Bishamonten, honorable miembro de los 7 Dioses de La Fortuna, se encontraba patrullando como de costumbre. A lo lejos vio a la joven sacerdotisa que le facilitaba el trabajo por esos días, sonrió ante la visión de la rubia regañando a su prometido, llevaba un papel en las manos así que probablemente se trataba de sus calificaciones.

―Veena, hay uno cerca del hospital, parece ser de los grandes.

El comentario de Kazuma la hizo enfocarse en la dirección que le indicaba y dirigirse allí a toda velocidad.

―¿Un león? ―preguntó Yoh mirando el cielo incrédulo.

―Es Bishamonten ―respondió Anna, mirando fugazmente el sitio donde apuntaba su prometido y luego volviendo a concentrarse en él―. ¡No cambies el tema!

Yoh se rascó la nuca mientras le sonreía nervioso. No era el primero de la clase, sin embargo, habitualmente se mantenía en una posición decente, pero este trimestre definitivamente había sido lo que se llama un vago y Anna tenía toda la razón en estar molesta.

―Lo siento, Anna. Te prometo que lo haré excelente como nunca en los exámenes recuperativos ―dijo con una sonrisa confiada.

Anna lo miró de brazos cruzados, con cara de que no creía palabra. Los amigos siempre se dejaban caer en vacaciones e Yoh no se concentraba para nada cuando ellos estaban cerca. La rubia se masajeó la sien y suspiró cansada, tendría que solicitar la ayuda de Tao, Pirika y Manta para mantener a Horo y Ryu entretenidos fuera de la casa y a Yoh concentrado en los estudios.

―¿Te das cuenta de los problemas que me provocas? ―le preguntó molesta―. ¡Ahora tendré que planificar tus sesiones de estudio además del entrenamiento!

Yoh la miró perplejo unos segundos y luego se largó a reír, bajo la mirada ahora más fastidiada de Anna. Cuando se calmó le dedicó una sonrisa cálida.

―Definitivamente no sé dónde estaría sin ti.

La rubia le dio vuelta la cara para disimular su sonrojo, mientras aceleraba el paso en dirección al hospital. Ya se les estaba haciendo tarde para visitar a Manta, a quién habían operado de apendicitis hace dos días.

Yoh la siguió riendo en silencio, llevaban tanto tiempo juntos y aún se avergonzaba cuando él le hacía comentarios de ese tipo, pero eso era parte del encanto de Anna. Esa timidez insospechada que se encontraba bajo esa imagen de chica ruda. Aceleró el paso hasta llegar junto a ella y la tomó de la mano, ella no protestó, pero desvió la mirada con las mejillas ligeramente encendidas, todavía no se acostumbraba a ese tipo de contacto de forma espontánea.

Ambos se detuvieron en seco al percibir la gran cantidad de energía negativa que se acumulaba en su destino. Ninguno tuvo que decir palabra, comenzaron a correr en ese instante, Manta estaba allí y tenían que asegurarse de que estuviera bien.

Yoh notó que el león que había visto antes se encontraba luchando contra el gran ayakashi negro de 5 metros de largo que había en el lugar, montada sobre el león se encontraba una mujer rubia con una armadura medieval, supuso que esa debía ser la diosa Bishamon a quién Anna estaba sirviendo a causa de la gran cantidad de demonios y energía negativa que se estaban concentrando en Tokio. La mujer atacaba fieramente con una gran espada, sus movimientos le dejaban en claro la diferencia entre un simple shaman como él y una diosa de la guerra como ella.

Anna lo detuvo antes de acercarse más a lugar de la pelea.

―Si nos acercamos le vamos a estorbar, ella puede acabar con eso sin problemas, Manta va a estar bien.

Tal como Anna le había señalado, la diosa dio un salto espectacular y clavó la espada justo en el centro de la cabeza de la bestia, el ayakashi desapareció dejando un destello color plata en el lugar. Bhishamon aterrizó, miró a la pareja y les sonrió haciendo un gesto de saludo con la cabeza para luego montar a Kuraha y retirarse del lugar.

