Disclaimer: Bleach y sus personajes son propiedad de Tite Kubo
Hola, gracias por entrar aquí... otra vez n.n
Ok, trataré de ser ordenada, tengo mucho para decir y lo más probable es que me olvide de la mitad. Para empezar debo aclarar, si nunca pasaste por este fic, que ha sido publicado hace casi tres años en fanfices -bajo este mismo penname- y luego aquí. Es mi primer fanfiction.
Después de él he publicado muchas historias de diversos fandoms, mi estilo de escritura y mi búsqueda como fanficker ha ido modificándose y sigue en vías de desarrollo, por lo que cuando volvía mis ojos a esta historia me sentía bastante avergonzada. No sólo incumple con las normas de la página -error en el que he vuelto a incurrir u_uU-, sino que su estilo, narración y lenguaje distan mucho del actual.
En ese entonces era muy ingenua: no sabía bien qué era lemmon y qué lime, no tenía idea de los tiempos de actualización y de la extensión de los capítulos. Suponía que tenía que escribir respetando los que llamo "códigos fanfickeros", es decir, un conjunto de signos creado para este universo y que no siempre se atienen a las opciones lingüísticas de nuestro idioma. Más tarde, al descubrir a nuevos y maravillosos fanfickers, por fin entendí que uno siempre tiene la opción, uno elige qué clase de fanficker quiere ser. Y yo, que he sido acérrima lectora de libros toda mi vida, por fin desperté de aquella ingenuidad e inicié mi propio "camino del ninja" XD
Lo digo con todo respeto. Aquí sobra libertad, por lo que, como diría Sartre, estamos condenados a ser libres XD Esto es muy subjetivo y, por suerte, hay lectores y fanfickers para todos los gustos. Aunque nunca me voy a cansar de reclamar un poquito de respeto por la redacción, que hagamos un esfuerzo por mejorar y ofrecerles a los lectores fics de cómoda legibilidad. Leamos también libros en nuestro idioma para poder lograrlo, si es que tomamos la decisión.
En fin, a lo nuestro. La cuestión es que me decidí a mejorar este fic. Lo estoy editando y lo iré resubiendo de a poco, sin modificar para nada la historia. Lo que he hecho fue pulir, corregir, unir capítulos demasiado cortos, agregar o expandir diálogos, quitar frases o palabras demasiado melodramáticas o completamente alejadas de mi estilo actual. Aun así hay cosas que no he podido mejorar, pues hubiese terminado afectando la historia. Ahora que lo pienso, creo que no está mal conservar un poco de aquella ingenuidad, porque siempre es bueno divisar el punto de partida.
De todas formas descreo absolutamente de la calidad de este relato. Mientras lo escribía sólo tenía cabeza para el ichiruki y vivía demasiado entusiasmada con la posibilidad de publicar un escrito propio, sin pensar en todo lo que ello implica. Ahora, repito, he alcanzado cierto nivel de madurez, aunque la falta de originalidad persista XD A los lectores más puristas les digo que lamento haber trasgredido las normas, les aseguro que en la actualidad me conduzco con mayor seriedad. Y a los lectores que no tienen problema con esto -o que ya han leído el fic- les digo que el lemmon se quedó como estaba porque, repito, la historia no ha sufrido alteraciones.
Disculpen por la cháchara, gracias por la paciencia. Sepan perdonar también los posibles fallos que, a pesar de las intenciones expresadas, puedan encontrar :D
I
A la distancia
Un tibio sol había asomado esa mañana en la Sociedad de Almas. Minutos después de la hora del desayuno, ni siquiera el ruido de los escuadrones al iniciar sus labores cotidianas pudo quebrar la característica quietud de la mansión Kuchiki. En una de sus numerosas habitaciones, recostada, apoyando la cara entre sus manos, perdida en su ensimismamiento, Rukia se enfocaba en el vacío. Habían transcurrido ya dos meses desde las últimas batallas que, una vez más, la involucrarían especialmente a ella y a sus amigos humanos, y nada de lo que había supuesto en ese entonces se cumplía.
