Harry, después de un duro entrenamiento de Quidditch, se sentía totalmente agotado y con varias contracturas en el cuerpo. Lo único que deseaba era llegar a la sala común de Gryffindor, subir a su habitación, recoger algo de ropa, bañarse e irse a dormir, hasta que fuera hora de la cena.

Iba tan sumido en sus pensamientos que en ningún momento noto, que al doblar en la esquina, se choco contra alguien. Al sentir el impacto del golpe recién bajo a la realidad… y lo peor que le paso fue que estuvo a punto de desmayarse al notar que quedo arriba del profesor más odiado de todo Hogwarts, Severus Snape.

— ¡Por supuesto, quien mas pudo haber sido, Harry Potter! — dijo cortante. — ¡Ahora si le importa salga de arriba mío! — apuntó, ya perdiendo la paciencia. Si es que la tuviera, pero no era así.

— Profe… profesor, yo lo siento, no lo vi. — tartamudeó, Harry al sentir la mirada tan aterradora encima de él. Solo pudo sentir la tensión. Por suerte su cuerpo reacciono al instante y se levanto lo más rápido posible, quería evitar más humillaciones de la que ya solía hacerle su profesor, por ser hijo de quien era.

— No me sorprende, Potter. Seguramente pensando en sus cosas hormonales de adolescentes. — señaló el hombre. — Eso ya no importa. Ahora quiero que regrese a su sala común, se cambie y lo espero en mi oficina para que cumpla su castigo por este atropelló hacia mi persona. — indicó, mientras en su rostro se formaba una pequeña sonrisa burlona. Harry se encontró en una situación bastante enajenada.

— ¡Pero que se cree maldito cretino grasiento! — grito. Eso se lo venia cargando por culpa del mal entrenamiento de quidditch que tuvo, se había caído de la escoba unas cuantas veces por pensar precisamente cosas que no iban al asunto, y ahora se venia a encontrar con Snape, encima de todo se choco con él y por culpa de todo esta castigado. Seguramente, también, en este momento le bajarían puntos a su casa y podría esperarse un castigo o mejor dicho una tortura, tal vez un par de crucios.

La reacción de Severus era digna de admirar. Él sabía como lo llamaban los alumnos pero jamás creyó que se lo dirían en la cara, sabiendo que les podría castigar o incluso si quería descontarle todos los puntos a esa casa; sin embargo, jamás pensó que quien se lo diría fuese Potter.

Severus dirigió su mirada cargada de odio hacia Harry, el moreno se sintió aterrorizado por primera vez en su vida, frente a Snape. No podía culparlo el también cometió un grave error al llamarlo así. Cuando menos se lo espero el hombre lo estampo contra la pared mas cercana y se aproximo tanto a su rostro que podía sentir su respiración, Harry ante esto se sonrojo y cerro los ojos inconscientemente… Severus se mostro complacido por su obra hecha. Se separo de Harry, sin embargo seguía con la misma mueca de satisfacción en el rostro.

— ¡Vaya, vaya Potter! — dijo, mientras se cruzaba de brazos. — ¿Acaso esperaba algo de mi parte? — siguió burlándose aun mas de lo que podía de él.

—Yo jamás podría querer algo de usted. Aparte si no lo sabia tengo novia y nos amamos mucho. —dijo, el también mostrando la autosuficiencia en su rostro y resaltando las ultimas palabras dichas.

— Como quiera. — dijo. Dándose la vuelta emprendió camino a las mazmorras, pero antes se giro para ver a Harry de nuevo. — Tiene detención todo el mes, comenzando el sábado después del almuerzo. Y 30 puntos menos para Gryffindor por su insolencia y 10 menos porque se me da la gana.

Salió de ahí ondeando su capa y dejando a Harry con la palabra en la boca. Como odiaba a ese hombre, o si que lo hacia.

Cuando ya no hubo mas rastro del murciélago, retomo su camino. Harry se fue a su sala común. Dijo la contraseña. Entro y no había nadie, solo se escuchaban gemidos provenientes cerca del sofá y enfrente de la chimenea. Cual fue la sorpresa que se llevo. Ginny y Dean, su novia y su amigo teniendo relaciones en plena sala común. Cegado por la ira de la traición, salió como alma que llevaba el diablo.

Corrió y corrió, después que salió de ahí, hasta lo más rápido que le permitieron sus pies. No dándose cuenta que termino en la sala de menester. Ni bien estuvo dentro lloro y lloro, tanto que se le hincharon los ojos y le comenzaron a arder.

— Como pude ser tan imbécil era obvio que jamás me amo. — dijo, mientras las lagrimas seguían corriendo por sus ojos, recorrer sus mejillas, hasta tocar el suelo frio.

Estaba tan sumido en sus penas que no noto cuando la puerta de la sala de requerimientos se abrió, mostrando una misteriosa figura entrar. Que muy pronto estaba por acompañar las penas de Harry.