¡Házlo!
Copyright © 1985-2009/1989-2009 - DC Comics/ Vertigo. Todos los derechos reservados. Todas las marcas, logos y símbolos
mencionados o expuestos están registrados por sus respectivos propietarios Watchmen creado por Alan Moore y Dave Gibbons.
Sandman creado por Neil Gaiman, Mike Dringenberg y Sam Kieth.
-¿A dónde vas?
Rorschach ni siquiera se volteó. No necesitaba hacerlo para saber de quien se trataba.
Sujetando su transporte él contestó.
-De vuelta a nave. De vuelta a América. Maldad debe castigarse. Gente debe saber.
No tenía nada más que decir y por ello se dispuso a ponerse en camino... pero algo le decía que eso no iba a quedar así.
-Rorschach...- El aludido dirigió su mirada hacia la voz y vio que Jon Osterman alzaba un brazo amenazante hacia su dirección. -Sabes que no puedo permitirlo.
La furia acabo poseyendo la totalidad de su mente. Sus miembros vibraban rígidos de ira.
-Huhhh
Y comprendió que no había nada que hacer.
¿Cómo podría alzarse contra él?
La inutilidad de cualquier acto contra su persona era evidente... pero jamás pensaba rendirse.
Prefería perecer siguiendo sus principios.
-Claro. Debes proteger nueva utopía de Veidt. Otro cuerpo más entre escombros no importa.
Se arrancó su cara y Jon vio como lo que Rorschach identificaba como su máscara revelaba las lágrimas de alguien que sabía el precio de mantener sus principios intactos. O que quizás había destapado al niño, que por fin descubría su dolor interior.
-¿Bien? ¿A qué esperas? ¡Házlo!
-Rorschach...
-¡HÁZLO!
Un instante. Eterna agonía que se manifiesta en forma de sangre y vísceras. Pensé nunca acabaría pero fue un instante.
Y después...
Nada.
Estaba. Pero no estaba.
Veía como el Dr. Manhattan se alejaba. Marcha dejando atrás un lago rojo y los restos de un viejo sombrero.
Lo reconozco. Es el mío.
Sin embargo... toco mi cabeza y sigo teniendo sombrero.
¿Cómo podía estar ahí y a la vez aquí?
Grité. Llamé al ser indestructible y deseé correr hacia él. Destruirlo.
Pero piernas no obedecen y de alguna manera sabía no podría ir.
Por mucho que aullase él no regresaba.
Si era capaz de percibir mi presencia no dio muestras de ello.
Una capa de hielo inunda mi piel. Pero no siento nada.
El viento también sopla el rostro... y sin embargo no lo noto.
En ese momento lo supe. Supe que ese era el reino de lo vivo y que yo no tenía derecho a tocarlo.
Cerré mis ojos impotente. Los abro y no estoy ahí.
No supe exactamente donde.
Era un cielo abovedado y oscuro donde siempre llovía.
El agua era fría pero no húmeda.
El suelo era una superficie llena de arena que se clava como cristales.
A lo lejos no hay horizonte. Ni siquiera una perspectiva de que alguna vez existió en ese lugar.
-¡Hey Joseph! ¡Estoy aquí!
Muerte vio como aquel individuo con un fieltro, una gabardina raída y manos guardadas en sus bolsillos giró sobre sus talones. La máscara de manchas oscuras y cambiantes no le impidieron reconocer en él a la persona de Kovacs.
Conocía su historia al igual que la de todos los seres que habían podido existir, y lo amaba al igual que amaba a todos.
Era inevitable que fuese así, trabajar tan cerca de la vida le había enseñado hacía largos eones a quererla y entenderla.
Uno tiene que amar aquello que debe arrebatar.
Veo el rostro pálido de una chica que no debe de tener más de quince o dieciséis años. Cabello descuidado. Sonrisa permanente. Ojos... ojos extrañamente atrayentes.
En otras circunstancias pensaría que es una de las múltiples y repulsivas prostitutas que se venden en el Bronx a cambio de veneno o de medios para acceder a él.
Pero no es así. No ésta vez.
Algo en mi interior la identifica. Sabe quien es realmente.
Pero tengo que confirmar. Tengo que saber.
Pregunto.
-¿Quién eres?
Ladea su cabeza y comienza a reír.
Risa sincera. Sin malicia. Sin crueldad.
Con inocencia.
-¡Te sorprendería saber cuanta gente ha comenzado una conversación conmigo de esa manera! ¿No es irónico? ¡Sabiéndolo perfectamente... o por lo menos suponiéndolo! ¡Si me dieran una moneda por cada vez que me preguntan...!
Pesada. Molesta.
La impaciencia me puede y no la dejo terminar.
Interrumpo.
-¿Quién eres?
