Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.
Escuchaba a "If these trees could talk", de ahí el título. Está un tanto incompleto —a mi parecer — pero me tiene bastante satisfecha.
KatsuDeku. Aged-Up.
One Sky Above Us
Extiende su mano frente al sol y su mirada de jade se dirige al pequeño destello entre sus dedos, ha llevado esa argolla por más de diez años y a veces aún parece que apenas fue ayer cuando Katsuki le puso el anillo tras la ceremonia de graduación. Sonríe con nostalgia al recordar el rostro colorado del cenizo, nunca lo había visto tan nervioso como ese día.
Ha sido difícil, debe admitir.
Tuvieron que viajar al extranjero para poder tener una ceremonia apropiada y aunque creyeron que así podrían aprovechar e irse de luna de miel al final el trabajo les impidió tener más tiempo para ellos solos. No eran la primera pareja homosexual en casarse en la comunidad de héroes a nivel mundial pero al ser japoneses el desdén en su tierra natal no se hizo esperar. Se corrieron rumores, fueron noticia por varias semanas y recibieron miradas de recelo por parte de algunas personas.
Baja la mano y recarga sus antebrazos en la barandilla del balcón mientras continúa recordando. Durante ese tiempo perdieron popularidad, en especial Katsuki, al ser tan irascible más de una vez estuvo a punto de romperle la nariz a algún reportero, por suerte nada grave sucedió.
Después de eso sus preocupaciones cambiaron, siendo héroes profesionales siempre debían estar ahí para proteger a su gente.
Más de una vez ha tenido que ir a visitar al rubio al hospital y no duda que Katsuki haya tenido que ir más veces por él. En su profesión poco más de la tercera parte de héroes mueren jóvenes y esa posibilidad se ha cruzado por su mente demasiadas veces, tantas que llegó a sufrir un colapso nervioso la última vez que Katsuki fue al extranjero en una misión importante. No supieron de él en días y cuando regresó a Japón estaba al borde de la muerte.
—Midoriya, ¿podemos continuar? —escucha desde adentro de la habitación.
Con pesar, su compañero le llevó a ver a un psicólogo.
—Sí —se aleja de la baranda y entra al consultorio.
—¿Ha pensado en lo que le dije? —el hombre le mira a través de las gafas y hace un ademán hacia el archivo sobre la mesa de centro.
—Ya conoce mi respuesta a eso —no se molesta en bajar la mirada, han discutido esto durante las últimas diez semanas.
El psicólogo suspira y acomoda sus lentes sobre el puente de su nariz —En estos tiempos el mundo no puede darse el lujo de perder un don como el suyo, o el del joven Bakugou —y parece que él no se cansa de volver a esa discusión.
Mira hacia un lado e ignora aquello sobre la pérdida de su don, All Might se lo hubo confiado y cuando llegue el tiempo él se lo confiará a otra persona, sin embargo no puede pasar por alto el resto.
—¿Lo ha hablado con él? —indaga.
Entiende su punto, por supuesto que lo hace, siendo hombre no puede darle a Katsuki un hijo y por ende no habrá quien herede su singularidad.
—Aunque yo crea que usted está en lo correcto no importa cuántas veces lo hable con él, no aceptará —siempre ha sido testarudo, ambos lo son.
El hombre frente a él, al otro lado de la mesa baja la mirada derrotado y cree que ese será el final definitivo —Considérenlo, por favor —pero tal vez el psicólogo es más obstinado que ellos —. Los perfiles de esas mujeres son perfectos, tienen una genética espléndida como la del joven Bakugou.
Sonríe con falsedad y le agradece antes de retirarse.
Gracias a la terapia superó su crisis... sólo para pasar a otra. Él lleva toda la culpa sobre la insistencia del académico acerca del matrimonio arreglado. La imagen de su compañero postrado en la cama de hospital le persiguió durante noches y aterrado ante la posibilidad de que pudo haberlo perdido esa vez se preguntó qué quedaría de Katsuki para él.
