¡Bienvenidos!
Es el primer fic que subo sobre esta pareja, pero admito que tengo varios escondidos entre las carpetas escondidas de mi computador. ¡Espero les guste! Es enteramente 6927.
Se suponía que era un One Shot, pero la cosa se me fue de las manos y terminé por alargarlo demasiado, posiblemente lo deje en dos capítulos en total, o en este solamente sino logra gustar lo suficiente. Preferiría que me dieran la opinión si de dejarlo ahí, hacerle más largo o sólo terminarlo por la paz.
Disclaimer: Los personajes de Katekyo Hitman Reborn no me pertenecen en absoluto, esto sólo es por mero entretenimiento sin fin de lucro alguno.
¿Cómo había acabado de esa forma tan patética?… ¿Otra vez?
Los pensamientos de Tsunayoshi se volvieron un torrente de pánico poco funcional para la actual situación en la que se encontraba sometido, no era nada nuevo para él, pero no menos vergonzoso el que por tercera vez su guardián de la niebla le jugara en contra para humillarlo por el mero placer de su diversión personal. El joven Vongola intentó liberar las manos del fuerte agarre de lazos con los que le había atado el mayor, pero era realmente imposible, los listones habían sido ajustados con maestría y la base de la cama era tan alta que resultaba ser otro factor en contra con su estatura. Aún no sabía como era que siempre terminaba siendo engañado por el mayor, tal vez debería dejar de ser tan amable cuando el contrario le hablara de forma dulzona.
Un ligero quejido de frustración se le escapó cuando se hizo a la idea de que el nudo en sus manos no se iría hasta que su guardián terminara de humillarlo como seguido lo hacía, Tsunayoshi ni siquiera comprendía qué era lo que le pasaba por la cabeza al mayor cuando le hacía cada mala jugada que terminaba con él siendo el blanco de las burlas; era cansado, y aún más peor, era doloroso saber que el distante Mukuro Rokudo no le quería en su vida por más que el castaño se quisiera imponer en ella como Vongola.
Tsunayoshi alzó la mirada hasta sus manos, notando con fastidio que el nudo no parecía ceder más que antes, la verdad es que prefería que su guardián le hiciera todo el daño que tuviera que hacerle de una vez, en vez de tenerle atado de una forma tan incomoda como lo era aquella. Desanimado por la situación en la que lo dejaba el ilusionista, sólo pudo preguntarse una y otra vez qué era lo que había orillado a Mukuro a humillarle de tantas formas, aún podía recordar que meses atrás el mayor le había salvado la vida cuando ya tenía medio cuerpo en la tumba, ¿por qué hacía tanto por él si luego le trataba de todas esas formas? Comprender al guardián era igual o peor que intentar ver en un espejo repleto de agua.
-Eres el idiota más grande de todos, Mukuro.- suspiró herido ante todos los conflictos por los que tenía que pasar con su negativo guardián; realmente dolía ser odiado así por el mayor.
-¿Quién podría decir que el pequeño Vongola Decimo hablara así de sus guardianes?.-
La voz flotó como un canto de terror hasta los oídos del castaño, las palabras burlonas estaban ocultas bajo el manto de una falsa indignación por parte del dueño, y lo único que el joven Vongola pudo hacer en respuesta fue esconderse contra los almohadones que le sostenían con suavidad en la cama. La viscosa sensación del miedo le recorrió la espalda con saña, haciendo temblar hasta los resecos labios que formaban en esos momentos una mueca de real preocupación por parte del castaño.
Los ojos expectantes buscaron entonces al dueño de la habitación, notando sin problema alguno como el cuerpo de un joven se paseaba por el extremo opuesto de la habitación, una mano cubierta en cuero negro se deslizó por los bordes de madera que adornaban la cama con delicadeza y pronto un rostro pálido se asomó por detrás de uno de los postes que sostenían los adornos de cortinas elegantes que cubrían la cama desde lo alto. Todo el valor que Tsuna había reunido en esos minutos, voló por la ventana al reconocer a la perfección ese par de ojos que sufrían de una heterocromía singular.
-¿Mukuro…?.- la pregunta era tonta, pero el reciente miedo que había provocado la figura del mayor en él resultaba ridículo.
-El sentido de lo obvio sigue igual en ti, Vongola.- comentó con tosco sarcasmo el guardián, mientras se llevaba una de sus manos entre los cabellos, despejando la frente de los mechones rebeldes que se posaban sobre esta. Una sonrisa se le posó en los labios al notar como el delgado chico enroscaba las piernas en busca de protección. Resultaba terriblemente placentero observar cada pequeña reacción que lograba en el menor. -Podría romperte todos los huesos en el cuerpo, y de igual forma te querrías asegurar de que en verdad soy yo.-
Las palabras resultaron tan hirientes como el filo de una navaja que se clavaba bajo las costillas, Tsuna no pudo esconder la vergüenza que le llenaba el rostro, al saber que todo lo que el mayor decía corría por millas de cierto, pero aún así resultaba humillante que alguien se lo escupiera en la cara sin medirse en cuanto le afectaba algo como eso. Las mejillas se tiñeron de un ligero carmín, mientras el castaño cerraba los ojos con fuerza, evitando la penetrante mirada que el guardián le daba, ¿cómo podía ser qué incluso en esos momentos se sintiera más expuesto que molesto?
