El extraño gato.


"Help I'm alive
My heart keeps beating like a hammer
Hard to be soft
Tough to be tender"

El reproductor de música suena mientras Serena se cambia los zapatos por unos tenis. Ocho benditas horas con esas cosas puestas eran demasiadas y aún faltaba el recorrido a casa. El transporte como todos los días está repleto, pero hoy además de eso, un retaso de cerca de media hora lo hace más exasperante. Nada, absolutamente nada conforta a Serena, más que la idea de llegar a casa, cenar el pollo frito que había quedado en el refrigerador y seguir viendo la serie que tiene pendiente.

Una ligera sensación de ánimo la recorre cuando escucha "Honey", muerde su labio y sonríe al recordar por qué esa melodía la llena de alegría. Sin querer bailotea un poco, hacía amucho tiempo que la opinión o las miradas de desacuerdo de los demás habían dejado de importarle. Así entre música y ligeros movimientos, el tren llega a la última estación, solo un bus, y en media hora estaría mordiendo su cena mientras presiona el botón de encendido de la tv.

Por fortuna, no hay tránsito pesado y el bus hace su recorrido en menos tiempo, la rubia saca las llaves del bolso, suspira al saber que puede por dos días mandar todo al demonio, no había pendientes de trabajo que atender, tenía un excelente pretexto para no ver a Darién (después de diez años de noviazgo, muchas veces se siente cansada de él), el domingo planea ver a Yaten, a quien es siempre refrescante ver.

Cruza la estancia de su casa, avienta bolso y suéter sobre una silla del comedor, se descalza, toma el tenis y dirigiéndose a su habitación va quitándose el uniforme. Abre la ventana para que el aire fresco llene el ambiente, entonces nota la diminuta figurita de un gato en el balcón contiguo. Siempre le han gustado los gatos, así que lanza un maullido y ríe al ver que el gato mueve las orejas. Coge su pijama y se la coloca camino a la cocina. Abre el refrigerador y saca la caja del pollo frito que ansía comer, coloca una charola sobre su mesa para poner las tres piezas de pollo y recalentarlas. Entonces se percata de una nota dentro de la caja

"Serena, me pase por aquí, te espere un rato, pero no llegabas. Me comí dos piezas. Moría de hambre, ya sabes, las guardias.

Besos

D."

Revisa el contenido de la caja y solo queda un ala de pollo, gruñe y la coloca en un plato. Mientras busca que mas hay en el frigorífico, escucha unos ruidos y al voltear ve como el gato del balcón hurta su última pieza.

― ¡maldita sea! No, mi pollo ¡gato pulguiento!- grita corriendo hacia la ventana que da a la escalera de emergencia para intentar atrapar al felino.