Disclaimer: Demashita! Powerpuff girls Z y sus personajes no me pertenecen.
Demashitaa: No Hai
Kaoru bufó frustrada, intentando no golpear al alcalde y de paso al profesor por permitir aquello, pero no, no dejaría a Ken sin padre, no era tan brutal, después de todo. Sin embargo al escuchar los sollozos de Miyako, la idea anterior le parecía tentadora.
-No es justo. –Espetó con coraje.
Miyako sorbió la nariz, Momoko frunció el ceño intentando retener las lágrimas que amenazaban salir. Ella solo apretó los puños.
-No es justo. –Repitió, repasándolos uno por uno.
-Es lo mejor, chicas. –Dijo el profesor. –Para todos.
Las tres se miraron entre si, no convencidas de aquel argumento. ¿Porqué quitarles sus poderes sería beneficiente para todos?
-Chicas, les agradecemos todo lo que han hecho por la ciudad, de verdad, gracias a ustedes Tokio ahora esta seguro, y es por eso que ha llegado la hora. No hay más que hacer. –Se explicó la señorita Bellum.
-Aun hay delincuentes en las calles. –Dijo Miyako, más calmada.
-Lo sé, pero para eso están las policías, chicas.
-¡Esos hombres son unos inútiles! ¡Nunca los necesitamos mientras luchábamos contra el mal! –Kaoru pateó el suelo, indignada.
-Kaoru, mientras ustedes detenían a los villanos afectados con rayos z negros, ellos combatían gente normal.
-¡Pero nosotras podemos seguirnos encargando de ellos! –Exclamó Momoko.
-Sabemos que si, chicas, pero ustedes aun son unas niñas. –Comenzó de nuevo el profesor. –Sus estudios y su vida es primordial. Y piensen, que la gran mayoría de los policiacos quedarían sin empleo.
-¡Me niego a que me quiten mis poderes!
-Kaoru, no se los quitaremos, los rayos z blancos, están en ustedes, no los retiraremos. Seguirán siendo súper heroínas. –Súbitamente, el rostro de las tres niñas se iluminó. –Programaré sus cinturones y a Peach, para que solo puedan transformarse al rastrear actividad de rayos z negros de nuevo.
Sus rostros volvieron a su semblante triste.
-Es lo mismo. –Miyako bajó la mirada. Las otras dos la imitaron.
-Solo buscamos lo mejor para ustedes, niñas.
Un silencio sepulcral se esparció por el lugar, interrumpido ocasionalmente por los sollozos de Miyako y Momoko. Esta última intentando tranquilizarse para tomar la palabra en nombre de las tres, como la líder que era.
-… bien. E-Esta bien, háganlo…
Kaoru abrió los ojos desmesuradamente y Miyako dejó de sollozar.
-¿Te has vuelto completamente loca, Momoko? –La pelirroja cerró los ojos, ella sabía que la señorita Bellum, el alcalde y el profesor tenían razón. Muy a su pesar. Sin actividad de rayos z negros, realmente, aunque no programaran sus cinturones, no se transformarían.
Sería incluso lo mismo.
Era la cruda realidad. Los problemas menores a los que la ciudad ahora estaba expuesta, serían encomendados a los policías de Tokio, ese era su trabajo.
Ya no eran necesarias. Y tanto ella, como Miyako y Kaoru, lo sabían.
Y en realidad, eso era lo que más dolía.
-No. Hablo muy enserio.
-Pues no te secundo. –Dijo la verde altaneramente, cruzándose de brazos.
-No te estoy preguntando, solo lo haremos, es lo mejor.
-¡No puedes decidir por todas!
-Claro que puedo.
-Chicas… -Miyako se interpuso entre ambas.
-¡No!
-¡Solo lo harás, Kaoru! –El grito autoritario de Momoko resonó por el lugar. La verde solo sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas. Maldita sea, tenían toda la estúpida razón y no podía hacer nada para evitarlo.
-Como quieran. –Los adultos las miraron una a una, buscando su aprobación.
-Los cinturones estarán listos mañana.
Tras despedirse amargamente, las tres se retiraron a sus casas consientes de que a partir de ese día, serían súper heroínas limitadas.
O lo que es lo mismo, personas normales.
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Sus enormes orbes rosados se abrieron de golpe al escuchar el despertador sonar en su máximo volumen, lo cual solo significaba una cosa: Iba tarde a la escuela.
-¡Kyaaaa! –El sonoro grito resonó por la habitación y al siguiente segundo se encontraba entrando y saliendo de la ducha ya bañada, comenzando a ponerse su ropa y a cepillarse el cabello al mismo tiempo.
