Siempre era así. Cada vez que se subía al escenario, un torrente de emociones le embriagaban. Sentía la adrenalina correr por sus venas, la necesidad inminente de gritarle al mundo.

Podía con todo, y desde su punto de vista, era o eso o dolor se transformaba en notas, la ira en palabras que reflejaba en la música. Todos sus sentimientos, fueran buenos o malos, se unían de alguna manera para dar paso a un único pensamiento, una única razón de ser: cantaba para sentirse vivo. Cada pedazo de su ser se impregnaba en las notas desgarradas de la guitarra, esa era su manera de expresarse.

Cerró los ojos brevemente. Sus dedos recorrían las cuerdas de la guitarra con fuerza y precisión, sonrió todavía con los ojos cerrados, tocando por instinto. Cuando los abrió, volteó hacia Antonio y Francis, el primero sonreía detrás de la batería con un profundo brillo en los ojos.

El rubio, que con galantería tocaba el bajo a su derecha, parecía mucho más concentrado en su instrumento que en la enorme cantidad de chicas que se agrupaban a su alrededor gritando su nombre, el de el batería y el suyo propio. Gilbert Beilschmidt, 23 años, albino y con un apego que rayaba en la obsesión por si mismo, se sentía en ese momento el hombre más poderoso y awesome del planeta.

La multitud gritaba y agitaba la cabeza al ritmo de la música, esta se volvía casi frenética, y en el clímax de todo esto el ojirrojo alzó la cabeza para mirar directo al público. Entre un mar de cabezas rapadas, pelos largos y crestas multicolores distinguió a un rubio que miraba atento el concierto. Su apariencia no tenía nada que ver con el ambiente, con el pelo corto pulcramente peinado hacia atrás y camisa blanca, daba la impresión de que se había perdido de un recital de piano y había acabado allí por error. Aunque seria, su expresión denotaba cierta fascinación y una especie de media sonrisa surcaba sus labios. Al ver esto, Gilbert sonrió.

- And you start missing how it felt to be free, to feel alive! - La canción terminó y el albino hizo una reverencia, mientras Antonio reía y Francis se dedicaba a lanzar besos por doquier, que eran gustosamente aceptados por el público femenino.

- Somos el Bad Friends Trio mes amours, avec plaisir! - El rubio sonreía seductoramente desde el micro.

Bajaron del escenario, Gilbert todavía rebosante de adrenalina daba saltitos de vez en cuando.

- ¿Visteis mi awesome solo? ¡ Fui increíble, es decir, estuvimos increíbles! - el español dejó las batutas en uno de los tocadores del camerino.

- Gracias por el cumplido Gilbo - dijo pasándose la mano por el pelo y mirando la hora. - ¡ Mierda, he quedado con Lovino en diez minutos! -exclamó preocupado, se despidió de sus amigos con prisa y apenas atinó a ponerse el abrigo y desaparecer velozmente por la puerta.

- Oh, l'amour, c'est jolié! -suspiró el francés, quien se peinaba en el espejo. Se hizo una coleta baja, dejando algunos mechones sueltos que escapaban a su control. -¿Qué te parece si vamos a buscar compañía nosotros también? O quizá no haga falta... -dijo rodeando la cintura del albino por detrás, quien se apartó rápidamente.

- Suelta, he quedado con verme con Lizzy -dijo intentando zafarse del abrazo del otro, estaba acostumbrado a esas excesivas muestras de cariño de su amigo francés -

- Quizás madame Héderváry prefiera otra clase de atenciones -el rubio se relamió los labios.

- Te recuerdo que está saliendo con ese pijo que toca el piano, el tal Roderich -bufó Gilbert- un completo y estirado señorito.

- Vale, ya que tienes otros planes, iré a disfrutar un rato de la compañía femenina. Nos vemos luego - Francis cogió su chaqueta y salió por la puerta, dejando solo al albino.

Este guardó su preciada guitarra negra en la funda y se echó una rápida mirada al espejo. El pelo y las mejillas alborotadas le concedían algo de color a su semblante usualmente blanco, pero tenía la camiseta empapada en sudor.

Se la quitó con parsimonia, admirando su cuerpo en el espejo con una sonrisa de satisfacción y se estaba dando la vuelta para terminar de vestirse, cuando vio que había alguien en la puerta. Gilbert abrió mucho los ojos a reconocer al muchacho rubio en el que se había fijado antes. Este, quien se había quedado parado y en silencio, apartó la mirada sonrojado.

- Esto.. Yo... Lo siento, me han enviado aquí y no pensé que estarías.. - balbuceó torpemente.

- ¿ Cambiándome ? -el ojirojo sonrió divertido - no pasa nada, de todas formas ya he terminado -dijo abrochándose los botones de la camisa negra. Esta se encontraba medio abierta, dejando al rubio con la pregunta de si todos los guitarristas poseían ese abdomen.

