Capítulo I: La última cima que rasga el cielo
Por Tankette
Korra salió del autobús no sin algo de dificultad, tardando un poco más de lo esperado. Llenó sus pulmones de aire primaveral a toda capacidad y se estiró hasta que sus articulaciones dieron un placentero chasquido. En la aldea a unos metros de la montaña, el aire era limpio y puro, como el aire de su tierra natal en la tundra. En la austera maleta que llevaba sobre su hombro, entre las ropas y su equipo de escalada, había una bandera que los hijos menores de su mentor le habían regalado. Miró con determinación hacia el frente, erguido como un titán saliendo de la tierra estaba su último reto. La última batalla que tendría que ganar si quería convertirse en la primera persona de la Tribu Agua del Sur que coronara las "siete cimas que rompen el cielo". Se visualizaba encima del coloso, clavando su bandera en la punta del imponente Monte Laghima, alzando las manos y con las yemas de los dedos tocando el cielo.
— Es increíble Tenzin, no puedo creer esto. Mira eso. Es lo más cerca que estaré del Universo, allá arriba.
Un hombre bastante alto de mediana edad, con la cabeza rapada y tatuajes en forma de flechas azules se plantó a su lado y colocó una de sus esbeltas, aunque fuertes manos, en el macizo hombro de su alumna.
— Como tu mentor, me siento extremadamente orgulloso de ti, Korra. Aunque como tu amigo, me siento preocupado — afirmó el hombre — Pero mi orgullo es mayor, después de lo que has pasado, es motivante verte tan llena de vida de nuevo.
—No dejaré que nada me detenga, no más — sus ojos azules y fieros se posaron sobre el titán de nieve. En unos días estaría en el campamento base. Y entonces, de verdad, empezaría su aventura.
Tenzin, un maestro amable pero un tanto estricto y de estilo de enseñanza bastante tradicional, reflexionaba en ese instante sobre cómo su alumna había madurado tanto en unos pocos años. A pesar de ser padre de cuatro inquietos hijos, le gustaba pensar sobre Korra como una hija más. Su hija adolescente, rebelde y buscapleitos, su primera impresión; pero cuya nobleza fue innegablemente reconocida una vez que ambos comprendieron qué significaba ser mentor y ser alumna respectivamente.
Y es que Tenzin se tomaba muy en serio su papel como educador. Desde pequeño empezó a descubrir que tenía la vocación para adquirir y facilitar conocimientos, así como para la vida de escalador.
De pequeño,Tenzin, a diferencia de su hermano mayor, Bumi, el primogénito de la familia, nunca tuvo la intención de aprender el arte marcial de ataque y esgrima que enseñaba su tío Sokka, tampoco tenía madera para la variante creada por su madre o para, como ella, practicar la medicina, pasos que siguiera su hermana mayor, Kya.
El jovencito Tenzin se decantó así, por el elegante estilo de su padre; de movimientos ágiles y escurridizos para evitar los ataques, así como también adquirió el amor por el montañismo.
De estirpe ancestral montañera, Aang, el primer escalador mundialmente famoso por ser el primero en subir y bajar el Laghima, inculcó especialmente en su hijo menor su arte marcial, su espiritualidad y animó la vena natural del niño por subirse a peñascos y caminar en las alturas.
Para los doce, Tenzin ya estaba subiendo pequeñas montañas en la tierra de su padre cuando los dos se desaparecían para irse de vacaciones. A los diecisiete, decidió que en un futuro enseñaría todo ese conocimiento heredado de su querido padre a alguien que tuviera ese mismo entusiasmo y amor que "Avatar" Aang tenía por subir montañas y coquetear con los abismos.
Con cincuenta y uno cumplidos, ese día llegó. El espíritu aventurero de su padre volvió en forma de una jovencita de apenas diecisiete años, alumna de su madre,Katara y hasta de la misma tribu. La joven, llena de vida y bastante rebelde era una admiradora confesa de su padre Aang.
La espiritualidad que abrazara desde niño por influencia del Avatar Aang, veía con malos ojos la arrogancia y el orgullo desmedido por uno mismo, pero ¿qué diablos?, estaba agradecido de haber entendido el verdadero cometido de un maestro. Korra no era solamente su alumna, sino también la prueba de su arduo trabajo y también la prueba de una voluntad de hierro que se no se doblega ante nada, ni aún vencida. Como hijo del primer escalador exitoso que subiera el Monte Laghima, consideraba a su alumna como digna sucesora de la hazaña de su padre. Con orgullo podía decir que su alumna era ahora Avatar Korra.