Ella suspira. Pero en ningún momento deja de mantener esa extraña sonrisa.
Me pone nervioso.
-Directo como siempre ¿Eh? ¿Walter?- Encoge hombros y cierra ojos -Muy bien, como quieras: Yo soy la muerte.
La revelación me sacude. Siento algo que no había sentido desde que dejé a mi madre.
Miedo.
Siento miedo.
-Entonces eres tú. La gran puta. La parca. El segador. Y has venido a devorar mi alma...- Saco manos de mis bolsillos y me coloco en guardia. -No sin luchar.
Vuelve a reír. Divertida.
-No te preocupes Joseph no voy a obligarte a que vengas si no quieres...
No bajo la guardia. Desconfío. Pero me siento intrigado.
-Entonces ¿Qué quieres?
-¿Qué te parece si charlamos un rato? ¡Creo que te vendría bien! ¿Cuánto tiempo hace que no hablas con nadie Joseph?
Durante un instante pienso en la cuestión.
Llego a la conclusión evidente.
-No quiero hablar. No me gustas. No me interesa hacer el viaje,... no todavía.
Su cálida mirada se vuelve triste. Como la de un ciervo herido a punto de ser cazado.
-¿Por qué eres tan infeliz?
No puedo evitar entrar en la conversación.
-Porque hay maldad y hay injusticia... y a nadie le importa. Sólo a mi. No quiero rendirme.
Rostro comprensivo. Me escucha. Siento que lo hace.
-Porque descubrí que Dios no existe. Y que la justicia poética era mentira. Descubrí que el mundo era un remolino de nada y que nada quedará. Descubrí que el único que puede traer el bien es uno mismo. Que rendirse es perder la batalla por completo.
Me veo bajando mi guardia y reflejándome a mi mismo entre sus ojos.
-¡Quiero respuestas! ¿Quién es el culpable? ¿Por qué aceptar éste desequilibrio?
-Así que es por eso. Te sientes solo.
Mi furor llena mis brazos. Vuelven a agarrotarse y con vehemencia grito al recolector.
-¡NO HAS ENTENDIDO NADA!- El llanto arrastra mis palabras, buscando dañar a quién me ha herido por dentro. -¡¿QUÉ TE HACE SUPONER QUE ANHELE LA COMPAÑÍA DE NADIE?!
Repentinamente recobro la compostura.
-Sólo quiero respuestas.
Observa y sigue sonriendo. Nada le perturba.
-Muy bien,entonces te contestaré pero es muy posible que no te guste.- Carraspea y empieza. -¿Quién es el culpable? Supongo que nadie y todos a la vez. Cada uno es responsable de dirigir su propia vida y todas las vidas componen una parte importante de una gran existencia que es la del universo. No puedes hacer nada para cambiarlo, ni siquiera yo puedo. Sólo desempeñar tu papel y ya lo has hecho.
-Mi papel...
-Sí Joseph. Papel, función, labor, desempeño,... ¡Llámalo como quieras! En cualquier caso ya viviste y ya hiciste lo que tenías que hacer... mi hermano mayor lo escribió hace mucho tiempo.
Cuando contestó las dudas anteriores germinaron otras nuevas.
Pero aún quedó algo importante por aclarar.
-No soy Joseph. Hace tiempo que no lo soy. Soy Rorschach. Luchador. Incansable. Intransigente. Y mi papel no ha terminado. No mientras siga en pie.
-En el fondo sigues siendo el mismo chico asustado que hecha de menos a su padre.
¡¿Cómo se atreve a intentar "psicoanalizarme"?!
-Miserable... perra.
No se enfada. Por el contrario ignora lo que he dicho.
-No quiero hacerte daño. Pero tienes que aprender a aceptar que todo tiene un fin. Incluso yo, cuando el último ser vivo deje de existir, tendré que desaparecer. Como todos.
-No es justo...
-No. No lo es. Pero tú mismo lo dijiste, la justicia no existe. Y yo no pretendo crearla, sólo hago lo mismo que tú hacías en vida: lo que tengo que hacer.
Durante un momento rememoro. Recuerdo tenía otras preguntas.
-Hablaste de un hermano...
Su rostro se ilumina. Empieza a contar entusiasmada.
-¡Oh sí! ¡Me refería a Destino! ¡Es bastante raro y antisocial... posiblemente os llevaríais genial! Lleva un pesado libro y vive leyendo las páginas de todo lo que va a ocurrir...
-No creo en el destino... cada persona tiene que poder escribir su propia vida. Todos somos libres. Responsables ante nuestros actos.
-Sí, eso es cierto. Pero eso no impide que mi hermano exista. Él lo ha escrito todo. La vida, el espacio, el universo... incluso éste lugar. También tengo otros seis hermanos más: Deseo, Desespero, Morfeo, Destrucción, Delirio (que antes se llamaba Delicia), y todos estuvimos antes de la aparición de la nada. Antes de que Caos se convirtiese en Cosmos.
