Summary: AU. Inuyasha es un joven que se siente vacío y solo, a pesar de tener amigos y una novia exitosa. Su vida da un giro cuando ve un símbolo pintado junto a un café francés en las afueras de su ciudad, con el cual se obsesiona. En su búsqueda por el autor de dicho símbolo, cruza camino con una joven estudiante de ilustración llamada Kagome.
Disclaimer: Los personajes de Inuyasha no me pertenecen, son obra de Rumiko Takahashi. Sin animos de lucro presento esta humilde historia.
Notas Previas: Traigo un nuevo fic después de un tiempo sin escribir nada~. Espero que les guste, traté de hacerlo lo menos OOC posible. Por favor dejen reviews si les gusto, y si no también.
Capitulo Uno.
Soledad Granate.
Esa noche no iba a ser de las suyas.
Había recién salido de clases, un viernes por la tarde y sentía como si el peso del cielo grisáceo se cernía sobre sus hombros, apretándole y presionando su conciencia. Planeaba salir a tomar aquella noche, pero todos sus conocidos parecían tener planes que no le incluían. Su mejor amigo ayudaría a su anciano abuelo con la floristería de la familia, sus compañeros de parkour (*) irían fuera de la ciudad a pasarla bien, pero no regresarían en una semana, y al contrario de ellos, él debía ir a clases.
¡Joder, incluso su novia tenía que ir a una charla de la universidad!
Suspiró con pesadez, reprochándole a la vida el porqué de aquella aburrida tarde. Se acomodó el par de lentes de marca que se sostenían contra la punta de su nariz y volvió a suspirar. El trasero comenzaba a acalambrarse, y cuando lo notó ya eran pasadas las 3 de la tarde. Sentía sus pulmones llenarse de aire y soltar suspiros a siniestra, como si alguien le quitase la vida a puñetazos, o más bien a pequeñas palmaditas en los hombros. Estaba deprimido.
Su mirar se encontró con el reloj digital que, adherido de una pared alta, indicaba que ya habían pasado 15 minutos. El tiempo se le estaba yendo y el aun no tenía nada que hacer.
Tras examinar su alrededor, notó los escasos estudiantes que paseaban en aquel pasillo largo de pisos negros y paredes claras, adornadas por poco menos que la pintura y pequeños marcos, vitrinas de trofeos y cosas insulsas, que nadie notaba. Las lámparas que colgaban del techo estaban pulcras al igual que las puertas de metal sólido, corredizas e impunes de manchas o abolladuras. Sin duda, debía agradecer que su lugar de estudio cuando menos, era agradable.
Eso sin contar que lo que allí enseñaban le daba ganas de vomitar.
Pero aquello no era el tema.
Al menos no aún.
Inuyasha Tashio no tenía nada que hacer aquella noche. Una noche de viernes. Y eso era un problema.
Quizás podría ir a un bar de mala muerte y tomar solo hasta el amanecer; pero aquello era simplemente patético.
¡Oye Inuyasha! – Escuchó así una voz fina y delicada, desde el largo pasillo.-
Ah, Rin. – Su voz se escuchó extraña, casi fuera de sí.
De pies a cabeza, Inuyasha examinó a la pequeña mujer frente a él. De contextura delgada y tez nívea, los ojos de Rin brillaban más que la luna. Ella sonrió llevándose una mano a la coleta que colgaba de un costado de su cabeza, gesto que él sabía indicaba nerviosismo.
Notó como se mordía los labios, y el color carmín subía a su cabeza. La pequeña mano tiritó ligeramente y él se confundió.
Q-quería, ya sabes… pre…preguntar… - Una sonrisa sagaz adornó los labios de Inuyasha.
Sesshoumaru salió de la ciudad, llegará en dos semanas, ¿Sabes? – La notó erizarse y sonrió aún más.-
Rin era una mujer enérgica, alegre y digna de admirar. Pero en cuanto el nombre de Sesshoumaru, su medio hermano, entraba en el contexto se volvía poco menos que un corderito indefenso. Y eso a Inuyasha le causaba mucha gracia.
Le dio una palmada suave sobre la cabeza, sonriendo vigorosamente.
¡Ya, ya! ¿Qué tal si le regalas algo cuando vuelva?- Aquello hizo que una sonrisa se asomara sobre los labios de la pequeña Rin, quien le devolvió el gesto con una caricia sobre sus nudillos.-
Se apartó por segundos, dispuesto a marcharse sin despedida, hasta que ella habló de nuevo.