Bajó las escaleras al tiempo que se ataba su acostumbrada coleta y su moño rojo.
-¡Momoko-chan se quedó dormida! –La chillona voz de su hermanita llegó a sus oídos justo cuando puso el primer pie en la entrada.
-¡Maldita mocosa, cierra la boca, que no has sido ni para despertarme! –Mientras Kuriko seguía riendo estruendosamente ella salió disparada de su casa sin avisar nada a sus padres, al fin, si les decía la regañarían por no levantarse temprano.
Corrió lo más rápido que sus piernas pudieron dar, en momentos como esos, era cuando deseaba ser Kaoru, o siquiera, tener su patineta para poder llegar más rápido.
Cuando por fin llegó, subió escaleras arriba y llegó jadeante al salón, Miyako ya estaba ahí, y, sorprendentemente, Kaoru también. Vaya, si había llegado, realmente tarde. Se acercó a ellas, Miyako con el rostro apoyado en sus brazos boca abajo, aparentando estar dormida, la otra con la frente levemente sudada y desparramada en el asiento, seguramente acababa de llegar también.
-Vaya, esto si que es una sorpresa. –Dijo Kaoru una vez que su mirada chocó con la de su amiga pelirroja. –Nunca habías llegado tarde, Momoko. –La rubia levantó la cabeza y le sonrió a su amiga.
Entonces entró el maestro haciendo que todos los alumnos comenzaran a tomar su lugar.
Momoko suspiró con cansancio, apenas quince minutos atrás estaba en su calientita cama y ahora, intentaba mantenerse despierta y tomar apuntes. Sin embargo, no podía concentrarse ni en la clase, ni en las tremendas ganas de dormir que tenía, sino en el extraño sueño por el cual no había podido dormir bien y se había levantado tarde esta mañana… aparte de no haber escuchado el despertador.
Ni siquiera lograba comprender lo que había soñado, solo tenía un sentimiento extraño en el pecho y ganas de gritar. Pensó que aquella pesadilla fue resultado de comer tantos dulces antes de dormir la noche anterior. Si, eso debía ser. Con ese pensamiento en la cabeza se sintió más tranquila, y pudo sobrevivir hasta el receso.
-Te digo, me pasé media noche haciendo la tarea, para que el hombre terminara poniéndome un cinco. –Repetía con fastidio Kaoru.
-Kaoru-chan, el problema estaba mal resuelto. –Trataba de hacerla entender Miyako.
-Si, si, si… ¿Tú que dices Momoko? ¿Debo patearle el trasero a Hisu-sensei? –Dijo ignorando la aclaración de su amiga.
-Si, como quieras.
-¿Cómo has dicho? –La pelinegra paró en seco y miró a Momoko como si fuera otra persona.
-Momoko-chan, ¿te sientes bien? –Miyako miró con preocupación su amiga. La otra solo las miró extrañada.
-Claro chicas, ¿Porque preguntan?
-Me has dicho que le paté el trasero a Hisu.
Momoko balbuceó.
-Te ves nerviosa.
-No lo estoy.
-Has estado muy seria toda la mañana y tienes unas ojeras enormes. Hoy llegaste tarde y ni siquiera has comido algo con azúcar. –Las adolescentes se sentaron en una de las mesas sobrantes.
-No es nada, cansancio solamente, comí muchos dulces ayer y no dormí bien. –Dijo después de dudar un rato, decidiendo no contarles el extraño sueño que había tenido, no queriéndolas preocupar más.
-Como digas. –Dijo Kaoru sin creérselo. Las tres comenzaron a comer su respectivo almuerzo, olvidando el extraño comportamiento de su amiga y charlando amenamente.
-¿Qué hay que hacer hoy? –Cuestionó con ojos brillosos la rubia.
-Lo mismo de siempre.
-Pero si nunca hacemos nada, Kaoru. –Dijo la pelirroja con una gotita en la cabeza.
-Exacto. –Miyako suspiró, sus amigas no cambiaban.
-¿Qué les parece si vemos películas? Kaoru-chan hoy no tiene práctica de futbol, yo no tengo música y Momoko no tiene de animadoras. –Dijo sonriente la rubia. –Hace mucho que no pasamos tiempo juntas.
-A mi me parece bien. –Opinó la pelirroja sonriente. -¡Llevaré muchos dulces!
-Ya empezamos. –Dijo Kaoru imaginándose su tarde con una niña hiperactiva y embadurnada de chocolate. –Pido sentarme a lado de ti, Miyako.
-Supongo que eso es un sí. –Dijo Miyako con una linda sonrisa. -¡Bueno, las veré en mi casa! Mi Oba-sama hoy preparó galletas.