—Ha llegado el tiempo de presentarnos en el hostal. Debes reunir energía para comenzar el ascenso al campo base mañana. — arqueó sus espesas cejas — Kya y Jinora llegarán a primera hora para acompañarnos al campo base también.
Korra, reluctantemente apartó la mirada de su objetivo para posarla en su mentor y asintió vigorosamente. Alumna y maestro se volvieron a echar encima el equipaje y se encaminaron hacia el hostal. Entre callecitas pedregosas albergando tiendas y numerosos restaurantes económicos para el viajero o escalador, siguiendo un angosto caminito lleno de tierra y algunas hierbas ralas que hallaban hogar entre las pierdas, entraron al corazón del pequeño pero bullicioso pueblo montañero.
El terreno era engañoso y a veces una que otra piedrecilla traicionera le cambiaba la jugada. Con pasos largos, pero calculados, continuó su camino hasta que por fin ambos llegaron a un edificio sencillo en apariencia pero también con calor de hogar perceptible apenas cruzando el umbral de la puerta.
Al entrar al hostal, lo primero que la joven nativa de la tribu agua notó fue el inconfundible aroma del café caliente recién hecho y una comitiva de montañistas. Supuso correctamente que se trataba una expedición de las tantas que anualmente se preparan para escalar el monte Laghima guiadas por uno de los muchos empresarios que se disputan el competitivo mercado de la subida al indiscutible rey de reyes, montaña entre montañas.
—Korra, subiré nuestras cosas a la habitación. Nos veremos luego en el comedor para almorzar y repasar el plan de escalada, las recomendaciones y el plan de emergencia, ya sabes — anunció su mentor tomando las maletas y subiendo los escalones del hostal.
— Ugh, bien — contestó afirmativamente aunque fastidiada.
Habían repasado el plan y las recomendaciones durante todo el viaje, ad nauseam. Pero sobre todo repasaron qué hacer en caso de emergencia. Korra le hizo prometer a su mentor que la subida no importaba tanto como su vida. Si se sentía enferma, exhausta o soñolienta, debería olvidarse de la cima y bajar de inmediato. Pero eso no pasaría.
— Son 8,890 metros, muchachos. La montaña manda. Pero nosotros tenemos algo que se llama determinación, también tenemos el equipo y la ayuda de nuestros experimentados guías. No escatimé en gastos — la voz animada, como de presentador de radio de un hombre con bigote impecablemente recortado y cabello ondulado, acaparaba el lobby casi con exhibicionismo.
—Soy Iknik Blackstone Varrick. Por mis venas corre sangre de la tribu agua. El frío no nos molesta y la nieve es cosa de diario. Tengo 15 años de experiencia haciendo esto y desde pequeño subo montañas. Zhu li, aquí presente, me acompaña siempre, es la mejor asistente que pude encontrar. Zhu li, haz lo tuyo — Zhu li, una joven menuda y de gafas redondas asintió y se puso en pie.
— Les presentaré a nuestros guías, a mi derecha, Devraj; y a mi izquierda, el más antiguo…
—Y también Tribu agua del Sur como su servidor — interrumpió Varrick.
— Kassuk — el fornido y moreno hombre hizo una reverencia ante el grupo.
— En diez días, empezando la cuenta desde mañana, llegaremos al campo base el cual está a 5870 metros — la asistente señaló un punto en el mapa de la pared — Ahí arriba hay menos oxígeno que en este punto. Nos aclimataremos y prepararemos durante algunas semanas para después subir al campo uno...
— ¡Zhu li!, detén todo. No podemos explicar el plan sin conocer nada de nuestros escaladores. — volvió a interrumpir el empresario - Vamos, cuéntenme, ¿quienes son y por qué están aquí?. Seguro tienen buenas historias ¿fama? ¿simple reto? Cuéntenme su historia — Varrick, pasó al centro de la pequeña sala donde se encontraban sus clientes, cerró sus ojos y giró tres veces sobre su eje con la mano derecha extendida. Al azar se detuvo y su índice quedó apuntando a alguien
— ¡Asami Sato! — dijo la sonriente joven, en sus ojos verdes una chispa de emoción se hizo notar — Todo mundo piensa que soy la hija mimada de papi, pero me puedo valer por mi misma. Las montañas es algo que descubrí que me encantaban casi como armar y desarmar un motor. Así que aquí estoy.