Me doy cuenta de una terrible realidad.
-Entonces... ¡Fuisteis vosotros! ¡Vosotros sois los responsables de éste mundo! ¡Los responsables del desequilibrio! ¡Os maldigo! ¡Te maldigo a ti y a tus hermanos!
Me lanzo hacia el cuello de lo que aparentemente es una chica indefensa y frágil.
Sería cobarde e imperdonable si no fuese sólo un espejismo.
Que apropiado.
Siempre deseé ésto.
Que toda la escoria de la tierra estuviese en una única garganta y mis manos en torno a ella.
Muerte sintió como los dedos de su atacante presionaban salvajemente su faringe.
Una acción instintiva y furiosa por parte de aquel que tenía ahora delante.
En ningún momento dejó de sonreír.
Con paciencia y comprensión percibía el tormento de su agresor.
Y su sabiduría le dio fuerzas para esperar.
Duro una eternidad pero Kovacs acabó aflojando su presión.
-Joseph no puedes dañarme, ¿sabes cuánta gente lo ha intentado antes? ¡No creas que eres tan original!
Finalmente se resignó, entendió la futilidad de su acción.
-Soy la representación antropomórfica de la muerte... no puedo desaparecer así.
No respondió, no tenía nada que decirle.
-No te preocupes.- Ella apoyó con afecto su mano sobre su hombro. -Yo te entiendo. Entiendo tu dolor y por eso te perdono.
El enmascarado le devolvió la vista, las figuras oscuras que formaban su capucha revelaban su naturaleza violenta.
-Yo a ti no.
Apartó el brazo de su compañera y se quedó esperando.
El nuevo silencio creado entre los dos fue incomodo.
-Qué... ¿No harás lo que te corresponde? ¿No defenderás mundo perfectamente trazado por ti y tus hermanos?
-No... no te llevaré conmigo si tu no quieres.
La fría mirada de Walter expresó su claro desprecio hacia la persona con la que interactuaba.
-Entonces vete. No quiero nada de ti.
La recaudadora de almas asintió. Todavía sonriente e inmutable se encogió de hombros y le contestó.
-De acuerdo, como quieras Joseph. ¡Llámame cuando lo desees! ¿Vale?.
Veo como marcha la sombra de una entidad miserable. Sólo una niña. Una niña que junto a sus hermanos juegan con el mundo sin entender las consecuencias. Nosotros sus juguetes. Sólo sus juguetes.
Furioso veo como se va. Sin castigo. Sin retribución.
-¡¿Por qué?!- Grito -¡¿Por qué ahora?!
Gira y se dispone a contestar
-Porque es el momento.
-No puedo aceptarlo... no puedo rendirme.
-Es una lástima... pero tienes que entender dos cosas. Primero, que éste es el mayor equilibrio que puede haber. La vida no sería nada si no existiese su contrapunto. La muerte. Eso es lo que la hace tan especial. Y dos, que no soy culpable de la manera en que se ha formado éste universo lleno de acción y reacción. Lo único que hago es cumplir con mi cometido, eso es todo.
Miro hacia el suelo. Empiezo a comprender.
Me percato de que casi olvido algo importante.
-¿Dónde estoy?
-Estás en el linde entre la realidad y la no existencia. Las puertas mismas de las Tierras sin Sol. El reino al que llevo a todas las almas... no me preguntes como has llegado hasta aquí. Yo iba a buscarte, pero viniste por tu cuenta.
-¿Y no puedo volver atrás?
-Bueno, todavía no has entrado. Así que sí, puedes volver. ¿Pero qué sentido tendría Walter? Si lo hicieses no podrías tocar nada. Ya estás muerto.
No lo puedo creer. Me sorprendo débil. Suplicante.
-Por favor. Tienes que permitirme volver.
-No Joseph. Yo no hago tratos.
-Por favor...
Es inútil. No piensa ayudarme.
-No puedo irme. No mientrás Veidt se sale con la suya.
Muerte suspira y acaba asintiendo.
-Muy bien. Veré que puedo hacer.
-¿Me ayudarás?
-En cierta forma.- Extiende palma hacia mi dirección -Dame la mano.
Empiezo a confiar. Acepto. Aprieto con fuerza.
Los cambios se producen poco a poco.
Primero me mareo. Todo se pone gris y desaparece.
Una luz cegadora araña mi vista y confunde mis sentidos.
Surge en mi mente la idea del engaño. De que en realidad es el fin.
Pero poco después todo se aclara. El ambiente cambia.
Ya no estoy en lluvia.
-¿Dónde estamos?- Cuestiono.
Mi compañera contesta.