- ¿Quién te ha enviado? - preguntó el otro sacando de su ensimismamiento al alemán.

- Elizabetha, es la novia de mi amigo. - así que era amigo del señorito Roderich. Vaya por dios, normal que tuviera esa cara de perdido total.

- Pues no les hagamos esperar. Por cierto, soy Gilbert -le tendió la mano mirando directamente al ojiazul, quien se la estrechó con fuerza .

- Ludwig, encantado. -dijo ceremoniosamente. El albino se preguntó si era así de serio con todos, o sólo lo estaba siendo dadas las circunstancias (que tampoco era para tanto, a ver, ambos tenían lo mismo). Sacudió la cabeza y se dispuso a seguir al otro.

Elizabetha y Roderich charlaban animadamente sentados en la barra, más bien se podía decir que ella hablaba y él escuchaba pacientemente, siguiendo el ritmo de la música con los dedos sobre la mesa. Gilbert alzó la mano en un saludo y se lanzó en brazos de la castaña.

- ¡Lizzy, te he echado de menos! -dijo hinchando los mofletes. Esta le dio palmaditas en la cabeza.

- Ha estado bastante bien, pero realmente creo que deberías aprender a controlar ese ego tuyo en el escenario.

- ¿ En serio? - preguntó el albino con una mueca intentando parecer despreocupado.

- Que va, estuviste normal. - La húngara rió mientras Gilbert murmuraba algo que sonaba como a "normal no, genial, por dios Lizzy..."

- Ya veo que os han presentado -dijo Roderich refiriéndose al rubio, quien se había apartado un poco del resto.

- Sí, pero dime, ¿qué hace alguien como tu en un sitio cómo este? -Ludwig le miró extrañado, en parte porque no esperaba esa pregunta.

- ¡No pretendía ofenderte ni nada! Es sólo que, ya sabes, no pareces la clase de persona que iría a un concierto de rock. -se excusó el ojirrojo, interpretando su silencio cómo señal de que, una vez más, hablaba más de lo que debía. Para su sorpresa, el aludido rió, algo bajo y cubriendo su boca con la mano. "Menos mal, sabe sonreír.." pensó Gilbert más tranquilo.

-Eh.. -carraspeó el austriaco, haciendo que Gilbert frunciera el ceño como casi siempre que este hablaba ganándose una mirada de reproche por parte de Elizabetha - Permite que te explique, Ludwig y yo estudiamos medicina en la facultad, y coincidimos en la mayoría de las clases. El otro día fui a su casa para terminar un trabajo en equipo, y me lo encontré escuchando Rammstein.

- Wow! ¿De verdad te gustan? - el albino interrumpía su discurso, como de costumbre, mirando atentamente al rubio, quien sólo atinó a sonrojarse ante la atención -

- Me gusta Rammstein, Muse, Sex Pistols... - sonrió pensativo, a la vez que Gilbert asentía animadamente. Después de pasar un buen rato charlando sobre la música, los estudios y otras trivialidades, Roderich anunció que se iba. Así pues, Elizabetha se despidió de los chicos con un abrazo efusivo por parte de Gilbert, y enganchada del brazo de su novio salió del local.

Cómo aún era pronto y no tenían ganas de volver a casa, decidieron ir a dar una vuelta por el parque. El aire frío golpeó a Gilbert en la cara, quien se subía la bufanda al tiempo que se frotaba las manos, echándole miradas furtivas al rubio de su izquierda. Este mantenía las manos en los bolsillos y de vez en cuando se frotaba la nariz, mirando al frente con la cabeza alta. El albino bufó, no estaba acostumbrado a mantenerse en silencio por mucho tiempo, pero al otro no parecía importarle. Sacudió la cabeza y abrió la boca para decir algo, pero el rubio lo sorprendió antes.

- ¿Por qué tocas? - dijo sin dejar de mirar al frente, pero con un halo pensativo en sus ojos azules. La pregunta descolocó un poco al albino.

- ¿Cómo que por qué toco? Pues porque amo la música, claro.

- Pero, ¿te dedicas a ello? -

- Voy al conservatorio, también toco el violonchelo - sonrió - ya te dije que amo la música, no sólo el rock, metal, dubstep, electrónica y por supuesto la música clásica también entran en el pack.

- ¿Desde cuando tocas? - se sentaron en un banco del parque, estaba oscuro y la luz de la farola a penas alcanzaba a iluminarlos, Gilbert dejó la guitarra a un lado y se estiró sentado en el banco.

- Mmm.. Diría que llevo tocando el chelo desde los siete años, luego en la preparatoria descubrí el rock y junto con Antonio y Francis formamos la banda, pero no ha sido hasta hace un año al menos que empezamos a tocar en público.

- Bueno, al menos te lo pasas bien -comentó amablemente el rubio, a lo que el otro asintió mirando al cielo.

