Aclaraciones: En esta historia se encuentran los personajes de las musas y las de Sunshine. Algunas las cambié de género para facilidades de adaptación. También por ello algunos personajes estarán un poco modificados en actitud. Pero todo tiene una razón de ser. Como el fic será céntrico en una pareja, especificaré algunas cosas para que no se pierdan.
Las edades de las musas van de los 17 a los 19 años.
Las de Sunshine, de los 16 a los 18.
Personajes masculinos: Umi, Eri, Nico, Rin, Kanan, Riko, Hanamaru, Chika y Ruby.
Personajes femeninos: Honoka, Kotori, Nozomi, Maki, Hanayo, Mari, Dia, Yoshiko y You.
Todos los capítulos estarán vinculados con una o varias canciones, que si deciden escucharlas, podrán entender parte del sentir de los personajes principales.
NOTA: Todo lo escrito aquí no va con la intención de ofender. Adoro a los personajes.
CANCIÓN: Superhumanoids – So Strange
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Los personajes de Love Live no son de mi propiedad. Sólo los ocupo para escribir cosas que me dicta mi extraña cabeza.
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Una melodía, un escalofrío
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– So Strange –
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Sin adornos ni ornamentos. Así de simple. Un pequeño espacio alfombrado en el que las pisadas no eran audibles, paredes descascaradas con pintura color crema, sillas desplegables esparcidas, una pequeña mesa con jugo y unas cuantas galletas. Al frente, había un hueco considerable en el que sólo se hallaba un letrero con la palabra Bienvenidos. Al fondo, una de las lámparas fluorescentes parpadeaba.
Escaneó la sala, únicamente estaban presentes dos personas. Dos hombres jóvenes, apenas adultos. Uno tenía el cabello azulado, el otro era rubio. El primero leía un libro y el segundo parecía estar hablando con su compañero. Este último estaba sentado en una silla de ruedas. Se quedó quieto, en la entrada de aquel extraño y triste lugar.
– Me alegra ver que decidiste venir, Nicocchi –alguien le susurró en su oído y sus mejillas ganaron color. O eso creyó, porque seguía pálido–. Vamos, no te quedes afuera.
Posó su mano en su hombro y lo presionó suavemente, dio una vuelta a su alrededor hasta que sus rostros quedaron de frente. O casi, ella era ligeramente más baja que él.
– El que anda leyendo es Umi-kun y el rubio es Ericchi –se hizo a un lado y extendió su brazo a modo de bienvenida–. Siéntate con ellos, son agradables. En un momento regreso.
Y así la vio desaparecer por el pasillo que daba a otras puertas donde, estaba seguro, había otras habitaciones como aquella, igual de tristes, igual de vacías. Suspiró. Nunca se le había facilitado el socializar. Entró y se sentó cerca de aquellas dos personas, una fila atrás. Pudo escuchar la plática unilateral que mantenía el rubio con su compañero.
– Ne, Umi, ¿cuándo dejaras de ser tan apático conmigo? –vio como recargaba su cabeza en el hombro del otro–. No deberías traer libros aquí, se supone venimos a socializar.
El otro chico pareció no haberlo escuchado. ¿Será sordo? Pensó.
– Aparte, creo que tenemos un nuevo compañero –en ese momento, el rubio pasó su cabeza del hombro al respaldo de la silla, lo que le permitió dar un vistazo al pelinegro que se había acercado a ellos. Le sonrió.
El peliazul cerró su libro y girando levemente, lo miró de soslayo. No, no es sordo.
Se escucharon otras voces cerca y pronto los tres vieron entrar a un chico con dos chicas a su lado. Él, un joven de buena complexión, de cabello largo azulado y agarrado en una coleta. Ellas, una rubia con busto prominente y una pelinegra que en cuanto vio al rubio, se separó del brazo de su compañero.
– ¡Kanan-kun es mío! –chilló la rubia.
Una risa nerviosa por parte del chico. La pelinegra se acercó a los otros dos que estaban sentados y saludó con una reverencia.
