Título: Take these broken wings

Autora: hermyone_mex (ChindyAlo)

Beta: loredi

Cheerleader: PoisonIvyPI

Pairing: Draco & Harry

Categoría: N-17

Temas: Romance. Drama. Angst

Advertencias: Muerte de un personaje. Slash

Resumen: Harry y Draco se encuentran en una clínica de maternidad tres años después de la guerra y embarcados en una nueva experiencia: la paternidad.

Notas de la autora: Aqui con este nuevo fic que en un principio iba a estar dentro del Big Bang de Harry Potter en español y que por cuestiones de salud tuve que posponerlo. No está terminado pero creo que serán aproximadamente 20 capítulos, tal vez menos, tal vez más. No estoy muy contenta con poner un título en inglés cuando la historia está en español pero no se me ocurría un mejor título para esta historia y traducirlo tampoco me agradaba ya que la canción de donde proviene esta frase me gusta mucho pero en su idioma original. Publicaré un capítulo por semana, cada miercoles.


Capítulo I: Welcome to the existence

Los nervios le provocaban un temblor incontrolable en todo el cuerpo, además de que sus manos parecían más inquietas y sudorosas de lo normal. No podía creerlo, en verdad que no podía hacerse a la idea de que todo aquello pudiera ser real. Ahora no había vuelta atrás, tal vez no era algo que hubiera deseado con toda sus fuerzas en aquel momento, pero tampoco era un cobarde que iba a huir sin responsabilizarse de sus actos. No, él no era así.

—¿Harry?

El chico se asustó al contacto de aquella no muy cálida mano contra su piel; por un momento había pensado que lo habían despertado de aquella realidad que le sabía más a una pesadilla que nada, pero al ver la persona que le hablaba supo que sólo había estado muy metido en sus pensamientos. Suprimió un suspiro desdichado.

—Disculpa... yo, eh... estaba medio ido ¿qué decías?

El ceño fruncido que le entregó como respuesta no ayudó a que sus nervios disminuyeran.

—Te preguntaba si querías entrar cuando el medimago salga y me hable.

—Oh, yo... sí, supongo, ¿no? —Sinceramente no quería entrar, sabía que si lo hacía todo sería más real, más tangible de lo que él podía controlar.

—No es necesario que entres y, lo sabes; si no quieres, no lo hagas.

—No, digo, sí, me refiero a que sí quiero entrar —mintió e intentó sonreír para otorgarle un poco de confianza pero lo único que pudo lograr fue una mueca de incomodidad.

—De acuerdo. Pero si vas a entrar por favor hazlo entero y no dejes tu mente en Merlín sabe dónde.

—Sí —contestó aún distraídamente—. Digo, no.

Esta vez el suspiro no pudo ser suprimido.

Odiaba los lugares como ese. Jamás se había sentido cómodo con el color blanco, y ese espacio que ahora invadía cada uno de sus sentidos era total y absolutamente blanco. Se sentía expuesto. El negro le daba confianza. Seguridad. De hecho, no tenía que ser necesariamente el color negro, cualquier color oscuro siempre le hacía sentirse mejor que el blanco y las tonalidades claras y brillantes que exponía todo del mundo; pero ahora tenía que estar sentado ahí y, como siempre sucedía en algún lugar público, tenía que fingir tranquilidad y seguridad. No era como si tuviera alguna duda de lo que pasaría, pero a sus escasos veinte años de vida había aprendido que los imprevistos y las sorpresas desagradables sucedían más seguido de lo que uno imaginaba, o deseara.

—¿Quieres que entre contigo cuando el medimago te hable? —fue su corta y fría pregunta, realmente no quería entrar, preferiría quedarse ahí y esperar hasta poder hablar con el medimago fuera de aquel consultorio, pero sabía que había ciertas normas sociales, —y morales—, que debía cumplir en su rol civil con ella.

—¿La verdad? No. Preferiría que te limitaras a acompañarme y esperarme aquí en lo que me desocupo.

—Bien.

Y fue todo lo que Draco dijo durante los siguientes quince minutos que tuvo que esperar a que se alejara al consultorio de donde la habían llamado. Cuando ella se retiró no pudo evitar que su mente se lanzara a reflexionar y analizar todo lo que sucedería de ahora en adelante; por más que estuvieran ahí para que les dijeran si sus sospechas eran reales o no, él ya sabía que lo eran. Y no podía sentirse más satisfecho y aliviado, y a la vez totalmente desdichado. Su parte ahora estaba realizada, bueno, por lo menos la parte esencial para que eso sucediera, lo demás... si sus cuentas no fallaban, lo demás vendría unos ocho meses después.

