CAPÍTULO 1: HILOS ENLAZADOS

Iris, la diosa del arcoíris y mensajera personal de Zeus, volaba por el norte del mar Mediterráneo, cuando un destello llamó su atención. Tres aparentes meteoros caían sobre el Santuario de la hija indómita de Zeus. La delgada diosa se acercó y pudo ver a Ker poniendo un espíritu en un recién nacido, de los que estaban destinados a convertirse en santos de Athena. La diosa de delicados cabellos rubios supo que algo no estaba bien, pero aquello iba más allá de sus deberes, por lo que no sabía si decir lo que había visto o no.

Con el corazón lleno de dudas, Iris volvió a la morada de los dioses, donde encontró a Zeus y varios de sus hijos en el salón principal. Al dar su informe sobre su encomienda, ella se quedó ahí, en medio de todos, llamando la atención de Zeus.

-¿Hay algo más, Iris?

-Gran Crónida, en mi regreso mis ojos han sido testigos de una acción divina que dudo mucho haya sido autorizada por usted, sin embargo, no considero prudente hablarlo a viva voz y al viento.

Con una sola seña, el resto de los presentes se pusieron de pie para dejar el majestuoso salón. Cuando Athena pasó a su lado, la diosa del arcoíris le tomó la mano, pidiéndole se quedará.

-Oh, diosa Athena, la de los ojos claros, lo que debo contar al gran Zeus, también te concierne, pues al retornar a esta morada he visto a la negra Ker en tu Santuario.

-¿Qué palabras acaban de salir de tu boca? –se precipitó a responder Athena- ¿Qué hacía Ker, hermana de mis enemigos, en mi Santuario?

-No puedo estar segura de sus intenciones, pero lo que estoy segura es lo que mis ojos vieron con claridad. Dos pequeños recién nacidos llegaron al recinto sagrado y Ker depósito un espíritu en uno de ellos.

-¿Cómo es eso posible? Aún falta para que Hades despierte. El sello aún se mantiene en su sitio y esa pequeña roedor se atreve a intentar boicotear las filas de mi ejército, aun antes de que si quiera se forme.

-Hija, tranquilízate –dijo Zeus pasivo- no sabemos para que lo habrá hecho.

-Eso es obvio, querido padre. Ker quiere aprovecharse de esos recién nacidos, poniendo un destino funesto en sus vidas, solo para dañarme, con la esperanza de esta vez sí obtener una victoria. Pero no se lo pienso permitir. Cada vez, los jóvenes guerreros dedican sus vidas para pelear en mi nombre, entrenan desde pequeños sacrificando todo. No puedo dejar que ese espíritu se convierta en la maldición de ese mortal, sea quien sea.

-¿Y qué piensas hacer? ¿Buscarla y declararle la guerra desde ahora? Hija, lo mejor será que dejes las cosas correr su curso.

-No me pidas eso, glorioso padre. Sabes que está en mi naturaleza la curiosidad y la astucia. Por ello iré a donde las Moiras y les pediré me revelen el por qué Ker ha elegido justo a ese mortal, pues dudo mucho que haya sido al azar.

Así se pronunció y se dirigió hacia el inframundo, donde las 3 hiladoras cumplían la función de trazar el destino de los mortales. Con las almas de los espectros sellados, el lugar era seguro, por lo que cruzó el río Estigia y llegó hasta donde las Moiras.

-Diosas del destino, he venido hasta aquí a pedir que me revelen el hilo del destino de un mortal.

Habló así y las 3 mujeres dejaron su trabajo para atenderla.

-La hija predilecta del gran Zeus, Athena. Tu jamás habías venido aquí –refirió Cleto- debe ser un enemigo poderoso el que quieres saber sus secretos para venir hasta aquí.

-En realidad aún no se si es mi enemigo. Esperaba que ustedes me ayudaran a saberlo.

Athena señaló al mortal del cual quería conocer el destino y así Láquesis, quien se encargaba de definir la vida de los humanos, tomó un hilo en específico y lo inspeccionó, cambiando su semblante al hacerlo.

-¿Qué? ¿Qué es lo que sucede? –preguntó Athena- ¿Le espera algo malo a ese mortal?

-Oh querida mía, a este mortal le espera el peor de los destinos. Hay un espíritu que lo atormentará día y noche, y solo encontrará una paz momentánea al morir, pero su dolor jamás se irá.

-Pobre hombre –respondió la diosa lamentándose por la suerte de su caballero- Quisiera hacer algo para que no fuera así.

