Capitulo 1

Hoy el olor de la papelera es insufrible. Hasta yo que ya llevo diecisiete años viviendo aquí en el distrito siete, hoy lo noto más que nunca. Me levanto lentamente de mi litera y caigo al suelo todavía adormecida. Hoy no hay colegio es el fantabuloso día de la cosecha. Esos pijos del capitolio vendrán hoy a llevarse a alguien para que pueda morir en el estadio. Por suerte mi familia ha tenido siempre suerte. Aunque somos todos muy numeroso nunca jamás nos ha tocado la cosecha. En mi casa somos cinco hijos todos en edad, en casa de mi tío Arn son nueve hijos de los cuales aún quedan cuatro en edad de cosecha y en casa de tía Emeth sus gemelos acaban de entrar y acaba de tener otros dos. Y ni mis padres ni sus hermanos ni mis abuelos nunca jamás han salido en la urna y eso que mi padre y mi tío cada uno sumaron a sus 18 años más de 370 papeletas. Aun así nada. Así que hoy en mi casa se vive como un día en el que a la noche nos reunimos para cenar. Mi madre me había preparado un gran desayuno, avena del racionamiento de mi hermano Baltz con mucha agua y dos medias piezas de fruta aun no muy podridas. Me lo como todo sin parar y me dirijo a mis tareas diarias, que hoy sea día de cosecha no quita que tenga que trabajar.

En mi distrito el siete nos dedicamos a la madera. Así que hay bosques, a los que solo pueden acceder los hombres; serrerías, que son el mayor foco de mutilados y que también solo trabajan hombres; las papeleras, ahí casi toda la plantilla son mujeres o muy mutilados que no son aptos para la serrería y como no comercios y mercado, esos son los que comen todos los días.

Toda mi familia trabaja en la madera, mis cuatro hermanos y mi padre son leñadores y mi madre trabaja en las prensas. Yo aun voy al colegio, aunque hoy no hay es día de cosecha y nos dan fiesta, tengo 17 años así que este será mi penúltimo año de cosecha, pero mi tarea diaria tenga o no tenga colegio es llenar de agua el tanque de la casa. Así que como siempre me dirijo a la fuente del manantial, de las pocas cosas gratis que nos da el capitolio, a llenar cubo tras cubo y hacerme la caminata a casa.

Casi cuando he terminado es la hora de irme así que hago un par de viajes más para llenar las tinas con las que nos asearemos los cinco. Los hombres de la casa si han ido a trabajar porque les dan esa opción, sin embargo la fábrica está cerrada así que mama se ha quedado en casa. Me ha preparado un vestido rojo de lunares blancos. Llamativo sin duda. Según me dijo se lo regalo una compañera de trabajo que lo hizo para venderlo pero nadie se lo compro porque tenía una quemadura que mi madre disimulo poniéndole un falso bolsillo blanco. Así es ella muy apañada con sus cosas. Nada se tira a no ser que no tenga ninguna utilidad y ella siempre le da un par de vueltas más, así que nada se tira. Mi tía viene con un lazo rojo escarlata e insiste en que me lo ate a la cabeza, así a la noche cuando veamos la retrasmisión de la cosecha no tendrán problemas para encontrarme entre la multitud. Acedo de buen grado ya que me parece divertido. Las dos me observan de lejos y sus piran un "oh que bonita vas a ir hoy" o "serás la mas divina de la cosecha" o "cuando te vean en el capitolio van a quererte allí". Solo puedo reír y ponerme colorada. Cuando salgo de la casa los chicos ya están allí esperando.

-¡Princesa Ever! – Se burla Baltz haciéndome una reverencia – concédame usted este baile.

-Este año sabemos quién va a salir de la urna de las chicas. – se mofa Grat

-Eso no lo mentes – dice mi padre dándole una colleja en la nuca – tu hermana esta preciosa y esta noche seguro que gana la porra.- se acerca y me da un beso en la frente.

En nuestra familia hay otra tradición la noche de la cosecha, aparte la de cenar juntos que eso lo hace todo Panem la noche de la cosecha. Es como decir ¡nos hemos librado este año! Cuando vemos la obligatoria visión de los juegos nos buscamos y el que más veces es sacado en cámara gana el premio de poder comerse un bollo de nata de la panadería, un lujo vaya. Casi siempre gana mi hermano Abain ya que es el más alto de la casa aunque es el más joven. Tiene solo 14 años y es tan alto como mi padre.

