mí y a mi esposo en mi juventud. Yo era una niña muy bonita en esos días, igual que tu mi hija. Era tan enérgica y extrovertida. Nadie me podía parar. Ni siquiera mi esposo. Aunque con el tiempo me siguió la corriente y aprendió a disfrutar de las cosas pequeñas. Él era un hombre tan frio. Pero creo que mi calor ablando ese corazón de hielo. Nos gustaba disfrutar de nuestros momentos juntos y beber chocolate caliente enfrente de un cálido fuego. Me acuerdo de todo como si fuera ayer – la señora paso sus manos tras su espalda y sonrio melancólica.
-¿Dónde está su marido? – pregunto Mimí curiosa.
-En el cielo. La guerra me lo arrebato de las manos. Siempre fue muy fiel a su trabajo como soldado.
-Ooo… lo siento – la castaña bajo su mirada.
-¿Podría decirnos más cosas sobre su juventud? – pregunto el rubio indiferente.
Mimí lo miro sorprendida.
Yamato quería quedarse por dos razones. La primera era que le interesaba saber más cosas sobre la vida de esa señora. Sentía que esa señora verdaderamente era Mimí. Solo que más vieja y sin tanta energía. Quería saber si el esposo de aquella mujer se parecía en algo a él. Quería saber si la vida que tuvieron aquellos dos fue una feliz. Tal vez así se podía imaginar cómo sería su vida al lado de su novia. Y la segunda razón, aunque fuera una completamente estúpida, quería saber cómo estaba decorada la casa por dentro. Quería ver si había más de esas calabazas.
-Claro que sí. Me haría mucho gusto que se queden un rato conmigo. Por favor pasen – la señora abrió la puerta invitándolos a pasar.
Yamato tomo la mano de Mimí y entro sin esperar que la castaña digiera algo.
Aquella noche aprendió que seguirle la corriente a Mimí no era una cosa mala al contrario, podría salir bastante bien. Como en ese día. Había aprendido a decorar sus propias calabazas con luces.
Holap ^^ He vuelto con otra historia. Esta vez de tres de mis parejas favoritas. El Mimato, el Michi y el Yamichi. Y qué mejor que hacer un fanfic en mi estación favorita del año?
Los minis-oneshots serán inspirados en la imagen de portada del fic. La primera imagen con las calabazas iluminadas representa este corto fic. Publicare los días impares del mes de Noviembre. Espero que os gusten.
¿Review?
Besos :*
