Los personajes CC no me pertenece y esta historia está basada en mis propias locuras después de ser inspirada por tantas escritoras maravillosas de fancfics especialmente Geobacter, Ms Puddle, Elle Andrew, Keilant2, GosieKin, Lady Graham, Blackcat2010, Faby Andley, Clau Ardley y Tita 2008

Juro que esta es mi propia historia aunque algunos nombres y lugares pueda ser similares a los de otros fic – mil veces disculpas si esto ofende a alguien… no ha sido mi intención.

El Castigo por un engaño

Elroy Andrew seguro estaba en el infierno. En realidad, no se podía explicar cómo había llegado a parar en ese lugar tan espantoso. Ella quería gritar y lo único que salió de su garganta era un gemido que parecía más bien un murmullo. Ella quería saber exactamente donde estaba, pero no podía distinguir nada. De hecho, sus ojos, tan gris y despiadados se negaron a abrir. "Pero que me está pasando?" ella quería gritar, pero no podía articular una sola palabra. Lo único que podía hacer era lo que menos había hecho en toda su vida: escuchar.

Ella afiló sus oídos para oír si alguien estaba alrededor. Lo único que podía oír era el sonido atrancado de su propia respiración y el ruido lejano de los zapatos de la gente mientras caminaban rápidamente y con firmeza a través de azulejos y hablando entre sí casi en susurros que la confundieron.

Una y otra vez se preguntó dónde estaba su criada estúpida y por qué no estaba a su lado. "Por qué diablos no puedo moverme", se preguntó. Estaba realmente furiosa. Este no era el momento propio para debilidades o enfermedades. Tenía que poner manos a la obra ahora más que nunca.

Ya se había hecho cargo de la maldita pecosa de ojos verdes y ahora solo le quedaba llevar la última parte de su plan. Pero claro, ahora como iba a estar segura que William no fuera a encontrar a esa desgraciada? Especialmente, como lograría apoderarse del hijo de William que Candy cargaba en su vientre?

Tenía que mejorar, pase lo que pase. Tenía que asegurarse de que conseguiría el bebé antes de que William encontrara a ambos y dejara perder todo por lo que ella se había sacrificado toda su vida. Fuera como fuese tenía que mejorar. Elroy estaba atrapada en un infierno en carne propia ya que su cuerpo se había convertido en su prisión.

De repente oyó una puerta abrirse y agudizó las orejas intentando reconocer algo acerca de su visitante. Oyó los pasos acercase a su cama y sentía como una mano fuerte y cálida suavemente tocaba su propia mano. "William" pensó, reconociendo su olor familiar de sándalo y almizcle. Él se sentó en una silla a su lado mientras sollozaba suavemente. Ella podía sentir sus lágrimas calientes caer sobre su muñeca marchitada. Ella no lo había visto u oído llora desde la muerte de su hermana Rosemary y la memoria dolorosa fue como una daga en el corazón.

"Tía Elroy" le dijo, "no quiero dejarte así pero debo ir a buscarla". Su voz se quebraba mientras luchaba por continuar. "Siento que haya sucedido esto y voy a hacer todo en mi poder para asegurarme de que te mejores pronto". Besó la mano de la anciana suavemente cuando vio una lágrima que escapaba de los ojos de su tía. "Encontraré a mi esposa y volveré. Tía Elroy, ella es mi vida..."

Elroy podía sentir la emoción en su voz, y con su mente lo llamaba rogándole que se olvidara de esa maldita chica que había arruinado a su familia desde hace mucho tiempo atrás. "Tía Elroy, ella es mi vida y sin ella no soy nada. Espero que puedas entender esto" y colocando un dulce beso en la frente de la anciana, se volvió sobre sus talones y salió de la habitación. Después del milagro de encontrar vivo a William, volviéndolo sano y salvo al hogar familiar, ella no podía comprender cómo todo había terminado tan mal. Todo fue culpa de esa mocosa terrible, Elroy no había hecho nada más que todo lo necesario para proteger lo que más amaba en este mundo: su familia.

"Espera, espera! Vuelve en este momento, maldita sea", su mente parecía gritar. "¿Qué pasa conmigo? ¿Cuándo seré capaz de mover otra vez? ¿Dónde están todos? ". Ella trató de escuchar por alguien más en la habitación pero se dio cuenta que estaba sola otra vez. Y por todo lo que había hecho, era muy probable que ella estuviera sola por un tiempo muy largo...

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Hace casi 11 meses atrás...

25 de Abril 1915 Londres, Inglaterra.

