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Detrás de la pared

Por:
Megawacky Max

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Nota del Autor:

Decidí escribir un drama. No me gustan los dramas. Bueno, no todos. No soporto las historias en las que una persona se siente impotente ante una situación, incapaz de hacer otra cosa que no sea llorar. La verdad, prefiero una buena comedia.

¿Por qué escribo esto, entonces?

Porque la idea se alojó en mi cerebro y se negó a salir. Allí dentro se desarrolló y creció, se hizo una idea concreta y más fuerte... y llegó el momento de echarla afuera.
No me resulta fácil escribir dramas. Soy de esas personas que escriben lo que sienten, y así como me río al escribir comedia, me siento deprimido al narrar un drama.
Así que nada. Disfruten esta historia. Una historia corta (apenas dos capítulos) pero que, a pesar de ser un drama, llegó a gustarme.

Otra cosa. Esta historia fue escrita ANTES de que yo pudiese leer el quinto libro de la saga.

Cosas extrañas, si las hay...

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- Capítulo 1 -
La vuelta en la esquina incorrecta

No había sido un buen día. No para Harry.

Todo salió mal. Empezó a la madrugada, cuando Peeves el Poltergeist tuvo la brillante idea de lanzar bombas fétidas en la torre de Gryffindor. Harry se había levantado de mala gana, algo mareado por el olor. Tardaron mucho rato en ventilar las habitaciones, y cuando ya se podía respirar con normalidad comenzaba a amanecer. Ya no podían regresar a dormir.

Soñoliento, Harry intentó darse una ducha caliente. Un lamentable accidente en las tuberías del castillo de Hogwarts, más precisamente en la caldera correspondiente a los baños de los niños de Gryffindor, produjo un repentino y escalofriante torrente de agua helada. Al menos ahora Harry estaba bien despierto.

La cosa no mejoró durante el desayuno. Hedwig la lechuza blanca dejó caer sobre Harry un enorme paquete. Tras frotarse la herida, Harry abrió la encomienda y se encontró con un enorme libro titulado "Historias Bobas Para Niños Tontos". Un vistazo a la mesa de Slytherin comprobó que Draco Malfoy era el responsable de la broma.

Empeoró el panorama al iniciar la primera clase. La profesora Sprout había traído una especie muy rara de arbustos espinosos, y el trabajo a realizar consistía en extraer las espinas de las ramas, las cuales segregaban una substancia acuosa que se utilizaba en medicina. Muchos terminaron con heridas en los brazos, pero Harry se llevó el premio: su arbusto decidió abrazarle la mano; posibilidad que Sprout había calificado como "una en un millón". Harry se estaba hartando de ser él mismo uno en un millón.

Y si pensaba que aquello era malo, la clase de Transformación fue peor. El ratón que Harry debía transformar en una horma de queso decidió actuar a defensa propia y lo atacó. Para ese entonces Harry estaba seguro de que estaba pasando el peor día de su vida.

No sospechaba que apenas estaba comenzando.

Para demostrarlo llegó la hora del almuerzo. Con las manos llenas de heridas (resultado de las espinas de los arbustos y el ataque de un ratón histérico) Harry no podía manejar bien los cubiertos. Algunos en su propia mesa se rieron, pero los de Slytherin se carcajearon de lo lindo.

-Ve a ver a Madame Pomfrey -sugirió Ron, camino a la siguiente clase-.

Harry asintió. Se desvió de la ruta y se dirigió a paso raudo a la enfermería. Madame Pomfrey, quien ya tenía todo un libro médico escrito a base de las visitas de Harry Potter, revisó las nuevas heridas. Le recomendó un ungüento de olor horrible que debía llevar puesto todo el día.

Saliendo de la enfermería Harry recordó con pesar que la siguiente clase era de Pociones. Snape le recriminaría por llegar tarde, pero Harry tenía una justificación firmada por la señora Pomfrey. Aguantando una ira en aumento, Harry bajó a las mazmorras y accedió al aula de clases.

-¡Llegas tarde, Potter! ¡Veinte puntos menos para Gryffindor! -bramó Snape antes de que Harry siquiera cerrase la puerta.

-Estaba en la enfermería. Tengo una justificación -dijo él.

Harry metió la mano en el bolsillo de la túnica, y el alma se le cayó a los pies cuando su mano atravesó el agujero en la tela. No estaba la justificación; debía haberse caído en alguno de los pasillos.