Ambos respondieron al saludo de la misma forma y entraron al hospital, esperando que Manta no hubiera estado mirando por la ventana porque, con lo nervioso que era, ver a un monstruo así definitivamente pudo provocarle un ataque…

―¿Dónde vamos ahora Kazuma?

Veo uno delante de nosotros. No parece ser demasiado, debería bastar con un disparo ―respondió diligentemente su guía.

―Bien, después de esto terminaremos con el sector sur y regresaremos a casa. Creo que ya fue suficiente por hoy.

Se dirigieron al lugar señalado por Kazuma, derribaron con facilidad al ayakashi y continuaron con el último trayecto de su ronda. No iban demasiado lejos cuando su shinki guía dio la voz de alerta.

―¡Veena! ―la alertó Kazuma―. Tenemos que volver, apareció otro de gran tamaño en el hospital.

―¡¿Dos iguales en el mismo lugar?! ―preguntó alarmado Kuraha.

―¡No hay tiempo de pensar! ¡Vamos! ―ordenó Bishamon. Kuraha obedeció y dio la vuelta, corrió a toda velocidad hasta llegar al hospital. Pero al llegar no había nada, todos los shinkis miraron perplejos a Kazuma, él nunca se equivocaba, él mismo se deshacía en disculpas con su diosa, hubiera jurado que lo vio. Bishamon solo rio ligeramente, ella sabía perfectamente lo que había pasado―. Kura, Aki, Kinu, Ai, Kazu, adelántense. Yo tengo que hablar con alguien.

―¡Pero Veena! ¡No deberías―!

―Kazuma, es una orden.

Sus shinkis se sobresaltaron ligeramente, era poco común que ella recurriera a su autoridad de esa forma. Su guía simplemente asintió y se marchó junto con los demás.

―Todavía no comprendo por qué sus shinkis no deben ver a las sacerdotisas que sirven de apoyo ―comentó Anna recostada contra la pared.

―Hay cosas que los shinki no deben recordar y tener contacto con humanos que pueden verlos podría evocar sus recuerdos, eso sería nefasto para ellos porque morirían para siempre ―respondió amablemente la diosa―. Supongo que debo agradecerte, nunca había tenido un apoyo tan eficiente.

―No era la gran cosa ―Anna se encogió de hombros―. Era bastante débil y un amigo está hospitalizado aquí, no podía quedarme de brazos cruzados esperando por ayuda.

―Ya veo ―Bishamon le sonrió y sacó un sobre de su bolsillo―. Has trabajado duro, sé que las sacerdotisas no reciben paga, pero sería de mala educación rechazar el obsequio de una diosa.

Anna se acercó y recibió el sobre con curiosidad. Era un sello, pero nunca había visto uno de ese tipo.

―Servirá si alguna vez llega a aparecer uno que no puedas manejar ―continuó Bishamon―. Tiene parte de mi poder, protegerá a cualquiera que lo use.

―Se lo agradezco mucho ―dijo Anna haciendo una reverencia respetuosa.

―Al parecer la ola de ayakashis llegó a su fin, así que este habrá sido tu último trabajo conmigo, solo hazme el favor de no apartarte del mundo espiritual ―Le sonrió ampliamente y puso una mano sobre su cabeza―. Estoy segura de que cuando crezcas serás muy hábil y podría recibir tu ayuda de nuevo.

―Como usted desee Bishamon-sama ―respondió Anna aún con lo cabeza gacha. Para cuando levantó la vista, la diosa ya se había marchado.

En el camino de regreso se adelantó para pasar al templo, aunque fuera un regalo, lo correcto era orarle a la diosa que se lo había dado a modo de agradecimiento. Para cuando terminó sus oraciones Yoh la esperaba en la entrada, continuaron su camino en un agradable silencio hasta que llegaron al cementerio que había de camino a casa.

