I

Palabras, palabras, palabras.

Ha estado escapándose de su madre desde que él y Kurt volvieron de Nueva York. No puede mirarla a los ojos. No puede decirle que perdieron por su culpa. Él sabe que ella no espera mucho de él, que siempre va a estar orgullosa, pero esto es demasiado. Esa tarde, sin embargo, no puede evitar besarla en la mejilla en cuanto la encuentra doblando la ropa en la cocina. Ahora si puede mirarla a los ojos. Ahora quiere decirle (con el pecho inflado de orgullo) que ha logrado ganarse a Rachel de vuelta.

- ¿No vas a contarme cómo te fue en Nueva York? No te escuchado hablar ni una sola palabra desde que volvieron.- inquiere ella, mientras él toma una de las manzanas de la cesta y la de da un mordiscón.

- Estuvo… soberbio. Increíble. Asombroso. Prodigioso.- responde Finn, pasando un brazo por los hombros de su madre y dándole un apretón.

- Me alegro de que así haya sido.- dice ella, juntando las cosas.- ¿Finn?- murmura, para llamarle la atención, antes de salir de la habitación.- Invita a Rachel a cenar el viernes, ¿quieres? Puedo prepara la lasaña que le gusta.- le pide, con una sonrisa. Finn también sonríe.