-¿Y bien? -preguntó Snape, triunfante.

-Se me ha perdido...

-Esos serán diez puntos menos, por intentar engañar a un profesor. Y serán treinta más si no vas a tu silla... pero ya.

Harry se sentía insultado. Todo aquel día había resultado un total desastre. El ungüento que le recetó Pomfrey despedía un hedor que hacía que todos a su alrededor hiciesen muecas de repulsión y se alejasen de él. Para colmo no podía manipular bien los implementos, porque aquella substancia era resbaladiza. Snape tuvo la oportunidad de sacarle otros veinte puntos a su casa.

A causa del resbaladizo ungüento, Harry debió olvidarse por completo de la práctica de Quidditch. La sola idea de intentar mantenerse en el aire con sus manos en esa situación, no digamos intentar atrapar la Snitch Dorada, le resultaba trágicamente irrisorio. Decidió subir a la sala común de Gryffindor.

Mientras subía las escaleras pensaba en todo aquel desdichado día. ¿Sería una maldición de Mala Suerte? A Malfoy le gustaría aprender algo así. Sólo sabía que estaba furioso, y que el día había sido tan malo que ya no podía ponerse peor.

Estaba muy equivocado.

Ocurrió mientras Harry llegaba al segundo piso. Algo, en algún lugar de Hogwarts, le recordó al propio castillo que era hora de cambiar. Y así se hizo. Las escaleras crujieron y comenzaron a girar, estirarse, unirse con otras secciones. Los pasillos se cerraron con paredes que antes no estaban allí, y algunas paredes se abrieron con puertas y portales que antes tampoco se encontraban en el lugar.

Harry observó sin sorpresa los cambios que se efectuaban a su alrededor, y con una queja reprimida supo que debía buscar la sala común de Gryffindor a cuenta propia. Estaba solo en su desdichado viaje.

Caminó, entonces, a lo largo de los nuevos corredores; subió escaleras, bajó otras, regresó varias veces al mismo punto e intentó nuevas direcciones. No encontró a ningún otro alumno que pudiese ayudarle a encontrar un camino; ni siquiera los fantasmas de Hogwarts se hicieron presentes. En un momento incluso deseó toparse con el Barón.

No supo cuánto tiempo pasó. Su reloj de pulsera permanecía roto desde la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos, y por una u otra razón Harry no había podido reemplazarlo. Creyó que habían pasado horas de caminata, y realmente comenzaba a preocuparse.

Hubo un nuevo crujido. Las paredes giraron, las escaleras cambiaron, el castillo volvía a acomodarse. Harry esperaba que ahora sí encontrase una salida. Nunca antes recordaba que Hogwarts atrapase a un alumno entre sus múltiples corredores.

Pero no hubo suerte. No encontró ninguna salida, y tampoco ningúna otra persona que le ayudase a salir. Y es que hasta esperaba ver a Snape de un momento a otro, pero ni él se molestó en venir. Harry se sintió repentinamente solo... y asustado.

Haciendo de tripas corazón, Harry regresó a la búsqueda. Ahora caminaba por pasillos que nunca antes había visitado. No había puertas, sólo kilómetros de corredor, esquinas y escaleras. Debió detenerse a descansar durante varios minutos en más de una oportunidad.

Avanzó durante otro rato, internándose ahora en la oscuridad. Incocó el hechizo Lumos con su varita, pero la penumbra era tan intensa que apenas podía ver más allá de su nariz. Y entonces algo cambió. Llegó a lo que parecía ser el final del pasillo. Al otro extremo se encontraba una sólida pared de ladrillos. Había una abertura en medio. Una ventana. Y al otro lado de la ventana, alumnos de Hogwarts caminaban de aquí para allá.

Suspiró en alivio. La salida, al fin. Caminó hacia allá e intentó pasar por la ventana.

-¡Ay!

No pudo hacerlo. Golpeó contra algo y cayó de espaldas al suelo oscuro. Cuando se puso de pie vio que los alumnos al otro lado de la pared se habían detenido.

Todos le observaban en sorpresa.

Todos tenían las quijadas caídas.

Esto no podía ser nada bueno.

Harry pretendió ignorar las miradas e intentó salir otra vez. Al tratar de pasar su brazo por la ventana, éste golpeó el aire y no pudo seguir avanzando. Harry comenzó a palpar la salida mientras al otro lado los alumnos no dejaban de murmurar y señalar. Las palmas de Harry, todavía embadurnadas en el ungüento de Pomfrey, detectaban una superficie invisible que impedía a Harry atravesar la abertura.