Avatar Korra, quien escuchaba a lo lejos sonrió ante la confianza de esa chica. Verdaderamente inteligente y presumiendo "humildemente" sus habilidades,rompiendo ideas preconcebidas. Encima estaba hermosa, de verdad hermosa. Parpadeó dos veces rápidamente, y apenada, empezó a silbar notas sin coherencia alguna cuando los ojos verdes de la chica conectaron con los propios.
— ¿Cómo ves eso? Ricos ociosos jugando a ser montañistas.
Una voz profunda y con un dejo autoritario se hizo oír a su izquierda. Cuando la montañista viró su vista hacia aquella dirección, su sorpresa fue grata. No solamente el sueño de plantarse en la cima del Laghima había atraído solamente a alguien como ella, sino a otra montañista de gran experiencia y aún más grande espíritu competitivo. El lunar bajo el ojo derecho y la sonrisa socarrona eran inconfundibles.
— Kuvira. ¿Qué haces aquí?
— Lo mismo que tu. Voy a subir esa montaña. Y voy a regresar en una sola pieza.
Korra le miró con los ojos bien abiertos. Con la incredulidad plasmada en su cara, frunció el ceño y se cruzó de brazos. Algo en la mente de Kuvira hizo click, con la vista pegada en los ojos de la montañista de la Tribu Agua, jaló aire haciendo un sonido extraño y con la mano se tapó la boca horrorizada.
— Oh, por los espíritus de la montaña, no lo decía por eso. Discúlpame.
La joven se echó a reír y palmeó el hombro de su amiga y rival. Kuvira no despegaba la vista del suelo, con el talón de sus botas golpeaba torpemente el piso del hostal. Korra sonrió cálidamente para informarle que todo estaba bien, que no había resentimiento.
— Es una broma, eso es historia vieja. Estoy más fuerte que nunca, cejas. — contestó la sureña, con una enorme sonrisa y aire de suficiencia.
— Me alegro, me alegro mucho. Yerba mala nunca muere depués de todo — exhaló pesadamente Kuvira Tsai, volviendo a su arrogante normalidad.
— ¿Vienes sola?
— Vengo con la familia de Bataar y el novio de Opal.
— ¿Bolin está por aquí? Excelente, más amigos aquí siempre es bueno. ¿Van a subir todos?
— Los gemelos, Opal y Bolin sí, Baatar se quedará en el campamento base
— Excelente, chicos, los veré en el campamento allá. No me caería mal un pequeño descanso ahora. — La joven tendió su mano a la otra
— Veremos quién llega primero a esa cima, demuestra de qué estás hecha, Avatar - Tsai tomó la mano de su rival amistosa y la estrechó fuertemente.
Con el apretón, Korra midió su fuerza con la de Kuvira, siempre lo hacían. Su rivalidad era real, pero también su amistad. Se habían conocido la vez que conquistó su cuarta cima, antes de aquél punto en su vida donde pensó que no volvería a subir otra montaña más. Kuvira no era una Beifong por sangre, la legendaria familia Beifong, de antiguo dinero y alcurnia, famosa por fundar uno de los estilos de artes marciales más completos y con más seguidores, había abierto los brazos a Kuvira y la había recibido como una Beifong más. La joven, sin embargo, nunca sintió bienvenida por completo. Especialmente cuando no contaba con el apellido Beifong.
Aquella cuarta subida, Korra había escalado junto a su padre, Tonraq. El fornido hombre había sido en su juventud un escalador prodigioso, y en su madurez continuaba activo. Al poner la escalera para cruzar una profunda zanja, el hombretón dió un mal paso y resbaló. Con toda su fuerza se abrazó a la escalera, pero el miedo le paralizó en ese instante, y su hija, quien ahogó un grito también se quedó helada en el lugar. Fue la joven Kuvira Tsai, quien haciendo caso omiso al nudo en su garganta, caminó por la escalera y ayudó a Tonraq a ponerse en pie de nuevo para cruzarlo al otro lado. Desde entonces Korra se sintió en deuda con esa joven de cabellera oscura y mirada tan fiera como la de ella, y sabía que si en alguna otra subida, Kuvira le necesitaba, no dudaría en ayudar.
— ¿Korra? ¡Korra! — Bolin le miró con sus brillantes y redondos ojos verdes. Usando su fuerza de oso, el joven la abrazó, la levantó y dio tres vueltas para después ponerla en el suelo.
— ¡Bolin!
— Bolin, no seas tan brusco con ella — Opal arribaba a la escena con una sonrisa en su rostro.
