El era un demonio.

Ella, un pequeño e inocente ángel.

El estaba condenado al purgatorio.

Ella tenía su existencia en el paraíso.

El no creía en el amor.

Ella lo anhelaba con fuerza.

—Que seas un demonio no significa que no puedas amar, Soul.

—Te equivocas Maka, eso es exactamente lo que significa.

Ella quería enseñarle que se equivocaba.

El quería dejar el tema por la paz.

—¿Por que crees que no puedes amar, Soul?

—Por que soy un demonio, Maka.

A ella no le basto esa respuesta.

A el no le importo defraudarla.

—Creo Soul, que tienes razón.

—Eso ya lo se, tonta. Cuéntame algo que no sepa.

Pero el sabía que se equivocaba.

Y ella ya se había marchado de su vida.

—Creo que entiendo por que anhelabas amar, Maka.

Por que el, un demonio, un ser creado para odiar, se había enamorado.

De un ángel.

De su mejor amiga.

De Maka.

—Soy un demonio. Mis ojos son rojos cual sangre fresca y mis dientes afilados cual tiburón, pero mi alma es debíl y tu, demasiado veloz para mi, te apoderaste de mi corazón.

El sabía que la amaba y por eso, el sabía que lo mejor, era fingir que no creía en el amor.