Más hermosa

One-shot

GaLe


Resumen: Levy quería ser más hermosa. No solo para gustarse a sí misma, si no también gustarle a él. Y para ello, necesitaría de un buen consejo y, por supuesto, de él.

Estatus: Completo (Posible segunda parte).


El día de playa había llegado y mientras todos gritaban eufóricos por las juergas que iban a correrse, Levy se miraba en el espejo, muerta de miedo. El traje de baño resaltaba el fruto de algunas tardes tomando el sol con las chicas. Pero solo chicas. Le quedaba bastante bien, resaltando su gusto por el blanco y el naranja.

Sin embargo, no era del todo perfecto. El quedar bastante bien no era suficiente. Especialmente, si él iba a estar ahí.

Avergonzada, se echó el vestido por encima, atándoselo a la cintura en un vano intento de resaltar más sus senos. Hastiada al no conseguir nada más, empujó el sombrero contra su cabeza y agarró su bolsa llena de libros y demás enseres necesarios. No podía hacer más por sí misma.

Además, él ya lo había visto todo. Sin nada de ropa. Aunque aquel recuerdo le hiciera ponerse colorada a más no poder y que sus carnes ardieran como si fuera un mismísimo volcán. Por otro lado, tampoco quería mostrar demasiado, especialmente, si él se encontraba demasiado excitado con la idea de jugar en la playa.

Y es que el hombre del que se había enamorado era muy impredecible. O bien lo tenías de un humor aceptable o te echaba pestes por todos lados. Y lo que más le gustaba a ella, era su lado Tsundere adorable. Claro que esa parte era algo que solo le había mostrado a ella.

Y esperaba que continuara siendo así. A veces, le carcomía la inseguridad. Especialmente, por su cuerpo. Gajeel no era ciego. Era lo suficientemente capaz como para darse cuenta de que, por ejemplo, Lucy tenía un cuerpazo al lado de ella. Incluso Erza, si no fuera porque apenas le prestaba atención. Sin embargo… ella no era capaz ni de rellenar un vestido en condiciones. Por no hablar de su altura.

¿Cuántas veces la había picado y enrabiado diciéndole chiquitaja? Incluso protestaba por tener que agacharse para darle un beso. Levy se sentía feliz enamorada de él, pero sus piques no ayudaban a hacerla sentir más mujer. Incluso le preocupó en su momento no ser capaz de servirle en la cama.

—Levy.

Se giró hacia la voz nada más llegar a la entrada de la playa. Erza caminaba cargada con su típico carruaje de ropa. Sonreía satisfecha mientras tiraba en una papelera el envoltorio de algún pastel que acabara de degustar. En un abrir y cerrar de ojos, la Titania se quitó la armadura para colocarse un exuberante biquini negro. El cual, para dolor de Levy, rellenaba increíblemente bien.

Se miró nuevamente el pecho y suspiró una vez más.

—¿Ocurre algo? — Erza posó una mano sobre su hombro. Levy apenas pudo retener las lágrimas.

Un momento después, ambas estaban sentadas bajo una sombrilla, comiendo sin ganas un helado. Levy observó los trocitos de pistacho y la galleta, jugando con su uña sobre estos. Erza asentía, terminando en nada su helado y mirándola fijamente.

—¿Lo habéis hecho?

Levy parpadeó.

—¿El qué? — Cuando Erza levantó una ceja y sonrió levemente, la idea le vino a la mente. Colorada, asintió y mordió un buen trozo de helado con idea de enfriarse.

La maga más fuerte de Fairy Tail sonrió y le dio una suave palmadita en la espalda.

—Entonces, deberías de saber algo.

Levy la miró con suma atención. Repentinamente, se sentía como si hubiera hecho algo mal. Creía no haber olvidado cuidarse y a esas alturas, lo notaria si no fuera así.

Erza se inclinó hasta que sus labios acarició la oreja derecha de Levy. Sus palabras le rebotaron en el oído, provocaron que su corazón palpitara y que enrojeciera levemente. Se abrazó a sí misma, mirando de reojo a la pelirroja.

—¿De verdad?

Erza asintió con decisión.

—Confía en mí.

Levy sonrió y estaba a punto de preguntar más cosas cuando una sombra de cabellos azules captó la atención de la otra mujer. Erza se olvidó entonces de Levy, del helado derretido sobre la arena y de que el mundo existía.