— Korra es más fuerte de lo que piensas, mi querida y bella Opal. Es el Avatar. Es quien… ¡Conquistará las siete cimas que rasgan el cielo! — Bolin hizo una pose teatral y heróica con los pies bien separados a la anchura de sus hombros y el puño alzado hacia el cielo. Korra, a su lado, flexionó sus brazos, su trabajado torso se hacía notar gracias a la camisa térmica de compresión que portaba encima.
Avatar Korra se sentía animada, el fuego ardía en su pecho. Una subida más y marcaría un hito en la Historia no solo Mundial, sino de su propio pueblo. Su amado y casi inhóspito pueblo en la tundra. Las tribus hermanas que eran un símbolo de resistencia y determinación, que soportaron innumerables invasiones y la opresión de colonizadores durante la Guerra de los cien años.
— ¿Quiéres llegar a la cima también, Bolin? — preguntó la nombrada Avatar.
— Korra, yo llegaré hasta donde la montaña me deje. Lo mismo Opal. Somos deportistas de corazón, pero llegar a la cima no tiene el mismo valor que tiene para tí.
— El honor será tuyo. — asintió Opal con un movimiento de cabeza.
— Cielos, chicos. No se que decir.
— Conquista esa cima, Korra — La menuda joven de ojos verdes abrazó a su amiga fuertemente. Su corazón latía fuertemente y no encontraba explicación para ello. Bolin, conmovido, se sumó al abrazo.
Después de una pequeña siesta, la joven de la tribu agua bajó al comedor. La mesa se encontraba tapizada de papeles, todos y cada uno de ellos con una serie de pasos enumerados, bosquejos y mapas. Tenzin extendió otro más frente a Korra y con el índice, lo señaló.
— Número uno, si enfermas…
— Bajo
— Número dos, si estás estás demasiado agotada...
— Bajo — completó una vez más, con voz monótona
— Aún así faltan 20 metros para llegar a la cima...
— Bajo, la montaña siempre estará ahí, pero la vida es invaluable
— No olvides la radio, siempre llévala contigo. — de la maleta, el mentor sacó una bloque de apariencia engañosamente compacta, pero de peso considerable.
— ¡Do do hadé!
— Deja de comer panes al vapor mientras estoy hablando. — con la mano, Tenzin arrebató el pan que Korra traía entre los incisivos -Confío en tí y estoy orgulloso. Pero tienes que meterte una cosa en la cabeza y tatuártelo en la frente si es necesario. Y eso es que no tienes que probar nada, ya eres grande. Conocer los límites de uno mismo es parte de la grandeza, Korra - el maestro tomó a su alumna por los hombros y la miró seriamente. En sus ojos, la sensación de miedo era visible y la probabilidad de que la montaña reclamara la vida de su discípula era peligrosamente alta.
La joven tragó en seco el pan, junto con la culpabilidad hecha nudo que sentía en la garganta.
— Lo siento. No pondré mi vida en peligro innecesario Tenzin, lo juro — asintió finalmente.
— Asegúrate de descansar bien esta noche. Como dije, mi hermana llega mañana a Campamento Base. ¿Recuerdas para qué usar la dexametasona?
— Sí, Tenzin. Pero ¿no es mejor que Kya me de un tutorial rápido? Nunca he sentido necesidad de usarla.
— Me agrada como piensas. Korra, me retiro, por favor no olvides descansar.
El hombre se despidió de su alumna y se dirigió al segundo piso del hostal, donde se encontraban las habitaciones tanto femeninas como masculinas. Un trozo de comida voló de la mesa contigua hacia la suya y justo cuando iba a encarar a la osada persona que había pedido bronca, vio tres manos saludar a la distancia.
— Sólo son ustedes, pensé que era algún desconocido buscando pelea.
— ¿Ya terminaste con tu niñera? — preguntó Kuvira
— Ya. Ja, se que el hombre está preocupado por mí, pero a veces creo que lo hace demasiado, es un poco agobiante. No me voy a quebrar, no soy de cristal . Yo me doblo, pero jamás me quiebro.
— Echemos unas partiditas de Mah Jong, contigo ya somos el número ideal, ven — propuso Bolin
— Será de los últimos días en que podremos probar vino de arroz y cerveza — agregó Opal.
— No digas más. Pido el Sur, ya saben —Usando una pared vecina como punto de apoyo, Korra se incorporó lo más rápido que pudo y se sentó a la mesa con sus amigos.
