Disclaimer: nada del Potterverso me pertenece.

Este fic participa en el reto "Navidades de Dickens" del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.

Gracias a Miss Lefroy Black por el beteo :3


1

Llegaba tarde aquella noche, para variar. Sin embargo, tras apoyarse en la puerta y comprobar que su piso estaba a oscuras, recordó que estaba solo. Penny había ido a visitar a sus padres, por lo que Percy tenía para él aquel… viernes por la noche. Y no, no tenía plan alguno que implicase salida con amigos o visita a la familia. Simple y llanamente porque Percy ni tenía amigos de renombre ni se hablaba, aún, con su familia. Era una larga historia, pero últimamente todo había girado en torno a su negación del regreso del Señor Tenebroso.

Así, simplemente, cenó lo que sus capacidades culinarias le permitieron, recordando durante el proceso la rica comida de su madre, y se puso al día con informes del Ministerio, para así tener un fin de semana más centrado en Penny.

Tras la frugal cena, consistente en un emparedado, y la elaboración de papeleo ministerial hasta que se le empezaron a cerrar los ojos, decidió irse a dormir. La cama de matrimonio que compartía con Penny, aunque lo suyo de matrimonio aún no tenía nada, le parecía anormalmente grande y solitaria para él aquella noche. Tras apagar la luz, se quedó un rato despierto, pensativo, como siempre hacía. Y pensó que, como guinda para aquella noche que estaba demostrando lo solo que estaba últimamente, pronto sería Navidad. Y no creía poder pasar otras fiestas como invitado de los Clearwater mientras estos se preguntan por qué Percy no va a pasar las fiestas con su familia.

Sea como fuere, se tumbó de lado y procuró dormir.


―Weasley… ¡Weasley! ¡Despierte!

Se levantó con el corazón en un puño. Alguien, un hombre, le había estado llamando a gritos. Buscó sus gafas y su varita para poder dar algo de luz a la oscura habitación. Tras recorrer la habitación vio que, para su sorpresa, había alguien conocido sentado en el butacón que Penny tenía colocado en una esquina del cuarto.

―¿Señor ministro? ¿Qué hace aquí?

El Ministro de Magia, Rufus Scrimgeour, ataviado con un impecable traje, se levantó del butacón.

―Lo lamentó, Weasley, pero yo no soy Rufus Scrimgeour.

―Tiene gracia porque… bueno, habla, actúa y viste como él. Señor ministro, ¿qué hace en mi casa a estas horas de la madrugada? ¿Hay algún… problema en el Ministerio? Ya sabe que puede despertarme a cualquier hora del día, le ayudaré en lo que sea, para algo soy su asistente, pero… no hacía falta que entrase en mi casa para…

―Weasley ―le interrumpió Scrimgeour mientras curioseaba por la habitación ―. Cállese. Ya le he dicho que no soy el Ministro de Magia.

Percy entonces le miró con suspicacia. Debería haberse dado cuenta desde el principio. Si decía no ser el ministro, entonces, ¿quién era? Estaba más que claro. Era un mortífago que veían a matarle o a sacarle información. Vaya, y él que no se consideraba tan importante.

―¿Quién es usted? Muéstrese ―le inquirió mientras le apuntaba con la varita.

El ministro que decía no serlo en realidad esbozó una sonrisa.

―Señor Weasley, soy el Fantasma de las Navidades Pasadas ― dijo con solemnidad.

En el rostro de Percy se dibujó la incredulidad. Se levantó de la cama y caminó hasta el autodenominado fantasma, aún apuntándole con la varita.

―¿Me toma por idiota? Está usted hablando con el ayudante del Ministro de Magia. ¿Quién es?

―Ya se lo he dicho: el Fantasma de las Navidades Pasadas. Y he venido aquí para mostrarte algo.

―¿Ah, sí? ¿El qué, si se puede saber?

El fantasma sonrió y, acto seguido, tocó rápidamente a Percy en un hombro. Antes de que el joven pudiera articular hechizo de defensa alguno, una blanca y cegadora luz lo envolvió y, al instante, apareció en otro lugar, totalmente distinto a la habitación de la casa que compartía con Penny. No, aquello era la Madriguera.

Percy se separó del fantasma.

―¿Pero qué…? ¿Por qué me has traído a la casa de mis padres? ¿Eres un mortífago y quieres matarnos a todos por traidores?

―Percy, por favor ―Ahora le llamaba Percy ―, cálmate. No te he traído aquí para matarte junto a tu familia.

Pero Percy le hizo callar.

―Silencio, silencio, no quiero que mis padres sepan que estoy aquí ―se pegó de espaldas a una pared mientras aguzaba el oído.

―No te preocupes por eso, no pueden oírnos.

―¿Qué quieres decir? ¿Cómo que no puede oírnos? ―Percy no entendía nada. ¿Por qué un mortífago, si es que de verdad lo era, le había traído a la casa de sus padres sólo para decirle que nadie podía oírles?

―Estamos en el pasado, Percy. En unas Navidades de tu pasado, concretamente. Ve y compruébalo.

El joven Weasley miró con desconfianza al fantasma pero caminó hasta el salón de la Madriguera. Y lo que vio allí le dejó sorprendido, porque era algo que había vivido hacía ya muchos años.

―¿Hola? ¿Mamá, papá? ―vio a sus padres, más jóvenes, ambos sentados en el sofá, y su madre con un bebé en los brazos, mientras contemplaban a un grupo de niños que correteaban y jugaban. Había un niño, el más alto de todos, con una escoba de carreras de juguete. Otro con un dragón de peluche. Dos niños idénticos, más pequeños, que andaban trasteando con algo a escondidas. Y, para finalizar, el último de los niños, que no debía tener ni seis años y que, en ese momento, leía un libro, alejado del resto.

―¿Recuerdas este momento?

―Eh… sí, claro. Es una Navidad con mi familia, no tiene nada de misterio ― Al parecer no le gustaba, demasiado, estar allí.

―Es una de las dieciocho Navidades que pasaste con tu familia, antes de… bueno, antes de dejar de hablarles.

―¿Me has traído para eso, seas quién seas? ¿Para mostrarme unas Navidades pasadas? Si es así, perfecto, ya lo has hecho. Ahora llévame de vuelta a mi casa… y a mi tiempo.

―¿Qué ocurre, Percy, no te gusta estar aquí? ―preguntó el fantasma.

―¡He dicho que me lleves de vuelta! ―gritó. Se calló de repente por si su familia le había escuchado, pero recordó inmediatamente que nadie podía oírles.

El fantasma se encogió de hombros y posó una mano en el hombro de Percy, llevándolo de vuelta a su casa.

―Bien, ya estamos. Ahora me iré.

―Perfecto, entonces ―dijo Percy con ironía.

―Sólo espero que lo que acabas de ver te haga reconsiderar un poco las decisiones que has tomado últimamente, Percy. Recuerda, siempre puedes volver a tener una Navidad, y también una vida, como las de antes. Buenas noches.

El fantasma desapareció, dejando a Percy solo. Este se tumbó en la cama, nuevamente quedándose pensativo, hasta que consiguió volverse a dormir. Esperaba no recibir la visita de más "fantasmas" durante la noche.