-Esperen –dijo Átropos - El hilo de este mortal parece haberse entrelazado con otro y no me deja cortarlo para saber sobre su muerte. Parece como si entrara y saliera del mundo de los muertos.

-Deja de ser tan dramática Átropos –dijo Cleto intentando separar los hilos- están atorados. ¿De quién puede ser el otro?

Las 3 Moiras tomaron el segundo hilo y se miraron entre sí mientras Athena las veía confundida.

-Será mejor que te vayas ahora, hija de Zeus –sugirió Láquesis- no puedes hacer nada por este hombre. Su destino esta trazado y ni siquiera una olímpica como tu puede cambiar eso.

-Si Ker pudo jugar sus cartas, yo puedo hacerlo igual –respondió Athena irritada- haré lo que me parezca conveniente para que su destino cambie.

-¿Y por qué el interés en ese hombre? –preguntó Átropos- No es más que un caballero de los muchos que sufrirán desventuras en tu nombre, como tantos más lo han hecho.

-No es interés, solo es estrategia –dijo Athena caminando hacia la salida del templo-.

-Athena –gritó Láquesis- No puedes engañar al destino. Hagas lo que hagas, todo volverá a donde debe estar.

La diosa de la sabiduría asintió molesta, regresó al Olimpo y preparó su descenso. A pesar de los consejos de su padre, estaba decidida a tomar cartas en el asunto. Aunque para ella habían pasado un par de días, sabía que para los humanos habrían pasado casi 3 años, por lo que el bebé que ella quería proteger seguramente ya era un niño pequeño. Aun así, estaba segura que al cambiar la manera en la que deberían pasar las cosas, podría cambiar el destino funesto que las Moiras tejían. Por ello, decidió reencarnar fuera del Santuario, donde ni amigo ni enemigo pudiera identificarla hasta que ella estuviera lista para ocupar su lugar.

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Rodorio, Grecia

Un par de mujeres lavaban en el río, cuando escucharon el llanto de un bebé.

-¿Escuchaste eso?

-Parece venir de esos matorrales… Ten cuidado.

-¡Es una pequeña! ¿Quién pudo dejarla aquí? Es preciosa.

-¿Y qué hacemos con ella? Yo tengo demasiadas bocas que alimentar como para tener otra.

-No podemos dejarla aquí, la llevare a casa y le daré algo de comer. Después pensaré que hacer.

-Tu marido te matará, sabes que no soporta a los niños pequeños.

La mujer de cabellos castaños llevó a su humilde hogar a la pequeña, abrigándola y ofreciéndole un poco de jugo de arroz. Pero tal y como su amiga lo predijo, a su esposo no le hizo gracia la visita, pues desconfiaba de que pudiera ser producto de alguna aventura de su mujer.

-¿Cómo podría tener un hijo sin que tú te dieras cuenta? Eres tan cerrado a veces, Admes.

-No podemos quedárnosla. Quiero que mañana temprano te deshagas de ella. Y Agatha… No estoy bromeando…

4 años después.

-¡Saori! ¿Dónde está el pan que te dije que trajeras? Eres una tonta, desobligada. ¡Vamos! Ve a la casa del panadero ahora mismo, sirve para algo.

-Si padre…

La niña de tez blanca corrió por la calle de su casa hasta la esquina y viró para llegar a la casa del panadero. Cuando caminaba apresurada de regreso, vio a la gente acumularse y murmurar.

-Espero poder tocar su túnica, dicen que es de buena suerte.

Saori se hizo espacio entre la gente del pueblo y vio pasar a un hombre de edad avanzada. Vestía una túnica blanca y un casco dorado del que salían largos cabellos verdosos. Atrás de él caminaban 2 niños vestidos de forma sencilla. La pequeña escuchó decir a la gente que venían del Santuario. Esa fue la primera vez que supo que aquel lugar existía.

Una insistente mirada la hizo reaccionar. El pequeño peliazul que caminaba detrás del hombre al que llamaban Patriarca, la miraba con sus profundos ojos verdes. Su compañero lo llamó y ella lo miró hasta que lo perdió de vista, recordando que debía llevar el pan a su padre, quien seguramente la castigaría por llevarlo frío.

Tal y como lo pensó, varios golpes resultaron por la tardanza, pero desde aquel día Saori comenzó a sentir mucha curiosidad por aquel lugar donde los aldeanos tenían prohibida la entrada, y aunque por mucho tiempo no lo volvió a ver, la mirada del niño de ojos verdes también quedó grabada en su mente.

