Capítulo 1. Mi nueva "vida"

Todavía recuerdo el día en el que mi vida de adolescente terminó para dar paso a la de un monstruo como si hubiese sido hace apenas un mes. Oh, claro, es que fue hace un mes. Bueno hace 32 días, 4 horas, 13 minutos, y 33, 34 segundos. ¿Estoy loca? no, ¿llevo la cuenta? Sí. Por donde iba… soy un monstruo, bueno, técnicamente soy una vampira, pero el primer término me define mejor. Empecemos desde el principio:

Mi nombre es Isabella Marie Swan. Nací en un pequeño pueblillo llamado Forks, Washington. Mis padres; Renné y Charlie Swan, se casaron muy jóvenes ya que mi madre quedó embarazada. La relación de mis padres no funcionaba y Forks hacía a mi madre infeliz, se sentía encerrada en un pueblo tan pequeño. Por lo que tuvo la magnífica idea de abandonarnos para obtener su preciada libertad. No la odio, simplemente no la puedo entender, si yo tuviera una hija jamás la abandonaría. Pero que sabré yo, nunca seré madre, no ahora.

Mi relación con Charlie nunca fue muy fluida, ya que a ambos nos costaba mucho expresar nuestros sentimientos, pero nos amábamos. Él, era mi padre y mi madre y yo siempre le agradeceré el haberme cuidado, aún sin haber superado que mamá lo dejara. Mi vida en Forks fue totalmente monótona, yo era una chica muy introvertida y nunca tuve muchos amigos. Para mi vergüenza, mi mejor amigo era mi padre y ni siquiera con él me abría totalmente. A veces pensaba que era diferente, que mi forma de ser no encajaba en ningún lugar. Pero de saber que el destino se iba a tomar de forma tan literal mis pensamientos, nunca hubiera dicho que no encaja en el mundo normal.

Ahora tengo 17 años, y los tendré por el resto de mi "vida", Sí es que se le puede llamar de esa manera creo que, "Existencia" la definiría mejor.

Era una chica normal, morena, delgada, y no muy alta, con uno lindos ojos color chocolate. Ahora soy de una belleza despampanante, típica de todos los vampiros y unos ojos de un brillante rojo escarlata, por las sangre de las vidas inocentes que he quitado y son la clara muestra de la horrible criatura que soy.

Mi último día como humana, fue un día nublado como era habitual en Forks yo estaba en mi lugar favorito en todo el mundo, mi prado. Iba a allí desde que lo encontré cuando tenía 13 años. Me la pasaba leyendo. Pues sí, me internaba 8 km en el bosque para leer. Ese día recuerdo que estaba terminando mi libro favorito –Cumbres borrascosas- por, no sé, sexta vez podría ser. Cuando vi a la criatura más hermosa que había visto nunca; y a la vez la más aterradora. Era un hombre rubio de unos 20 años con una belleza demasiado irreal, para tratarse de algo bueno.

Recuerdo que lo último que vi con mis ojos humanos fue su sonrisa mientras se abalanzaba sobre mí. Desperté tres días después, aunque prefiero ahorrarme lo que sufrí desde el momento en el que James, como ahora sé que se llama, me transformó. Abrí los ojos sin entender nada, ¿qué pasaba? ¿Por qué alguien me causó tanto dolor?

-Hola Isabella-. Dijo una voz masculina, que debería ser de un hombre mayor, pero, quien sabe. Yo estaba más concentrada en los cambios físicos que sentía, en lo claro que lo veía todo y en todos los variados y extraños olores que podía apreciar.

-Debes de sentirte muy confundida.- Volvió a hablar el hombre. Esta vez me giré para verlo, y por segunda vez vi a una criatura de tal belleza que claramente; ahora estaba segura, gracias a mi aumentada visión; no era humana.

-¿Dónde estoy?- Escuché que decía la más hermosa voz femenina que había oído, un segundo después entendí que esa voz era ¿mía? Ahora sí que estaba asustada de verdad, ¿qué me habían hecho?, dios, cada vez estaba más confundida, y creo que lo reflejé en mi cara ya que el hombre frente a mi volvió a hablar.

-Sé que todo esto te resulta muy extraño, pero te adaptarás-. Dijo el hombre.

- ¿Dónde estoy?- Repetí mi pregunta, ya que no sabía qué hacer o decir y él no me había contestado.