George Johnson se paseaba lentamente a través de la vasta oficina. Había estado en Londres por mucho tiempo haciendo averiguaciones en nombre de la señora Elroy sobre el posible paradero de William Albert Ardley. Había viajado a África pocos meses atrás después de que numerosos telegramas y cartas enviadas al señor Ardley seguían sin ninguna respuesta. George había hasta viajado a la remota comunidad de África en la que William estaba trabajando justo antes de que se perdiera el contacto por completo y esa búsqueda tampoco le había dado ninguna esperanza o nuevas ideas.

George aún recordaba el fatídico día cuando recibió ese último telegrama de William. La guerra estaba empezando a extenderse sobre toda Europa y comunicación así como el transporte se había convertido en algo peligroso y poco confiable. William había estado muy preocupado por el bienestar de Candy desde que supo de su escape del colegio y había decidido viajar a América para buscarla nuevamente y asegurarse con sus propios ojos de que estaba bien emocionalmente. Él escribió a George que se llevaría por lo menos unos tres meses para volver a Londres y que tenía dispuesto enviar un telegrama a lo largo del progreso de su viaje para mantenerse al tanto de todo lo que estaba sucediendo en la familia, especialmente sobre el paradero de Candy. El último telegrama había llegado desde Marruecos y desde entonces no había hecho más contacto...

George se acerco más a la pequeña barra de su oficina y se sirvió whisky en un vaso de cristal. El líquido ambarino cruzó sus labios y luego empezó a pensar cuidadosamente como formular su próximo curso de acción. La señora Elroy claramente empezaba a desesperarse. Tenía casi nueve meses desde el último telegrama de William y no habían sido descubiertas nuevas pistas. Por razones de seguridad, William viajaba casi siempre bajo el nombre falso de Albert Johnson, pero la búsqueda de ese nombre o el de William Ardley en todos los hospitales, puertos o estaciones en Marruecos e Italia había encontrado nada. Nadie podía siquiera asegurarle de que William llegó al continente europeo. Por más que lo buscaba por doquier, no lo encontraba ni vivo ni muerto.

George repentinamente fue sorprendido por unos golpes firmes en la puerta. Se sirvió otro whisky, al mismo tiempo llamando a la persona que ingresara. "Adelante", dijo, su voz cansada casi traicionando sus sentimientos de impotencia y frustración.

Su asistente James entró en la sala y con un movimiento rápido de su cabeza saludo formalmente y le entregó un telegrama. "Esto es para usted, señor, llegó solo hace cinco minutos con instrucciones explícitas que debe ser leído por usted y luego destruido" y con otro movimiento ligero de su cabeza salió de la habitación.

George abrió el sobre con cuidado. Era un telegrama de la señora Elroy.

'25 de abril, Chicago - George. Estoy seguro que por lo menos William estaría en contacto con su hija adoptiva Candice. Deja unos detectives dignos de confianza para continuar haciendo averiguaciones discretamente en Europa. Regresar a Chicago y hacer contacto con Candice es tu nueva prioridad. Ella confía en ti, tú eres el único que puede acercarse a ella sin levantar sospechas.'

George sonrió fatigosamente. La señora Elroy debe de estar totalmente desesperada si estaba dispuesta a recurrir a Candy por información o ayuda. "Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas" reflexionó entre dientes, terminando su bebida de un solo trago. Tenía mucho que organizar en un corto período de tiempo, pero si había una pisca de verdad en palabras de la señora Elroy, esa nueva búsqueda podría darle pistas frescas, y muy pronto (con un poco de suerte), la oportunidad de poder encontrar a William nuevamente. Con su voz cansada murmuro una vez mas mientras se servía un último trago de whisky "William, muchacho. Donde diablos te has metido?"

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25 de abril de 1915 – Chicago, Estados Unidos

Muchos meses han pasado desde que Candy y Terry se dijeron adiós aquella noche fría en Nueva York y la vida… pues había seguido y era buena, no perfecta pero muy, muy buena. En los últimos meses, su corazón roto y marchito lentamente había comenzado a sanar y retoñar gracias a la ternura y los cuidados de Albert. Aunque últimamente, Candy estaba consciente de que algo más estaba pasando entre ellos; algo que ella aún no se atrevía a reconocer o nombrar. Algo en su corazón brincaba cada vez que lo veía esperando por ella apoyado sobre un poste cerca de la plaza o en las mañanas cuando él cariñosamente le servía su desayuno antes de despedirse para ir a su trabajo.