Ambos percibieron una gran cantidad de energía negativa acumulándose en el lugar así que decidieron investigar. Grande fue su sorpresa al ver una criatura idéntica a la que había enfrentado la diosa Bishamon esa misma tarde, era de menores proporciones que aquella, pero crecía a un ritmo acelerado a medida que absorbía a las almas que se encontraban en el cementerio.

―¡Amidamaru! ―Yoh llamó a su espíritu guardián e hizo su posesión de objetos en la espada sagrada que siempre llevaba consigo, iba a atacar cuando Anna lo detuvo amarrándolo con su rosario.

―Yoh, no puedes vencerlo con una posesión de objetos, absorberá a Amidamaru.

―¿Entonces qué? ―preguntó deshaciendo su posesión a la vez que Anna lo liberaba.

―No es demasiado grande aún, puedo detenerlo si lo distraes ―le indicó Anna mientras hacía aparecer a Zenki y Kouki―. Haz una fusión de almas con Amidamaru y llama su atención, estos dos te ayudarán también. Yo lo sellaré, procura que no te toque.

Yoh asintió y obedeció mientras ella se preparaba para eliminar a la bestia en frente de ellos. La criatura se distrajo con la presencia de los guardianes de Anna y dejó de consumir almas para tratar de absorberlos. Movió sus grandes garras, tratando de atraparlos, pero se movían con rapidez, fue entonces que se percató de la presencia del castaño y una gran sonrisa retorcida se dibujó en su deforme rostro.

Comenzó a perseguir al shaman, que esquivaba ágilmente gracias a su espíritu guardián, pero la velocidad del chico no era suficiente, el ayakashi se hacía más veloz cada segundo haciendo que la tarea de esquivar fuera cada vez más difícil. Yoh tropezó y quedó a merced de aquel monstruo, quien abrió sus fauces para tragarlo, el joven cerró los ojos pensando que había llegado el final, pero nada pasó. Abrió los ojos y observó a Anna, mantenía una mano extendida en su dirección, sus ojos brillaban y había un aura blanquecina a su alrededor, Yoh soltó el aire que mantenía contenido al caer en la cuenta de que su prometida había terminado justo a tiempo. La bestia seguía allí, con las fauces abiertas frente a él, pero no se movía y comenzaba a brillar. El joven iba a levantarse, confiado en que el peligro había pasado cuando el monstruo rompió el conjuro de la sacerdotisa y se abalanzó sobre él.

―¡YOH! ―Anna corrió de inmediato hasta él, lo tomó del brazo tratando de evitar inútilmente que aquel monstruo lo tragara. En vez de eso los atrapó a ambos en su interior, pero ella no lo soltó, de ninguna manera iba a dejarlo ir. Comenzó a sentir que su piel quemaba, abrió los ojos con dificultad y vio la expresión de dolor que tenía Yoh en ese momento… su cuerpo comenzaba a cubrirse con todas esas almas impuras…

«Perdóname… No pude…», pensó Anna sabiendo que ambos habían llegado a su fin, se había confiado demasiado en sus poderes y no midió la verdadera fuerza de aquel monstruo. Sabía que podría destruirlo desde dentro si liberaba todo su poder espiritual de golpe, pero eso los mataría también a ellos dos… «Tiene parte de mi poder, protegerá a cualquiera que lo use», las palabras de la diosa de la guerra llegaron a su mente en ese momento… Quizás ella no podría salvarse, pero si Yoh vivía…

Anna encendió su poder y se las arregló para apegarse a él, puso el regalo de la diosa en su pecho. Él la observó confundido y asustado, de seguro adivinaba lo que estaba pensando. Ella le sonrió, tomó su rostro y lo besó por última vez.

―Ten una buena vida por mi ―susurró sin despegar sus labios.