Hermione y Ron aparecieron al otro lado. Observaron a Harry como estupefactos. Hermione, haciendo espectacular uso de sus nuevos poderes como Prefecta, consiguió dominar a la multitud de curiosos a su alrededor y ordenarle a Ron algo. Ron obedeció y desapareció de escena.

-¡Harry! ¡Harry! ¿Eres tú? -preguntó ella, acercándose a la ventana y mostrando un rostro lleno de preocupación-. ¿Me escuchas, Harry?

-Sí, te escucho. ¿Por qué no puedo pasar? ¿Por qué me miran todos de esa forma?

-¡Como para no mirarte! Harry, ¿cómo te metiste ahí?

-¿Ahí? ¿De qué hablas?

Algo en la mente de Harry comenzó a razonar. Observó los bordes de aquella ventana y descubrió que eran mucho más delgados de lo que una pared debería ser. Y también observó que, del otro lado, dichos bordes eran de madera.

Ron regresó en aquel momento, pero no venía solo. Detrás estaban Albus Dumbledore y otros profesores. Todos ellos se detuvieron ante Harry y le observaron estupefactos. Eso no tranquilizaba al chico.

-¡Atrás, todos! -ordenó Dumbledore, y la muchedumbre obedeció. El Director se aproximó con cautela hasta la ventana, acercando con cuidado su nariz aguileña a la misma.

Bastó una mirada a sus ojos para que Harry comprendiese que era algo muy serio.

-¿Harry? -susurró Dumbledore-. ¿Cómo entraste ahí?

-Lo siento, señor Director... Ni siquiera sé dónde estoy.

Dumbledore suspiró. -Eso pensé, Harry. Esto no es fácil de explicar... de hecho, yo mismo no lo comprendo. El caso es que... tú te encuentras... en la pared.

-¿Eh?

Harry permaneció en silencio, intentando comprender. Si hubiera visto las cosas desde el otro lado, todo tendría sentido. Como Ron, por ejemplo; él sabía lo que estaba viendo, pero no lo creía.

Ron observaba, impotente, hacia la pared. Allí, colgado de un grueso clavo, descansaba un gran cuadro que había permanecido vacío durante los últimos ciento cincuenta años.

Pero ahora no estaba vacío.

Harry Potter miraba desde la pintura.

* * *

Albus Dumbledore, en companía de algunos profesores y seguido de cerca por cientos de alumnos curiosos, subía las escaleras en dirección a la Sala Común de Gryffindor.

Dio la contraseña a la Dama Gorda y el cuadro se hizo a un lado. A la Sala Común entraron Dumbledore, McGonagall y todos los Gryffindors presentes.

Los que ya estaban adentro se sobresaltaron al ver al mismísimo Director en su Sala, y se pusieron de pie respetuosamente. Dumbledore pretendió ignorarles mientras observaba los alrededores. Caminó apresuradamente hasta el tablón de anuncios. A su lado había un viejo escudo de la casa Gryffindor.

McGonagall quitó el escudo. Del gran y oxidado clavo del que pendía el emblema, Dumbledore colgó cuidadosamente un gran cuadro cubierto por una manta.

Quitó la manta.

Los Gryffindors detrás emitieron un sonoro "¡Oooh!" de sorpresa y asombro.

Harry Potter volvía a observar desde la pintura.

-¿Sentiste algo, Harry? -preguntó Dumbledore.

-No. Nada. ¿Por qué?

-Entonces es cierto... Ha entrado a la Dimensión de las Pinturas. He transportado este cuadro desde el quinto piso, pero en tu plano no te has movido ni un milímetro.

-¿Entonces es verdad? -susurró McGonagall-. ¿Existe una entrada en Hogwarts?

-Aparentemente. Y Harry la encontró. ¿Cómo lo hiciste?

Harry se encogió de hombros. -No lo sé, señor Director. Digo la verdad. Sólo intenté regresar a la Sala Común... luego el castillo comenzó a cambiar. Me perdí, y terminé aquí.

-Ya veo... El castillo debió abrir las puertas a la Dimensión de las Pinturas, y tú estabas en el lugar correcto y en la hora correcta para acceder. No fue tu culpa.

-¿Pueden sacarme? -preguntó Harry, sin evitar la nota de pánico.

