Advertencia: todos los personajes son propiedad intelectual de Cassandra Clare.
Catarina Loss
Le quería, le quería tanto que iba a casarse con él. Llevaban prometidos tanto tiempo que no podía precisar si habían sido años o días; su vida inmortal solía confundirla, superponiendo momentos ya vividos con los que estaban por venir. Pero iban a contraer matrimonio, sólo tenía que encontrar el momento, pero éste parecía escurrirse de entre sus manos, siempre ocupada con su absorbente trabajo, salvando vidas con su magia. A él no parecía importarle, mientras pudiera tenerla cerca, constante. Entendía que para ella aquello era importante, parte de su ser y lo aceptaba, de igual manera que no se sorprendía ante su piel azul o su cabello pálido, un susurro de nieve sobre el campo. Porque en él había encontrado el amor, la comprensión que hasta entonces la había evitado. Disfrutaba perdiéndose en ese mar azulado, en el entramado que los glamours ocultaban a los demás, en besar su frente, en escuchar los constantes latidos de su eterno corazón.
Había estado a su lado cuando le había presentado a sus padres, también cuando su magia no pudo evitar su muerte. Había hecho todo lo posible, colándose en la habitación donde les habían ingresado, haciendo fluir su energía para llenar sus cuerpos, pero al final nada había servido. Y él no la culpaba, jamás lo haría.
Las lágrimas caían, desesperadas, desafiantes, mientras contemplaba la cama vacía, el olor del hospital impregnándose sobre su cuerpo, a muerte, a pérdida, a vacío. En su mano, resplandeciente, el anillo que antaño él le había ofrecido, recordándole que lo había dejado ir, que ya no estaría más a su lado. Cayó de rodillas al frío suelo de mármol, las manos sobre los ojos, de los que emanaban, como un torrente, todas las gotas que componían el océano y que pesaban sobre su alma.
Cuando Magnus la encontró estaba estirada sobre la desolada cama del hospital, abrazando la almohada, el último recuerdo de una vida ya escapada, que no se podía recuperar. No necesitó ninguna palabra para entender el dolor de su amiga. Enterró su cabeza en su pecho y dejó que llorara hasta la extenuación.
