Esta historia no me pertenece, los personajes son de J.K. Rowling y la autora es Rizzel, yo sólo traduzco.

This story don´t belong to me, the characters are property of J.K. Rowling and the author is Rizzel, I just translate.

Thanks Rizzel for this opportunity!

Mis más grandes agradecimientos para mi mejor amiga y beta de este capítulo Karime y para Leandra Alvarez del grupo de Chío.

Capítulo 1

Sábado por la mañana

Draco

[7 a.m.]

Ouch. Gemido. Doble ouch.

En realidad, que sean tres.

Donde demonios estoy, y por qué mi cabeza se siente como si dos Hipogrifos arrasadores y duros como un hueso, se hubieran estado golpeando dentro de ella toda la noche?

Arg. No. Argh. No. Es demasiado para pensar. Es mejor dormirme.

Ebrio otra vez.

Obviamente.

[8 a.m.]

¡No! ¡Estúpido cerebro! Vuélvete a dormir.

La luz comienza a vislumbrase a través de las cortinas. Eso es algo bueno, significa que estoy dentro de un cuarto. Es la última vez que me quedo dormido en un lugar como este.

Tardaré varios días en quitarme el olor. Eso es malo.

Necesito orinar urgentemente. Pero necesito dormir aún con más urgencia.

Estoy curioso y agradablemente tibio. Las sábanas huelen como té de rosas y vainilla… y algo más.

Bien.

Buen cerebro. Fuera luces.

Hermione

[8.30 a.m.]

Santa Madre de Dios.

Me duele, en todas partes.

Siento los párpados pegados a la cara.

Dormir ahora. Estudiar y analizar después.

Ah. Buen cerebro.

[10.30 a.m.]

Agua.

Alguien, quien sea. Mataría por un vaso de agua.

La cabeza me duele, seguramente mezclé las bebidas. Siento las piernas como si estuvieran hechas de pudín.

Estoy tremendamente adolorida…

En lugares de los que no deberían doler de esa manera.

¡Oh, Dios!

La fiesta de graduación…


Draco fue el primero en despertar.

Se sentó contra las almohadas y abrió cansadamente sus ojos grises, aún enrojecidos. Parpadeó repetidamente, lamiendo sus labios, extremadamente secos, en un intento de humedecer una boca que frecuentemente se sentía y sabía como una lija. Despertar con una resaca después de una noche de fiesta no era nada nuevo para él. Después de todo, tenía dieciocho, era apuesto, popular y poseía montones de efectivo disponible y cuentas personales en los mejores establecimientos para beber en Inglaterra (y dos o tres en Francia). Como tal, para él no era extraño sentir esa pesadez en la cabeza propia de una resaca fresca.

Inmediatamente se le ocurrieron tres cosas.

Primero, estaba en un cuarto de hotel, y no uno particularmente bueno. Las cortinas —afortunadamente cerradas— eran de una especie de verde chillón, la alfombra de felpa era de un indescriptible color café y los pocos muebles que había estaban hechos de plástico, madera despostillada, o alguna horrenda aleación de ambos.

Segundo, no pudo evitar darse cuenta que el cuarto se encontraba totalmente en ruinas. Una silla estaba volcada en una esquina, y una de sus patas estaba casi totalmente destrozada. Una brisa polvorosa se movía bamboleándose en la luz, creada por el viejo y rechinante aire acondicionado que estaba en lo alto.

Una botella vacía de Odgens yacía a un lado del armario, y una larga y húmeda mancha estaba secándose en la alfombra justo debajo de ella. Las ropas estaban esparcidas, como víctimas de algún tipo de masacre frenética de lavandería. Las túnicas formales que había usado la noche anterior estaban aplastadas en una esquina, el escudo verde y plata de Slytherin apenas era visible.

Draco notó, con una ceja arqueada, que había otras ropas también —y no eran suyas—.Un juego de túnicas azul marino estaban volteadas al revés, amontonadas en la esquina de la cama. Un sostén de encaje de color durazno colgaba de la perilla de la puerta del baño. Su propia ropa interior estaba sobre la pantalla ladeada de una lámpara.

¡Bueno! las cosas parecían mejorar, concluyó Draco, mientras se dejaba caer contra las almohadas. Tal vez su cabeza se estaba sintiendo como si cargara un kilo de plomo líquido, pero hey, follar era follar. Y cuando uno es un mago joven y sano, una aventura de cualquier clase era una razón celebrar.

No fue hasta que giró su cabeza para saludar al afortunado recipiente de sus ebrias intenciones, que hizo la Observación Número Tres.