– Umi-san, E-Eri-san –se sonrojó y salió corriendo para alcanzar a sus amigos que se habían sentado hasta el otro extremo.
– Esa chica se muere por ti, Eri –guardó el libro y le dedicó una mirada severa a su compañero–. Deberías decirle que tienes novia.
– ¿Y ocultar lo nuestro? –volvió a recargar su cabeza en el hombro del peliazul.
Vio como el otro chico se estremeció y se paraba violentamente.
– Me desquicias, Eri –y con ello se encaminaba a otra silla, lejos del rubio.
El llamado Eri suspiró divertido y moviendo las ruedas con sus manos, se posicionó a la par de la fila del pelinegro. Le hizo una seña con la mano, para que se acercara. Y así lo hizo.
– Él me ama, lo sé.
Nico lo miró en silencio, sentado, esperando pacientemente a que Nozomi regresara; y como si la hubiera invocado con el pensamiento, la pelimorada hizo una aparición triunfal con aquella gracia tan intrínseca de su ser. Tras de ella venían otras pocas personas. Algunos saludaban a sus dos compañeros que estaban desde antes con él, pero nadie se acercaba en su totalidad. Otros iban directamente al área de la comida y empezaban con su acometido. Escuchaba mucho parloteo y veía muy poco orden en aquella comunidad.
Su amiga le sonrió desde la distancia. Él le respondió con el mismo gesto. ¿Qué se supone es esto? No lo recordaba, pero Nozomi le había dicho que era algo como un grupo de aceptación y adaptación social. Algo bastante fútil para ella, quien parecía no derrumbarse.
Por aquella puerta seguían entrando personas, tan variadas y distintas físicamente que se sorprendió de lo numeroso que era el grupo. Cuando superaron la docena, escuchó que aplaudían y vio a su amiga de pie en el centro.
– ¡Chicos! –llamó. Empezó a disminuir el barullo– ¡Chicos! –Ahora eran meros susurros.
Esperó un momento para que la gente se calmara y tomara asiento. Así fue como pudo escanear el área, en realidad no eran muchos, pero más de 15 sí que eran.
– Hoy es un día especial –continuó la pelimorada, caminó por el espacio sobrante–. Como se habrán dado cuenta, hoy tenemos un nuevo integrante.
¿Nuevo integrante? Pensó el pelinegro. Realmente no conocía a nadie, así que no podría asegurar a quien se refería Nozomi. Sin embargo, notó que varios ojos estaban sobre él. Tragó saliva.
– Y como es costumbre, tenemos que presentarnos para que se sienta con la confianza de hablar con nosotros –se detuvo, miró a diestra y siniestra– Y bien, mis pequeños alelís, ¿quién quiere comenzar?
– ¡¿Por qué no lo haces tú?! –se escuchó un grito proveniente del fondo. Después varios susurros de asentimiento.
– Bien, me parece buena idea, considerando que el nuevo integrante es mi amigo –carraspeó, recuperó la compostura y volvió a sonreír–. Bueno, ya todos saben que soy Nozomi y que soy, junto con Ericchi –señaló al rubio–, la que inició con este pequeño grupo.
El pelinegro volvió su rostro a su compañero, él miraba sonriente a la pelimorada. Y regresó su vista a Nozomi, quien seguía hablando. Aún no comprendía de qué se trataba todo aquello.
– Y pues –soltó una dulce risa, lo que causó un efecto tranquilizador en todos–, tengo un problema con los pechos.
Nico abrió los ojos, no porque fuera ajeno a la situación –muchas veces fue testigo de ello, con las amigas que compartían desde la secundaria, o para su mala suerte, con las pocas novias que él llegó a tener–, sino por la manera tan abierta en que lo admitía. ¿Qué si Nozomi era lesbiana? No, claro que no. Sólo le gustaba acosar sexualmente a sus compañeras. Nada más.
– Yo soy Mari –de repente se levantó la rubia que había llegado con el peliazul y la chica que parecía morirse por Eri– y también me encantan los pechos, las bromas de mal gusto y la adrenalina de casi morir al manejar, ¡Shiny!