Sólo tendría sus memorias y eso no sería suficiente. Es consciente de sus limitaciones biológicas pero tras diez años es inevitable que piense en lo solo que se está en ese departamento.
—Estoy en casa —sale de su ensimismamiento y desde el sofá de la sala ve al joven entrar.
—Bienvenido.
Katsuki se acerca a él y se inclina para besarle —¿Estabas pensando más cosas innecesarias? —le sonríe, es una broma —. ¿Qué es esto?
El más alto agarra el folleto en la mesa de centro antes de que pueda responderle y al abrirlo no se hace esperar su mueca de desagrado.
—Creí que le había quedado claro —dice mientras cierra el archivo.
—Es igual o más testarudo que tú —comenta divertido.
Katsuki se sienta a su lado y observa el folleto —Debería quemarlo para que no vuelva a enviarlo.
Se sonríe y deja escapar una risa —Mañana se lo regresaré —le pide que no lo queme y que lo vuelva a poner en la mesa antes de levantarse para ir a la cocina y servir la cena.
—No deberías volver —Katsuki le mira desde el sofá pero no sabe que lo hace al darle la espalda.
Quizá no pero debe admitir que es lo mejor que puede hacer con su tiempo, debido a la crisis nerviosa ha tenido que ausentarse de la oficina y ha dejado de ser —temporalmente— el héroe profesional Deku. La decisión fue tomada por Katsuki y por más que no le guste admitirlo ha sido lo mejor, tras el incidente se volvió más imprudente y le causó molestias al cenizo y al resto de sus compañeros héroes. Cuando piensa en ello cree que la ausencia de All Might también influyó en su colapso.
—Me ayuda estar fuera de casa —dice entretanto termina de servir dos porciones de curry.
Katsuki no dice más y le acompaña a cenar.
Ha tenido demasiado tiempo libre que finalmente aprendió a cocinar, aunque su sazón no es tan bueno como el del rubio al menos ya sabe las cantidades de condimentos que debe poner.
Observa el arroz blanco y cómo poco a poco se va manchando con la salsa del curry, el blanco inmaculado del arroz se tiñe de ocre.
—Oye, Dek—
—Tengamos hijos.
Mantiene la mirada en su comida, sabe que está siendo egoísta, sabe que pide demasiado, que pide lo imposible.
—...cuando alguno de los dos se vaya... —su voz se quiebra un poco —¿qué quedará de nosotros? —alza la vista y mira fijamente a los ojos a su compañero.
Katsuki le mira afligido, sostiene su mirada un par de minutos y entonces se levanta para ir a su lado y le abraza como pocas veces lo ha hecho, le sostiene con cariño, con cuidado. Los brazos del joven le calman, su calidez llega a su corazón y las lágrimas que tanto se ha esforzado en retener escapan.
Esa noche Katsuki le sostuvo entre sus brazos y las pesadillas dejaron de atormentarlo.
Espera en la sala del consultorio a que el psicólogo regrese de hablar con su secretaria, mira por el ventanal que conecta hacia la pequeña terraza y tiene ganas de ir y echar un vistazo.
—No le vi durante una semana, ¿todo bien? —pregunta el hombre tras cerrar la puerta.
Asiente con la cabeza mientras le sigue con la mirada. El mundo no va a colapsar por su ausencia, no lo ha hecho en dos meses, ¿por qué lo haría en una semana? El psicólogo se sienta frente a él, como en cada sesión.
El mayor advierte el archivo sobre la mesa de centro —¿Y bien?, ¿lo consideraron?
Sonríe con melancolía y niega con la cabeza —Lo siento, somos testarudos y egoístas —se disculpa.
Sabe que el hombre no está contento con esa respuesta —Es una pena.
Sí, debería serlo.
El académico no objeta más sobre el tema, abre su libreta y prepara su pluma —Entonces, ¿empezamos?
Al final del día sólo son humanos bajo el mismo cielo, se pertenecen el uno al otro y aunque el mundo agonice, sus huesos serán de ellos y de nadie más.
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