LUNA DORADA

Capítulo 1

En un mundo de reyes, reinas, tierras lejanas benditas, cada doscientos años por la luz de la luna cubierta del fuego dorado del sol, cuando el día y la noche están en un mismo tiempo nace en el linaje descendiente del cielo, el ser que controla los cuatro elementos: Tierra, aire, agua y fuego y luego un quinto, el fuego dorado. Cuyo poder puede traer la paz o la destrucción de las tres Tierras Negras. Esta es la historia de los tres reinos que conforman las Tierras Negras en un mundo cuyo tiempo existe entre un universo de fantasía y poder.

El primer reino al este de la tierra conformado por el linaje de guerreros rojos, por sus finas armaduras pulidas en metal del mismo color que brota de las minas donde forjan sus armas alimentados por la Tierra Negra de su territorio, un ejército grande cuyo último líder representa el redimir de un pasado doloroso, sangriento, ejecutor pero ahora en busca de Paz desde su coronación, su rey Kenshin Himura el Hitokiri Battosai cuya espada ahora pedía perdón a su pueblo a enseñanzas de su padre el conocido Rey Seijuro hombre bondadoso y de gran corazón y junto a su mano derecha y consejero Saito Hajime general de su ejército rojo. Le llaman así la Tierra Negra del Este.

El segundo reino al oeste de la tierra dominado por el linaje de los guerreros plateados, cuyo ejército nominado por el color de sus armaduras proveniente del metal extraído de sus tierras alimentaba las armas y escudos de su gente, este reino se alimentaba del poder hambriento de más insatisfecho de su propia tierra, cobraba la vida de los ajenos a ella, su rey Enishi Yukishiro gobernaba con el corazón lleno de ambición cuya sed era remitida por el calor de la espada, su general Aoshi Shinomori era igual de temido que el propio rey, su corazón frio pero sensato aconsejaba por la espada o el perdón cuando fuese necesario. Fue el propio General quién hasta el momento había amedrentado la furia de su señor para con los otros reinos, la llamada Tierra Negra del Oeste.

Un tercer reino, el más proliferativo de los tres, la Tierra Negra del Cielo, ubicada entre los dos territorios anteriores, llamada así por ser conocida como el "linaje descendiente del cielo", su ejército de armaduras negras y doradas era táctico más que sanguinario y justo más que ejecutor, su reino recaía en los hombros de su rey Okina Makimashi el más viejo y sabio de los tres reyes y cuyo linaje se componía por sus dos adoradas hijas, la primera Kaoru Kamiya auto apellidada así por su madre, dominante del agua fiel a su corazón tranquilo era más una consejera para su rey que guerrera, no así la hija menor, la extrovertida guerrera y general de su ejército Misao Makimashi que a una edad joven y en contra de todo lo que pudiera representar una oposición, era la mejor en todo el reino y cuyo secreto mantenía la paz interna de su tierra, Okina había decidido ocultar que la nacida en la noche de la luna dorada, la leyenda de la dominante de los cuatro elementos era su hija menor. La paz o la destrucción de los tres reinos caían sobre los hombros de una chiquilla.

Pero la historia no comienza aquí, sino cuando la hija menor de la Tierra Negra del Cielo tenía dieciséis años, en una ida de aventuras escondida de su padre y buscada por los soldados que aterrados la buscaban ya que no podían perder a la hija de su rey, la chica había decidido perderse y explorar las tierras lejanas que el sol ocultaba, entró al final del bosque que limitaba las tierras del Cielo y el Oeste, desde niña había notado que tenía cierta empatía por la naturaleza, incluso más que con otras personas, en una ocasión cuando tenía seis años se vio rodeada por una manada de lobos sin embargo pese a su temor estos no la atacaron, por el contrario le mostraron respeto y ella de la misma manera se lo mostró a ellos, aprendió a entender a los árboles, las plantas y los animales se sentía uno con ellos, sentía la tranquilidad que no podía sentir en su castillo ni bajo la sombra de su padre que la mantenía en vigilancia constante. Aún estaba aprendiendo a dominar los cuatro elementos, su hermana a los diecinueve años que ahora tenía ya era completamente capaz de dominar el agua, que incluso beneficiaba los cultivos de sus tierras.