Maldición. Mierda. Diablos.

Hermione Granger, la determinada Premio Anual de Hogwarts, portadora de abundantes detenciones, aquella que otorga esas escasas miradas renuentes, insistentes advertencias y la mejor acosadora de Elfos Domésticos donde quiera, estaba enroscada a un lado de él en la cama, aparentemente dormida y muy desnuda.

Y eso no era todo. En cuanto sus sentidos y sensibilidad regresaron a su cuerpo y cerebro, respectivamente, Draco registró el hecho de que la mano de Granger estaba descansando en su igualmente desnudo muslo, en un inconfundible gesto familiar.

Ahora, Draco se consideraba a sí mismo como un joven experimentado. Él había tenido su parte justa de juegos, coqueteos y otras agradables diversiones de escuela. Pero la situación actual lo dejó sorprendido por unos buenos cinco minutos.

No fue hasta que el ostentoso reloj dorado en la pared marcó las diez cuarenta de la mañana, que Draco finalmente reconoció el sórdido hecho de que había tenido relaciones sexuales con su recién graduada compañera de clases. Y no sólo habían tenido sexo del anticuado. Parecía que se habían arrancado el relleno uno al otro, juzgando por el estado de sus posiciones.

Poniendo a un lado el repentino y tardío despertar de su pene (y todos los otros lógicos procesos mentales), Draco examinó a la chica durmiente al lado de él con una fascinación que fue casi perversa.

Granger estaba acostada de lado, mirando hacia él. Su largo cabello estaba suavemente enmarañado, algunos rizos color coñac oscurecían parcialmente su cara. Las sábanas estaban retorcidas alrededor de sus piernas, dando dos vueltas a su esbelto muslo. Ella dormía como un luchador que estaba sumido en un sueño de campeonato. El resto de las cobijas estaban acomodadas debajo de su mejilla. De hecho, parecía como si ella hubiera robado la mayoría de la ropa de cama, mientras que Draco se había apoderado de las almohadas.

¡Por las uñas pintadas de los pies de Merlín! Si se sabía una palabra de que él había estado desinfectando a la plaga de Nacidos Muggle de Hogwarts, sus compañeros de casa probablemente lo atacarían con fruta podrida a su regreso a la escuela. Después de todo, puede que hubieran asistido a su baile de graduación, pero técnicamente faltaban dos semanas enteras de escuela antes de que el año terminara oficialmente.

Entonces, tal vez el hecho de haberse acostado con Granger no resultara ser algo tan malo, reflexionó Draco. Él podría disfrazarlo todo como una oferta final hazlo-o-muere, para hacer que la insufriblemente sabelotodo cayera, apuntándose una victoria o dos; para sobrepasarla en su gran pedestal blanco, y encantar su propio camino a través de las pesadas puertas aperladas.

Pero, demonios, si sólo pudiera recordar cómo había pasado.

Draco estaba seguro de que, en algún lugar de Inglaterra, una manada de cerdos estaba en pleno vuelo. No es que Granger fuera un troll; de hecho, era pasablemente atractiva. Cualquier chico mayor de Hogwarts que no jugara a esconder el palo de la escoba con sus compañeros de cuarto, se había dado cuenta de eso después del cuarto año. Era sólo que, aparte de la mala suerte de Granger de nacer siendo una Sangre Sucia, la chica también poseía la más fastidiosa y más desagradable personalidad de todas, lo que la convertía en una muy molesta persona.

Asistían a una escuela mixta, lo que por supuesto significaba que una gran cantidad de ilusiones adolescentes tendían a atascar el aire alrededor de los dormitorios, salones y corredores. Draco no podría negar que han habido momentos a través de los años cuando, durante la clase de Pociones, el había soñado con inclinarla sobre la orilla del caldero y darle un buena y dura embestida con la esperanza de quitarle ese maldito palo que seguramente se alojaba en el fondo de su trasero.

Pero por supuesto, nunca había considerado llevar a cabo alguno de estos pensamientos. Aparte de ser una arpía, también estaba el hecho de que Granger probablemente lo habría castrado si por mucho la hubiera rozado en un corredor abarrotado de gente. Ella era buena a la vista, pero no valía la pena.

Y aún así, ella había dormido con él, de todos modos. A menos que un par de Imperius particularmente desagradables hubieran estado involucrados, todo parecía como si ella también hubiera dejado caer sus almidonadas bragas de manera voluntaria.

Una parte de Draco estaba ansiosa por Desaparecerse por un enorme agujero en la pared que podría procurarse, y contar su escandalosa escapada a sus compañeros de clase. Otra parte de él, en cambio, estaba empezando a recordar.