¿Cómo van las cosas con Kikyou? Escuché que estará todo el fin de semana en una ramificación de su universidad, dando charlas… ¡Es admirable! Todos han escuchado de ello.. -
Fingió una sonrisa, mientras asentía con la cabeza. De pronto se perdió entre las palabras que pronunciaba Rin sobre lo increíble que era Kikyou. Como siempre lo hacía, simplemente sonreía y pretendía estar orgulloso de ella.
Escuchó un pitido corto provenir del reloj digital. Habían dado las 3 y media. Sombras oscuras y difusas comenzaron a pasar por sus costados, en grupos, riendo. Nunca rozándole, nunca notándole, simplemente ignorando y pasando de él. Pronto se dio cuenta que Rin había desaparecido junto con ellas.
Ni el suspiro que abandono sus labios fue suficiente para detener ni a una. Caminó con la corriente con su cabeza gacha, sintiéndose frustrado y prontamente irritado. Ni siquiera se permitió compartir con sus pensamientos el pesar que le aquejaba. Se sacó los lentes, y los colgó de uno de los bolsillos de sus vaqueros.
Y pensar que de la nada sus ganas de salir a festejar habían desaparecido por completo.
Necesito una cerveza. – Sus dientes afilados rechinaron entre sí tras pronunciar aquella frase, y el flequillo cubrió sus orbes miel del resto del planeta.
Comenzó a caminar sin rumbo tras salir del campus, pensando en todo y nada a la vez. Los suspiros eran su única compañía, y conforme caminaba, notaba más sombras a su alrededor.
Gente insulsa, que importaban para él tanto como él a ellos. Nada. Gruño por lo bajo, cual can. Y se sintió de nuevo diferente entre la multitud.
Alzo la cabeza, con un chasquido de lengua que demostraba la molestia que le recorría en ese momento.
Fue allí cuando la vio.
Se detuvo en seco frente a una pared pintada de un durazno claro, casi blanco que estaba justo antes del cruce a la siguiente calle. Allí, sintió como si hubieran golpeado su estómago, dejándolo sin aire y sin palabras.
En aquel modesto fondo claro, relucía una figura pintada, a mano. No era demasiado grande, no era pretenciosa, era simple y los trazos descuidados y dispersos.
Un ojo pintado. En color Granate.
No eran aquellas pestañas descuidadas y perfectamente acomodadas sobre el parpado, ni la suave línea que separaba la pupila del iris. O la forma en que se entrecerraba con cierta melancolía.
Era todo, un símbolo que expresaba tanto con tan poco y como parecía adentrarse en él, como si aquel modesto bosquejo oscuro pudiera ver dentro de él. Un ojo sabio, que a la vez le compartía preocupaciones.
E hizo que su corazón se encogiera del dolor. Se sentía desnudo al observar, en aquella solitaria calle, un simple símbolo que no debía significar nada.
Se sintió indefenso ante él, y ante el mundo.
Un sentimiento de amor le invadió, y le abandono casi al mismo tiempo. No pudo pensar por tanto tiempo, y se sintió obsesionado de un segundo a otro con él. Aquel ojo le había cautivado y hecho sentir cosas que nunca en su vida se hubiese atrevido a sentir. Y tristemente lo sintió como su único mundo en el mundo, se vio capaz de contarle todo lo que pensaba, como si realmente se tratara de algo viviente.
No supo cuánto tiempo había pasado en aquel trance, y lo sintió como si millones de años se hubiese mantenido ahí, observando la pared color durazno y ese ojo que tanto tenía que decirle. Como si hubiese evolucionado al conocerlo, como si llevara toda su vida esperando por él.
Alzó una de sus manos, y al tocar la rugosa superficie y la pintura bajo sus dedos se sintió ridículo. Ridículo de pasar tanto tiempo allí, y ridículo de pensar tanto en un símbolo.
Y es que aquello le hizo sentirse, por una vez, acompañado de alguien.
Pronto se vio a si mismo imaginando quien habría pintado aquel ojo. La idea de que hubiese concebido únicamente para que él lo viera se reflejó en su mente, y pronto la dejo ir con una sonrisa.
¿Sería un hombre? ¿Una mujer? ¿A quién debía preguntar que había tras el enigmático dibujo? ¿Sería mayor? ¿Más experimentado que él? ¿Qué historia escondería?
Sacudió su cabeza, y sintió lastima por sí mismo.
Era poco más que un boceto cualquiera en una pared cualquiera de una ciudad cualquiera. Pero para Inuyasha, le hizo sentirse acompañado por primera vez.
Sintió por única vez en la vida que había, allí afuera, alguien que era igual que él y que había logrado expresar cada uno de sus sentimientos en algo tan simple como aquello.