Candy trataba de no respirar el olor de sus camisas cuando ordenaba su ropa en el ropero, el perfume de Albert a sándalo y almizcle llenaba sus fosas nasales, nublando todos sus sentidos. Ella no sabía cómo había sucedido pero cada día podía sentir como ella estaba convirtiéndose cada vez más hipnotizada por su mirada, su sonrisa, su sola presencia. Por supuesto, estaba casi segura de que él nunca podría verla como algo más que su hermana pequeña… pero a veces por el rabillo de sus ojos, ella lo había sorprendido mirándola como cuando ella le hacia una taza de té o zurciendo sus calcetines. Muchas noches Candy se había ido a dormir escuchando el suave sonido de su respiración, queriendo saber exactamente lo que Albert sentía ella, sólo para sacudir esos disparates fuera de su cabeza, siempre rezando para que él nunca se diera cuenta de la agitación interna que su presencia masculina estaba causando en su cuerpo de mujer. Albert estaba en su habitación, compartiendo una litera con ella y todavía Candy no podía dejar de sentir cuan lejos de su alcance estaba…

Albert por su parte, sentía que cada día le era más difícil disimular su amor por Candy. Se había enamorado de ella desde el primer momento que Candy entro en el cuarto "0", cuando él no era nada mas que un paciente sin nombre, dinero y de semblante sospechoso. Descubrió la profundidad de sus sentimientos por ella cuando él se fue del hospital y ella recorrió toda la cuidad tratando de encontrarlo. Ella se lanzo a sus brazos y jalando su chaqueta le pidió que se dejara cuidar por ella. Con sus hermosos ojos verdes llenos de lágrimas le suplicaba que viviera con ella y que dejara que le correspondiera aunque sea una pequeña parte de todo lo que él supuestamente había hecho por ella en el recurso de su vida. El corazón de Albert se conmovió en lo más profundo al ver como esa muchacha, tan bella, tan inocente estaba dispuesta a hacer todo lo que fuera para que él recuperara su salud.

Habían encontrado un pequeño departamento y, poco a poco, aquella depresión y soledad abrumadora que sufrió desde que ingreso en el hospital se disipaban como neblina cada día más y más. Gracias a ella su cuerpo débil se repuso y el solo hecho de estar junto a ella era lo suficiente para llenar su mente de paz y tranquilidad. Se sentía tan bien que hasta consiguió empleo como un humilde lavaplatos. Con paciencia y esmero, había logrado avanzar en el pequeño restaurante y ahora era un cocinero aprendiz. El sueldo era mejor y claro, ahora podía dar rienda suelta a sus dones culinarios. Por supuesto, Candy siempre seria la persona que más se beneficiaba de sus experimentos en la cocina.

Desde que todo había acabado entre ella y Terry, Albert la apoyaba más que nunca y era su paño de lágrimas cuando ella se sentía dolida y melancólica por su amor perdido. Últimamente se había percatado de que Candy no había llorado en meses o que no parecía tan molesta y adolorida por su quebramiento. Recientemente, ella había estado intentando despertar más temprano para que pudieran compartir los desayunos juntos o le compraba pequeños regalos especiales por ninguna razón en particular. Ella había comprado pijamas que empareja para ambos y tazas monograma con sus iniciales en el último mes. Ella también tenía mucho cuidado con su ropa y se aseguraba que todo lo de él siempre estuviera listo y limpio en el armario. Aunque Annie, Archie y Patty regularmente la invitaban a paseos, ella prefería pasar sus días libres con él en casa o a veces organizaba un picnic sencillo para ambos en el parque.

Cada día Albert corría a casa después del trabajo para pasar unas horas con ella charlando mientras que él hacia la cena. Ahora tenía un par de amigos en el trabajo y, con el apoyo de Candy, su amnesia ya no le parecía una carga inimaginable. Desde hace mucho tiempo en su mente él ya se había dicho a si mismo que estaría feliz de permanecer un amnésico si todavía podía vivir al lado de ella como lo estaban haciendo.

Esta mañana, Candy se levanto y fue al baño tatareando alegremente una canción mientras Albert preparaba el desayuno en la cocina. Cuando Candy termino su ducha, sus rizos mojados y locos estaban hechos un nudo que ella desesperadamente trataba de desenredar con su cepillo.

"Odio mi cabello" se decía a si misma entre jalones, "el que diga que el cabello rizado es hermoso seguramente nunca tuvo que cepillar una cabeza como la mía todas las mañanas". Entre más trataba, sentía que más se hundía su cepillo en aquel nido de golondrinas. Tratando de tomar la tarea con más calma, decidió dejar el cepillo pensando que tal vez sería mejor intentar con su peine. Con una mueca de horror se dio cuenta que no podía sacar el cepillo de su melena salvaje. Llevando el cepillo trabado firmemente en su cabellera, la pobre salió del baño a pedirle ayuda a Albert en la cocina.