-¿Por qué?.-
La pregunta tomó por sorpresa a Mukuro, más su rostro mantuvo esa impasible sonrisa que rozaba en la malicia, una risa pequeña le brotó de los labios mientras dirigía sus pasos hasta el Vongola sobre la cama, observó atento cada pequeño temblor que le provocaba con sólo su presencia y no pudo evitar sentirse dueño de esa persona que se escondía a como podía de todos sus ataques verbales. La sonrisa sobre los labios del guardián se tornó ligeramente más placentera cuando notó el carmín que llenaba las mejillas del menor, un húmedo temblor le recorrió las entrañas al darse cuenta de las pequeñas pero notorias lagrimas que se comenzaban a acumular en las brillantes orbes del castaño. En verdad que el menor era toda una obra de arte en esos momentos, tan frágil, tan humano y tan dolido por las palabras de un ser tan miserable como se sentía él; el Vongola era demasiado suave para un mundo tan podrido.
-¿Por qué?.- repitió el mayor al tiempo que tomaba asiento sobre la cama, hundiendo el tibio colchón que le recibía con brazos abiertos. Llevó la diestra hasta el delicado mentón del castaño, girando el rostro enrojecido debido al soporte del llanto, sus ojos ensombrecidos por la diversión se enfocaron en los dolidos del contrario. -Porque me divierte hacerlo, Tsunayoshi.-
-¿Te divierte?.- susurró débilmente, sintiendo con fuerza la frialdad que emanaba de los cubiertos dedos de Mukuro, y a pesar de que debería estar preocupado por su bienestar, sólo pudo sentir el agobiante latido que daba su corazón cuando las pupilas ajenas le recorrieron con lentitud. Huyó de la mirada del mayor, sintiendo de forma humillante como una de las lagrimas que luchaba por esconder se le escapaba de los ojos.
-No deberías permitir que nadie te vea llorar, Vongola.-
Fue un simple comentario que le venía inofensivo, más el efecto que tuvo como respuesta fue el que Tsuna soltara con pesar un suspiro acompañado de las lagrimas que ahora le surcaban el rostro con libertad. El castaño intentó apartarse del tacto que parecía ahora quemar sobre la piel, pero la sorpresa le dejó inmóvil de golpe cuando sintió algo terso acariciarle las mejillas con una ternura que nunca antes había experimentado, exaltado abrió los ojos para notar de forma borrosa que el rostro de Mukuro se encontraba justo sobre el suyo, y los labios del contrario exactos sobre la piel enrojecida de su rostro. Un quejido se le atoró en la garganta cuando el mayor le recorrió la mejilla izquierda con un movimiento húmedo de la lengua que le paseaba despreocupada por la sensible piel de las mejillas.
-¡¿Qué e-estás ha-haciendo…Mu..!?.- las palabras se le ahogaron entre los labios cuando los mismos ahora fueron asaltados por aquel húmedo músculo que le baila delicado, el suspiro siguiente le avergonzó sin medida al ser su boca tomada sin permiso previo. Los labios ajenos le succionaron con habilidad, tomando con maestría cada silenciosa replica que buscaba escapar de Tsuna, el cuerpo le ardió entero y su boca inexperta buscó responder con torpeza los movimientos dominantes que le asaltaban sin piedad.
Todo estaba sucediendo demasiado rápido para el castaño, no podía respirar bien, el cuerpo le temblaba de forma incontrolable y las manos juguetonas del mayor no ayudaban en nada ahora que se encontraban un nuevo camino por debajo de la camiseta que vestía, no estaba listo para todo lo que estaba causando Mukuro sobre él en esos momentos, mucho menos estaba preparado cuando sintió las frías manos del mayor que le tomaban de los pezones desprotegidos y les pellizcaba hasta sentir los rosados brotes endurecerse bajo los dedos. Un suave gemido se escapó de los lastimados labios del castaño, alertando al menor de lo que realmente le estaba haciendo el ilusionista en ese justo momento, invadido por el terror de sus propias reacciones, Tsunayoshi apartó el rostro con violencia del contrario, percibiendo un húmedo hilo de saliva que se entrecortaba en la distancia de sus bocas.