-Eso no es relevante ahora, querida. Lo que debes saber es que para ti todo ha cambiado, ya no eres humana, ahora, mi querida Isabella, eres un vampiro.

Todavía recuerdo que cuando Aro –ahora sabía que ese era su nombre- me dijo lo que era, mi primera reacción fue soltar una carcajada. Bueno no me culpo, llevo más de un mes en esta vida y todavía creo que es un sueño, perdón, el término pesadilla es un poco más adecuado.

No creí una sola palabra de lo que me decía Aro, de cómo me contaba lo que era y como sería mi vida a partir de entonces. No fue hasta que Heidi entró en la sala con un hombre en sus brazos que empecé a creer que no era una broma.

Cuando una hermosa mujer entró en la sala con un hombre inconsciente en sus brazos fue que hizo acto de presencia un dolor insoportable en mi garganta que había ignorado desde que abrí los ojos. Juro que en ese momento fue como si hubiera perdido todo uso de razón, no tenía control sobre mis actos, un segundo antes estaba riendo del hecho de que me llamaran vampira y ahora estaba con mis labios presionados sobre el cuello de aquel hombre inconsciente y bebiendo el más delicioso líquido que había probado nunca.

Unos minutos después me aparté alejándome con suma lentitud de un cuerpo totalmente pálido, empecé a entender lo que había hecho. Yo, Bella Swan, acababa de beber ¿sangre?

Aquel día después de ser consciente de lo que había ocurrido, lo que Aro había dicho ya no me parecía para nada gracioso. Y aquí estoy ahora, empezando a asimilar lo que soy –una asesina- la cual no tendrá otra condena que una eternidad junto a "personas" que veían normal matar a alguien. Según Aro, me había explicado que era mera cuestión de necesidad. Nosotros los vampiros necesitábamos beber sangre humana para vivir. Y yo no le podía negar algo así, quién era yo en este extraño mundo. Nada más que una simple vampira recién creada y él tenía ¿cuánto? Ah, ya sé, unos tres mil años. Me estremecía al pensar en cuantas vidas había quitado.

-Bella.- Me interrumpió la voz de Alec. –Aro solicita tu presencia en el salón principal.

-Ya voy.- Le contesté al niño; sí, porque Alec era solo eso, un niño, tendría no más de trece años cuando fue convertido. Pero para ironía mía el gozaba de una experiencia de centenares de años.

Caminé por los largos pasillos del palacio de Volterra. Todavía intentaba procesar que yo formaba parte la guardia de los Vulturis. Quienes, me había informado Heidi – a quien podría llamar como mí mejor amiga en esta nueva vida- eran los encargados de mantener en el anonimato la existencia de su raza, de la ahora, nuestra raza.

No entendía que hacía yo aquí, en Italia, sí Italia. No era capaz de comprender por qué los Vulturis habían ido hasta otro continente para hacerme suya. Yo no era especial. Las veces en las que le pregunté a Aro cuál era mi papel en este castillo. Él me decía que no era el momento de hablar de eso, que por ahora tenía que adaptarme y adquirir un poco de control. Algo de lo que estaba realmente orgullosa ya que era capaz de estar cerca de algún humano sin intentar matarlo y por lo que Heidi me decía los vampiros tardan años en adquirir ese autocontrol. Estaba en mis cavilaciones cuando llegué al salón principal.

Allí vi a Aro, Cayo y Marco. Los líderes del mundo de los vampiros, sentados en sus tronos esperándome. ¡Oh Dios! que hacía yo aquí. Los tres vampiros me miraban como si fuera un tesoro, algo de mucho valor. Tenía que admitir que me estaban intimidando.

-Bella querida ¿cómo estás?- Me dijo Aro con la cercanía con la que me trataba habitualmente, como si fuéramos amigos. Cosa que me parecía absurda ya que yo le guardaba gran rencor por haber dado él, la orden de encontrarme y transformarme.

- Bien. –Mentí, se me estaba dando muy bien últimamente- ¿Cuál es el motivo por el que se requiere mi visita?

- Bella, como siempre con esa formalidad que te he pedido que no tengas, querida.- Dijo Aro con humor, pero algo en mis fracciones le dijo que yo no encontraba nada divertida la situación, por lo que continuó. – Te he mandado a llamar porque empezaremos a entrenarte para el motivo por el cual eres uno de los nuestros-. Me quedé estática ¿por fin iba a tener una explicación para mi condena?