El gritó de emoción de Momoko resonó por la cafetería. Dulces y galletas. Lo mejor del mundo.
-Miyako, ¿Cómo se te ocurre invitarnos a tu casa cuando tu abuela hace galletas? –Dijo Kaoru negando. –Esta niña es una dulcemaniaca.
Miyako se encogió de hombros sonriente mientras Momoko parloteaba de lo bien que se la pasarían en la tarde viendo películas y comiendo –atascándose – dulces y galletas.
-Yo no pagaré la cuenta del hospital. –Susurró Kaoru a Miyako, imaginándose a la pelirroja tendida en una cama con suero inyectándose en sus venas gracias a una indigestión estomacal.
-Kaoru, que exageras. –Le dijo la rubia ya no muy convencida de sus palabras.
El resto de las clases pasaron casi volando, y las tres se despidieron con la promesa de llegar a la casa de Miyako para ver películas, llevar muchos dulces y pasar una tarde juntas.
Momoko emprendió camino a su casa saltando con alegría. Después de un tiempo de no hacer cosas juntas, por fin se reunirían. Tal vez exageraba, porque las veía todos los días en la escuela y uno que otro fin de semana, pero desde aquello su vida se había vuelto, tan monótona. Todos los días era la misma rutina: levantarse, ir a la escuela, regresar a casa, comer, hacer tarea y dormir.
Tres años de monotonía y aburrimiento. Claro, exceptuando las veces que su dulce y tierna hermanita hacia una leve travesura –Nótese el sarcasmo en toda la oración. –Y ella, como buena y responsable hermana –también nótese el sarcasmo en esto. –Iba a ponerle un alto.
Pero bueno, esa no era una tarde para deprimirse, así que apresuró el paso a su casa.
-¡Ya llegue! –Anunció desde la entrada.
-¡Nee-chan! –La niña salió disparada hacia ella brincándole encima, a la cual, miró con mootonía.
-¿Qué tal Kuriko cómo te ha…
-Mamá no ha llegado, papá tampoco y nos han dejado la comida ya. –Dijo interrumpiendo su oración.
-Como sea… -Dijo con aburrimiento para pasar a su habitación, hasta que captó lo dicho. -¿Espera, volverán, no? ¿A qué hora llegarán?
-Si. –Dijo la niña para sentarse a mirar la televisión. –Y no lo sé, supongo que al rato nee-chan.
Momoko suspiró, casi se le arruina la tarde. Murmurando unas cuantas cosas se dirigió a su habitación para buscar películas y ropa más cómoda, aunque varias veces fue interrumpida por Kuriko para que le diera chocolates, para que le pasara no sé que, que si mataba a la cucaracha, que si bla, bla bla.
Rebuscó entre sus cosas más olvidadas, pues las pocas películas que tenía habían quedado en el olvido con el paso del tiempo, aunque solo encontró tonterías de nenas como Barney y sus amigos, los Rugratz, Las pistas de Blue y cosas así, así que decidió guardar la enorme caja de recuerdos, hasta que su mirada cayó en un cinturón blanco con un botón rosa en el centro y una P.
El cinturón de Bombón.
Dudó unos segundos antes de tomar el cinturón entre sus manos y analizarlo bien, su mirada se entristeció. Casi olvidaba como era. Le limpió el polvo un poco y lo puso sobre sus piernas mirándolo un largo rato, recordando viejos tiempos. Una sonrisita comenzó a extenderse en su rostro.
Entonces, extrañamente recordó la pesadilla que tuvo, sintiéndose como la noche anterior y en algunas clases del día. Soltó el cinturón como si quemara. ¿Qué había sido eso? Miró de nuevo el cinturón y volvió a tomarlo esta vez para regresarlo a la caja, donde pertenecía. Negó con la cabeza, intentando sacar ese extraño sentimiento de angustia.
No entendía porque la había recordado de nuevo, ni me nos porque cuando tomó el cinturón, pero le quitó importancia, y se dedicó a guardar la enorme caja y a esperar a que sus padres llegaran para poder ir a comprar los materiales para la película.
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Miyako cambió una vez más el canal de televisión, no había nada. Se acurrucó más y tomó a pulpi entre sus brazos.
-No hay de otra, pulpi, tendremos que esperar a las chicas. –Dijo con aburrimiento mientras escuchaba sin prestar mucha atención el comercial de una crema que además de adelgazarte, te hacía perder el hambre. Tonterías.
Cuando era una niña, recordaba perfectamente que obligaba a la pobre de su Oba-sama a comprarle cada uno de los productos "embellecedores" que la televisón anunciaba. Gracias al cielo ahora la realidad había llegado a su cabecita.