Se adentró al bosque aún más hasta que encontró unas cascadas cuyo flujo parecía el velo de un vestido de novia, se dejó refrescar por la brisa y unas cuantas gotas de agua que caían sobre ella, bajó de su caballo para darle a éste de beber, entendía que estaba cansado y sediento habrían recorrido casi todo el reino en busca de emoción, no se había imaginado que ahí lo encontraría, su primer amor.

Encontró del otro lado en el final de la cascada a un hombre de ropas desgastadas durmiendo sobre la hierba fresca, siendo así que su curiosidad fue mayor a su pena, que tal si el hombre estaba muerto, la imaginación de la chica la hizo decidir acercarse más todavía, cuando se acercó lo tocó y removió un poco con la punta de su pie sobre el costado del hombre, este ni se inmuto, continuo con una respiración tranquila, al menos respiraba, suspiró la chica. Se dio oportunidad de fijarse en las facciones del hombre tumbado en la hierba le parecía alto, mucho más alto que ella podía decir con solo mirar el largo de sus piernas, el flequillo del cabello le tapaba parcialmente la frente y pese a que la mayor parte de su rostro estaba cubierto por una barba descuidada el hombre parecía tener facciones finas, un rostro apuesto.

Volvió a intentar despertarlo con la punta del pie esta vez sobre la costilla, lo hizo una vez más pero se detuvo al sentir un mano agarrando su delgado tobillo, la chica llevaba un vestido imperial gris y una capa de igual color encima de ella, sin joyas ni amuletos, algo muy diferente a su vestimenta habitual, con su cabello negro sostenido en una larga trenza, había elegido ese atuendo para no destacar por sobre la gente le sería más fácil camuflajearse. Intentó soltarse pero el agarre fue más fuerte así que le hizo perder el equilibrio iba a caer para atrás cuando en un reflejo rápido el hombre la sostuvo por la espalda, no que hiciera falta ella misma podría haberse librado de una caída, pero el hombre fue más rápido que ella.

-No deberías acercarte así a un extraño- escuchó decir al hombre, incluso su voz le parecía generosa, varonil como la fuerza que desprendía del brazo al sostenerla, observó los ojos azules del hombre, el azul que pocas veces había visto sino en el reflejo del frio mar, el hielo del invierno sobre el agua, ese azul intenso que podría atravesarla.

-Lo lamento, no quise despertarte, pensé que eras un cadáver- le mintió la chica, tratando de reponerse de la impresión. El hombre la soltó sin decir nada y se enderezó dejándola bien plantada sobre el piso, se agachó a recoger una bolsa de piel que llevaba consigo y un recipiente para llenarlo de agua de la cascada. Al sentirse ignorada la chica hizo la presentación correspondiente- Mi nombre es Misao ¿Y el tuyo?- le preguntó sin reparo.

El hombre dejó lo que estaba haciendo para mirarla con más detenimiento, suponía era imposible ignorarla, cualquier chica se habría ido de ahí corriendo con la apariencia de vagabundo loco que tenía, llevaba varias semanas de viaje así que su aspecto no debía ser muy prometedor, la chica al no demostrar miedo le merecía un poco de respeto y educación de su parte.

-Aoshi Shinomori- le contestó a secas.

-Bien Aoshi-sama- utilizó el sama con respeto y le hizo una inclinación breve pero con el porte con el que la habían educado- ¿Qué edad tienes?- continuó preguntando, de verdad estaba curiosa de saber sobre ese hombre de ojos azules.

-Veintiún años- se limitó a decir. Al no verse cuestionada sobre su edad, ella misma le contestó sin que su recién conocido le preguntara cuantos años tenía.