La despedida con Ichigo fue como otras tantas, aunque no pudo evitar cierta sensación de tristeza. Aquella vez, antes de cruzar la puerta senkai, la última mirada que intercambiaron fue demasiado extraña. Por un momento pareció que él quería decirle algo en particular, algo importante, pero calló.
Para peor, Rukia tuvo que partir llevándose consigo, además de esa incertidumbre, una incómoda certeza: los sentimientos de Orihime, visibles para cualquiera que la conociera un poco, tarde o temprano la acercarían a él. Y eso, inesperadamente, le abrumaba más de lo que hubiese querido admitir.
Al principio pensó que se trataba de los simples celos infantiles ocasionados por un sentimiento natural de posesividad hacia Ichigo, con quien había compartido tanto en tan corto tiempo. Dos personas que han tenido que enfrentarse juntas a monstruos, rivales temibles, leyes injustas, a la misma muerte, y cuya supervivencia dependía de mantenerse unidos y de confiar uno en el otro, no podían menos que establecer un lazo tan especial que ni el concepto de amistad bastaría para calificarlo. Sin embargo, últimamente se sentía inclinada hacia él de un modo que la obligaba a repensar esas suposiciones.
Los primeros días de la separación creyó que en poco tiempo lo olvidaría, que la falta de contacto haría que sus sentimientos se calmen y vuelva a ser la Rukia de siempre, pero esa mañana tuvo que admitir, una vez más, que tales expectativas no se cumplían. Como cada jornada, tuvo que prometerse que jamás sucumbiría a la tentación de buscar cualquier excusa para volver al mundo de los humanos.
Además, a esas alturas, tal vez Ichigo y Orihime ya se habían declarado... No, no quería ni pensarlo. La mera posibilidad de que ellos estén juntos le molestaba como una piedra en el zapato. Aun así lo extrañaba, y a sus amigos también, y no podía dejar de sentir, desde el fondo de su alma, un sincero agradecimiento hacia Orihime. A decir verdad, gracias a ella pudo reconocer, como en un espejo, sus propios sentimientos.
Ya estaba, se había enamorado de Ichigo, ¿para qué seguir dándole vueltas al asunto? Él no era el más romántico de los hombres, pero, ¡caramba!, ella tampoco era la más afectuosa de las shinigamis de su generación. Ninguno de los dos hacía méritos para ser el héroe y la heroína del teleteatro de la tarde, ¿pero qué importancia tiene eso cuando se trata del amor?
Cansada de suspirar por lo que no tenía remedio, con los brazos entumecidos, relajó su postura y decidió dar un paseo por el jardín. Una vez allí, no había andado mucho cuando divisó la figura de su hermano, de pie a la vera del estanque. Como de costumbre, su mirada era neutra y distante.
No obstante, con el tiempo Rukia había aprendido que Byakuya era un hombre marcado por la nostalgia y que su postura no era más que una fachada protectora. Bajo esa máscara de impasibilidad, los ojos entrometidos jamás vislumbrarían sus verdaderos sentimientos, por lo que se mantendría a salvo de las amenazas emocionales. La joven sonrió para sí. A ella ya no la engañaba.
Se acercó para darle los buenos días y él retribuyó su saludo con una tenue inclinación de cabeza. Para su asombro, fue Byakuya quien inició, sin preámbulos de ninguna clase, una inesperada conversación:
-Hace aproximadamente dos meses que ha finalizado una de las más terribles batallas que haya tenido el Gotei 13, y los escuadrones recién ahora han podido ponerse al día con las actividades de rutina. Restablecer el equilibrio y la tranquilidad en el Seireitei no fue nada fácil, todos reconocemos los esfuerzos que Kurosaki Ichigo realizó para ayudar. Incluso así, debo dejar en claro que ese humano sigue siendo de mi desagrado.