"Albert!" lo llamo con una voz lamentosa, "por favor ayúdame con este desastre". Albert estaba precisamente en el proceso de apagar la estufa cuando Candy entró a la cocina con el cepillo enredado en su gloriosa melena dorada y una mirada de desesperación en su hermosa cara pecosa.

Albert dio una sonora carajada a la cual ella respondió con frustración "No es gracioso Albert", ella resopló, "no puedo llegar tarde al trabajo ahora, y si no puedo sacar este cepillo me temo que tendré que ir a la peluquería a primera hora esta mañana para que me corten todos estos nudos".

"No te preocupes, Candy" le dijo Albert hasta con lagrimas en los ojos después de su ataque de risa, "siéntate aquí y yo te ayudare con esa melena salvaje que traes por ahí". Candy le obedeció y se sentó en una silla mientras Albert se colocó detrás de ella. Con infinito cuidado y unas gotas de aceite de oliva en sus dedos, Albert comenzó en silencio a desenredar aquella melena mecha a mecha. Poco a poco los rizos de Candy iban cayendo libres sobre su espalda.

Cuando Albert soltó el último rizo atrapado en el cepillo, recorrió sus dedos sobre toda la cabellera de Candy para asegurarse que no se le había escapado ningún nudo en esos cabellos de seda dorada. Albert tomo el cepillo en su mano y muy despacio comenzó a cepillar la cascada de oro que caía sobre los hombros de Candy. El no sabía si alguna vez había acariciado el pelo de una mujer, pero estaba seguro que el cabello de Candy era el más suave y hermoso del mundo. Cada riso sedoso entre sus dedos lo hacía estremecer con una sensación de amor y placer "Candy", pensaba silenciosamente, "cuanto quisiera recorrer mis dedos entre tus cabellos cada amanecer".

Candy, mientras tanto, había cerrado los ojos, disfrutando de cada roce de las manos de Albert. En toda su vida, ninguna otra persona le había cepillado el pelo con tanto esmero, mucho menos con toda la delicadeza con la que lo hizo Albert. Cuando los dedos de Albert accidentalmente rosaron la piel en su nuca, Candy sintió una corriente placentera que la hizo estremecerse de pies a cabeza. Albert se percato de ese movimiento leve en su cuerpo y recuperando su cordura, con una sonrisa en sus labios le devolvió el cepillo. "Está bien así? Creo que ningún nudo se ha escapado" dijo tratando de sonar casual para ocultando las sensaciones que ese pequeño gesto le había causado.

"Si gracias", le respondió ella a la vez que sus mejillas se sonrojaban "nadie me había cepillado el cabello de esa manera en mucho tiempo. Creo que me lo dejaste hermoso". Ella dio vuelta en su silla para enfrentarse a él y lo miró fijamente a los ojos. Por un momento permitió perderse en la mirada de sus ojos azules profundos, tan brillantes y claros como el cielo de la mañana. Sus bellos ojos verdes esmeralda bajaron levemente hacia los labios carnosos y bien formados de Albert. Al darse cuenta que él la estaba observando de la misma manera, Candy avivadamente tomo una tostada con mermelada de la mesa, diciendo "Santo Dios, Albert, se me ha hecho muy tarde" y rápidamente regreso a su dormitorio a cambiarse. Albert se sentó en la silla que Candy había dejado vacante y comenzó a comer su desayuno. Preparo una taza de café y un panecillo con queso y tocino para que Candy pudiera comérselo en el camino. Más rápido que un cometa, Candy salió de su habitación y se tomo el café casi de un solo trago. "Muchas gracias Albert" dijo apresuradamente agarrando el panecillo con una mano a la misma vez que con la otra tomaba su bolso, "tu siempre piensas en mi".

Albert le regalo una sonrisa llena de ternura. "Por supuesto Candy", dijo mirándola una vez más antes de que se marchara, "tú eres muy importante para mí y mereces que alguien te cuide, especialmente cuando trabajas tan duro y por tanto tiempo". Candy le devolvió la sonrisa y mirándolo a los ojos una vez más, le dijo casi en un murmullo "tú también eres muy importante para mí" y sin decir nada mas abrió la puerta y se marcho dejando a un Albert en un estado de éctasis emocional. Con una sonrisa todavía adornando sus labios, Albert empezó a limpiar la cocina para después irse a trabajar.

"Candy…" pesaba mientras lavaba todos los platos, "creo que ahora si puedo tener la esperanza de que tú ya no me miras solamente como un hermano"….

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Continuara…

Espero que les guste! Esta es mi primera historia en español así que sean lindas…

Acepto sugerencias, comentarios, piropos, flores, tomatazos pero no pedradas.

Disculpen mis muchos HORRORES de ortografía y gramatica….