¡Hola!
Admito que siempre quise hacer este encuentro aunque jamás se me ocurrió cómo. Tampoco sé si hay más, ha sido un despiste. Aún así, me encanta Teddy siendo el ahijado de Harry, sé que él haría cualquier cosa para ser un buen padrino y un buen ejemplo.
¡Y ésto es lo que ha salido! Espero les guste~
Azul eléctrico
...
El ¡crack! sonó alertador y no tuvo reparo en camuflarse en aquella fría noche. Ni siquiera sintió tirón alguno en su abdomen como veces antes al aparecerse. Se comenzó a cuestionar silenciosamente si ya estaba comenzando a acostumbrarse. Guardó su varita cuidadosamente, procurando tenerla al alcance lo más rápido posible. Se mantuvo de pie, bajo la brillante y despampanante luz de uno de los faroles de la calle, levantando la mirada para ver una mata de insectos que volaban molestamente alrededor de la luz; algunos caían muertos en medio de aquella batalla por alcanzar la iluminación.
Hizo una mueca forzada ante tal pensamiento y suspiró, cerrando momentáneamente sus ojos.
Volvió a abrirlos, determinado y firme, con la mirada endurecida a pesar de estar temblando por dentro a causa de sus próximas intenciones. No había vuelta atrás, no habían pasado más que dos semanas y sin embargo; sentía que se había retrasado en la tarea que ansiosamente buscaba cumplir. Quería hacerlo bien y sabía que el tiempo que se había tomado para pensar no había sido en vano, pues se encontraba allí, aunque inmóvil, atraído por la idea de ser un buen ejemplo para aquella personita que ansiaba ver directamente por más de unos pocos minutos, sin estar en brazos de su abuela, o a la distancia.
Había sido algo cobarde. Lo aceptaba. Pero ver a Andrómeda Tonks en el funeral de los caídos, para presenciar el entierro de su hija, de su yerno y de la fantasía del cuerpo no hallado de su esposo, había sido un golpe demasiado duro para él. Todavía se encontraba cohibido, internamente, como en aquella ocasión, cuando vio al rostro de la mujer, y no detectó más que dolor. Y no se detuvo a pensar que alguna vez había sido Slytherin y que no era de dejarse llevar por las emociones; Harry no la vio llorar aquella vez.
Inspiró profundamente y dejó que las tensiones que había adoptado su cuerpo fluyeran con su respirar. Y sus ojos verdes se fijaron en el camino, emprendiendo una caminata tranquila en aquella noche de invierno, dos semanas después de haberse realizado el Gran Adiós y varios meses después de haber vivido El Final Del Innombrable.
Creyó escuchar el aleteo de su Hedwig en el aire y sonrió ante la mínima posibilidad de que ella siguiera allí, con él, apoyándolo a pesar de todo, siendo su mensajera de ánimos y aliento, aún en la pacífica muerte.
Jamás había notado que el blanco de la luna se asemejaba demasiado al brillante de sus plumas.
Sus talones pisaron el césped humedecido por el rocío reciente y su mirada se ajustó a la vivienda a la cual ingresaba sin ser llamado. La puerta cerrada frente a sus ojos y la luz que claramente se veía desde la ventana abierta, le hicieron recordar el motivo de su llegada, y fue asaltado nuevamente por los inquietantes y tortuosos nervios.
Se mordió la punta de la lengua; eres fuerte, Potter. Había que seguir caminando.
Se mano se elevó cuando estuvo en el umbral pero no llegó a tocar destino. Notó que sus dedos temblaban en un puño débil y reprimió el grito ahogado en frustración que floreció en su garganta. Hazlo, Potter.
Por Remus.
El silencio secundó a los sonoros golpes en la madera y se hizo un paso atrás por inercia, volviendo a tragar aire tanto como pudiera. Cansados pasos se escucharon del lado interno y se obligó a permanecer quieto en el sitio, aunque sus piernas fuesen a echarse a correr en ese mismo instante. Finalmente, la puerta principal se abrió y Harry Potter vio a Andrómeda Black, viuda de Ted Tonks, prima aceptada de Sirius, madre de Nymphadora, una mujer que seguía en pie a pesar de las caídas.
Por Tonks.
La mujer lo observó, con sus ojos abiertos a él, reflejando entonces la sorpresa que él mismo tenía. No se esperaba delante de ella tan pronto, y estaba seguro que el sentimiento y pensamiento era mutuo. Pero se las arregló para regalarle una sonrisa débil, pequeña aunque sincera, y en ese momento cayó en cuenta de la tensión en su brazo temblante y la mano que la fémina utilizaba para aferrar y empuñar una varita desconocida a sus ojos con fuerza. Sus ojos verdes vieron ese detalle pero nuevamente subió su mirada a su rostro y se preparó mentalmente para lo que seguía. No la culpaba. Él también temía. Volvió a sonreírle.
Por Ted.
—Lamento… llegar así.