El aire limpio le quemó el pecho como nunca antes, era como si su cuerpo se encontrara en un fuego que le viajaba con insistencia hacía la zona más baja de su ser y encendiera la piel con una fuerza que no había conocido. Sus labios hinchados palpitaban necesitados de nuevo contacto, más la poca parte racional que aún quedaba en él le pedía que le gritara a Mukuro para que le sacara de ahí, que le liberara cuanto antes y que le echaría de los Vongola directo a la calle por cometer la grosería de ponerle una mano encima. Pero cuando sus ojos enfocaron extasiados la sonrisa del mayor, todo pensamiento de advertencia se le hundió hasta lo más hondo del cerebro.
Era la primera vez que veía a Mukuro sonreír con tanta dulzura y éxtasis en el mismo momento, y se sentía estúpido por pensar que todo aquello lo estaba causando con sólo su persona, más cuando Tsuna pensó en entregar nuevamente sus labios ante la cautivadora mirada del mayor, fue cuando una bofetada de realidad le trajo al mundo y le recordó las burlas que el ilusionista le había hecho tantas veces antes, y dolió, dolió entero cuando recordó las humillaciones que le había hecho sentir Mukuro minutos antes de que se apoderara de su cuerpo.
-¿Quieres qué pare?.- cuestionó incrédulo el mayor al sentir como el Vongola seguía esquivando sus labios. Un suspiro frustrado le dejó con desgana, pues sentía bastante claro que el pequeño castaño quería de todo menos que se detuviera, y la palpitante entrepierna que se apretaba contra uno de sus costado lo dejaba claro. -Tsunayoshi, mírame.-
-Por favor… Sólo déjame ir.-susurró entre unas nuevas ganas de llorar más fuertes que las anteriores. -Mukuro, por favor.-
-¿Quieres qué te deje?.- la dureza en sus palabras brotó sin verdadera intención, por fin había logrado causar algo más que miedo en el Vongola y este se decidía por alejarle, como siempre.
El silencio se apoderó con pesadez de la habitación, logrando molestar con rapidez al guardián, no comprendía como el castaño siempre permitía que los demás se le acercaran de una forma en la que él no la tenía permitido. Le irritaba de sobremanera pensar que todos podían tener al menos un pedazo del menor por más ligero que fuera, ¿acaso Tsunayoshi no podía ver lo difícil qué le resultaba poder acercarse de otra forma? Llevado por la molestia del momento, Mukuro se apartó del menor sin mediar palabra alguna, la sorpresa fue obvia en el rostro del Vongola más no tuvo el valor de decir algo más en ese momento, tal vez era lo mejor.
El guardián se alzó sin problema alguno al tiempo que cortaba con eficacia los listones que aún retenían las manos cautivas del castaño, con tosquedad tomó las muñecas del menor y le sacó de la cama sin tanta delicadeza como hace minutos le había tratado. Tsunayoshi se quejó dolorido por el trato tan violento que estaba teniendo el mayor, más el renovado terror de molestar al contrario le mantuvo en silencio mientras se dejaba mover sin cuidado alguno hasta la puerta de la habitación.
-¡Es-espera, no puedo salir así!.- las palabras entonces se encontraron en su boca cuando se dio cuenta de lo que planeaba hacerle el guardián, y de ningún modo podía salir así de la habitación, tenía la cara por completo roja, las lagrimas seguían haciendo un desastre sobre la piel y el pequeño problema que se alzaba en sus pantalones era mucho más que visible; si alguien de la mansión Vongola le miraba así…
-Quieres irte, ¿no? Te estoy concediendo tu deseo, Vongola.-
La ira de las palabras que llenaban a Mukuro fueron suficientes para herir hasta el interior de las entrañabas del castaño, le miró herido por tanta brusquedad, pero antes de que pudiera gritarle que se detuviera y que hablaran de lo que estaba pasando, de lo que le hacia enojar, ya se encontraba siendo lanzado por el mayor al exterior de la pieza. Su cuerpo salió disparado al pasillo sin preocupación alguna, y uno de sus costado se resintió duramente al recibir todo el efecto del golpe sobre la zona, un quejido entrecortado fue todo lo que se escuchó antes de que Mukuro cerrara la puerta sin miramientos sobre si le había hecho algún daño.
-¡Mukuro!.-
El grito del Vongola se encontró con la firme puerta de madera que ahora le separaba del ilusionista al otro lado, un dolor se le atascó bajo las costillas al saberse abandonado sobre el frío suelo, los ojos se le humedecieron contra su voluntad y en mitad del desolado pasillo, comenzó a soltar toda la energía que se le escapaba por los ojos. Quería que la puerta se abriera y Mukuro saliera pidiendo perdón por haberle tratado así, ni siquiera un perdón, tan sólo que le apartara de la soledad del pasillo para volver a darle esa mirada que nunca había sido capaz de verle, pero aunque pasaron los minutos y su cuerpo se refugiaba contra la dura pared, la puerta del guardián no cedió.
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Supongo que puedo continuarlo, pero sólo me agradaría saber si en verdad alguien quisiera que le terminara o quedara así, espero tener alguna respuesta.
Espero les gustara la cosa fome.