Y con este nebuloso recuerdo vino la excitación. A montones.

Draco estaba sumamente conciente de que todavía estaba intoxicado por la borrachera de la noche anterior. Entonces, culpó a esa bebida del diablo, al mismo tiempo que ponía su mano sobre el hombro de ella, esperando a recordar más sobre las maneras en las que él había tocado la piel dorada y ligeramente pecosa de Granger. Cuando la palma de su mano hizo contacto con su hombro, instantáneamente ella se acurrucó con más intensidad a él. Ella presionó su boca ligeramente abierta contra la piel sensible de la curvatura del hombro él y suspiró entre sueños, haciendo que el cerebro ya atontado de Draco diera vueltas. Su erección se apretó instantáneamente contra su abdomen, exigiendo ser atendida, como a menudo era el caso en muchas mañanas.

Tan cuidadosamente cómo fue posible, puso su mano atrás y la coloco obedientemente alrededor de su adolorido pene. Un tirón de práctica alivió la sensación de presión en sus testículos. Otro tirón la intensificó de nuevo. La piel de su miembro le quemó bastante. Le irritó, como si estuviera en carne viva, y no fue ni un poco delicado. No había manera de confundir las señales que su cuerpo le daba.

Definitivamente habían tenido sexo, y lo habían hecho más de una vez, tal parecía.

Granger hizo un sonido de protesta medio soñoliento por la pérdida de contacto. Con muchos refunfuños entre dientes (parecía que la Sangre Sucia se las arreglaba para quejarse aún en sueños), ella arrastró lentamente su pierna izquierda sobre él, trayendo la mitad inferior de su cuerpo contra él.

Un mago bien educado y considerado habría decidido ser un caballero en ese punto y despertar a la chica. Pero Draco era la escoria de la sociedad y estaba bien consiente de eso. Con una creciente sensación de expectativa, él se deslizó más hacia abajo a lo largo de la cama, teniendo cuidado de poner la pierna de ella sobre su cintura mientras lo hacía. No era una posición enteramente natural o una particularmente propicia para un sueño cómodo, pero ella continuaba dormida.

Aunque estaba empezando a hacer muchos ruiditos malhumorados.

Cada húmeda exhalación fue agudamente sentida por Draco. En ese momento, ya no importaba más quiénes eran, o dónde estaban. Ya no importaba que él la hubiera encontrado completamente repugnante todos los días durante casi siete años. Todo lo que importaba era que Granger era una chica suave y cálida en su cama y que una parte bastante insistente de su anatomía masculina estaba rogando por poder repetir su actuación. Colocando una mano sobre el trasero de ella, Draco atrajo sus caderas más cerca de él y apretó tentativamente la cabeza de su miembro contra el vientre bajo de ella.

La piel de Granger estaba fría al tacto, pero también muy suave. Ella frunció el ceño dormida, apretando los labios ligeramente. Su mano derecha permanecía entre sus caras, con la palma hacia arriba y los dedos curvados. Se veía tan inocente dormida, y ese pensamiento envió una fresca oleada de punzante excitación a través de Draco.

Sexo era sexo, se dijo Draco a sí mismo, y por el estado sumamente impaciente de su pene, éste había estado bastante bien.

El movimiento de sus caderas contra las de Granger arrastró las arrugadas sábanas más lejos bajo ellos, ofreciendo a Draco una primera, y seria, vista de sus senos: no eran excesivamente grandes, como a él le gustaban. De hecho, eran pequeños, lo que era una pena.

Era vagamente consiente de que una pequeña voz había estado gritándole hacía un tiempo desde el interior de su cabeza: "¡Oye! ¡Estás mirando los senos de Granger!"

Sí, bienvenido cerebro. ¿Dónde estabas hace seis horas?

Él se complació tocando su pecho derecho, apretándolo y luego viendo con gran interés como sus rozados pezones se ponían rápidamente duros y más oscuros. El repentino cambio de estar derecho a tumbarse sobre su costado hizo que un a gran cantidad de sangre fluyera a su cabeza. Por un momento, Draco luchó contra las urgencias de vomitar; el asqueroso sabor en su boca y el viciado olor a humo de cigarro y la vieja alfombra no ayudaban a mejorar. Sin pensarlo mucho, cerró sus ojos y presionó su boca y nariz contra el nacimiento del cabello de Granger, aspirando su aroma. Algo, lo que fuera que le apartara la mente de su estómago revuelto.

