Hello~ Bueno, pues aquí iré poniendo los drabbles que me de por escribir. Normalmente los suelo hacer basándome en una imagen, de modo que os dejo el enlace a la misma en mi perfil para que podáis verla ;)

Aviso: Pensamientos y otros en cursiva.

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Tadatoshi Fujimaki.

.


.

—Impaciencia.

Es el sentimiento que me recorre cada vez que quedo con él. Es increíble cómo pueden cambiar los sentimientos hacia una persona sólo por el simple hecho de pasar más tiempo con ella y conocerla mejor. Por eso, cada vez que sabía que iba a verle, mi mente divagaba sobre cientos de posibles cosas nuevas que podría aprender de él ese día.

—Nerviosismo.

De camino al punto en el que quedábamos, mis manos comenzaban a sudar y me urgía la incesante necesidad de moverme más rápido, de llegar antes. Siempre acababa el primero allí, esperando como un flan a que su cabellera azulada apareciera por la esquina del parque. Sabía que llegaría tarde, eso era algo irremediable en su personalidad como tantas otras cosas más, pero aún así, yo miraba esa esquina desde que llegaba.

—Alegría.

¿Conocéis esa sensación que te llena cuando algo que no esperabas que ocurriera, ocurre? Una visita sorpresa de un amigo; una llamada de alguien que hace tiempo que no ves, diciéndote que quiere quedar; un familiar invitándote a comer; tu pareja dándote una sorpresa un día normal… o incluso tu perro lamiendo tu mano cuando lees de forma abstraída en el sofá. Pues todas esas sensaciones aparecían en mi estómago cuando lo veía.

—Miedo.

¿Sabrá que le espero demasiado ansioso? ¿Se dará cuenta de lo mucho que provoca en mí? Antes de que llegara hasta donde estaba yo, ya me encontraba dudando de lo que aún no había sucedido; así que reaccionaba a mi estilo con un "Llegas tarde, idiota" y él sonreía ladino para responderme un engreído "Yo nunca llego tarde, Bakagami, eres tú el que llega pronto". De cualquier forma, siempre acabábamos discutiendo.

—Rabia.

¿Es que es era idiota? Oh, claro que lo era, y lo sigue siendo, pero no me importa. No entendía cómo podía ser tan egoísta, vanidoso, narcisista y arrogante. Siempre acababa sacándome de mis casillas, terminaba discutiendo con él a gritos y –cómo no– lo acabábamos solucionando todo retándonos a un uno contra uno. La verdad es que la gente acierta cuando nos llama "Idiotas del basket".

—Admiración.

Increíble. Era sencillamente increíble. Jamás admitiría frente a él lo mucho que me maravillaba su juego, pero creo que él ya se daba cuenta por el brillo de mis ojos cada vez que nos enfrentábamos. "Has mejorado, Bakagami", me dijo una tarde en la que me dio una paliza especialmente grande. Yo le miré, y nunca olvidaré ese ligero rubor en sus mejillas. Para él, el baloncesto es algo sagrado, decir algo como eso era… importante.

—Ternura.

Poco a poco fui conociendo rasgos suyos que nadie más conocía, acciones que la gente pasaba por alto, o bonitas palabras ocultas bajo un tono de superioridad y despecho. Un día la fiebre me atacó y le llamé para cancelar nuestra cita. Poco después sonó el timbre y ahí estaba él, con una bolsa de comida precocinada y su típica cara de enfado, "Si te mueres no tendré con quién entretenerme", fue todo lo que dijo antes de invadir mi casa como si de la suya se tratase.

—Cariño.

Cenamos juntos en silencio y esa noche se quedó a dormir. No me dejó preparar el futón para que no me esforzara, y a él 'le daba pereza', así que me apartó de un codazo al gruñido de "Hazme hueco" y se quedó a mi lado. Yo no dormí muy bien por culpa de la enfermedad, pero aunque él pensaba que no le veía, me dí cuenta de que veló por mí toda la noche.

—Lujuria.

Eso fue lo que sentí esa mañana al despertar a su lado y notar cómo uno de sus fuertes brazos me rodeaba la cintura. Me di cuenta de que no era la primera vez que sentía algo así por él, pero sí la primera lo suficientemente grande como para que me planteara ciertas… uh, cosas. Recuerdo como la fiebre no fue la culpable de mi notable aumento de la temperatura esa mañana. Intenté huir, pero él me atrajo más cerca y me di cuenta de que lo único que yo quería en ese momento, era besarlo.

—Angustia.

¿Qué pasaría si lo hacía? ¿Se alejaría asqueado y rompería nuestra amistad? Lo que yo sentía no era lo 'normal'. Estaba enamorado de mi mejor amigo, que además era mi rival. No quería perderlo. No podía perderlo. Me giré para decirle que me soltara y así poder levantarme, pero sólo pude oír un "Yo~" ronroneado antes de sentir sus labios sobre los míos.

—Pasión.

Recuerdo que ni me lo pensé, ni me hice de rogar; devolví su beso con todo el deseo que se removía en mi interior. Extenuante y efusivo. Y él lo notó. Me agarró mejor y comenzamos la que siempre recordaré como la mejor mañana de mi vida. Y aquí estoy, volviendo de ir al cine con él en nuestro primer aniversario.

—Vergüenza.

Se ha quedado dormido viendo la película y ahora lo ha vuelto a hacer de nuevo en el tren de regreso a casa. Hay cosas que nunca cambian y él sigue siendo él. Mis mejillas se sonrojan porque el muy idiota se tambalea de lado a lado en las curvas y no me queda de otra que sujetarle. Genial, ahora sí que parecemos una pareja de enamorados a ojos de todo el vagón. El sol se está poniendo y la gente dormita volviendo a sus hogares. No sé por qué he recordado todo lo que me llevó a enamorarme de él, porque si hay algo de lo que estoy seguro, es de que ese sentimiento que ha crecido en mí hasta hacerse infinito sólo puede ser uno.

—Amor.