-¿No lo reconoces Walter?
Me fijo en mi alrededor.
Veo una habitación cerrada. Llena de muebles viejos con papeles encima y desordenados. También se observan paredes sucias. Apenas decoradas por viejas publicaciones del... New Frontierman. ¡Estamos en la sede central del New Frontierman!
-¿Qué hacemos aquí?
-Tú espera.
Espero y espero.
Al rato entra un hombre trajeado. De pelo castaño. Con corbata.
Luego nada.
Hombre se quita chaqueta. Mira papeles.
-Insisto. ¿Qué hacemos aquí?
Ella se limita a repetirme que me espere.
Aguardo. Nada pasa.
Hasta que al rato entra un chico obeso y pelirrojo por la entrada.
Hombre se sobresalta. Comienza a replicarle.
-Ooohh, volviste por fin. ¿Qué fuiste a la dimensión x a por ellos? ¿Hm? Seymur, por Dios, no sé... Tres millones de neoyorquinos mueren y tú no eres uno de ellos.
El identificado como Seymur, (Seguramente su empleado) contesta.
-Fuí a la hamburguesería Bors...
-No me digas esa palabra. Comeré ahí si no hay más remedio pero nada de ruso en ésta oficina. Seymur, ¿no tienes nada que hacer?
Seymur vacila pero finalmente objeta.
-Bueno, iba a comer.
Me canso. No entiendo que se supone hacíamos ahí.
-¿En qué me ayudará ésto contra los planes de Veidt?
Chica sigue sonriendo.
-Tienes que adquirir más paciencia Joseph.
Los dos siguen discutiendo. Al parecer las maquinaciones de Adrian dieron sus frutos. La U.R.S.S. ya no es oficialmente enemiga de América. Se me hiela la sangre. Por ello dos de las publicaciones de éste magnífico periódico no pueden salir. Hombre ordena a Seymur que publique lo que sea.
Se le ocurre una idea.
-Robert Redford dice que se presentará para presidente el 88. Pongamos que...
Oigo la noticia y me escandalizo. Se manifiesta una situación similar en el representante de la mejor gaceta del país. Interrumpiéndole. Demostrando que no me equivoqué al darle mi confianza.
-Seymur no dignificamos memeces con reportajes. ¡Ésto es aún América, maldita sea! ¿Quién quiere a un actor cow-boy en la casa blanca?
-Hm. Bueno, cogeré algo del montón de los chiflados.
Enfurecido el editor contesta.
-Sí. sí. Lo que sea dentro de tus limitadas habilidades. Y por favor déjame comer en paz.
-Bueno, ¿Qué noticia pongo? yo...
En ese momento lo vi. Muerte chasquea dedos. Fue automático.
Mientras hombre replica éste se acerca a recoger algo que yo reconozco.
¡Mi diario! ¡Ahora sabrían la verdad!
-Ya está Joseph, tal como querías.
-Gracias.- Replico sinceramente.
-Ahora tienes dos opciones. Puedes venir conmigo a las Tierras sin Sol o quedarte aquí, en el límite entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos.
-¿Cómo es ese lugar?
La segadora de almas ríe optimista.
-¡Oh! ¡Verás! Eso depende de ti. Puede ser el mayor de los infiernos o el mismísimo paraíso... ¿Qué crees qué mereces?
Arranco mi cara para mostrar rostro de Kovacs.
-Mi padre... ¿Está ahí?
-¿Charles?... Bueno, si vienes conmigo quizás puedas encontrarle.
Por primera vez en todo ese tiempo me siento tentado a seguirla.
-¿Qué debo hacer?
-Sólo lo que consideres correcto.
Lo pienso detenidamente. No sé que decidir.
Por un lado pienso que aún puedo conseguir volver a la tierra de los vivos. Pienso que debo perseverar. Qué los tiempos más duros aún están por venir y que tengo que estar para combatirlos. Luchar por lo justo.
Por otro lado quiero descansar. Ver a mi padre. Ser... feliz.
Examino mi "cara". Le doy vueltas al asunto.
Y me decido.
-Ya ésta. Sé lo que voy a hacer.
Notas del autor: Tras mucho trabajo y un buen par de revisiones de mi beta tester (al que por cierto agradezco) debo decir que finalmente este crossover está terminado. Desde el principio ha sido una historia muy compleja y que ha traído muchos quebraderos de cabeza. Ya que meter mano en el mundo de Neil Gaiman ha resultado ser muy complicado. De hecho, cuando lo empecé, tenía más o menos la idea de sobre que iba a tratar (una conversación-discusión de Muerte con Rorschach) pero no sabía como terminarlo. Me quedé con la duda hasta que pensé en el final de Watchmen. De alguna manera se podría decir que Alan Moore me rescató.