Se sentó con gracia y todos aplaudieron. Nico se le quedó mirando extrañado, empezaba a creer que aquello era un mal sueño. De repente se levantó otra persona, alguien del fondo. Un hombre pelinaranja, con rasgos felinos.
– Me llamo Rin y tengo… –de repente levantó el rostro y miró severamente a la luz que parpadeaba, cerca de la lámpara volaba una mosca– ¡Ya lo veras, nya!
Se abalanzó al insecto volador, atrapándolo, para sorpresa del pelinegro, con sus manos. Después, para su disgusto, se la llevó a la boca.
– Todos somos conscientes de que Rin-kun tiene déficit de atención e hiperactividad –un asentimiento colectivo–. ¿Alguien más?, debemos pasar todos, chicos.
Con sus ojos rubís vio a un chico castaño levantarse, se veía más joven que el resto y con una voz fuerte y clara, pero con un acento extraño, comentó ser un comedor compulsivo y tenerle miedo al progreso tecnológico. Nico se ladeó un poco para quedar cerca del oído del rubio que estaba sentado a su lado en la silla de ruedas.
– Oye –lo primero que salió de sus labios desde que había llegado ahí.
– Oigo –se acercó a él, ladeando su cuerpo para quedar considerablemente cerca y poder escuchar con claridad.
– ¿Qué diantres es este lugar? –susurró mientras escuchaba como el peliazul, Umi Sonoda, se presentaba y admitía tener problemas para controlar su ira.
– Es un grupo de aceptación y adaptación –susurró igualmente, mientras eran testigos de cómo otro chico se presentaba y decía tener un gusto desmedido por las mandarinas.
– ¿Todos tienen algo? –Carraspeó, intentando no ser ofensivo–. Ya sabes, ¿un problema mental o fetiche?
– No –se giró, sus rostros quedaron demasiado cerca para gusto del pelinegro, el cual retrocedió–. Algunos tienen cosas realmente serias, somos una familia.
Se quedó callado, observándolo, mientras una chica castaña, con anteojos, se presentaba como Hanayo y admitía haber sufrido acoso y ser comedora compulsiva. El rubio volvió a sonreírle.
– Yo soy Yohane.
– ¡Eres Yoshiko!
– ¡Que es Yohane! –La chica se alteró y dio un fuerte pisotón mientras se tensaba– Mis pequeños demonios saben que soy Yohane, el ángel caído. Y sólo Yoshiko piensa que tengo trastorno de identidad disociativo.
Volvían a aplaudir, la chica vestida totalmente de negro y con una pluma en la cabeza, hizo una postura extraña y con una sonrisa de autosuficiencia regresó a su asiento.
– Lo curioso es –escuchó a Eri hablar y se acercó a él– que Yohane y Yoshiko son la misma persona.
– ¿Tú qué tienes? –preguntó, volviendo la vista al frente para escuchar la presentación de la chica amante del pan.
– Nada –le dijo con total seriedad, pero mirando a Nozomi, agregó–. Según ella, soy un bailarín frustrado.
Nico sintió pesado el cuerpo, observó la silla de ruedas y luego a su amiga. Eso era demasiado, incluso para ella. Miró al rubio a los ojos, con una mezcla de culpabilidad y melancolía.
– A esto no le hagas mucho caso –dio unas palmaditas a los bordes de la silla–, es cómoda.
Hubo un momento de silencio en donde escuchó a un tal Kanan confesar no ser capaz de ser monógamo y a otra chica ser una niega todo.
– Ericchi, levanta tu lindo trasero y ven aquí –habló Nozomi.
El rubio sonrió derrotado, mirando a Nico, que empezaba a fruncir el ceño. Se encogió de hombros y haciendo uso de sus dos manos, se puso de pie y caminó hasta donde se encontraba la pelimorada.
– ¡Pero qué carajos! –profirió el pelinegro, mirando al rubio y luego a la silla en varias ocasiones.
– ¡It's a Joke!