-Yo tengo dieciséis años y soy de la Tierra Negra del Cielo- le sonrió.

Aoshi se mantuvo en silencio, se vio sorprendido aunque no lo hizo notar sobre la afirmación de la chica, tanto llevaba viajando que estaba muy lejos de su tierra, no se había dado cuenta de que habría llegado a los límites de los terrenos del oeste.

-Puedo notar que estás cansado y necesitas asearte, puedo llevarte conmigo si lo deseas, tengo un caballo- le señaló a su corcel blanco, un caballo divino con pelaje amarillo casi dorado se notaba de buena sangre.- Seguro que no le importara llevarnos a los dos.

El ojiazul, se vio tentado a declinar la oferta sin embargo estaba en realidad cansado, hambriento y necesitaba un baño caliente, tal vez aceptar el ofrecimiento de la chica no era tan malo después de todo, solo se serviría de agua y víveres y seguiría con su camino como estaba planeado.

-De acuerdo- aceptó.

La chica le sonrió y pudo ver en ella una amabilidad y calidez a la que no estaba acostumbrado, se sintió un poco incómodo, tuvo una sensación extraña pero agradable al verla, la miró con detenimiento y observó los ojos verdes cristalinos de la chica un verde que con cierto grado de luz le parecía dorado también. Era hermosa sin duda pero aún muy joven. Subieron al caballo cuyo nombre era Libre, se le hizo irónico pero sensato pues el nombre parecía habérselo dado la propia chica, que por lo hablantina que era lo había mareado un poco.

Llegaron a una cabaña no muy lejos de ahí, parecía deshabitada por fuera estaba oculta entre las hierbas del bosque y las ramas de los árboles, la fachada estaba cubierta incluso de moho parecía abandonada, sin embargo se sorprendió al entrar a la cabaña, por dentro era todo lo contrario a lo que aparentaba, tenía chimenea, una mesa limpia con lámparas en el centro, sillas, una mecedora junto a un estante de viejos libros una pequeña estufa de leña y al lado contrario una cama con sábanas blancas y una cobija más gruesa de lana, junto a ello también había una gran tina de baño azul claro, no muy grande no muy chica el tamaño suficiente para bañarse, todo el cuadro le pareció acogedor. La chica le tendió otras sabanas sobre la cama y encendió sin problema la chimenea con la leña que había dentro.

-No es mucho pero puedes quedarte el tiempo que quieras- le dijo la ojiverde- te calentaré agua para que puedas asearte y te haré un poco de sopa. Dicho esto dejó hervir el agua y la vació en la gran tina.- Si no te gusta muy caliente, puedes traer un poco de agua del pozo de allá atrás- Señaló atreves de una pequeña ventana.

-Bien- dijo Aoshi y fue a la parte de atrás a recabar más agua con unos botes de madera, cuando regresó la chica tenía una olla pequeña con agua hirviendo y unas verduras cociéndose junto a unas hiervas aromáticas, le había prometido hacerle sopa, se recordó. Estaba tan hambriento que bien podía comer un pedazo de leña y le sabría tan bien como un rico manjar. El olor del caldo le hizo salivar un poco. Tragó saliva recobrando la compostura, la chica le parecía tan amable- ¿Vives aquí?- le preguntó.

La chica se sonrió- No, solo vengo aquí cuando quiero estar sola, es mi refugio- le contestó- Yo vivo lejos de aquí, pero no te preocupes, esta cabaña es mía. Es mi lugar secreto- le guiñó el ojo. El hombre solo inclinó la cabeza amablemente para responder la amabilidad, pero no sonrió- Vaya que eres frío- le expresó sin pelos en la lengua.

-Si me permites, ¿Puedo tomar el baño?- le dijo ignorando el comentario anterior-

-Ah sí, claro- Acto seguido, Misao salió de la cabaña para dejarlo sólo- Cuando termines, avísame.