Sintió que el autor de aquella figura, era igual que él.
Pudo pasar horas en aquel lugar, disfrutando de la sensación de compañía junto a aquel símbolo, sintiéndose observado por aquel ojo que lo desnudaba, que le daba confianza y que le brindaba cada una de las palabras que nadie más supo decirle nunca. Pero la tarde pasaba tras de él, y pronto el tono del cielo se hizo más vivo, más oscuro a la vez.
El suspiro que soltó aquella vez fue más pesado que ninguno, y la idea de abandonar a su primer compañero en la vida lo deprimió.
Con el abandono palpitando a compas con su corazón, el chico de cabellos descoloridos miro a un costado, fijando su vista y memoria en el metálico aviso que indicaba el nombre de la avenida.
Av. Quatre âmes.
Le pareció inusual leer una avenida en francés. Pronto notó que sus pies lo habían llevado a una parte de la ciudad en la que nunca había estado. Y por primera vez, miró a sus costados y a la escasa cantidad de personas que por allí transitaban.
Intentó no retrasarse más, pues los matices del firmamento comenzaban a enrojecer sobre su cabeza y no quería verse en una parte extraña de la ciudad a altas horas de la noche. Así, con una mirada profunda y un silencioso adiós en la punta de la lengua con sabor amargo, decidió doblar en la esquina, a fin de adentrarse en la calle.
De reojo, un local que se encontraba adyacente a su nuevo objeto de obsesiones hizo mella en él, y se detuvo a leer el nombre.
Au Passage des Artistes.
La tipográfica era fina y cursiva, en un color blanco que resaltaba por el granate de la tela sobre la cual estaba impresa, color del cual también era la puerta, marco de las pequeñas ventanas sobre ellas y tal cual podía observar a través del sucio cristal, también las paredes. Todo de granate.
Bajo el enunciado, se podía leer, más pequeño, que el lugar era un café. De esos de los suburbios con aires franceses que a él nunca le interesaron.
Entrecerró sus orbes, sintiendo un aire familiar provenir de aquel sitio que le dio escalofríos. Se sintió tan tentado a entrar que las manos le temblaron por instantes.
Bufó molesto y se giró hacía un costado, alejando de su cabeza cualquier cosa relacionada con ese lugar que tan repentinamente había hecho desaparecer el recuerdo tan reciente del ojo pintado sobre la pared, ofendido.
No paso mucho tiempo para que avanzara por aquella calle, y un taxi color verde que se aproximaba lento se detuvo frente a su persona, con un simple gesto de su mano. Le indicó al chofer, un hombre de los treintas de contextura robusta y barba castaña, su dirección. Él pareció meditarlo un segundo y susurró un precio, que le pareció excesivo. Pero no tenía ganas de protestar.
Justo antes de sentarse en el asiento trasero de aquel vehículo, escucho una voz delicada y suave, como una melodía fugaz.
Gracias señora Kaede, ¡Volveré mañana por la noche! –
Ja ne, Kagome.-
El último susurro fue distante, apenas audible a sus sentidos. Y al voltear únicamente pudo ver una mancha azabache en sentido contrario al suyo que, por la velocidad del taxi, ni siquiera apreció.
Se encogió de hombros, restándole bastante importancia. Se acurruco en el asiento de piel, cerrando los ojos y por primera vez en mucho tiempo, se sintió completo y relajado.
Descansó su mano derecha sobre la superficie alfombrada, posando sus orbes contra la misma y sonriendo para sus adentros.
También era color granate.
Fin del Capitulo.
(*)De Wikipedia: Parkour es una disciplina que consiste en desplazarse de un punto a otro lo más fluidamente posible, usando principalmente las habilidades del cuerpo humano. Esto significa superar obstáculos que se presenten en el recorrido, tales como vallas, muros, paredes, etc. (en ambientes urbanos) e incluso árboles, formaciones rocosas, ríos, etc. (en ambientes rurales).
Un poco lento, lo se, pero tengo varias cosas planeadas para este fic.
Bueno, pues eso. Dejad reviews del capítulo, así me animan a continuar~. ¿Vale?
Me despido, espero que les haya gustado.
es una disciplina o filosofía que consiste en desplazarse de un punto a otro lo más fluidamente posible, usando principalmente las habilidades del cuerpo humano. Esto significa superar obstáculos que se presenten en el recorrido, tales como vallas, muros, paredes, etc. (en ambientes urbanos) e incluso árboles, formaciones rocosas, ríos, etc. (en ambientes rurales)