– No te sientas mal, amigo –el chico de las mandarinas se había acercado a él y le había dado unas palmaditas en el hombro–. Es la broma que usan Eri-san y Nozomi-san para aligerar el ambiente.
Él se quedó ahí, quieto, azorado por la extraña mezcla de personalidades que parecían divertirse en aquel triste y mediocre lugar. No podía concebir la idea de que en tan poco tiempo, Nozomi hubiera hecho una vida totalmente distinta a la que disfrutaban cuando iban a la preparatoria. Desde que aquello sucedió, sus caminos se habían visto irremediablemente separados.
Suspiró, mientras los demás seguían presentándose. Ahora estaba un pelirrojo hablando de su miedo a los perros; algo bastante ridículo a diferencia de todos los demás casos que había escuchado. Una peligris, demasiado celosa, amante de la natación y de la sensación de asfixia. Y un chico, uno que se veía demasiado joven, hablando de su inseguridad y sus delirios de paranoia.
¿Qué más falta?
Eri seguía enfrente, a lado de la pelimorada. La chica pelinegra, que ahora sabía se llamaba Dia, miraba reconcentrada la escena y a cada movimiento que insinuara más cercanía, sus cejas se juntaban otro poco.
– Kotori-chan, mi pequeña flor de alelí –Nozomi miró directamente a la chica que se había sentado cerca de Umi–. Ven aquí con papá y mamá. Onegai.
La chica se levantó nerviosamente. Nico observó cómo Eri regresaba a su lado y le dedicaba la más amplia sonrisa que le habían regalado ese día. Sí que tienen un sentido del humor muy malo, pensó para sí.
– ¿De verdad tengo que hacerlo, Nozomi-chan? –preguntó la peligris.
– Todos lo han hecho –la tomó de los hombros y le dio unas palmaditas a modo de consuelo.
– Yo soy Kotori Minami y… –volvió el rostro a la pelimorada, quien le sonrió– me gusta la ropa –un ligero codazo por parte de la mayor–. Eh… me gusta la ropa en los hombres –otro codazo más efusivo– M-me gusta vestir hombres… con ropa llamativa.
Todos volvieron a aplaudir. Nico miró a la peligris y alzó una ceja. No le veía nada de raro a su argumento. No hasta que Eri se acercó a su oído y le confesó en voz muy baja: le gusta vestir hombres con ropa de mujer, hasta hacerlos irreconocibles. Entonces su boca se abrió y sólo sacó un suave "oh" de ella.
Las presentaciones habían acabado, sólo faltaba él. Y por alguna razón, le aterraba ser bastante ordinario.
– ¿Entonces que tienes tú? –insistió.
– ¿Yo? –Preguntó el rubio, volvió su vista al frente, viendo a Nozomi y luego girando el rostro, vislumbró a su amigo peliazul– Soy ruso y soy bisexual.
Oh.
– Nicocchi, ven aquí adelante conmigo.
Todos los presentes posaron sus ojos en el pelinegro. Se puso de pie con lentitud y caminó laxo hasta donde se encontraba la pelimorada. Él podía escuchar los susurros y murmullos, pero seguramente el cabello lacio, el aspecto desaliñado, la sudadera rosa y el pantalón de mezclilla negra, no daban mucho de qué hablar.
– ¿Puedes presentarte? –le preguntó su amiga, con una de esas sonrisas que siempre le obligaban a decir que sí.
– Mi nombre es Nico Yazawa –hubo un extraño murmullo de reconocimiento, observó cómo se miraban unos a otros–. Soy amigo de la infancia de Nozomi y… pues… me gustan los dulces.
Una risa tímida por parte de algunos, pudo escuchar que en algún punto le llamaron el famoso Nicocchi. Seguramente Nozomi había hablado de él en algún momento. Su amiga empezó a reírse y lo abrazó por la espalda.
– Bueno, debido al proceso de pérdida que vive Nicocchi en este momento, cambiaremos un poco la temática de la actividad de hoy y formaremos parejas –algunos chillidos de alegría, otros de inconformidad–. Pero los haremos al azar. Iré llamando a unos cuantos para que escojan un papelito.