- Aunque no se trata sólo de eso,¿ sabes?¿ Nunca has sentido que hay algo que quieres decirle al mundo a gritos? Una vía de escape, empezó siendo eso, luego se convirtió más en una pasión y en el sueño de hacerlo realidad. La paso genial tocando con mis amigos o incluso tocando para mi mismo, pero lo que realmente importa es hacerle saber al público que sientes tú cuando escuchas esa canción, hacerles sentir lo mismo que significa para ti, eso es en mi opinión ser músico, aunque tampoco lo he pensado mucho.

-Pues para no pensarlo mucho, eso ha sido profundo -dijo el rubio pensativo- Y nunca te ha pasado querer hacer algo pero no hacerlo por miedo... Miedo de ser tu mismo, de cómo les afectará eso a los demás, pero aún así sentir cómo que no puedes seguir así porque te estas engañando a ti mismo y sientes que cada vez te ahogas más y más en un pozo profundo sin fin, del que no puedes salir...

- Yo tomo mis propias decisiones, pero no puedo seguir con algo que no me hace feliz sólo porque otros piensen que es lo mejor. Puede que a la larga todo resulte ser una pérdida de tiempo y esfuerzo, pero ahora mismo estamos vivos y sentimos, y siento que en este momento lo único a lo que me quiero dedicar es la música, y eso haré hasta que me canse de intentarlo, lo cual probablemente nunca ocurrirá.

- Pero si con eso lastimas a tus padres, realmente sólo quieren lo mejor para ti..

-¿Lastimar? A quien lastimas más es a ti mismo por no ser quien eres en realidad y reprimirte constantemente. Me parece bien que se preocupen, pero sinceramente es tu vida, tu decides lo que quieres hacer con ella, ellos no pueden imponerte su forma de verla porque por mucho que hayan pasado son otros tiempos y otras circunstancias, no todo tiene por qué acabar mal, pero si no lo intentas dejarás pasar la oportunidad y seguirás viendo la vida a través de una pared de cristal.

- ¡Pero tengo miedo! -el alemán no acostumbraba a gritar, pero era de noche y no había nadie en el parque - No quiero quedarme solo, no quiero decepcionar a mis padres, no quiero echar a perder mi vida.. Ni que llegue un punto en el que no sepa que hacer y me encuentre perdido..

-¿Llamas echar a perder tu vida el perseguir tu sueño? -dijo el albino arqueando una ceja- ¡En la vida nadie tiene un manual de instrucciones, tampoco puedes adelantar o rebobinar la cinta, por eso si pierdes una oportunidad la pierdes para siempre! Y al final sólo nos lamentamos de las elecciones que no hicimos.

- Entonces vale la pena arriesgarse.. -suspiró y se llevó las manos a la cabeza- Pero, ¿y si lo pierdo todo? -el albino sonrió y se levantó del banco para quedar frente a él.

- Oye.. La gente que nos quiere permanece con nosotros, no importa los errores que cometamos o cuántas veces nos equivoquemos, ellos van a estar ahí.. Sólo hay que vernos a Eliza y a mí. Y ya se que es un poco pronto para decir esto, sólo te conozco de una noche, pero si me lo permites, yo también estaré a tu lado. -extendió la mano con una sonrisa en sus labios y sus ojos carmesí.

Ludwig sonrió también, avergonzado de haberle contado sus preocupaciones a un completo desconocido pero contento de que le hubiera entendido, si era amigo de Elizabetha debía ser de confianza. Y la verdad es que ni él mismo sabría como juzgarlo, no tenía muchos amigos, la mayoría del tiempo lo pasaba dedicando sus horas libres al estudio o leyendo algún libro, de vez en cuando salía con Roderich, la única persona que se le había acercado en las clases. Internamente el rubio se culpaba a si mismo de su semblante serio y su apariencia intimidante. Su ropa y su actitud era demasiado formal, tanto que los alumnos solían confundirle con un profesor muy joven. Finalmente tomó la mano del albino, quien le ayudó a levantarse del banco.

- Espero poder hacer lo mismo por ti -sonrió, no sabía exactamente cuántas veces en una sola noche el albino había lanzado un hechizo a las comisuras de sus labios. La timidez y el rubor habían desaparecido a medida que iban hablando en el club, haciendo del introvertido Ludwig una persona que amaba conversar, que daba sus puntos de vista en la conversación en vez de hacerse a un lado o limitarse a escuchar.

- Esta hecho entonces. ¡ Vamos a comernos el mundo! Kesesesesesesese! -dijo Gilbert echando a correr, dejando a un sorprendido Ludwig que rápidamente reaccionó y corrió tras él.

- ¡ No creo que puedas comer eso tu solo! -dijo entre jadeos, alcanzando al albino.

- Yo no dije que lo fuera a hacer sólo -sonrió y sin dejar de correr tomó la mano del rubio.

Y así fue cómo dos alemanes que no se conocían de nada comenzaron a forjar una relación de amistad llena de sueños y promesas, varios "awesome" en las conversaciones y cómo no, música.