Ahí estaba de nuevo, vainilla y rosas. Pero también olía a sudor y el inequívoco rastro de sexo. Sintiéndose mejor, Draco enganchó la pierna de ella más arriba sobre su cadera. Con una cuidadosa mano, acercó una vez más sus cuerpos y lentamente guió su miembro entre sus piernas. La sensación de su mano contra su adolorida piel era divinamente suficiente, pero una vez que lo había acomodado entre las húmedas curvas de los muslos de Granger, esa sensación se intensificó.

Ella estaba bien preparada para él, húmeda y cubierta con su propio lubricante y con lo que, Draco asumió, era su anterior contribución a la causa. Todo eso jugó a su favor mientras le proporcionaba un suave deslizamiento directamente a su cálido interior.

Y ella seguía durmiendo.

Los ojos de Draco se entornaron mientras gemía suavemente. Todas esas estúpidas y mezquinas palabras que él había oído y asociado con el sexo femenino se agolparon de pronto en su cabeza. Granger estaba increíblemente dilatada y estrecha más allá de toda descripción. Ajustado, aterciopelado, cómodo, apretado, tirante, fricción, succión, coger. Todo aplicaba.

Más destellos de recuerdos. De la risa sorda de Granger contra su hombro mientras se alejaban apresuradamente de las festividades en el Gran Comedor y seguían el camino que los llevaría a Hogsmeade. Granger llamándolo un intolerante desperdicio de talento mágico y luego empujándolo lejos de ella. Luego más formas borrosas y distorsionadas, la sensación de un pequeño triunfo ante un beso aceptado y la emoción de ilusión que le siguió.

El sonido como explosión de una Aparición. Un ligero presentimiento de peligro, opacado por la excitación.

Otro recuerdo surgió por sí solo de su memoria, éste era más claro que cualquiera de los anteriores. Granger acuclillada frente a la silla que ahora estaba rota, su rizada cabellera se mecía hacia arriba y abajo sobre su sexo. Sus propias voz dándole instrucciones, lentas pero firmes, mientras sus manos se enredaban el cabello de ella; cómo él usaba su boca con mucho más cuidado del que hubiera mostrado con cualquier otra de sus parejas.

Esta imagen en particular logró separar la mente de Draco de su cuerpo por una fracción de segundo, y sus caderas tomaron la mejor oportunidad de embestir dentro de Granger con la suficiente fuerza como para empujar su espalda a lo largo de la cama.

"Ow," susurró ella con una voz chillona y el ceño fruncido. Ella se lamió los lamió de la misma manera en que Draco lo había hecho minutos antes. Sus ojos se movían rápidamente bajo sus párpados cerrados.

Mirando con mucho cuidado su rostro, Draco embistió con fuerza otra vez.

"Uhhn." Su ceño se frunció aún más; ella estaba despertando.

Por una razón desconocida, la cual no merecía ser pensada en ese preciso momento, la voz de su madre sonó dentro de su cabeza.

"Estos flirteos con cada bruja joven y bonita que te encuentres no durarán mucho tiempo," le había dicho Narcissa Malfoy durante el verano pasado. "Este periodo pasará, y entonces te encontrarás con una bruja de buena categoría."

Bien entonces. Mejor terminar la primera parte de eso bien hecho, decidió Draco. Ignorando lo que empezaba a convertirse en una jaqueca de proporciones épicas, él empujó a Granger sobre su espalda y hundió su miembro un poco más adentro de ella. Le costó algo de fuerza de voluntad no caerse sobre de ella, cubrir su boca con una mano y mantenerse así hasta que explotara. Los músculos de sus bíceps se sentían como gelatina, y le tomó un poco más de esfuerzo mantenerse quieto con el estremecimiento de sus brazos.

Ella se sentía deliciosamente cálida, como mil hilos de seda apretando y aflojando sobre la entera y sensibilizada longitud de su sexo. Dejar eso sería un crimen. Salir de ahí hubiera sido una completa burla. Él era sólo un hombre, y como tal, era un esclavo indefenso de los antiguos rituales de apareamiento.

Lo que entra debe de salir y ¡oh… maldita sea, mierda, eso jamás se había sentido tan genial!

La parte inferior de su cuerpo estaba tan fatigada como para arreglárselas para dar cualquier embestida rítmica o profunda. Era menos que sutil, pero aun así era fantástico. Otros dos movimientos fue todo lo que le tomó, Draco mordió con fuerza su labio inferior y milagrosamente vació más de sí mismo dentro de ella.

Fue en aquel punto exacto que los ojos cafés de Hermione se abrieron del todo.