El pelinegro volvió a sentarse en su lugar. Aquel rubio seguía en la silla de ruedas, muy alegre y cómodo, jugando a ir y venir suavemente. Parecía un niño pequeño, un infante siendo asaltado por dos miradas duras y frías, un peliazul al fondo y la pelinegra del otro extremo, a quien llamaron para recoger su papelito. La misma chica a quien vio acercarse con un sonrojo adornando sus mejillas. De cerca delimitó sus rasgos, la fina cara, aquel lunar y los ojos verdes. Era linda.
– E-Eri-san, me tocó estar con usted –le mostró el papel y el rubio le sonrió.
– No me hables de usted, Dia –se puso de pie, se despidió de Nico con un movimiento de su mano y se alejaron de ahí.
El pelinegro siguió sentado, observando en silencio todos aquellos nuevos rostros, las expresiones de disgusto, alegría o neutralidad, dependiendo la persona que le tocara. Abrazos, besos, reverencias. Era un vaivén entre lo formal e informal, entre lo ordinario y extraordinario. Vio a Nozomi acercarse a él con una divina sonrisa.
– Nicocchi, toma un papel.
– Pero sólo quedamos tú y yo.
– Faltan dos personas aparte de nosotros.
La miró directo a sus esmeraldas brillantes y alegres. Vio la bolsa de plástico con dos papelitos en su interior, metió la mano y sacó uno. Lo desdobló y leyó: Maki. No recordaba que alguien llamado Maki se presentara. Su amiga sonrió al leer su correspondiente papelito y con la mirada le pidió que esperara mientras iba a avisarle a su pareja que aguardara un momento. Escuchó el grito de ambas mujeres, la rubia y la pelimorada, Mari y Nozomi. Y ella regresó sobre sus pasos y sin palabra de por medio le pidió que la acompañara.
Salieron de la sala y anduvieron por el largo pasillo de paredes con papel amarillento y macilento, adornado con puertas de madera húmeda. El suelo era de concreto y retumbaban sus pasos, los de ella.
– Nozomi –le llamó–. ¿Qué es Eri de ti?
Ella se detuvo, pero no volvió el rostro, ni tampoco se giró. Así mismo, Nico se detuvo y no se movió. No tenía la intención de encararla.
– ¿Por qué?
– Parece que no le caes bien a Dia –comentó.
– Por supuesto que no –reanudó la marcha, soltó una pequeña risa–. ¿A quién le agrada la pareja de la persona que te gusta?
Nico lo hubiera jurado, y seguiría firme ante su declaración: Nozomi se había sonrojado.
Le siguió desde atrás, en silencio. Algunas personas pasaban por el estrecho pasillo y tenían que hacerse a un lado para que pudieran pasar ambos. La gente se veía triste, pero esperanzada. Algo bastante común. Algo real.
– Seguramente Maki está afuera. A veces no entra, pero siempre viene –comentó de repente–. Cuando puede.
Estaban por llegar al exterior cuando se detuvo, se dio la vuelta y se acercó a él. Le tomó la cabeza con ambas manos y pegó su frente a la suya. Y mirándolo a los ojos le dijo:
– Quiero que seas cuidadoso con ella, ¿vale? –lo miró sin parpadear, hasta que el chico asintió levemente con la cabeza–. Sé que eres terco, pero ella es… especial. Sólo sé paciente. Espérame aquí.
La vio salir. Movido por alguna extraña sensación en el pecho, se acercó para ser capaz de oír o descubrir algo. Y en silencio, con su calmo respirar de único ruido, se quedó pegado a aquellas desoladas paredes, a la espera de un hallazgo.
– ¡Maki-chan, sabía que estarías aquí!
Escuchó algo parecido a un gruñido.
– Venga, está empezando la actividad. Te tocó estar con alguien especial.
– ¿Riko?
– Sé que te llevas bien con él –empezó a reírse–. Pero esta vez no es él.
– Entonces estoy bien aquí afuera.
– Es Nicocchi, ¿recuerdas que te he hablado de él?
