Odiaba todo. A mi padre por obligarme a hacer esto, a mí por permitírselo. Para cuando me di cuenta, me encontraba en el vuelo 394 a Rumania para visitar a mi (ve a saber qué tan asqueroso y odioso) tío abuelo Aleister.

El castillo como primera impresión daba escalofríos. Grande, lúgubre, antiguo. Obviamente. Viniendo de parte de mi padre no podía ser algo del siglo XXI. Nah. Tenía que ser un castillo feudal del 1600 donde los murciélagos y las ratas te daban la bienvenida.

Pero ya tenía un plan. Oh, sí. En cuanto el viejo se fuera a dormir me fugaría y me iría de vuelta a casa, si de todos modos mi madre me había dado suficiente dinero para pagarme una semana en un hotel y el viaje de vuelta.

O al menos eso pensaba. Hasta que conocí en persona al señor Aleister Lovelock.

Lovelock 2018