Al llegar a la cosecha el procedimiento siempre es el mismo. Cola para apuntarse que te saquen la muestra y decir tu nombre, luego los agentes de la paz te llevan a tu sitio donde te colocan dependiendo tu edad. Los mayores delante y los pequeños detrás. Baltz me mira desde la primera fila de los chicos junto a Grat, los dos tienen 18 años, me miran y me hacen burlas con las manos de las cintas. Mi hermano mellizo Urdin esta paralelo a mí en la fila de los chicos, parece nervioso, el otro día le oí que le decía a mi padre que había soñado que este año le tocaría a él. Parece que mi padre no consiguió calmarle. Limpia ansioso sus gafas una y otra vez. Busco a Abain pero no le veo, ¿Dónde se abra metido? Miro a la chica de mi lado. La conozco va conmigo al colegio. Su padre murió hace un par de meses cuando se cayó de un árbol y su madre está enferma de los pulmones. Se le nota que está reteniendo el llanto.

-He Misa ¿Por qué será que el día de la cosecha nunca llueve?

Me mira sorprendida de que me encuentre a su lado luego mira al cielo y se ríe. No hay ni una nube. Brilla el sol pero no hace ni frio ni calor.

-Quizás el capitolio tenga alguna maquina que pueda controlar la temperatura. – ahora ríe despreocupada. Por lo menos no parece tan nerviosa.

Suena el himno. Sale al escenario el Alcalde, Johana a Mason, Blight, un hombre delgaducho al extremo y encorvado, y la mujer gorda vigílate del capitolio. Parece que no se privan de nada allí ya que cada año tiene un tinte nuevo de piel y está más gorda. Ella sola ya acapara un buen trozo de espacio. Johana se le queda mirando le da un codazo a Blight para que se mueva más hacia el alcalde y no se golpee con su cuerpo. Blight ríe. La mujer del capitolio este año nos deleita con un color rosa que hace daño a la vista. Se acerca al micrófono y recita su discurso. Ponen el video y mientras ella da vueltas a las urnas con sus guantes blancos inmaculados. Cuando termina el video se acerca al micro que como año rechina al acople de su voz. Parece novata pero no, todos los años nos deleita con ese espantoso chillido y con su "¿se me oye? ¿Me oye alcalde? ¿Me oís chicos?" me pregunto qué pasaría si alguien le dice que no. Lógicamente nadie lo hace no queremos que los agentes nos maten.

-Bien, comencemos – que voz más ronca, parece que cada año eso también va a más. - ¿empezamos por las chicas? Sí.

Agita con su mano la urna. Misa retuerce el dobladillo de su vestido. Cuando la mujer del capitolio saca el nombre estoy mirando cómo le da vueltas y su dedo se pone cada vez más blanco. ¿No se hará daño?

-Ever Green

El silencio se adueña del lugar. Pero estoy ajena. Lo he oído pero debe de ser broma. A mi familia estas cosas no nos tocan. Esa estúpida del capitolio no puede haber dicho mi nombre ¿Acaso no sabe leer? ¿No habrá leído Misa Trew y lo ha dicho mal? Levanto la vista lentamente y veo que se ha formado un círculo a mí alrededor. En la pantalla del centro de justicia sale mi cara. Estoy pálida. Entre mi cabello negro y todo este rojo parezco un cadáver.

-Ever Green sube querida tenemos que sacar el nombre del chico.

Noto como uno de los agentes de la paz me coge del hombro y me coloca entre otros tres más. El de detrás me da empujones para que ande. Sigo mirando la pantalla. Cuando llego a las escaleras la mujer del capitolio me tiende la mano para que suba.

-Colócate justo aquí Ever Green. Supongo que no dirás nada te veo ida. Es normal por la emoción – se va a la urna de los chicos.

Miro al público. Distingo a los miembros de mi familia son los únicos que no la miran sacar el nombre de chico. Todos están tan en shock como yo. Todos me miran con cara de ¿Qué has hecho? Todos están blancos. Soy la primera en 73 años de juegos que sale de mi familia.