La peli azul sonrió. Comprendía perfectamente cómo se sentía Erza. A ella le sucedía exactamente lo mismo con cierto moreno rebelde.

Con las palabras de Erza todavía rondándole por la cabeza, se levantó, se sacudió las manos y se quitó el vestido. El aire caliente le acarició la piel como una pura invitación. Sonrió y miró hacia el cielo azul.

—Ey, mira que chica más guapa.

Una gaviota volando.

—¿Cuál?

El sonido de las olas del mar y las risas.

—La de cabellos azules. ¿Qué te parece si…? ¡Wa!

Y el sonido de dos cocos al romperse.

Se giró para descubrir a Gajeel caminar hacia ella, con las manos dentro de las calzonas y detrás de él, dos hombres yacían desmayados, cabeza con cabeza. Levy estuvo a punto de reírse y con buenas ganas. Sin embargo, puso las manos sobre su cintura e infló un moflete.

Por una vez que alguien estaba interesado en ella, alabando su cuerpo, él llegaba y los lesionaba.

—¿Qué? — gruñó Gajeel con indiferencia.

Levy sacudió la cabeza y terminó por sonreír. Se aferró de su brazo y dejó que las emociones del día la guiaran. Correr juntos. Jugar a quitar la cinta de la cabeza con las otras parejas. Soportar que los chicos decidieran luchar para ver quién era la mejor chica y finalmente, la hora de la siesta para algunos.

Ella terminó, jadeante de tanto perseguirle, tras unas palmeras, oculta de los demás. Antes de que pudiera recuperar el aliento él la apresó entre sus brazos, dejándose caer al suelo con ella encima, sentada a horcajadas.

Las risas se agotaron para mirarse con aquella ternura única, que solo podía demostrar con él.

Le gustaba Gajeel. Muchísimo. Lo que antes fue miedo se fue convirtiendo en un sentimiento increíble y sin darse cuenta se vio haciendo cosas que nunca hubiera esperado. Hasta el punto de que se convirtieron en cosas importantes, pero automáticas. Mas sentirle de ese modo, piel con piel, era realmente… ardiente. Y no era por el calor de la playa.

Sus ojos se encontraron y como era costumbre, tendía a perderse en esa mirada, a dejarse llevar por el instinto. Acarició los labios masculinos con ternura, mordiéndose el suyo propio. Gajeel le besó la punta de los dedos antes de apartarlos y besarla. Y sus besos eran locos. Posesivos. Tiernos. Dulces a más no poder.

Capaces de volverla loca.

Jadeante, posó sus dedos nuevo contra la boca masculina, reteniéndolo, mirándole con seriedad. Gajeel arqueó una ceja, sin comprender. Aunque él no lo dijera, le encantaba besarla.

—Gajeel.

—¿Hn?

Cogió aire, cerró los ojos y luego lo soltó.

—Más hermosa. Quiero que me hagas más hermosa.

Gajeel parpadeó, sin comprender.

—¿Qué demonios dices, mujer? — escupió, aferrándola de la cintura— ¿Más?

Levy asintió.

—Me han contado…— decidió mantener la identidad de Erza bajo recaudo por seguridad, aunque no estaba segura de la seguridad de quién exactamente—… que cuanto más ama el hombre a la mujer, más hermosa es esta.

El mata dragones se tensó, sin dejar de mirarla perdido. Levemente, sus mejillas se enrojecieron y apartó la mirada, rascándose la nuca. Metió la mano en un bolsillo y sacó un tornillo, metiéndoselo en la boca. Levy le miró incrédula. ¿Se estaba tomando a guasa algo que a ella le había costado sudor y esfuerzo decirle?

—D… ¡Di algo! — demandó, sujetándole el rostro entre sus manos. Gajeel emitió un gruñido.

—Demonios, lo haré. Pero tendré que romper más cocos, joder.

Levy rompió a reír y llorar a la vez. Gajeel definitivamente era único. Era un gruñón que la atesoraba demasiado. Que había visto belleza incluso antes que los demás. Y que estaba más que dispuesto a hacerle el amor las veces que hiciera falta por tal de que ella estuviera contenta y más hermosa.

Aunque tuviera que partirle la cara a todo aquel que se diera cuenta.


N/A

Por fin. Ya iba siendo hora de que mi mente creara un Gale. Omg, los amo. En serio. Me encanta esta pareja.

¡Muchas gracias por leer y por su apoyo!