A su pregunta le siguió un largo silencio, roto apenas por los murmullos de los Gryffindors a espaldas de Dumbledore. Hermione se paseaba de aquí para allá, silenciando y amonestando a los más alborotadores.

-Eso creo -confesó el Director-. Tal vez encuentre algo en los libros de la biblioteca. Las personas de las pinturas no pueden salir al mundo real, pero tú ya eras parte del mundo real antes de entrar a las pinturas. Debe haber una forma.

Suspiró. Luego volvió a hablar.

-Mientras estés ahí, Harry, estarás bien. Podrás moverte con total libertad, de pintura en pintura. Creo que a la Dama Gorda le gustaría una visita -sonrió él-. También podrás hacer presencia en las clases, aunque no para las prácticas. Podrás escuchar toda la teoría. Al fin y al cabo, sigues siendo un alumno. Haré que el señor Filtch coloque cuadros vacíos en las aulas.

Se volvió hacia los curiosos.

-Estimados alumnos y amigos de Harry. Su compañero está en un predicamento, pero no es nada serio. Les pido que lo traten con total normalidad hasta que su situación cambie. Ahora los dejaré. Necesito consultar la biblioteca. ¿Prefecta Granger?

-¡Señor! -Hermione se puso rígida, como un soldado que saluda a su superior.

-Le encargo que cuide que nadie perturbe a Harry. Es su prioridad. Confío en usted.

-Sí, lo haré -sonrió ella.

Dumbledore y McGonagall abandonaron la Sala Común. Harry fue víctima de varias docenas de pares de ojos que se mantenían en su atrapada persona.

-¿Qué tanto miran? -Hermione se interpuso-. ¡Vamos, fuera! ¡Muévanse! ¡No hay nada que ver aquí!

Los curiosos se alejaron. Conocían el temperamento de Hermione lo suficiente como para saber cuándo evitarla. Luego sólo quedaban Ron, Hermione... y Harry.

-¿Estás bien? ¿Te duele algo? -preguntó Ron a la pintura.

-¿Podemos hacer algo por ti? -preguntó Hermione a su vez.

Harry observó tanto a uno como al otro. Tuvo un momento de ira, luego uno de pánico, después un instante de miedo y finalmente un largo rato de incómodo silencio.

-... -dijo al fin-. Quiero estar solo.

Sin poder detenerlo, Harry corrió a un lado del marco y desapareció de la pintura. Ron y Hermione observaron al lienzo vacío, y luego intercambiaron una mirada de preocupación.

-Se te escapó el protegido -fue lo mejor que Ron pudo decir.

-Cállate... -fue lo mejor que Hermione pudo responder.

* * *

Habían pasado dos días desde que Harry pasó a vivir dentro de los cuadros. En un primer momento se lo había visto en varios puntos del castillo, corriendo a través de múltiples pinturas. Una chica de primer año de Hufflepuff aseguraba haber visto a Harry en una vieja pintura de un paisaje montañoso. Dos Ravenclaws de quinto dijeron detectar a Harry en un retrato de una habitación lujosa. Muchos Gryffindors juraban que la Dama Gorda había conversado personalmente con Harry. Algunos Slytherins daban su palabra de honor de ver a Potter en un divertido cuadro en donde él llevaba un tutú rosado, pero nadie creyó esa teoría.

-Estúpido Malfoy, difamando a Harry con lo del tutú rosa.

-¡Miren quién habla! ¿Acaso no te reíste de eso?

Ron le dirigió a Hermione una mirada intensa, pero luego sonrió y continuó caminando por los pasillos.

-No pude evitarlo. Verdad o mentira, la imagen mental fue graciosa.

-¡Deberías tener más respeto! Pobre Harry, perdido en las pinturas.

-¿Yo debería tener más respeto? ¿No has visto a Ginny? Se la pasa observando cuadros, a ver si lo ve pasar.

-Ella está preocupada. No como otros.

-Un momento, no es mi culpa que se haya escapado. ¿Qué querías que hiciera? ¡No puedo meterme en los cuadros para detenerlo!

-¡No es excusa, Ron!

-¡Siempre me estás criticando!

-¡Mis buenas razones tengo!

-¡Que no!

-¡Que sí!

-¡Que no!

-¡Que !

-¡¿Quieren dejar de discutir?! -bramó Harry desde la pared.

Ron y Hermione saltaron del susto. Al calmarse observaron al cuadro más cercano a ellos: un gran retrato de un grupo de alumnos, todos ellos observando con sorpresa a Harry.