– Sí. Poco me importa.
– Vamos Maki-chan, hazlo por mí.
Un instante oscuro en su imaginación, un largo suspiro lleno de pesadumbre.
Sin darse cuenta, la pelimorada entró y lo descubrió pegado a la pared, como intentando adherirse y desaparecer con ella. Después vio a la otra chica, una pelirroja de ojos violetas, una mirada demasiado fría y un semblante indiferente. El cabello ligeramente alborotado, una sudadera holgada color rojo, una camiseta negra que dejaba al descubierto el tirante de su sostén, un pantalón con dobladillo hasta las espinillas y unos tenis desgastados. Ella olía a cigarro.
– ¿Tú qué miras?
– Maki–chan, él es Nicocchi. Nicocchi, ella es Maki-chan –les sonrió a ambos, les señaló la sala y empezó a caminar sin esperar a que ambos la siguiesen.
En silencio reanudaron el camino. Nico era demasiado consciente de lo que pasaba a su alrededor, manía de observador taciturno. Al entrar a la habitación, notó como están dispuestas las parejas. Pudo ver a Umi decirle a Kanan que no le agradaba. A Eri riendo nerviosamente, invitando a Dia a hablar. A Nozomi susurrarle algo a Mari en el oído. A Yohane –quizá Yoshiko– hablar de un trabajo en la internet con un pelirrojo que se veía bastante elegante. Aquel chico miró a Maki y le sonrió. Ella le devolvió el gesto, de manera casi imperceptible.
¿Será su hermano? ¿Algún primo?
La observó de reojo y ella desvió su rostro para no evidenciar su sonrojo.
Se sentaron en un par de sillas lo bastante lejos de los demás. Maki mirando el ir y venir de la gente, el cómo las parejas se habían dispersado, la manera en la que las botanas y el jugo se terminaban. Él sólo miraba a Nozomi, la forma en que sus labios se curveaban para hacer una sonrisa, el cómo sus ojos se cerraban para completar el gesto. Escuchó una risa a su lado, por un momento había olvidado que estaba acompañado.
– Ella es maravillosa, ¿no?
Volteó a verla ligeramente avergonzado.
– Eso creo –contestó en un murmullo.
– ¿Y tú qué?
– ¿Ah?
– ¿Por qué estás aquí?
– Aún no lo sé –regresó a ver a la pelimorada. Y por alguna razón dirigió su vista a Eri, quien le observaba y con un movimiento de su mano le invitaba a continuar hablando.
– Ahora entiendo porque Nozomi me dijo que te tratara despacito y con pincitas –sonrió socarronamente–. Me ha dicho que era tu única amiga en la secundaria.
Se giró para verla, alzó una ceja y endureció la mirada. Sin embargo, permaneció callado.
– No eres muy bueno socializando –se burló con descaro.
– Pues dudo mucho que tú goces de buena fama en ello –le espetó con un tono neutral.
Ella se giró. Ahora estaban de frente, viéndose el uno al otro. El firme, a la defensiva. Ella dispuesta a morder en cualquier momento.
– Puedo jugar, ¿sabes? –Entrecerró los ojos–, claro que puedo jugar.
– En esta vida no basta jugar –se cruzó de brazos y se relamió los labios. La miró de arriba a abajo–. Hay que hacer algo de provecho.
– Cuando menos estudio.
– Yo también –sonrió–. Y trabajo.
– Es una pena –la ironía se le escurría por los labios–. Al menos no tienes que hacer de chacha.
– Me cuido solo –se encogió de hombros.
– Igual yo –cruzó las piernas–. Y de mi padre.
– Eso no es nada –alejó los argumentos de la chica con la mano–. Yo he criado a 3 personitas.
– Serás precoz.
– Son mis hermanos, pervertida.
– Pues he cuidado de mi padre y he mantenido la casa, aun teniendo un brazo fracturado.
– ¡Por favor! –empezó a reírse.
Fuera del contexto, los demás, si llegaban a dar un vistazo a la escena, pensaban que la plática entre ellos realmente fluía bien.