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La vida de Saori hasta ahora había sido normal. Viviendo en una olvidada aldea de Grecia, donde lo más interesante que puede pasar es el festival de primavera, donde todos se reúnen para hacer guirnaldas de flores en honor a la diosa Athena. Sus padres adoptivos eran de escasos recursos, y al tener hijos propios, las necesidades de ella pasaban a segundo plano, a quien solo usaban para trabajar en el campo. Su madre era amable con ella debido a que solo tenía hijos varones y ella era la menor. Su padre era bastante mayor y tenía poca paciencia con ell, pues en realidad jamás estuvo de acuerdo con recibirla en su hogar.

Saori sabía que no era bien recibida del todo, aun así, intentaba agradarlos y se esforzaba por trabajar a la par de sus 3 hermanos, quienes también parecían despreciarla. Su suerte en el pueblo no era muy diferente. A sus 6 años, parecía no agradarles a las niñas de su edad, pues los rumores de ser una huérfana la hacían blanco de burlas.

Saori prefería sumirse en un mundo de fantasías, uno donde ella era una princesa llena de riquezas y todos hacían lo que ella mandaba. Era una manera de sobrellevar la tristeza que siempre habitaba en su corazón. Se preguntaba de dónde venía y cómo era que había terminado abandonada en el río. Era una comunidad pequeña y a pesar de ello, nadie conocía su origen, nadie nunca la reclamo como su hija.

Aquel día, mientras transportaba los higos y granadas de la cosecha en un gran canasto, un grupo de chicos un poco mayores que ella, comenzaron a gritarle insultos al verla pasar. De cierto modo ella estaba acostumbrada a escuchar tonterías de los demás, por lo que siguió caminando sin darle importancia, hasta que uno de ellos la alcanzo y tomó una granada.

El pequeño de aproximadamente 8 años, abrió el fruto, mordiendolo y escupió las semillas.

-Esto es una porquería –dijo grosero mientras arrojaba la granada sobre Saori- tu familia solo produce malos frutos.

Saori vio como la tintura roja del fruto manchaba su vestido y ensuciaba las sandalias que usaba, con las lágrimas a punto de escapar de sus ojos. El chico la empujo, viendo que ella no se defendía. Saori cayó de espaldas, lo que hizo que los higos y las granadas rodaran hasta los pies de alguien que acababa de llegar.

-¿Por qué no molestan a alguien de su tamaño? Es muy fácil ser bravucón con una niña pequeña.

-¿Quién eres tú? Ni siquiera eres de por aquí, así que no sabes quién es esta huérfana inútil a la que a nadie le importa.

-Pues a mí me importa cualquiera que necesite ayuda –dijo el chico de cabellos azules poniéndose en guardia- así que, si quieren seguir molestándola, primero tendrán que pelear conmigo.

Los niños del pueblo se rieron de él, pues pensaron que por ser mayor numero, le ganarían. Pero el pequeño recién llegado demostró que no era un niño cualquiera y en un par de movimientos los dejó fuera de combate, haciéndolos huir molestos por la paliza recibida. El chico de ojos verdes y aproximadamente 9 años, se acercó a Saori y le dio la mano.

-¿Estas bien?

Ella asintió y dio las gracias con una voz delgada y tímida.

-Me llamo Saga y vengo del Santuario ¿Y tú?

-Mi nombre es Saori, vivo aquí en la aldea con mi familia adoptiva.

-Ya veo ¿Esos niños siempre son así contigo?

-La mayor parte del tiempo. Se que es porque no tengo padres y no voy a la escuela como el resto de los niños de mi edad. Ellos creen que soy tonta por eso, pero yo sé que no es así. Es solo que mi familia adoptiva prefiere que sus hijos legítimos aprendan y eso está bien.

-No creo que sea justo –respondió él mientras la ayudaba a recoger todos los frutos- tú también tienes derecho a aprender.

Saori sonrió tomando el último fruto del piso.

-Debo volver a casa, seguro me reprenderán por la tardanza y las manchas en mi vestido, no quiero demorarme más.

Ella comenzó a correr y sonriendo se volvió.

-Ah y gracias de nuevo –dijo arrojándole un higo- espero volver a verte algún día.

Saga lo cachó con una mano y sonrió, dándole una mordida al fruto. Debía terminar las diligencias que el Patriarca le había encomendado, pero el resto del día sus pensamientos volvieron a la sonrisa de aquella niña que parecía tener una vida difícil. Y al volver al Santuario tuvo una idea, él haría que esa tristeza de su rostro se desvaneciera.


Decidí hacer esto que prácticamente será mi propio fanservice porque quiero imaginar como sería todo diferente para mi OTP. Espero les agrade la historia.