-¡Harry, ahí estás! -suspiró Hermione.

-¿Dónde te habías metido? -preguntó Ron.

-Por ahí. Necesitaba pensar.

Sus amigos pudieron notar sus ojeras.

-¿Estás bien? ¿Has comido algo?

-No necesito comer -explicó Harry-. Aquí no se siente hambre. Pero tengo sueño. No pude dormir... Es... Estoy muy nervioso.

-¿Quieres que colguemos un dibujo de una cama? -preguntó Ron.

-¿Cómo dices esas estupideces? -le recriminó Hermione.

-¡Es un pensamiento real! Si Harry puede entrar a los cuadros, entonces tal vez pueda dormir en una cama pintada.

Hermione levantó un acusador dedo índice al aire... pero guardó silencio y consideró la teoría.

-Ahora que lo dices... eso tiene sentido.

-¡Bueno, hasta que por fin me das la razón!

-Vamos a intentarlo. ¿Harry?

-Adelante. Vayan a la Sala Común de Gryffindor. Yo me adelantaré.

Harry terminó de decir aquello y desapareció de la vista. Ron y Hermione intentaron seguirle.

Se encontraron en la Sala Común, más precisamente en la torre, la habitación de Harry. Allí estaban también Dean, Neville y Seamus.

Dean, que era bueno con los dibujos, estaba terminando de graficar una cómoda cama. Terminó su labor y colgó su dibujo a un lado del cuadro que Ron había puesto junto a la cama real de Harry. El propio Harry se encontraba en esa pintura.

-Ya está. ¿Puedes entrar al dibujo? -preguntó Dean.

Observaron a Harry mirar en dirección al dibujo de Dean, pero luego negó con la cabeza.

-No, no veo ninguna entrada.

-¡Claro que no! -se quejó Hermione-. Para poder entrar a una pintura, ésta debería ser mágica. Es la única forma.

-Bien, entonces le pedimos a Colin que le saque una foto al dibujo de la cama. ¿Eso basta? -repuso Ron.

-No, porque entonces Harry podría entrar a la foto, pero el dibujo seguiría siendo eso: un dibujo, y nada más.

Harry levantó la cabeza. Aquellas palabras le trajeron un pensamiento muy serio a la mente.

-Hermione, si no nos vas a ayudar, entonces vete. Nosotros pensaremos en algo.

Hermione se sintió ofendida. -Me pidieron que cuidase a Harry.

-Entonces haz eso y cuídalo. Ve a buscar una pintura que tengo una cama, ¿eh?

-Por supuesto -declaró ella, levantando la nariz al marcharse, dispuesta a demostrar que podía cumplir su deber.

-No te preocupes, Harry -sonrió Ron-; o te encuentra una cama, o no la vemos más en la vida.

Los demás rieron del chiste, pero Harry permaneció en silencio. Desde el interior de su extraña prisión, las palabras de Hermione le dieron mucho en qué pensar.

* * *

-Psss...

Ron gruñó en silencio y se acurrucó entre las sábanas.

-¡Psss!

Ron suspiró y procuró mantenerse dormido.

-¡Ron!

Ron abrió los ojos. Creyó haber escuchado algo.

-¡Ron, despierta!

Se sentó de golpe. Ahora estaba seguro. Hizo a un lado las cortinas de su cama y observó los alrededores. La única luz provenía de la varita de Harry, quien le observaba desde la pintura.

-¿Qué pasa? -musitó entre bostezos, acercándose a tientas a su amigo.

-Ron... Necesito que me hagas un gran favor.

El pecoso pelirrojo abrió bien los ojos. Vio que Harry estaba siendo muy serio. Aquel tono de voz no dejaba lugar a chistes.

-¿Ocurre algo malo?

-No... Nnno... -dudó Harry-.

-Estás nervioso.

-Sí, lo estoy. Tú también lo estarías.

Ron también dudó. luego preguntó:

-¿Qué quieres que haga?

Harry se lo dijo. Lo explico breve y claramente. Ron guardó silencio mientras su amigo le explicaba, entre palabras ahogadas, en qué consistía su plan.

Al terminar las explicaciones, Ron se tomó unos segundos antes de opinar.

-Sí... Entiendo -admitió-. Lo haré.

Harry observó a Ron caminar hasta el pie de la cama de su amigo. Allí abrió el baúl y comenzó a buscar algo en su interior. Minutos después regresó con algo en las manos.