Sólo tenía diescinueve años. Apenas había terminado sus estudios en Hogwarts. Ni siquiera iba por la mitad de su carrera como Auror. Era muy joven para eso, definitivamente muy joven. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿Responder a la sonrisa amarila por culpa de una vida mezclada con el tabaco que el medimago les estaba brindando? ¿Decir que aquello era lo que más deseaba en ese momento? ¿Brindar y celebrar con sus amigos? No, por supuesto que no quería eso. No a los diecinueve años de edad. Tal vez cinco o diez años después. Pero no ahora.

—¿No vas a decir nada?

Y ahí estaba la otra cuestión. Ella.

Sabía que la quería. Sabía que Ginny era una gran chica, una persona fabulosa y que le brindaba felicidad desde que su relación había comenzado. Pero también sabía que no la amaba, no aún. Aunque no estaba seguro si ese aún desaparecería. No sabía si podría llegar a amarla. No sabía si aquellos pequeños detalles que no le gustaban de ella en esos momentos se convertirían en razones de gran peso para quebrantar lo que sentía por ella.

—Harry, por las barbas de Merlín, ¿es que acaso no piensas decir nada?

—¿Qué haré? —su voz tembló ante la desesperación. No. En definitiva no podía hacer eso. No ahora.

Ginny le pidió que la esperara afuera. Sus ojos rojos y furiosos le dijeron que la había cagado.

Draco comenzaba a sentirse frustrado. Cinco. Diez. Quince minutos y Astoria aun no salía del consultorio. Las pocas revistas que había en el área de espera eran tan interesantes y entretenidas como escuchar las confesiones más profundas del calamar gigante de Howgarts. Además no quería leer, tenía una junta muy importante con los directivos generales de una empresa alemana que deseaba crear vínculos y acuerdos con la empresa Malfoy.

Cuando creyó que su impaciencia llegaba al máximo, la puerta de uno de los demás consultorios se abrió y su boca casi quedó estúpidamente abierta por la sorpresa. Casi.

Un muy pálido Harry Potter acababa de salir del consultorio y Draco quedó en una especie de shock por un indeterminado número de segundos antes de que su cerebro decidiera reaccionar de nueva cuenta. Por suerte Potter tardó más tiempo en recuperarse de haberlo visto justo en ese lugar. Los dos sabían lo que significaba que estuviesen aquí, pero no por eso Draco se sintió mejor. No es que no quisiera que el mundo mágico se enterara del embarazo de su esposa (al contrario, sería una noticia digna de primera plana de El Profeta pagada por su mismo padre), sino que jamás creyó que tendría que lidiar con nadie justo en ese lugar, mucho menos con el jodido niño-que-vivió.

—Malfoy —la voz sofocada y sorprendida de Potter lo sacó brevemente del enjambre de pensamientos que se estaba formando en su cabeza.

—Potter —le respondió con más frialdad pero cortésmente.

Le hubiera encantado poder lanzarle uno de los comentarios afilados que solía decirle durante su tiempo en Hogwarts, sobre todo estando en ese momento donde no podía sentirse más vulnerable; Draco odiaba sentirse vulnerable. Pero las cosas eran diferentes. Primeramente, ya no estaban en la escuela, por lo que ya no eran unos adolescentes inmaduros—o al menos él no lo era—; segundo, no había visto a Potter desde que había finalizado la guerra, y por suerte—aunque no sabía si suerte era la palabra adecuada—tanto él como sus padres habían salido libres de todo cargo criminal que les garantizara una estadía en Azkaban. Desgraciadamente era gracias al mismo Potter que los tres Malfoy gozaban de una libertad que en el fondo—muy en el fondo—, Draco sabía que no merecían. Estaba eso y el "pequeño" detalle de que también le debía la vida al estúpido héroe cara-rajada.

—Yo, ¿estás...? Digo, ¿tú...? —Vaya que Potter no parecía haber cambiado mucho durante esos años en que no le había visto. Su innata incapacidad para hablar ininteligible estaba completamente intacta.

—Suéltalo, Potter —bufó Draco sin poder ni querer, evitar el tono mordaz al mencionar el apellido de su némesis. La expresión de Potter se endureció instantáneamente, y pareció que fue aquel tono tan despectivo de Malfoy lo que le hizo reaccionar de manera completa.

—¿Qué haces aquí, Malfoy?

Un resoplido fue lo que salió de la nariz de Draco antes de contestar —esta vez sin ganas de querer evitarlo—mordazmente.

—Podría preguntarte lo mismo, Potter, pero creo que los dos sabemos perfectamente que en este lugar solamente tratan a un solo tipo de pacientes.