-Ni-sama, yo...
-No estoy en absoluto de acuerdo con la decisión tomada por el Comandante y tu Capitán, pero las órdenes deben cumplirse. Mañana a primera hora deberás reincorporarte a tu puesto en el mundo de los humanos.
Rukia abrió los ojos con sorpresa. Eso sí que no se lo esperaba, era toda una contrariedad teniendo en cuenta sus zozobras actuales.
-Pero…
-Karakura sigue siendo uno de los principales focos de energía espiritual –prosiguió el capitán-. Trabajarás en colaboración con el shinigami sustituto Kurosaki Ichigo para vigilar cualquier fenómeno irregular. Estas son tus órdenes. Puedes emplear el resto del día para alistarte y despedirte de quien quieras.
Ahora sí que Rukia no entendía nada. Lo que su hermano mayor le decía, la posibilidad que se le abría sin siquiera haberlo pedido, eso era precisamente lo que tanto esfuerzo le costaba evitar. Atónita, con una extraña mezcla de dicha y temor, abrió la boca para intentar defenderse del desastre que conllevaría para sí misma su regreso, pero Byakuya ya se había girado con sus manos cruzadas en la espalda, indicando el final de la conversación. Desalentada, incapaz de dominar el torbellino de sensaciones que la envolvía, sólo se limitó a emitir una escueta afirmación.
Toda su fuerza de voluntad, la promesa de cada día para no sucumbir a sus deseos, la decisión de olvidar, todo se convertía en una gigantesca burbuja y explotaba en el aire, sin mayor sentido. ¿Y ahora qué haría? Mientras se dirigía de regreso a la mansión trató de no pensar en el reencuentro, ni en Orihime, ni en trabajar juntos. Ya en su cuarto, perturbada, comenzó a alistarse.
Maldición, ella era Kuchiki Rukia, miembro de uno de los clanes más respetados, ¡no podía dejarse ganar por unos absurdos sentimientos hacia un simple humano, que además era un descerebrado y cuyo pelo naranja no le podía gustar a nadie! Si se mantenía firme, su propio orgullo volvería a estar en su lugar y pronto se convencería de que lo único que debía hacer en el otro mundo era eliminar hollows. ¿Por qué diablos se ponía tan nerviosa?
Si al menos la ansiedad que acumulaba se convirtiese en una de esas criaturas, podría atravesarla con su zanpakutou fácilmente para hacerla desaparecer. Pero la verdad era que el asunto se complicaba...
…
Veinticuatro horas después, la puerta senkai se abría ante Rukia. No pudo contener un suspiro cuando el ala de una mariposa negra le rozó el rostro.
El día anterior se había despedido cálidamente de sus nakamas y del Capitán Ukitake, quienes le desearon suerte. También se había despedido de su hermano mayor, quien con menos calidez -aunque ella sabía que no sin afecto-, le recordó a qué clan pertenecía, cuáles eran sus deberes como shinigami y lo mucho que detestaba la idea de que tuviese que trabajar de nuevo con Kurosaki Ichigo. Por un momento, Rukia trató de imaginar cómo reaccionaría si supiera las verdaderas proporciones que habían alcanzado sus sentimientos, pero decidió que era mejor evitar la tortura innecesaria.
Sólo Renji estaba allí para decirle adiós. De pie a su lado, al teniente le bastó una sola mirada para percibir que algo no andaba bien con su amiga. En realidad hacía tiempo que lo sabía, pero sus obligaciones le impidieron sentarse a hablar como hubiese querido. Ahora ya era tarde para eso y, en nombre del gran cariño que sentía por ella (siempre que pensaba en la palabra amor lo acometía una punzada de angustia, por eso prefería otros términos), se limitó a apoyar las manos sobre sus pequeños hombros y sonreír.