-No, no... Aquí no -le detuvo Harry-. Ponlo... en algún lugar... donde esté a solas. Por favor.

Ron asintió. -Ve a la Sala Común -dijo.

El pelirrojo salió de su habitación en total silencio. Bajó las escaleras hasta llegar a la Sala Común de Gryffindor. Del fuego apenas quedaban brasas calientes. Avanzó en puntillas a lo largo de la pared y se detuvo ante el cuadro que colgara Dumbledore dos días atrás.

Harry ya estaba allí.

-¿Dónde te parece? -preguntó Ron.

Harry trató de ver lo mejor que podía desde su posición. Luego de unos minutos pareció llegar a una decisión.

-Allá. ¿Ves aquel mostrador? Detrás de él no lo encontrará nadie. Estaré a solas.

-Bien.

Ron atravesó la sala otra vez en puntillas. Se aproximaba al mostrador, y fue entonces que se detuvo.

Se volvió.

No había nadie.

Suspiró y continuó su marcha. Había creído que... Pero no.

¿O sí?

Volvió a girar, y debió ahogar un grito.

-¡Me avergüenzas, Ron! ¡Diez puntos menos para Gryffindor, por pasear de no-MMFFHH!!

No era algo que Ron creía posible, pero se atrevió. Tomó a Hermione por la cintura y la forzó a girar, abrazándola por detrás y cubriendo su boca con la otra mano. Ella intentó liberarse, pero entonces le llegó una voz.

-¡Hermione, Basta! ¡Ron me está haciendo un favor!

Hermione guardó silencio mientras contemplaba la imagen de Harry, observando todo desde la pintura. Cuando Ron notó su calma, liberó a la chica de su abrazo.

Ella estaba furiosa.

-No me importa. Lo siento, Harry; a pesar de tu situación actual no tienes derecho de incitar a otros a romper las reglas.

-¿No vas a escuchar al menos los motivos? -se quejó Ron.

-Bien, si eso te hace feliz -ella se cruzó de brazos.

Y Ron explicó todo.

Y Hermione se ruborizó.

-Oh... Yo... No sabía... -balbuceaba. Observó a Harry y no pudo más que compadecerse por él-. Lo siento mucho, Harry. Creo... Creo que puedo hacer una excepción. Pero date prisa, Ron.

-Lo haría más rápido si no estuvieras fisgoneando todos los movimientos de cada centímetro dentro de Hogwarts.

Hermione no se atrevió a replicar. Acompañó a Ron hasta el mostrador. Ron se agachó y metió su mano detrás del mueble, colocando algo contra la pared. Allí escondido nadie lo descubriría.

Terminó el trabajo y caminó hacia Harry. Hermione iba detrás.

-Listo -anunció.

-Gracias. Muchas gracias. Les debo una grande -sonrió él.

-Sí, está bien. Vamos, Ron... Regresemos a las habitaciones. Creo que Harry querrá estar solo.

Ron asintió. Se despidió de Harry y acompañó a Hermione hasta las escaleras. Harry vio a cada quién irse por su lado, y luego su mirada se enfocó en el mostrador.

Suspiró.

Caminó a lo largo de la pared, no dentro de ella, sino por medio de la Dimensión de las Pinturas. Luego de dos días de vagar por ahí sabía manejarse muy bien en el medio que le rodeaba. La oscuridad no era tan absoluta, y las puertas de claridad daban entrada a otras pinturas colgadas en otras paredes de otras habitaciones de otros pisos. Pero ahora se interesaba únicamente en lo que había detrás del mostrador.

Caminó durante unos segundos y encontró la entrada correspondiente. Comenzó a sudar. Sabía lo que había al otro lado de esa entrada; pero no sabía si estaba preparado para enfrentarlo.

Sí. Sí, él estaba preparado.

Avanzó. Atravesó el umbral y penetró en una nueva habitación. Observó a la pareja frente a él.

La pareja le observó.

Harry mantuvo la mirada al frente... a esos ojos... Esos ojos verdes. Una sonrisa nerviosa y placentera se desprendió de sus labios, y enunció palabras que nunca creyó poder decir.

-Hola, mamá... Hola, papá...

Ellos le sonrieron. Harry no lo soportó. Cerró sus ojos, dejó fluir las lágrimas, y corrió hacia ellos. Los abrazó, y ellos le abrazaron.

Sabía que dormiría bien, aquella noche.

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