Boku no Hero Academia/My Hero Academia no me pertenece.
KatsuDeku. Universo Alterno.
Colores en el Cielo
Al final ha cedido, ha cumplido el pequeño capricho de su compañero a pesar de lo peligroso que pueda ser pero no ha podido negarle esto porque no ha visto en él una sonrisa como esa en varias semanas.
Caminan juntos y lleva la mano derecha del otro en el bolsillo de su chamarra, entrelazada con la suya izquierda. No deberían llamar la atención, sin embargo a estas alturas ya no le preocupa que vean lo que hay entre ellos. No están haciendo nada malo.
Bajan por la calle hacia la plaza central del pintoresco pueblo en el que han decidido pasar unos cuantos días. No son los únicos que han salido para ir al festival, hay familias, parejas y jóvenes como ellos caminando por el angosto sendero, absorbidos en sus propios mundos y por un momento desea quedarse a vivir ahí.
No suena tan mal, puede que incluso sea bueno para Izuku. Luce más relajado, lejos de la ajetreada ciudad... y sus horrores.
Mientras más se acercan al centro más escuchan el bullicio producto del carnaval, la música, las risas, y pronto visualizan las decoraciones puestas alrededor del quiosco al centro de la plaza pero no presta atención a ello, su mirada escarlata se dirige al joven a su lado y al brillo en sus ojos. Está fascinado observando el singular conjunto que toca música desde el templete central.
Jamás hubo pensado que lo atesoraría tanto como en ese momento y mucho menos que arriesgaría todo por él.
Izuku hala de su brazo y le hace seguirle entre los intrincados y abarrotados senderos de los puestos y tiendas dispuestas alrededor del quiosco y la plaza principal.
Observa su mano derecha, ve las cicatrices en ésta y es inevitable que se fije en el delicado tacto del chico. Con todo lo que ha pasado, le parece increíble que a estas alturas no se haya quebrado; hay demasiados estigmas en su cuerpo y aún así está ahí, caminando como cualquier otro mortal, como si nada de eso hubiera sucedido.
—Kacchan, mira —llama su atención, ve a donde le indica y entiende su fascinación al ver a un par de jovencitas que sostienen luces de bengala.
Él no está libre de pecado, es el autor de varias de las marcas que el muchacho carga. Ve la bengala quemarse hasta que finalmente se consume y entre los dedos de la joven sólo queda el soporte chamuscado, siente un escalofrío y su pecho se oprime, su existencia es tan efímera que podría extinguirse en un instante, un parpadeo.
—¿Kacchan? —el de cabello verdoso lo mira con preocupación y debe mentirle.
—No es nada —aunque sepa que es inútil.
En su mirada ve que no le cree, que sabe que hay algo más en su mente pero no le dice nada y no está seguro si prefiere su silencio en lugar de sus cuestiones.
Se sientan en las pequeñas colinas alrededor del pueblo, hay un espectáculo de fuegos artificiales que tiene por demás intrigado al joven que es su acompañante. Cerca de ellos hay más personas e instintivamente no puede evitar mirarles cada cinco minutos, teme por su vida, la de Izuku. Recuerda cómo salieron de la ciudad y vuelve a sentirse frustrado, lleno de ira. El muchacho estaba al borde de la muerte y más de una vez llegó a pensar que no sobreviviría, su cuerpo lánguido entre sus brazos, cada vez más frágil y silencioso... casi podía sentir la muerte.
La pirotecnia colma el firmamento y los estruendos resuenan en el poblado, hacen vibrar cada fibra de su cuerpo, su rostro se pinta de colores y ve galaxias en sus ojos de jade. Le figura etéreo y en el momento en que sus ojos se cruzan con los suyos le besa.
Lo besa como si esa fuera la última vez; lo hace premioso, con cariño; lo hace arrepentido, impotente; lo hace temeroso, con cuidado. Detesta preocupar al muchacho y aunque pueda leerle con facilidad en ese beso es incapaz de separarse, porque en ese momento sólo son ellos y qué más quisiera que fuese eterno.
Las pupilas de Izuku resplandecen esa noche como nunca antes lo hicieron, puede que sea debido a los fuegos artificiales sin embargo quisiera grabar esa imagen en su mente por el resto de su vida.
Entrelaza sus dedos avergonzado y le mira por el rabillo del ojo antes de regresar la mirada al oscuro cielo lleno de colores.
Entonces se da cuenta de lo descuidados que han sido.
El gesto de dicha en el joven pecoso desaparece en un instante y sus ojos se llenan de lágrimas. Sus labios se separan y tiemblan, vacila, lo ve de reojo y le pide disculpas.
—Están aquí...
El cielo destella más colores y la gente empieza a gritar, ya no son fuegos artificiales, no, es la guerra. El ambiente se llena de pólvora y sangre, de dolor y desesperación, hay caos y siente la fría mano de la muerte demasiado cerca.
Los recuerdos le asaltan una vez más y aterrorizado agarra a su compañero por la muñeca para salir de ahí cuanto antes. No sabe si esos pueden ser sus últimos minutos juntos pero no quiere perderlo aún, ciñe su mano alrededor de su muñeca con más fuerza y se aferra a la pequeña esperanza de poder ver los colores del cielo del día de mañana.
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Basado en un prompt que pone más o menos así: el cielo destelló varios colores y todos entraron en pánico.