-Kuchiki, haz tu mejor esfuerzo. Patéales el trasero y demuéstrales quién eres.
Fortalecida por esas palabras, Rukia por fin pudo corresponderle la sonrisa.
-Por supuesto, ¿con quién crees que estás hablando?
-Con la shinigami más presumida del Seireitei, por lo visto –bromeó el otro.
-Y te quedas corto –lo secundó ella.
Se despidieron con un choque de manos. Ya en la puerta, Renji le gritó que no olvidara ir en primer lugar con el shinigami del peinado afro para relevarlo de su puesto, a lo cual la muchacha respondió alzando el pulgar.
Ninguno de los dos habría podido imaginar en ese momento la serie de acontecimientos que desencadenaría ese viaje.
…
Una pacífica calle en la ciudad de Karakura. De pronto, como si le hiciesen un tajo, el aire se partió dejando al descubierto un haz de luz del cual emergió una jovencita morena de baja estatura. Iba tan abstraída en sus propios pensamientos que no advirtió la cercanía de una figura esperándola. A punto estuvo de tropezar con el pecho de aquel hombre.
-No deberías ser tan descuidada cuando llegas, Rukia-san.
La familiar voz de Urahara la sustrajo de su ensimismamiento. Al fin se dio cuenta de que la puerta se había abierto frente a su tienda y que, al igual que siempre, el sujeto del eterno abanico en la mano parecía conocer con antelación su llegada. Éste la invitó a pasar y le ofreció una taza de té.
-¿Novedades? –indagó Rukia.
-¿Además de cuánto se te ha añorado por estos lares? –exclamó él con jovialidad.
-Me refería al trabajo, Urahara.
El otro sonrió más enigmáticamente que nunca.
-Yo también me refería a eso, Rukia-san.
La chica lo miró sin comprender. Pero como el té ya estaba servido, prefirió dejar las insinuaciones de lado.
Mientras bebían la infusión, intercambiaron unas breves palabras para actualizarse sobre la situación de ambos mundos. Cuando Urahara pronunció el nombre de Ichigo, el más anhelado por ella, no pudo evitar enrojecer levemente, lo cual no escapó a la perspicaz mirada del tendero.
Urahara notó que la actitud de la muchacha había cambiado. Pero en realidad sabía y había visto más que eso, porque él mismo entrenó al sustituto cuando necesitó rescatarla y fue testigo de muchos de sus intercambios. En su interior siempre supo que los lazos entre ellos iban más allá de una fraternal amistad, y todo ese tiempo esperó y anheló que en algún punto de sus destinos ese amor se concretara. Deseó fervientemente que ese momento haya llegado por fin.
Antes de irse para reunirse con sus amigos, Rukia le pidió que por favor se encargue de enviar de vuelta al shinigami a cargo de Karakura, a lo cual Urahara accedió. Luego agregó, en tono cálido y sugestivo:
-Espero que todo lo que hayas venido a hacer al mundo de los humanos salga como lo deseas, Rukia-san.
Rukia se sorprendió y hasta sintió cierta inquietud, pero ni siquiera llegó a imaginar que alguien más que ella misma pudiese estar al tanto de sus actuales sentimientos. Se despidió con seriedad para que el hombre no notara su desconcierto.
El tendero, en cambio, la saludó con simpatía, ocultando su misteriosa semisonrisa tras el singular abanico.
…
Ichigo llegaba tarde. En los últimos dos meses siempre había tenido que cubrir "a todo galope" el último tramo hacia la escuela, y una vez más intentó entender por qué se hallaba tan distraído y las cosas le salían tan torcidas. Las heridas producidas en las últimas batallas habían sanado hacía tiempo, por lo que, físicamente, se había recuperado a la perfección. Aunque, por lo visto, no podía decir lo mismo de su cabeza.