―Espera… An―No pudo terminar de hablar, lo siguiente que vio fue un destello de luz blanca y luego se encontraba en el centro del cementerio… solo…―¿Anna? ―Se levantó desesperado, esperando que ella no hubiera hecho lo que creía que había hecho―. ¿Anna? Por favor, Anna, tienes que estar bromeando ―Se tomó la cabeza y miró alrededor, una mueca de dolor y angustia se dibujó en su rostro―. ¡¿Anna?! ¡No me hagas esto! ¡ANNA! ―Comenzó a correr, probablemente el impacto la había lanzado a algún otro lugar en el cementerio―. ¡POR FAVOR ANNA! ¡¿DÓNDE ESTÁS?! ―Tropezó con un bulto, pero no se levantó. Estaba aterrado de que sus ojos vieran lo que no quería creer. Comenzó a sollozar en silencio, eso no podía ser verdad… Hace un par de horas ella lo regañaba por sus calificaciones y ahora… Tomó una bocanada de aire para darse valor, se levantó con los ojos cerrados, tomó otra bocanada para abrirlos y se derrumbó con la visión que había a sus pies.

La tomó entre sus brazos y la aferró a su pecho, acaricio su cabello y besó su frente ahora fría mientras sollozaba en silencio. Poco a poco su llanto se volvió desesperado, un llanto desgarrador y doloroso, gritaba su nombre sin poder calmarse, esto no podía estar pasando, no cuando no había que pudiera revivirla en Japón, incluso el espíritu de Fausto ya había buscado el descanso eterno junto a Eliza… Anna no podía irse, no podía dejarlo solo, se suponía que iban a estar juntos para siempre, no podía dejarlo ahora cuando apenas tenían 16 y les quedaba toda una vida por delante, no podía marcharse ahora, la necesitaba…

―No me dejes… ―murmuró en medio del llanto.

―Chico… ¿estás bien?

Yoh no escuchó al hombre que le preguntaba, tampoco quiso soltarla cuando un oficial de policía se acercó a él y trató de apartarlo de la chica para saber que ocurrió, ni cuando Ryu llegó al lugar y trató de calmarlo. Lo único que le importaba era su prometida.

Al tiempo en que el joven shaman lloraba desconsolado el destino de su amada, la diosa Bishamon salía apresuradamente para llegar al sitio donde percibió se utilizó el sello que le había regalado a aquella joven sacerdotisa. Si esa chica se había visto obligada a utilizarlo entonces se trataba de una amenaza peligrosa. Percibió una gran agitación cerca del sitio… al parecer había llegado tarde…

―Kazuma. ¿Ves algo cerca? ―preguntó, a sabiendas de que probablemente no había nada ya…

―No, no veo ninguna amenaza ―respondió su guía algo confundido. ¿Por qué habían salido tan rápido por nada?

―Bien, esperen aquí. Kura, Aki, Kinu, Ai, Kazu… Volveré en seguida ―ordenó mientras dejaba a sus shinki atrás y corría en la dirección donde percibía la presencia del chico Asakura.

Se mordió los labios en un acto de dolor y frustración al ver aquella escena tan desgarradora. El shaman lloraba la muerte de aquella joven como un niño desconsolado. Bajó la mirada y apretó los puños furiosa, no era justo que una chica tan talentosa y una de las pocas personas conectadas con el mundo de los muertos perdiera su vida en contra de una de las marionetas de aquel bastardo.

―Juro que voy a acabar con él, Anna ―murmuró dándole una última mirada al cuerpo de la chica aún entre los brazos de Yoh. Volteó con una mirada triste y comenzó a caminar de regreso al lugar donde estaban sus shinki.

Seguía en los terrenos del cementerio cuando divisó una esfera blanca flotando en el aire.

―¿Será…? ―murmuró acelerando el paso.

Sí, era un alma que apenas había dejado su cuerpo físico… Era ella, seguramente tenía asuntos pendientes de manera que no pudo cruzar, había muerto de forma inesperada y poco común, quizás se hubiera convertido en una de esas almas atrapadas y sin recuerdos… destinada a ser consumida por aquellos espíritus y energías malignas.