Harry se llevó una mano a su nuca inconscientemente y miró de manera fugaz hacia la puerta de donde acababa de salir. Claro, lo que decía Malfoy era cierto y lo sabía, pero jamás pensó que pudiera encontrarse a alguien conocido en aquel lugar. Y cuando decía "alguien conocido" se refería a alguno de sus ex compañeros de Hogwarts, es decir: a alguien de su edad. Aunque claro, también era bien sabido que Draco Malfoy había contraído matrimonio con aquella bruja de sangre pura y de familia influyente hacia apenas dos meses. Ellos, de alguna manera, tenían la autorización de tener hijos, aunque la edad no fuera la más conveniente, al menos no que él creyese.

Por la mirada inquisitiva de Malfoy, Harry se dio cuenta de que se había quedado callado más tiempo de lo considerado normal en una conversación "civilizada". Carraspeó.

—Yo... no sabía que fueras a tener un hijo—titubeó Potter.

"¿En verdad le debo la vida a este imbécil?" razonó Draco internamente. Y al parecer ahora este imbécil también tendría un descendiente. "Oh, que Merlín nos ampare, por favor. Otro héroe de pacotilla..."

—Creo que no sabes muchas cosas de mi vida, Potter —fue su respuesta tajante y fría.

Harry estuvo a punto de contestarle de la misma forma mordaz, pero decidió no hacerlo y pasar por alto la provocación de Malfoy.

—Claro.

Un silencio incómodo se instaló entre los dos. Potter aún a dos pasos de la puerta donde había salido y Malfoy sentado con rigidez frente a las revistas viejas y gastadas. Draco comenzaba a aburrirse de nuevo, aunque la presencia de Potter se lo impedía y era imposible al estar el otro ahí y sentir sus ojos verdes mirándole con todo el descaro del mundo y sin ningún disimulo. Le iba a decir que dejara de observarle, pero fue Potter el que rompió primero aquel silencio.

—¿Por qué viniste a este consultorio, Malfoy? Ya sabes, tú y tu esposa.

Draco levantó una ceja ante la pregunta tan personal y totalmente estúpida de Potter y le miró con incredulidad.

—¿Desde cuándo te debo explicaciones sobre los lugares a dónde voy, Potter? —le contestó con otra pregunta. Y ahora, ¿quién diablos se creía Potter, el columnista de sociedades de El Profeta, o qué?

Harry se tragó un bufido ante la evidente actitud de defensa de Malfoy pero eso no le molestó tanto, era de esperarse viniendo de él. Sintiéndose un poco más cómodo y relajado se acercó a uno de los sillones y tomó asiento de una manera que seguro Malfoy consideró poco elegante y sin ningún recato. No es que le importara, pero la forma en que Draco le miraba le daba a entender aquello.

—Solamente curiosidad, Malfoy. Y es que... bueno, este no es precisamente un lugar de cinco estrellas, ¿sabes? Y tú siempre pides lo mejor, además de que estoy seguro de que tu familia tiene a su disposición todo un equipo de medimagia, lo cual evitaría que tuvieran que asistir a alguna clínica o a San Mungo.

Una vez más, Malfoy alzó su ceja. Harry dedujo que era un gesto del cual Malfoy ya no pareciera tener un control consciente. Es decir: un tic. Tal vez no un tic nervioso, pero tic al fin y al cabo.

—Vaya, Potter. —dijo Draco conteniéndose lo más que pudo—. Excelente análisis sobre mi vida, sólo que hay un pequeño detalle creo que no deberías olvidar: No es tu jodido asunto y definitivamente no tengo por qué darte ninguna explicación.

Esta vez el rostro de Potter se tornó en un claro gesto de coraje y enojo.

—Jódete, Malfoy. Yo sólo trataba de mantener una conversación contigo. —Una cosa era aguantar la siempre abrumadora actitud de defensa de Malfoy, y otra totalmente diferente era soportar sus agresiones verbales y llenas de una soberanía que no tenía y mucho menos merecería.

—Oh, por supuesto, Potter. Conversación en la cuál pretendes indagar sobre asuntos que no te incumben en lo más mínimo y con la clara intención de juzgarme, ¿o es que crees que no me di cuenta de tus implicaciones con eso de "y tú siempre pides lo mejor"? —Un bufido más salió de su nariz—. Conmigo no funciona tu maldito título de Alteza Heroica con mente sub-desarrollada.

Harry se molestó aun más.

—Yo jamás dije que...

—No, Potter, no lo dijiste, pero lo pensaste —le interrumpió Draco ya sin poder contenerse—. Ya no estamos en la escuela donde podías meterte en la vida de todos a tus anchas. ¿Quieres juzgarme porque no estoy en un consultorio de primera clase? ¿O es que acaso pretendes sacar una de tus estúpidas indagaciones y adjudicarme alguna actitud digna de un mortífago con planes de venganza o algo así de estúpido simplemente porque, a tú parecer, no estoy cumpliendo con el perfil que debería tener?

