1. Escondidos

-Tengo la sensación de que nos persiguen.

-No sería la primera vez, Holmes.

Sherlock miraba a todas partes buscando una señal de alerta para huir. Aquel sitio no le gustaba nada.

-¡Oh, mierda! ¡Lo sabía! Ven aquí, Watson.

Doblando la esquina, un grupo de la guardia inglesa se aproximaba a ellos con paso firme, pero no llegaron a ver a la escurridiza pareja. Sherlock cogió de la mano a Watson y lo guió rápidamente hasta introducirlo en un callejón. Quedaba poco tiempo para ser descubiertos, y a Holmes no se le ocurrió otra cosa que esconder los labios de Watson bajo su boca, y así fingir que eran una pareja de enamorados. Los guardias pasaron por su lado, observando perplejos la extraña escena.

Watson quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos, observando el rostro ensangrentado y lleno de sudor de su compañero. Sherlock tenía los ojos cerrados, pero permanecía muy pendiente de lo que sucedía a su alrededor. Cuando sintió los pasos de los guardias a su vera, ocultó la cara de su amigo bajo sus manos, dejando ver una muestra de pasión que andaba muy lejos de la realidad. Watson, al ver la punta de uno de los fusiles de los guardias, cerró fuertemente los ojos y dejó que Sherlock se apoderara completamente de él. Al fin y al cabo, sólo era una estratagema de su compañero para no ser descubiertos. Aunque nunca se había sentido atraído por su amigo, aquellos labios capturando los suyos tenían algo extraño. Notaba una sensación que no había sentido antes. Una mezcla de placer, incertidumbre y curiosidad por explorar más a fondo cada escondrijo de la boca de su amigo detective.

Los pasos se alegaban, al igual que los labios de Holmes. El doctor quedó paralizado, con los ojos cerrados y apoyado aún en la pared de ladrillos del callejón. Sherlock, mientras tanto, echó un vistazo a la calle. Los guardias estaban lejos y podían escapar. Retrocedió para reencontrarse con su compañero. Tal fue su sorpresa que se quedó sin habla al contemplar a Watson con los ojos cerrados y sus labios pidiendo más.

-Vaya Watson. Esto no me lo esperaba de usted.

Abrió los ojos y su primera visión fue una amplia sonrisa en los labios de Holmes, que aun permanecían húmedos por el apasionado beso.

-Pe… pe… pero… yo…

-Deje el tartamudeo para otro momento. Salgamos de aquí.

Holmes cogió nuevamente del brazo a Watson y lo introdujo en el oscuro callejón a paso rápido, intentando encontrar una salida segura. Pero no fue así. Se encontraron con otra pared de ladrillos cortándoles el paso.

-Bien, vamos a tener que esperar, Watson.

Sherlock giró la cabeza y allí estaba su amigo, tocándose los labios, humedeciéndolos con la lengua y saboreando lo poco que quedaba allí del detective.

-¿Qué… qué demonios hace?

-¡Me ha besado!

-¡Ya lo sé! No hace falta que grite, ¿o es que quiere que nos descubran?

-¿Por qué lo ha hecho? ¿¡No era más fácil esconderse!?

-No quería arriesgarme. Pero lo importante es que no nos han pillado. Y ahora deje de gritar.

-Pero… aj, ¿y ahora qué?

-Esperar.

-¿Esperar?

-A que bajen la vigilancia. Entonces saldremos.

-Genial…

Watson apoyó nuevamente la espalda en la pared. Aún notaba el calor que había dejado el aliento de Sherlock sobre su boca. Se llevó otra vez la mano a los labios, delineándolos con los dedos índice y corazón.

-¿Qué le pasa, doctor? ¿Tan mal beso?

John se vio sorprendido por el detective, que estaba apenas a diez centímetros de él, observándolo con una sonrisa en los labios.

-Holmes, déjese de tonterías.

-Tonterías, siempre tonterías. Vamos, doctor, relájese.

Sherlock se acercó aún más a Watson, incrementando el nerviosismo del doctor, que abrió los ojos de par en par.

-¿Qué… qué hace?

-Shhh… cállese.

Con sus brazos, apoyó aún más el cuerpo de John sobre la pared, y con un rápido movimiento de caderas, encajó su entrepierna con la del doctor, que era incapaz de articular palabra en aquel instante.

-Debo decir que me sorprende y mucho su reacción… Creí que me rechazaría.

Watson temblaba a cada palabra que salía de la boca de Holmes. Lo tenía tan cerca… Sentía su respiración acompasándose con la suya, y su aliento caliente humedecía poco a poco su bigote. Sus manos estaban congeladas por el frío y por el estremecimiento. Un escalofrío convertido en espasmo recorrió todo su cuerpo cuando el detective apoyó su nariz sobre la suya. Los ojos de Holmes no mostraban preocupación ni nerviosismo. Había mucha pasión y deseo en ellos. No podía descifrar si era un deseo verdadero hacia él, pero fuera lo que fuese, se sentía orgulloso de que esa mirada fuese sólo para él.

Desde el punto de vista de Sherlock, todo era muy distinto. Podía sentir cada temblor, cada escalofrío, cada espasmo e incluso cada pensamiento que salía de Watson. Sentía mucho calor en la entrepierna, aunque no tenía claro si provenía de él o de su compañero. Los ojos de John intentaban evadir cada mirada, pero algo se lo impedía y provocaba que se movieran de forma rápida pero sin salir del campo de visión de su rostro.

"¿Por qué me mira así? ¿Por qué está tan nervioso? ¿Y por qué no me rechaza?"

Sherlock no cabía en sí del asombro. Los copos de nieve del bigote de Watson se iban derritiendo poco a poco por el aliento que él mismo desprendía sobre ellos.

La respiración del doctor empezó a acelerarse. Justo cuando Holmes iba a besarlo, un ruido le puso en alerta. Sin separarse de John, giró la cabeza para observar el final del callejón que daba a la calle. Fue un sonido metálico, como un cartucho cayendo sin disparo previo. Anduvo dos pasos y luego se detuvo. Treinta segundos de silencio espectral.

-¿No ha oído eso, Watson?

-No… no sé a qué se refiere.

-Espero que no haya sino nada… y sólo sea mi imaginación.

-¿Y qué piensa hacer?

-Por ahora, terminar lo que he empezado.

Regresó al cuerpo de Watson, que seguía nervioso y expectante. El doctor no puso resistencia y dejó que Holmes se posicionara como antes, con sus caderas unidas y las frentes rozándose.

-¿Cuál es su diagnóstico, doctor?

-Deje de llamarme así… y apártese, por favor.

Holmes fue a besarlo para callar sus palabras, pero John giró la cara haciendo que el beso acabara en su mejilla. El detective no se dio por vencido, y agarrando los hombros de Watson para inmovilizarle, lamió su mejilla muy despacio. John quedó perplejo, sin saber cómo reaccionar. Aquel lametón había provocado una reacción en cadena en su organismo, y algo ahí abajo cobró vida y comenzó a palpitar impulsivamente.

-Hijo de…

-Cuidado con lo que dice, doctor.

Holmes puso sus dedos en la barbilla de Watson y giró su cabeza suavemente. Humedeció levemente sus labios. Disfrutó unos escasos segundos del rostro sonrojado de su amigo y le besó muy despacio. Fue un leve roce, pero lo suficientemente certero como para empapar los labios del doctor con su saliva.

Abrió los ojos. Watson estaba más atractivo que nunca. Acarició una de sus mejillas aún sonrojada y se apartó de él poco a poco.

-Hora de marcharse, Watson. Los guardias deben estar lejos.