Prefacio

Otro día más, un martes como otro cualquiera. En aquel momento solo pensaba en maldecir a la persona que hubiera puesto la clase de Matemáticas a las ocho de la mañana. A esas horas, en las cuales todavía estaba terminando de despertarme, no me podría ni imaginar que sería uno de los días más trascendentales de mi vida.

-Vamos a continuar con las derivadas - oí decir a la profesora que por su manía de dar el mayor número de cosas en el menor tiempo posible no nos había dicho ni buenos días.

Mi amiga Carol me miró con cara de repugnancia al oír las palabras de la profe.

A mi sinceramente me daba igual, pero lo que precisamente me molestaba aquel día era el olor que había dentro de la clase.

-Puag, que asco – estas palabras salieron de mi boca en un tono más alto del habitual y obviamente todos se me quedaron mirando.

-¿Es que no veis como huele? – y pude observar como todos negaban con la cabeza y se empezaban a descojonar para ellos mismos, murmurando cosas, seguramente de mi estado mental o de donde podría venir ese olor.

El olor era cada vez más intenso, ya no lo aguantaba más, era como si se estuviera acercando. Me daba tanto asco que hasta me quemaba. Entonces, todo encajó cuando de repente se abrió la puerta y entró la fuente del olor.

Eran cuatro, totalmente encapuchados, y vestían túnicas negras. Sabía quiénes eran, ya los había visto antes pero esta vez era diferente, ya que yo era su objetivo.

-¿Quiénes son ustedes? – exigió saber la profesora, la cual no obtuvo otra respuesta que la aparición de una densa niebla que, aparentemente, la dejó carente de cualquier tipo de sentido.

Todos los demás miraban expectantes como si de una película de tratase, mientras yo bajé la cabeza en un ridículo intento para que no me vieran. Y como era de esperar resultó completamente inútil.

Uno de los cuatro se separó del resto y se dirigió hacia mí; se quitó la capucha y entonces levanté la mirada para ver su rostro, quería asegurarme de que Jane seguía siendo la portavoz de los Vulturis.

Efectivamente, no me equivocaba. La joven se encontraba apenas a unos centímetros de mí, mirando con sus ojos de color carmesí dirigiéndome una mirada más bien sádica que de ira. No quería hacerme daño, pero aún así ya me lo estaba haciendo con su efluvio, que se podía oler ahora con mayor intensidad debido a la cercanía que tenía hacia mí, y no pude mirarla más que con una mueca de asco.

-Hacía mucho tiempo que deseaba verte Wander – no me llamaban así desde hacía un año y aunque no comprendo por qué, me molestó. A la vez que pronunció estas palabras sentí como su mano blanca y gélida como el hielo me agarró y tiró de mí para ponerme en pie.

Al instante, los otros tres vampiros se quitaron las capuchas y pude ver claramente a Alec, Félix y Demetri.

-Habéis incumplido las normas y debéis ser castigados, pero no es de nuestra incumbencia castigarte a ti, de eso que se ocupen los de tu raza – continuó ella al ver que no había pronunciado ninguna palabra, aunque Jane se aseguraba de hacerme daño con las suyas.

-No le pondrás ni una sola mano a Brenda encima – susurré en un tono bajo pero suficiente para que me oyesen los cuatro. No podía ni imaginar que hicieran daño a la persona que más quería.

-Intenta impedírnoslo, chucho asqueroso – espetó Jane solamente para hacerme enfurecer y así poder tener una escusa para rebanarme la cabeza. A pesar de que quería no hacerlo, el miedo a la pérdida de Brenda pudo conmigo y sin pensarlo me lancé contra la vampira con el fin de partirla en pedazos.

Fui realmente estúpido al hacer aquello, podría haber entrado en fase, sin embargo ella consiguió esquivarme y, al instante, hizo gala conmigo de sus poderes mentales…

Me retorcía en el suelo del dolor, sentía que el fuego invadía mi cuerpo y me sentía como si me hubieran envenenado, como si de ponzoña directa en las venas se tratase.

-Parad, por favor – reconocería esa angelical aunque Alec me hubiera dejado sin oído.

Era ella, Brenda había venido a buscarme… ¿o a entregarse?

El solo pensar en dicha posibilidad hizo que me estremeciera, pero al menos con su llegada pudo distraer a Jane el tiempo suficiente como para yo reponerme.