-Desmond Green

¿Qué? ¿Qué está pasando? Oigo el grito de mi tía. Y le busco con la mirada. Ayer fue su cumpleaños. Ayer cumplió los doce. Feliz cumpleaños primito. Desmond rompe a llorar sube corriendo al escenario y me abraza. Se escucha a mi tía gritar "Es un bebe" y a veo como mi madre la tapa la boca mientras mi padre pide calma a los agentes de la paz. Desmond no se despega de mi falda. Me llega por la cintura y se agarra fuerte. Noto la humedad de sus lágrimas a través de mi vestido rojo con lunares blancos.

-¿sois hermanitos? – pregunta la mujer del capitolio

-No… - digo mirando al resto. - Es mi primo

-Familia. ¡Excelente!. Señor alcalde por favor. – le cede el micro y nos quedamos ahí de pie mientras el alcalde suelta el discurso de todos los años.

Vuelve a sonar el himno. Y nos meten dentro del edificio de justicia. Un agente de la paz arranca a Desmond de mi falda y me mete de un empujón en una habitación. Segundos después se abre la puerta y aparece mi familia. Nos quedamos mirándonos en silencio.

-Hemos roto la racha – digo riéndome nerviosa.

Mi madre se acerca a mí y me da un bofetón. Luego me abraza. Mis hermanos aun están inmóviles. Mi padre se acerca y nos separa de forma brusca. Me coge por los hombros y muy fuerte.

-Te he visto pelearte con ellos – mueve la cabeza hacia mis hermanos – millones de veces. Eres buena luchando. Lo que ellos han hecho estos años es como un entrenamiento. Perfecciónalo todo lo que puedas allí.

-Los profesionales nos comerán vivos. Desmond es un bebe.

-Olvídate de Desmond. Él es solo un lastre. Deja que lo maten

-¿Qué? – como voy a hacer eso. No quiero oír a este impostor que se hace pasar por mi padre. Intento soltarme de él.

-Escúchame. Alíate con los Profesionales. Haz lo que sea para que te acepten y confíen en ti. – Se pone a mi altura – ya no eres una niña Ever. Eres una mujer haz lo que sea ¿lo entiendes?

-¿quieres que…?

-Lo que sea Ever, olvídate que la gente estará mirando. Lo que hagas estará bien hecho. Hazlo y elimínalos cuando menos se lo esperen.

El agente abre la puerta y empuja a todos fuera. Mis hermanos me abrazan y me dan un beso pero ninguno dice nada. Mi madre sale de la habitación. Todo se queda en silencio. ¿Lo que sea? No me considero moralista pero tampoco quiero llegar a extremos. Me derrumbo en el sofá de cuero. ¿Qué ha pasado este año? El silencio reina en la habitación durante minutos que parecen horas. La puerta se vuelve a abrir y mi tío, el padre de Desmond. Claramente ha estado llorando. Se sienta junto a mí y me coge la mano. ¡Oh dios mío! Ahora me pedirá que cuide de Desmond.

-Cuando suene el gong…. – las lágrimas caen de sus ojos y se estrellan contra nuestras manos. Es duro ver a un hombre de 150 kilos de musculo y metro noventa de altura llorar como un bebe.- cuando suene el gong… que no sufra.

Se levanta y se va. Veo como mi padre le espera al otro lado. Pero no sé qué pasa. ¡Dios! No quiero matar a Desmond. Es muy guerrero siempre está jugando con palos con otros niños. Quizás sea bueno con el hacha o con la espada. Yo solo se pegar patadas, y pelear contra mis hermanos. Johana entra en el cuarto y se apoya contra la puerta. Me mira y ríe.

-Bueno cuando salgamos de aquí te meteremos en un coche con los cristales tintados e iremos al tren. Me ha tocado ser tu mentor. ¡ Felicidades! – se cerca me levanta tirándome del brazo y me da un abrazo. – y ahora ahí va mi consejo, no mueras antes de los ocho finalistas y me daré por satisfecha.

Esta mujer está loca. Eso es lo único que pienso de ella. ¿Se dará por satisfecha? ¿Acaso soy su proyecto anual? Me empuja hacia la calle. Dos agente se colocan a mis costados y me meten en el coche. Desmond sigue llorando. Ahora me abraza otra vez. Y sigue así durante todo el camino en coche y cuando nos metemos en el tren y cuando nos sentamos en el sofá del tren. Todo lujo por cierto. Jamás había visto tanta madera tratada. El vagón es de color roble y enorme sofá rojo burdeos.