Aoshi se quedó solo y pudo ver por otra ventana a la chica acercarse a su caballo para acariciarlo, parecía que incluso conversaba con el animal, y éste la entendía. Se quitó la ropa y mediando el agua a la temperatura que se le hizo más agradable se introdujo a la tina para bañarse. Cerró los ojos y se dejó llevar por la relajante temperatura. No sabría decir cuánto tiempo estuvo así meditando, pero debió haber sido bastante tiempo puesto que Misao entró a la cabaña preguntándole si todo estaba bien, para su sorpresa la chica no parecía intimidarse junto a un hombre desnudo. Al menos la parte que podía ver fuera del agua, puesto que la chica entró sin problema y se concentró retirar la olla del fuego y ponerla en la mesa.

-Cuando estés listo, podremos comer- le dijo divertida, su corazón latió más rápido, está por demás decir que la ojiverde se deleitó ante la visión del hombre en la tina de baño, su cuerpo además de grande era musculoso, atlético y pudo ver las cicatrices en su pecho y abdomen, tal vez cicatrices de batalla, o tal vez no. Quien sabe, más adelante se lo preguntaría. Al verlo sin la intención de moverse, se le ocurrió lo siguiente- Si quieres puedo afeitarte- le dijo, más sorprendida ella que él por la iniciativa.

A decir verdad, para Aoshi la barba se le hacía incomoda no había tenido la oportunidad de quitársela o más bien no le había dado importancia, la propuesta de la chica nuevamente se le hizo divertida, poco familiarizado con el termino y contrario a lo que en otra circunstancia hubiera respondido no pudo negarse. Él mismo también se sorprendió, era como si con esa mujer pudiera liberarse, le trasmitía calma, bondad y algo más que no dejaba descifrar.

Salió de la bañera con cuidado mientras Misao estaba distraída en la mesa poniendo unos platos, se cubrió la cintura con una sábana limpia que le había sido destinada para cuando terminara de bañarse. Y así con las gotas de agua tibia recorriendo cada musculo de su cuerpo, lavando cada cicatriz y el olor del jabón sobre su piel, se sentó en la orilla de la cama. Cuando la ojiverde lo vio se le hizo como si el hombre le hubiera hecho una invitación y su imaginación voló más allá de lo sexual, más íntimo, más pasional. Se acercó a él con una pequeña navaja como si fuera su propia mano y no el fino metal, comenzó a afeitarlo, la cercanía les hizo notar la respiración de uno y otro, Aoshi dejándose llevar por el tacto, la posicionó entre sus piernas y la abrazó por la cintura acercándolo más a él. Estaba fuera de su autocontrol, se dejó embriagar por el encuentro.

Cuando Misao terminó puso la navaja a un lado en una pequeña mesita, tomó un trapo limpio pequeño y con un poco de agua tibia lo remojó para limpiar el rostro del hombre, repasó con los dedos y los ojos cada línea de las facciones del ojiazul, estaba en lo cierto, la barba escondía la notoria belleza del hombre. Era el hombre más hermoso que había visto en su corta vida, no había nadie como el en todo el reino.

-Lo sabía- le dijo

-¿El qué? – le preguntó aun sin soltarla-

-Eres muy apuesto- le sonrió y con el atrevimiento que su linaje le permitía, lo besó.

Aoshi en primera instancia no se movió, no la rechazó ni tampoco le correspondió al principio, nunca antes nadie se había atrevido a acercarse a él de ese modo, en su tierra era temido, tratado con respeto, nunca se había interesado tampoco en algo así, salvo con una mujer hace mucho tiempo, sabía lo que una mujer podría despertar en un hombre y esta vez Misao lo" despertó" a él. Por unos segundos más, la chica al no verse rechazada, siguió insistiendo, intensificó más el beso y esta vez el ojiazul, la atrajo más hacía así para besarla, la tumbó en la cama y la besó más y más. Estaban llenos de pasión, todo lo demás sería olvidado por esos momentos. Eran sólo ellos dos en el universo.