– No puedes negarlo, ¡te gano siendo miserable! –se levantó la chica.
– No niña, tú no sabes lo que es la agonía –Nico igual se levantó. Se agachó ligeramente para quedar de frente a ella y poder picarle el hombro a modo de reproche.
– A ti no te ha abandonado tu madre, para dejarte con un imbécil que se hace llamar tu padre.
– Mi madre murió.
Silencio. Nico permaneció serio, sin mostrar dolor o algún tipo de sentimiento. Maki lo miraba impasible. Ella suspiró después de un momento incómodo.
– Vale, vale. Podríamos decir que es un empate.
– Ugh, más terca no puedes ser –puso los ojos en blanco a modo de exasperación–. En fin, ¿qué escuchas? –dijo señalando sus propios oídos. Sí, había notado que se los había puesto mientras él observaba a Nozomi.
– Música.
– Vaya genio.
– Pude haber dicho la radio, la hora continua, un audio libro o gemidos. ¿Qué sé yo?
– ¿Quién escucha gemidos en su celular?
– Es un reproductor mp3 –sacó de la bolsa de su sudadera un pequeño aparatito rojo.
– Ahora tiene sentido.
– ¿Verdad?
– ¡No, claro que no!
Ambos empezaron a reírse. Volvieron a sentarse, con la vista hacia los demás.
– Dime algo que valga la pena para compartir mi música contigo –le pidió en voz baja.
– ¿Algo como qué?
– No lo sé. Inténtalo.
– Me gustan los dulces.
– Ya, y a mí los tomates –lo miró de soslayo y negó con la cabeza.
– Ahm… –se llevó una mano a la barbilla–. Me gusta el color rosa.
– Se nota, sabio –se rió y volvió a negar.
– ¿Qué tan personal es esto?
– Muy personal.
– Entonces… –Nico miró al techo, era blanco y tenía algunos bordes amarillentos debido a la humedad–. Desde que iba a la secundaria, hasta finales de la preparatoria, tuve un sueño en el que estuve completamente enfocado. Ser un Idol.
Maki giró lentamente su cuerpo hasta quedar con el torso encarando al chico. Levantó una ceja, cuestionándole su reciente confesión. Nico sólo asintió nerviosamente. La pelirroja soltó un sonido que parecía ser una risa ahogada. Un simple segundo, un único respingo. Se quitó su audífono izquierdo y lo posicionó en el oído izquierdo de él.
Escuchó atentamente, primero las percusiones y algo que parecían ser unas maracas. Una dulce voz femenina, más instrumentos. Todo guiado por un ritmo agridulce, una letra melancólica y una triste armonía.
You make me hate
This whole town
When it isn't it is
La aparición de aquella voz masculina, que era la de su actual sentimiento.
Please come back to me
So alone out here
Y todo regresaba a ella. Y a la triste realidad que no es con ellos.
A modo de venganza, se quedaron en silencio, con la música invadiéndoles los oídos, viendo a los demás interactuar.
Y ellos lo sabían. Claro que lo hacían.
Aquello era un pacto.
…
…
N/A:
Hola a todos :3
Sólo quiero aclarar que no hago esto con la intención de ofender. Podría decirse que tengo un sentido del humor medio raro.
Esta idea surgió de una que se unió a otra, y necesitaba sacarla de mi cabeza. Pensaba hacerlo one-shot, pero me di cuenta que iba a quedar monstruosamente largo. Por eso lo dividiré. Contemplo, máximo, unos 6 capítulos.
Sé que pinta raro ahora, pero supongo que será de los fics más dulces que escriba xD en algún punto jajajajaja
Y por si tienen dudas, quizá algunos ya lo sepan, pero soy EliUmi shipper. PERO, esta historia NO lo es. Es NicoMaki con tintes NozoEli y las parejas básicas.
Sin más me despido de ustedes. Y espero les haya gustado, o no desagradado cuando menos XD jajajaja
Dejen sus comentarios, críticas, sugerencias, maldiciones, apoyo moral, lo que gusten.
¡Hasta la próxima!