Primero fue la partida de Rukia. Debió admitir que cada vez le costaba más separarse de su amiga, de quien había llegado a depender tanto, y la prolongada mirada de despedida de aquel entonces estaba cargada de connotaciones que aún le costaba descifrar. A pesar del tiempo transcurrido, ese recuerdo todavía lo perturbaba.
En las batallas él siempre la protegía y cuidaba su espalda, pero creía que era ella quien en realidad lo había salvado. En el comienzo de sus aventuras lo había rescatado de su soledad y de su dolor para luego darle una nueva razón a su existencia, por lo que ahora la echaba de menos de un modo tan patente y, en ocasiones, tan desesperante, que sólo cabía suponer una cosa: estaba enamorado.
Esa verdad siempre estuvo pugnando en su corazón, pero las sucesivas batallas y, para qué negarlo, su propia voluntad, se habían encargado de mantenerla quieta, callada. No obstante el destino es el destino y tuvo que liberar esos sentimientos en el momento menos esperado: cuando Orihime le confesó los suyos.
Fue al día siguiente de la partida de Rukia. En uno de los recreos, notó que su amiga parecía estar preocupada por algo. Ingenuamente Ichigo pensó que ella también estaba triste por la ausencia de la shinigami y se acercó para platicar. Al principio hablaron de cualquier cosa debido a la timidez de la muchacha, que jugueteaba nerviosa con los dedos de sus manos y enrojecía de a momentos, hasta que pareció decidirse a cortar en seco con el tema de la conversación.
-Kurosaki-kun, lo siento, en verdad, no quisiera... yo, bueno... es que hay una cosa que quiero decirte desde hace tiempo... Yo… –Las palabras a Orihime se le enredaban así como sus pensamientos. No sabía por dónde empezar. Ichigo la animó con un gesto y ella por fin se atrevió-. Quería decirte, necesitaba que sepas... –El rubor se intensificó-. Kurosaki-kun, sé que no sientes lo mismo, pero yo en verdad estoy enamorada... de ti.
Las últimas palabras fueron apenas un murmullo, aunque Ichigo comprendió el mensaje. Se quedó pasmado y, al igual que ella, se ruborizó, en parte por el desconcierto y en parte porque, como todo joven de su edad, en el fondo se sentía halagado. Era la primera chica que se le declaraba, y además no cualquier chica, lo sabía. Sin embargo, no podía corresponder a esos sentimientos.
Haría cualquier cosa por Orihime, lo que sea. En ese momento hubiese querido salvarla incluso de él mismo, de su torpeza y de su egoísmo, de su falta de sensibilidad. Aturdido por esa muy pocas veces experimentada impotencia, tardó un buen rato en elegir las palabras que no dañasen ni expusiesen más a una amiga tan querida para él. Se maldijo por no poder estar a la altura de sus expectativas.
-Inoue, en verdad que me cuesta mucho trabajo encontrar las palabras adecuadas... Es tanto lo que hemos compartido, tanto lo que te debo... y lo que te aprecio...
-Pero no puedes corresponderme porque en realidad amas a otra... Lo sé, Kurosaki-kun.
Ichigo se sobresaltó ante semejante respuesta.
-¿Eh?
-Sé que estás enamorado de Kuchiki-san.
Ahora, el chico pasó del rojo al pálido. ¿De dónde sacaba Inoue esas ideas?
-Mira, Inoue…
-La amas y de nada te servirá negarlo –lo interrumpió ella-. Debes asumir lo que sientes o serás desdichado, Kurosaki-kun. Olvida lo que te he dicho, yo sabré qué hacer. Pero me preocupa que no te des cuenta de cuánto dependes de Kuchiki-san para ser feliz.
Los ojos de Orihime eran sinceros, reveladores. Ichigo se quedó de piedra, confuso, sin saber cómo reaccionar. Fue así como aquel día su amiga lo ayudó a descubrir sus verdaderos deseos, lo ayudó a ver dentro de sí. "Estás enamorado de Kuchiki-san", la verdad pura y simple.