Aoshi le besó el cuello, los hombros, le quitó de a poco el vestido, repasando con la lengua cada rincón del cuerpo de porcelana de la chica, cayó en cuenta de lo más hermosa y angelical que era. Era una divinidad en la tierra, pensó. Hicieron el amor ese día y esa noche hasta el amanecer. Se encontraron y se enamoraron.

Ya repuestos a la mañana siguiente, estaban sentados en la mesa desayunando un poco de pan y Té de hierbas caliente, comían y se besaban como chiquillos, serían tan felices así solos sin el resto del mundo, pero como esta era una tierra de poder aún estaban lejos de llegar a la paz que ésta pareja de enamorados merecía.

El sonido de unos caballos se escuchaba no muy lejos de ahí a las orillas del camino, incluso Libre se sintió inquieto, Misao salió de prisa de la cabaña a tranquilizar al animal. –Nos encontraron- le dijo, acto seguido entró nuevamente para advertirle a su amado Aoshi.

-Quédate aquí, no salgas- le dijo apurada, como si el alma se le fuera en ello.

-¿Qué pasa Misao?- le contestó sin perder la calma- ¿Qué está pasando? Explícame- le ordenó.

-Mi padre me mandó a buscar y no quiero que nos encuentren aquí, este lugar es sagrado para mí- le explicó- Sólo debo distraerlos, puedes quedarte el tiempo que quieras-

-¿Estabas huyendo?- le preguntó sin entender, la chica sólo asintió apenada- Misao, si alguien te lastima yo…- iba a darle entender su amenaza, no dejaría que nadie le pusiera una mano encima, pero la ojiverde no lo dejó terminar.

-No me lastimarán- le sonrió- Pero debo volver a mi hogar, antes de que nos encuentren-

-Iré contigo- le dijo tajante, tomándola del brazo.

-No puedes- le contestó en igual tono- Por el momento no puedo escapar más, sin ponerte en peligro, descuida estaré bien, pero si decides quedarte regresaré por ti- le sonrió y abrazó. Consciente desde que lo vio que ese hombre no pertenecía ahí, era ajeno a su propias tierras.

-Si no voy contigo y tú no vienes conmigo, tampoco puedo quedarme por mucho tiempo, tengo una misión que cumplir- la abrazó con más fuerza que antes, en un abrazo casi melancólico lo mismo que cálido.

-Otra vez estaba en lo cierto- se rio entre dientes- Eres un caballero, ¿Verdad?-

-De la Tierra Negra del Oeste-

Misao se sorprendió más de lo que esperaba, el hombre que amaba era de la tierra lejana del Oeste una tierra con la que les ha costado mantener la paz de pocos años. La ojiverde se soltó y lo besó otra vez.

-Estábamos destinados a encontrarnos, Aoshi-sama. Y nos volveremos a encontrar, lo sé- fue así como se despidió, un último beso y salió de la cabaña con el hombre detrás de ella, montó a Libre y volvió a sonreír al ojiazul.

Aoshi quedó prendado de aquella visión: sobre su caballo blanco y dorado, la mujer a la que había tomado como suya, de ojos verdes. Los orbes se le tiñeron de dorado y a la orden de la pelinegra.- Tierra Obedéceme- La tierra tembló un poco, las ramas de los árboles y las hierbas se torcieron y crecieron un poco más envolviendo la cabaña ocultándola de ojos extraños que no fueran los suyos y de su amado.

Fue la última vez que se vieron.

FIN CAPITULO 1

Bueno aquí mi primer UA. Mi pareja principal A/M, debo aclarar que este fic ya lo tenía desde hace mucho tiempo sólo no lo había concretado, aunque ya tengo el final y el clímax de la historia, quiero desarrolla más a los personajes, sobre todo a Misao quién debo decir tendrá un cambio radical de lo que Aoshi conoció. También habrá Kenshin/Kaoru para los seguidores de esta pareja. Nos leemos en el siguiente. Trataré de subir un capitulo por semana. Los quiero, dejen Reviews.