- Estoy realmente ansiosa por saber el motivo por el que soy una vampira.-Solté con intencionado desprecio la última palabra.

- Bella, no sé porque tanto rencor, una existencia ilimitada y tanta belleza es algo que cualquier humano desearía-. Dijo Aro y de verdad podía ver que él creía en sus palabras.

- No me interesa vivir para siempre, mucho menos ser hermosa Aro, si para eso tengo que tener esta vida. Aborrezco la forma en que vivimos, me da asco matar personas, lo odio y te odio a ti por condenarme a esto.- Escupí las últimas palabras, liberándome de todo lo que tenía dentro. Me arrepentí tan pronto como vi la cara de odio con la que me miraba Cayo. Marco seguía en su línea de indiferencia, pero creí ver un atisbo de sorpresa ante mis palabras y Aro me miraba con una total incredulidad en sus fracciones, que me dejaba en claro que no entendía mis palabras.

- Isabella. No creo tus palabras. Esta es una vida que a lo largo de mi existencia he visto que envidia cada humano que he conocido, pero.-Dijo esto último ahora con una firme autoridad. -Si de verdad no te gusta esta vida, tendrás que adaptarte querida. Te he creado con un propósito que vas a cumplir, y ten claro que no dudaré un segundo si te tengo que obligar a que lo hagas. Tú me vas a obedecer. ¿Te queda claro Isabella?- No podía creer como me había tratado, como si yo fuera de su propiedad.

- No pienso hacer nada de lo que me ordenes Aro y me importa poco si me matas, cualquier cosa es mejor que esta vida. -No sé cómo tuve el valor de decir esas palabras, supongo que de verdad las siento. No soy una persona valiente y la idea de morir no se me hace nada grata, pero odio esta vida y mi orgullo es demasiado como para dejar que me traten como un perro que tiene que obedecer a su amo.

- Isabella no juegues conmigo. Soy una persona de paz pero no voy a permitir que alguien de mi guardia me hable así. -Dijo Aro y podía ver que estaba entre asustado y sorprendido por el modo en el que me había revelado

- Isabella.- Esta vez fue Cayo quien habló, y pude distinguir burla al pronunciar mi nombre.- Veo que tenemos aquí a una chica valiente, ¿así que como dices no temes por tu vida verdad?

- No.- Dije, con la barbilla bien alta, pero el tono de suficiencia con el que me hablaba Cayo me estaba asustando demasiado. Él estaba totalmente seguro de que haría lo que él quería.

- Bien.- Dijo como quien está a punto de derrotar a su rival. -Me pregunto si tratarás con tanta indiferencia la vida del Sr. Swan.

-¡Qué!- Dije mientras me derrumbaba totalmente, había dado con el talón de Aquiles de mi orgullo.- Ni se les ocurra acercarse a mi padre. -Dije. Pero mi volumen iba descendiendo poco a poco y de poder llorar juro que ahora estaría haciéndolo.

- Tranquila querida.- Dijo Aro, con una triunfante sonrisa en su rostro al comprender que Cayo había encontrado mi punto débil.- No le haremos daño a tu padre mientras tú cumplas con tus obligaciones. ¿Lo entiendes?

- Sí señor-. Dije con la cabeza baja y tragándome hasta la última gota de mi orgullo. La vida de mi padre estaba en juego.

-Bien. No creas que olvidaremos la rebeldía de esta tarde, de no ser alguien como tú, esto habría terminado de otra manera, así que considérate afortunada.

-Sí, claro que afortunada que soy.- Solté en un susurro cargado de ironía, olvidándome de que ellos me escucharían igualmente.

-Ya es suficiente. -Gritó un encolerizado Cayo. –Vas a permitir que esta niñita se burle de ti.- Dijo dirigiéndose a Aro.

-Tranquilo hermano. Debes admitir que resulta divertido ver a alguien valiente.- Dijo divertido, como si hablara de un gatito que se enfada.

-Aghh. Yo me retiro, te juro que le arrancaré la cabeza a esta niña si sigo aquí. -Gritó Cayo y se fue de la sala.

- Vaya, veo que has conseguido agotar la paciencia de Cayo. -Estas palabras las había pronunciado Marco verdaderamente divertido.- Los dejo solos. Alguien tiene que calmar a Cayo antes de que mate a alguien.- Dijo Marco saliendo por donde se había ido su hermano.

- Bien por fin solos. -Me giré para encarar a Aro y que me contara así la causa de mi ahora, indefinida existencia.