Kuvira solía dominar en el tipo de juegos que requerían estrategia y calma, esta partida amistosa no era la excepción. Era una de sus aptitudes naturales, tenía mucho que ver la inmersión en la disciplina militar con la que estaba familiarizada, siendo capitán en el ejército de su país, no era de extrañarse que el Mah jong fuese uno de sus juegos predilectos. Korra, en cambio, era demasiado inquieta para ser buena jugadora de juegos de estrategia y muy a menudo, en su adolescencia, muchos tableros quedaron tirados en el suelo. Aunque su temperamento había mejorado con los años, su forma de jugar no, pero ésto no importaba mucho, solo quería pasarla bien con sus amigos.
— ¿Qué horas son? — preguntó la más chica de los Beifong
— Cuarto a las diez — contestó su novio
— Se nos fue el tiempo como agua — agregó una sorprendida Korra.
— Si queremos estar arriba a las cinco, hay que dormirse ya. Tómense un vaso de agua si no quieren tener resaca — tomando su maleta y echándosela al hombro, Kuvira se encaminó a los dormitorios. Bolin y Opal hicieron lo mismo, no sin antes despedirse de Korra.
— Nos vemos en la subida
— Descansen, chicos
Cuando vio que estaba sola en el comedor. Korra tomó su mochila y se aproximó a las escaleras. Al llegar al escalón de más arriba y virar hacia la derecha, se encontró con los ojos verdes de hace unas horas.
— ¡Oh, eres tú! — exclamó la sureña más alto de lo que tenía planeado, con lo cual se puso nerviosa y desvió su mirada.
— ¿Oh? Hola… Un momento… — Asami la detuvo al ver que daba un rodeo para, seguramente, retirarse a la habitación. — no nada… - los labios rojos de la otra joven se transformaron en una línea recta.
Korra, un tanto decepcionada por no haber podido entablar una pequeña charla con la chica, esbozó un "sí" con la cabeza, murmuró un "no te preocupes" y caminó hacia el fondo del corredor. Al pasar por la penúltima puerta, un silbido llamó su atención.
"Me quedé sin aliento, ¿es amor? No, es un tanque sin oxígeno" dijo un canto burlesco en una voz fina, como proveniente de su propia consciencia llegó hasta Korra.
— ¡Cierra esa boca! —respondió ella y cerrándole la puerta a Kuvira en la cara, se alejó y entró a su habitación..
Adentro, lo primero que hizo fue dar un vistazo a la ducha para planear la colocación de su banquillo portátil. Al ver que ya estaba ahí, hizo una nota mental sobre agradecer a Tenzin el haberle ahorrado algo de tiempo. Regresó al dormitorio; sobre la cama con cuidado empezó a desnudarse y a quitarse sus aparatos. En lugares cerrados como habitaciones conocidas o sin muchos obstáculos, moverse sin ellos era mucho más cómodo y rápido.
Al terminar su baño caliente, se aseguró de cerrar bien el grifo del agua, secó su cuerpo con meticulosidad. Usando la bastante considerable fuerza de su tren superior, se asió a las barras de la ducha y al banquillo portátil para alcanzar una muda de ropa interior limpia y sus pijamas. El ritual se había hecho menos complicado cada vez, y el tiempo que tardaba en hacer todo también se había reducido, incluyendo el que tardaba en volver a ponerse sus aparatos y que esta vez había decidido prescindir de volvérselos a colocar para regresar a la cama.
Una vez recuperado el equilibrio, ágilmente se lanzó al colchón, al aterrizar en la mullida cama con sábanas frescas suspiró con alivio. Se encontraba lista para soñarse encima del Laghima, el punto más alto de la Tierra, sonriendo de cara al Universo con la bandera de los hijos de su maestro en las manos.
Nota de la autora: Hola a mis lectores. Éste sería mi primer fic multi-capítulo de The Legend of Korra. Me inspiré en varios documentales y películas sobre montañismo y en particular sobre las tragedias en el Monte Everest. No practico ese deporte, pero trataré de ser fiel y lo suficientemente descriptiva, si alguien que sí es montañero lee esto, no dude en enviarme sugerencias, se lo agradeceré.
No se preocupen, aunque trata de deporte y no hay bending, la parte buena es que será Korrasami.
En éste experimento he decidido poner algunos detalles que se ajustan al canon pero también ajustados a esta historia en particular. Poco a poco se irán desvelando algunos de éstos detalles que pueden quedar como dudas en éste primer capítulo. No les prometo actualizaciones rápidas, pero trataré de no dejar abandonado esto.
Saludos a todos.