Cuando iba por la esquina, lo distrajo de esos pensamientos un inesperado tumulto de alumnos en la puerta de la escuela. Corrió más de prisa para ver cuál era la novedad y, al verlo llegar, los chicos le abrieron camino hacia el objeto de interés.
Sin embargo, el ímpetu de la carrera que llevaba no le permitió frenar a tiempo. Chocó contra la joven visitante, que no era otra que Rukia, lo que provocó la caída de ambos y el divertimento de todos los allí presentes. Durante un buen rato, nadie atinó a hacer otra cosa que bromear a costa del bochorno ajeno. Hasta que el timbre de entrada sonó y los jóvenes comenzaron a ingresar al edificio, entre sonrisas cómplices y más burlas inoportunas.
Habían quedado uno encima de la otra en una postura por demás inconveniente. Ichigo se sostenía con sus manos a los costados de los hombros de la sorprendida shinigami y con las rodillas a los lados de su pequeño cuerpo, impidiéndole cualquier movimiento. Sus cabezas quedaron a la misma altura y casi rozaban sus narices. Al mirarse a los ojos por primera vez y reconocerse, semejante cercanía los hizo enrojecer de forma intensa.
Mientras las bromas duraron, cada cual desvió la mirada hacia donde pudo y compuso su mejor cara de circunstancia. Recién cuando sus compañeros se fueron lograron volver en sí y se dignaron a recuperar el habla.
-¿Por qué maldita razón no avisas nunca que vas a venir, enana del demonio? Siempre te apareces cuando menos lo espero e invades mi vida como si nada. –Ichigo dijo esto sin siquiera amagar un movimiento para levantarse y ayudar a la pobre chica.
-¡Eres un tonto y un mal amigo! Mira cómo me tienes, ¡estamos pasando un papelón! –protestó Rukia, ceñuda. Y al ver que el otro no se movía ni un centímetro, agregó-: ¿Eres un idiota o no te das cuenta? ¿Crees que me puedes tener así toda la mañana, pedazo de zanaho...?
Sólo entonces Ichigo reaccionó. Antes de que la cosa pasase de castaño a oscuro, decidió romper con la clásica letanía de insultos. Se incorporó raudamente y la ayudó a levantarse. Luego la miró con adusto talante, para que notase su fastidio.
Al verlo, Rukia cerró la boca. Desvió la vista y juntó las cejas, para demostrarle que ella estaba más ofendida que él. Adentro el timbre dejó de sonar y, aún en la entrada, la pareja prolongó el silencio, sin aflojar. Al rato, fue Ichigo el que se decidió a hablar.
-Debemos entrar a la escuela ya o nos pondrán ausente, pero si lo que quieres es seguir haciéndote la ofendida...
-Cállate, entremos de inmediato.
Cuando por fin se descomprimió la situación volvieron a mirarse, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Ensayaron un gesto amigable y entraron en la escuela, aunque el rubor no los había abandonado del todo.
Mientras se dirigían a clase continuaron observándose de reojo, examinaron cada rasgo de la fisonomía del otro, aceptaron cuánto lo habían echado de menos. Después, al pasar, se preguntaron si podrían seguir sosteniendo la farsa de la amistad. Pero ningún sonido salió de sus labios ni descubrieron otros gestos que los naturales en un reencuentro.
Cuando entraron al aula, cada uno por su lado se hizo la promesa de ser fuerte y de no dejarse llevar por las emociones, al menos mientras tuviesen que trabajar juntos. Cueste lo que cueste conservarían la distancia, porque a la distancia se llevarían mejor.
Así, ambos iniciaron una nueva contienda, esta vez entre ellos, para preservarse de las demandas hormonales y para no mostrar debilidad. No señor, se decían para sí mismos, yo no voy a perder el control, ganaré esta batalla también.
Pronto se percatarían de la inutilidad de sus esfuerzos.