Al ver que el otro no dijo nada y parecía más sorprendido por que el rubio se hubiera explayado tanto por una simple pregunta, Draco continuó:

—Aún no eres un auror, Potter, así que no puedes exigirme y mucho menos yo darte ninguna información de lo que hago o dejo de hacer con mi vida. ¿En verdad quieres saber por qué estoy aquí? Yo no necesito que tú me digas por qué estás aquí. Es obvio.

Draco no se dio cuenta en qué momento había exagerado las cosas, pero sinceramente no le importaba. Estaba harto de que la gente siempre sospechara de cada maldito paso que daba y de que al primer problema criminal en el mundo mágico enseguida volteara a ver a todos aquellos que habían quedado libres de alguna condena en Azkaban aunque habían estado evidentemente implicados en las filas de Voldemort

—Mira, Malfoy. Si tú crees que esto es una estúpida interrogación, pues es sólo porque tú lo quieres ver de ese modo. Si tu consciencia está así de sucia y el evidente complejo de culpa que la guerra te ha dejado no te permite diferenciar entre una conversación normal y sana y una interrogación liderada por aurores, no es mi jodida culpa.

Draco sonrió de forma fría y sin ninguna pizca de gracia. Bueno, si Potter estaba dispuesto a entrar en ese juego de "los amiguitos de la escuela que se encuentran luego de varios años", pues entonces Draco también jugaría, pero lo haría con sus propias cartas, bajo sus propias reglas.

—De acuerdo, Potter, si lo que quieres es tener una conversación "sana" conmigo, entonces la tendrás, pero yo hablaré primero. Y si estás tan interesado en conversar sobre por qué estoy aquí, entonces supongo que yo también profundizaré sobre ese mismo tema contigo. Veamos: El maldito niño-que-vivió. Diecinueve años, alumno primerizo en la academia de aurores. La gran estrella del Ministro de Magia se presenta a un consultorio de maternidad con su querida novia, y claro, no es casualidad que tus siempre inseparables amigos no vinieran besando tus pies. —Cada palabra que decía Draco iba siendo inyectada con grandes dosis de desprecio y burla, y a juzgar por la intensa mirada de odio que Potter le estaba dirigiendo y el constante aumento de la tonalidad roja en su rostro, cada una de sus palabras lo estaban envenenando—. Y es más que obvio que el gran héroe del mundo mágico ha embarazado a su noviecita y no quiere que nadie se entere. ¿Qué vas a hacer, Potter? Los dos sabemos que tú podrías costear perfectamente un consultorio de "cinco estrellas" si quisieras, pero el problema no está en si podrás mantener a un bebé, sino en que se manchará tu jodida imagen de niño-oh-héroe valiente-y-bien-portado, ¿o me equivoco?

Un muy colorado e iracundo Potter se levantó velozmente del sillón, pero antes de que pudiera escupir todo lo que era obvio que quería decir, o siquiera dar un paso hacia Draco, la puerta del consultorio donde Astoria había entrado se abrió y el medimago salió con una falsa sonrisa modesta y le llamó para que entrara.

Draco se levantó elegantemente de su asiento, se alació el frente de su costoso traje y se dirigió al consultorio, pero al pasar junto al todavía rabioso Potter se detuvo y le susurró de manera casi inaudible:

—Y solamente para que no te quedes con la duda. Vinimos aquí porque esta clínica de cuatro, tres, dos, las putas estrellas que tenga, le pertenece al tío de mi esposa y qué mejor que ser atendido por alguien de la familia, ¿no te parece?

Y con una última sonrisa de desprecio y hasta una inclinación de cabeza hacia Potter, Draco entró al consultorio donde su esposa y su tío político le esperaban.

Harry tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no comenzar a patear el sillón o irse detrás de Malfoy y gritarle todas sus verdades; necesitó respirar profundamente más de una vez para sentir que el pulso de su corazón se normalizaba que y su cabeza se volviera a aclarar por completo.

Cuando Ginny salió, Harry ya había olvidado que minutos antes su mente había estado en pleno dilema existencial y que Ginny se había molestado con él debido a su actitud tan distraída y nada participativa; claro que en cuanto vio de nuevo aquel gesto de enojo en el rostro de la pelirroja, Harry recordó todo e hizo lo que al parecer se había convertido en su propio tic: suspirar.


Notas finales: Aqui les dejo el link de un montaje que hice especialmente para el fic, espero que les guste :)

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