Se encuentran en un abrazo envuelto en dolor y llanto, de rencor reconciliado. Caen las cenizas de algo que no volverá y que aletea dulcemente entre sus brazos. Es una bienvenida, es perdóname y la única manera de mantenerse enteros cuando el mundo se derrumba bajo unos pies que siempre han ido descalzos por la vida. Son pequeños y son fuertes, están rotos y se sostienen. Nobu. Hachi. Dos locos enamorados de un cuento de hadas que la realidad se ha empeñado en despertar.

Se sueltan, han dejado de temblar. Él no puede contener las lágrimas, ella aún no sabe dejar de llorar. Alza la mano para borrar esa pena negra desertora de sus ojos, pero busca una caricia. Hachi se deja hacer, incapaz de negarle nada. No cuando los recuerdos se desbordan en un torrente devastador que la desnuda por dentro y la devuelve a sus brazos frágil y en carne viva, todo sentimiento. Un beso nace entre ellos entrelazado con las notas de esa primera canción con la que empezó todo lo que amenaza con terminarse ahora, un beso que muere antes de llegar a florecer en sus labios.

Les sobresalta la melodía del móvil, los Sex Pistols no componían canciones para momentos como éste. El sueño se acaba, una vez más. Los dos lo saben, pero Nobu se niega a despertar. Hachi aún está ahí, al alcance de su mano, después de tanto tiempo. La abraza antes de que sea demasiado tarde. No hay palabras, pero ambos pueden escucharlo. No te vayas. Y ninguno de los dos sabe si son suyas o si es sólo una más de sus fantasías.

El silencio les envuelve amargo y desolado cuando el último acorde muere antes de que nadie responda a la llamada. Es entonces cuando se dan cuenta de que Shin hace tiempo que ha dejado de tocar. Están solos en el mundo, de repente. Son sólo dos corazones que se responden el uno al otro en un eco triste y desacompasado. Las dudas la corroen, la pasión lo arrastra. La besa en el cuello antes de buscar sus labios, desesperado, pero no consigue encontrarlos. Hachi ya no está allí, y Nana ya no puede volver a equivocarse.

Nobu cae y se pregunta, sepultado bajo un corazón hecho pedazos, si despertar dejará de ser alguna vez doloroso.