―¿Estás perdida? ―le preguntó mirándola atentamente. Dependiendo de su respuesta decidiría su destino.

―¿Perdida? ―preguntó Anna a modo de respuesta―. No lo sé… Solo aparecí aquí... ―La miró algo confundida―. ¿Debería ir a algún lugar?

―¿Hace cuánto que estás aquí? ―preguntó Bishamon. «Me lo temía… un alma pura y sin recuerdos… No puedo dejarla aquí ―Se mordió los labios ligeramente―. El destino definitivamente puede ser cruel con los humanos»

―No lo sé, desperté y estaba aquí ―respondió ella mirándola a los ojos―. ¿Quién eres?

―Soy Bishamonten, diosa de la guerra y una de los 7 Dioses de la Fortuna. ¿Tienes algún lugar donde ir? ―preguntó sabiendo la respuesta.

―Una diosa… ―murmuró Anna sorprendida. La verdad es que aquella mujer lo parecía… Se quedó pensando en sus palabras y negó con la cabeza―. Como ya dije, desperté aquí y no sé por qué.

―Puedes venir conmigo y servirme como shinki. Te daré protección a cambio de tu lealtad y fortaleza.

La chica pareció meditarlo unos segundos, luego asintió e hizo una reverencia respetuosa.

―Sería un honor ser de utilidad para usted Bishamon-sama.

―Tú que no tienes dónde ir ni dónde regresar, te garantizaré un lugar al cual pertenecer, soy Bishamonten ―Bishamon la apuntó con su dedo, este comenzó a brillar y ella dibujó trazos de luz blanca en el aire a medida que hablaba―: Teniendo un nombre póstumo permanecerás aquí, con este nombre te hago mi sirviente. Con este nombre y su alternativo, uso mi vida para convertirte en un shinki. Como persona Asa, como shinki Zai ―La marca del kanji apareció en el cuello de la chica―. ¡Ven Zaiki!

Un destello y la chica había desaparecido. Bishamon no pudo retener una lágrima cuando vio la forma en que había muerto, en vez de morir juntos esa niña había decidido salvarlo a él… La infinita capacidad de amar de los humanos nunca dejaba de sorprenderla…

―Al parecer no cumplo con sus expectativas… ―comentó la chica algo decepcionada por la reacción de la diosa.

Bishamon reaccionó entonces y observó cuidadosamente la forma que había adoptado la joven. Se había convertido en una armadura ligera pegada al cuerpo de color tornasol-turquesa, la misma armadura parecía estar viva y daba la impresión de ser un líquido a pesar de su forma sólida. También tenía un rosario amarrado en el brazo derecho.

―Se siente ligera y flexible como Tsuguha… pero es tan resistente como Aiha ―dijo Bishamon sorprendida. Luego sonrió y le habló alegremente a su nueva compañera―. Definitivamente serás una gran compañera de armas An… Asaha.

―Espero servirle adecuadamente Bishamon-sama ―respondió la chica sonriendo sutilmente.

«Así que esta es la clase de shinki en la cual se convierten las almas de quienes poseen gran poder espiritual ―pensó Bishamon mientras caminaba para reunirse con los demás y presentar a la nueva integrante de la familia―. Creo que tendré que hacer una visita a los Asakura, es probable que nos vean… y no deben llamarla por el nombre que tenía en vida»

Continuará…

.


Buenas, ya estoy usando mi barrera a prueba de lectores homicidas que probablemente quieran matarme por empezar la historia matando a Anna, pero hago uso de las palabras de Kagami: ¡Si me matan nunca conocerán el final!

Es un angst, pero creo que el final puede ser agridulce. Fans del Yohna (como yo) denle una oportunidad antes de planificar mi asesinato.

Creo que en esta ocasión habrá menos OOC que en otras historias en español que he escrito (o al menos espero).

En fin, gracias por leer. Tengan un buen día/tarde/noche! :D