Insípido San Valentín.
Bungou Stray Dogs.
Un mordisco por cortesía, un segundo por el sabor, no esperaba recibir chocolates para ser sincero, pero no se negaría a las amables atenciones de una mujer.
Los espera cada año de Kouyou, y no es secreto que recibe alguno que otro de alguna inesperada admiradora, pero la realidad es que Chuuya no es alguien que espere particularmente ciertas fechas y en consecuencia, recibir algo en ellas. Cuando despertó esa mañana, no esperaba ser recibido con una caja de chocolates en su oficina.
La chica era linda, no lo negaría, una miembro no tan antigua de la port mafia y aunque de bajo rango, muy servicial, pero aunque los aceptó gustoso, él sabía que no le correspondería.
Lució coqueto, estaba seguro de que incluso se sonrojó sinceramente y que la hizo feliz al besar su mano, pero no sintió más que agradecimiento y un amargo sabor en su garganta que en nada se relacionaba con los chocolates.
A decir verdad, a Chuuya no le gustan esas fechas. No le gusta que se las recuerden.
San Valentín no es más que otra exaltación del capitalismo, y un recuerdo colorido, televisado y vociferado de la soledad que experimentan unos tantos. Incluído él.
Sacó distraídamente un chocolate de su envoltorio, un elegante dorado que pronto termina en el suelo, y lo observó un instante antes de llevarlo a su boca. Era dulce, ese en particular, a él le gustaban más los amargos. Pero sabía quien podría disfrutarlo más que él.
Un sabor metálico se inmiscuyó con el cremoso del chocolate en su boca, y el dolor le hizo entender que mordió su lengua ante la mera idea.
Maldito seas, Dazai.
¿Por qué tenía que pensar en él en un momento así? ¿Por qué tenía que pensar siempre en él?
Llevó su mano a la caja de chocolates, deleitándose con la suavidad del terciopelo y luego miró por su ventana, entre el cumplimiento de sus tareas de ese día ya casi había caído la noche.
Quizá solo uno más —pensó, y llevó otro chocolate a su boca, aunque sin resultados. Ya no sabían igual.
Su mente lo traicionó, se encaminó por cuestiones que no quería hacerse pero que no pudo evitar. ¿Dónde pasaría Dazai esa noche? Era el enemigo número uno de las mujeres, solo seguramente no estaría. A menos claro, que finalmente pudiera concretar su suicidio.
Ojalá.
¿En que barsucho conocería a su acompañante ese día? ¿Recordaría quizá pensarlo aunque fuera una vez mientras fingía hacerle el amor? Que importaba, imaginarlo no cambiaría las cosas.
Se levantó de su asiento, chequeó la hora y cogió su abrigo, quizá no era un día que celebrar, pero qué patético sería marcharse a casa solo. Salió de su despacho, observó a la chica de horas antes lista para marcharse también y fingiendo su mejor sonrisa la interceptó; quizá y solo quizá, algo de compañía no haría daño.
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