Así. Tarde. Solo. Acobardado, pero decidido y completamente determinado. Justifícate, Potter. Suspiró hondamente y la vio relajar la postura, observándolo ahora con fijeza. Y cuando vio su expresión endurecida volverse una repleta de dolencia, notó una diferencia y nuevamente se sintió avergonzado de su reacción y su actuar cuando la vio por primera vez, con las emociones aún palpitantes en su corazón de tener que huir de su casa, transportarse para estar a salvo, dejando a un gran auror atrás, arriesgándose por mantenerlo con vida. Y del cual ahora se enorgullecía de tomar como un ejemplo a seguir en la carrera que buscaba seguir en su vida. Porque su ambición no había cambiado y aunque no escuchase el ruidoso gritogruñido de Ojoloco Moody: ¡ALERTA PERMANENTE!, se obligaría a escucharlo en su cabeza, corrigiéndose como él lo hubiese hecho. Pero en aquel momento no podía estar alerta, no cuando su sonrisa decaía ante el silencio.
Por Andrómeda.
La vio mover los labios tiesos y pálidos—. Te he estado esperando…
Obligó a sus pies a avanzar cuando ella se hizo a un lado para darle la bienvenida, y entonces fue consciente del llanto que se escuchaba en cada sector de la casa, sorprendiéndose a sí mismo viendo el vértice de la pared y el techo, como si supiese de dónde provenía aquel sonido tan familiar. Aquel sonido que recordaba, él mismo había emitido en una noche de Halloween hacía muchos años, en soledad.
Por Teddy.
Se sintió observado pero no quiso verse afectado por ello. Continuó observando la nada, ensimismado en el revoltijo de recuerdos y responsabilidades que comenzó a tener cuando se plantó delante de esa puerta. Y a medida que el sonido incrementaba el volumen, se sintió fuerte y capaz de asumir todas y cada una de ellas, sin siquiera titubear.
—¿Está arriba?
—Sí, acaba de despertar… me cuesta hacerlo dormir, sólo ella podía convencerlo.
Volvió a formarse el silencio y despegó finalmente sus ojos de la bruma de emociones, mirando a la mujer que lo observaba distraídamente, como si su mente no estuviese en ese lugar en ese momento. Él también se permitió observarla y acumuló valor para expresar sus deseos.
—Me gustaría… verlo…
Fueron escasos segundos de espera, cuando finalmente obtuvo un asentimiento y la vio caminar hacia un pasillo oscuro, obligándolo a seguirla antes de verla desaparecer. Y no poder reaccionar.
Las habitaciones estaban oscuras; no quiso saber desde cuándo las luces no se encendían. Vio la espalda de la mujer, aquella que se parecía tanto a una asesina, pero que en lugar de matar, ama. Ama tanto que sabe se encuentra muriendo por encontrarse sola. No sabe si tiene familia o le quedó alguien más que su nieto, aquel que no deja de llorar en la planta superior y espera su llegada mientras ambos entornan sus pasos en ascenso a la escalera. Ella busca el apogeo de la familia, aquella que tenía, y se sintió tan estúpido que contuvo las ganas de insultarse, denigrarse, pues en parte era culpa suya. Y golpearía a todo aquel que le dijese lo contrario.
Finalmente la puerta blanca se abrió ante los ojos de ambos y entró a la habitación cubriendo la espalda de la mujer con su presencia, aunque ella no volteó a verlo ni él tampoco. Ambos pares de ojos se posaron en la cuna, de donde provenía aquel sonido que irritaría a cualquiera, pero que para Harry era como un despertador, más potente a comparación de aquel que había reparado en el número cuatro de Privet Drive, hacía tantos años atrás.
Lo despertaba de su ensoñación de adolescente que pronto cumpliría su mayoría de edad muggle.
No necesitó un permiso. Ella no había reaccionado negativamente cuando dio un par de pasos hacia su objetivo y cuando finalmente estuvo a su lado, supo que ella se mantenía expectante. Pero a él no le importaba. Veía una maraña de cabellos castaños y una naricita que se arrugaba debido a la expresión que adoptaba al abrir su boca y liberar el llanto ensordecedor. Su cuerpo estaba cubierto con algunas mantas verde lima y sus pequeñas manitos se apretaban en puños hacia arriba, como si esperaba a que alguien viniese a cargarlo, alguien que tuviese cierta simpatía y habilidad para transformar su boca en el pico de un pato o alguien que no tuviese más que miedo a dañarlo siquiera con rozarlo y crearle las cicatrices que éste poseía.
Pero él no era Tonks ni tampoco Remus.
Pero sí era Harry, y haría algo.
Se inclinó un poco para ver más de cerca y su respiración pareció alertar al niño de su presencia. El bebé calmó su rabieta y se permitió abrir sus ojos para ver fijamente al joven que tenía tan particular brillo en la mirada. Un brillo extraño, que no tocaba ningún punto, era un volumen medio entre felicidad y amargura, sin llegar a reflejar ninguna de ellas. Era extraño.
Y el muchacho vio el tono oscuro de los ojos negros de Ted Remus Lupin, y al instante adivinó el sentimiento que correspondía a tal color, sin siquiera detenerse a deducirlo. Confusión y desolación. El ya no estar acompañado de las sonrisas de su madre y el estar ahora solo en una habitación a oscuras. Y Harry extendió sus brazos cuando se sintió reflejado en ese par de lagunas inocentes, sonriendo con ganas por primera vez en muchos meses. Lo cargó con cuidado, sin saber cómo utilizar o mover sus manos, hasta finalmente tenerlo entre cobijos tibios acurrucado en sus brazos, sin dejar de compartir mirada con el niño que no había vuelto a emitir un llanto ni tampoco dejaba de verlo.
Se imaginó a sí mismo observando a su desastroso padrino soltando carcajadas que parecían ladridos, a la edad de un año o menos, y su sonrisa se amplió un poco más.
Había una posibilidad que le calentaba el pecho. El reconocer que quería hacer aquello, sin pensar en el metamorfomago como una carga más a sus hombros recientemente liberados. No. Era una responsabilidad a la cual llevaría de la mano y posiblemente acompañaría un primero de septiembre a la estación de King's Cross, en un futuro no muy lejano.
—Ellos me nombraron su padrino.
El comentario tan fluido pareció llamar la atención de Andrómeda, la cual pegó un respingo al oírlo. Sus ojos enfocaron al muchacho, al salvador del mundo, y tan sólo vio a un joven que sonreía ante una idea futura. Una idea que le gustaba mucho.
—Lo sé.
—Estoy remodelando el número doce de Grimmauld Place—hubo una nota de silencio; ella no se molestó en responder—. Pensé en darlo para que la Orden lo siga usando como cuartel general, pero luego pensé…—fue bajando el tono de voz, a medida que continuaba viendo al menor en sus brazos. Sus ojos oscuros continuaban observándolo—pensé que realmente quiero hacer de ese lugar el hogar que debió ser para muchas personas. Quiero intentar compensar a la memoria de esa casa, convirtiéndola en un lugar al cual llamar mi casa. Kreacher me ha estado ayudando, está muy entusiasmado con la idea, y prometí dejarle conservar todo lo que quisiese de la familia Black. Después de todo, me pertenece pero yo no lo quiero. Es curioso ver cómo un elfo doméstico se emociona tanto por una simple vasija sin otro valor más que monetario. Algunos galeones tal vez. Pero quizá no sea sólo eso. Tal vez Kreacher vio algo cuando limpiaba la vasija—los brillantes ojos verdes de Lily Evans la vieron fijamente—. A una niña, tal vez. A una adolescente que cambiaría ideas.
El silencio esta vez fue prolongado. Harry no volvió a mirarla a los ojos, ahora le parecía imposible dejar de ver a su ahijado, meciéndolo suavemente en sus brazos, con una línea curvea y atenta.
—Se parece a Remus…—él volvió a hablar. No sabía en qué situación estaba ella pero prefirió cederle el motivo. Sus palabras tenían un credo. Teddy Lupin en ese momento era igual a su padre, pese a que sus ojos fuesen más oscuros—. Teddy, ¿vendrías a jugar conmigo a casa por las tardes, tal vez salir a pasear? Quiero enseñarte muchas cosas. —Entrecerró sus ojos cuando un soplo de magia acarició su barbilla, ahora con una pelusa de barba que no planeaba quitarse en unos días. Tenía muchas cosas que hacer. Harry volvió a sonreír, viendo ahora con ojos alegres aquellos que parecía diferente—. Ahora luce como Tonks…—Se giró sobre sus talones y destapó con cuidado su rostro, viéndose su piel relucir en un tono brillante el color tan exótico y particular de los ojos del bebé y las hebras de su cabello.
Teddy Lupin ahora era azul eléctrico, además sonreía. Y cuando Harry levantó la mirada, Andrómeda lloraba, pero también sonreía. Y se la vio como la mujer de la cual sin duda quería escuchar más de mil y un historias. No le importaría visitarla por las noches para organizar una cena informal y traer algún que otro regalo. No le importaría invitarla a casa y enseñarle algunas fotografías de Hogwarts. No le importaría sonreírle con ánimos y decirle que, aunque llorara, había sido y continuaba siendo muy fuerte. Que ellos estarían orgullosos y que él, a pesar de tener diecisiete años y ser un aspirante a auror con muy mala suerte, planes buenos con finales fallidos y una vida complicada, también sentía el mismo afecto.
—Sirius siempre decía que eras su prima favorita.
Y Andrómeda Tonks rió, quizá por primera vez en años, con tantas ganas que le hicieron llorar más fuerte. Pero Teddy continuaba de azul metálico, y Harry sabía que en algún lugar, en algún momento, cuando el bebé comenzó a contagiarse de la gracia, otras tres personas reían. O tal vez cuatro. O cinco. O seis. Y tal vez una lechuza ululaba feliz.
Y Harry Potter se vio riendo también, percibiendo la magia a su alrededor, sintiéndose por primera vez un verdadero héroe.
...
¡Muchas gracias por leer!
Me gustan este tipo de fics, quizá haga algún otro mientras me organizo bien para escribir. Estrenar una cuenta nueva es tedioso para alguien tan paj-desganada como yo—qué—.
¡Nos leemos!