Escuchó ruidos en la cocina y supuso que era su Oba-sama, así que bajó a hacerle compañía, o más bien, a que ella le hiciera compañía.
-¿Oba-sama? –La rubia llegó a la cocina donde encontró a su abuelita poniéndose un abrigo. -¿Vas a salir? ¿A dónde vas? –Cuestionó con preocupación, pues no le gustaba que saliera sola.
-No te preocupes cielo, iré a comprar unas cosas. No me tardaré.
Ella la miró con duda.
-Puedo acompañarte.
-No te preocupes querida, espera a tus amigas, no tardaré. –La adolescente no insistió más y la acompañó a la puerta de la casa, prometiéndose que si no llegaba en una hora, iría por ella aunque dejara plantadas a sus amigas. Tal vez exageraba, pero era lo menos que podía hacer por la persona que la cuidaba, ¿no?
-Ve con cuidado. –Y sin más subió de nuevo a su habitación tirándose en la cama con pulpi. –Oba-sama nos ha dejado pulpi, ahora si nos quedamos solos. –dramatizó perfectamente.
Miró su televisor, el comercial de la crema todavía estaba ahí. Por eso los odiaba, duraban eternidades y repetían las misma tonterías.
El timbre sonó y ella bajó rápidamente, seguro eran las chicas.
Al abrir la puerta se encontró con la pelinegra de su amiga arriba de su patineta verde y con su mochila a la espalda.
-¡Kaoru-chan! –dijo con emoción. –Pasa, estoy sola, oba-sama acaba de salir.
La pelinegra bajo de su transporte tomándola con su mano libre y le sonrió a la rubia.
-¿No ha llegado la dulcemaniaca? –Cuestionó con gracia, mientras ella negaba divertida.
-No.
Las dos adolescentes subieron a la habitación de Miyako, y tan pronto como entraron tan pronto Kaoru tiró la patineta y la mochila al suelo alfombrado, desparramándose ella en uno de los sillones inflables de su amiga.
-No puedo creer que todavía conserves esa cosa. –Dijo Kaoru mirando el pulpo morado que estaba en la cama de su amiga. -¿Cómo se llamaba? ¿Tuti?
-Pulpi. –Corrigió la rubia. –Y claro que aun lo tengo, nunca saldrá de esta habitación.
Las dos comenzaron a reía animadamente y a hablar de cosas sin sentido, que sin embargo las hacían pasar buen rato, hasta que llegó Momoko, que como buena joven que cumple lo que promete llegó con una bolsa repleta de dulces de todos los sabores y colores existentes y conocidos por el hombre.
Tras escuchar repetir a Kaoru que si la pelirroja terminaba enferma ella no pagaría ni un centavo subieron a la habitación para comenzar a ver la película justo cuando la abuela de Miyako llegó a su casa y a petición de Kaoru fue una película de terror.
-Prometamos no volver a hacerle caso a Kaoru. –Dijo Momoko pálida. –La próxima vez escogerá Miyako.
Kaoru rió a buena gana. –No sean miedosas, que no ha sido para tanto.
-¡Estas loca Kaoru! –Exclamó la pelirroja. –Ni siquiera disfruté mis dulces.
-¿Qué opinas tú Miyako? Dile que exagera. –Momoko y Kaoru giraron la cabeza para observarla abrazando a pulpi con cara de horror.
Kaoru volvió a reír.
-Ya, ya, hay que ver otra cosa. –Dijo cuando se calmó, poniendo el canal de las noticias. –ahí está, nada horrorifico.
-"Un terremoto ha causado un mini tsunami en la…
-Si, nada de matanzas. –Dijo con sarcasmo Momoko recibiendo un cojinazo en la cabeza.
-Confórmate. –Le respondió Kaoru, recibiendo al igual que ella un cojinazo bien dado, dando paso a una guerra de almohadas entre las tres amigas y pulpi.
-Que lo han matado les digo. –Decía Miyako una y otra vez, observando el tentáculo chueco de pulpi. Las tres habían formado un círculo alrededor del pulpo en la cama, Kaoru se lo había lanzado a Miyako y el animal morado terminó con un tentáculo torcido.
-Vale, lo siento, creí que era una almohada. –Momoko la vio con mala cara. -¿Qué? ¡Es de verdad!
Momoko estuvo a punto de reclamarle algo, cuando la voz de la mujer del noticiero se hizo escuchar.
-En las últimas noticias de Tokio, han asaltado el laboratorio más importante de la ciudad llevándose consigo la vida de dos de los científicos que se encontraban ahí, además de extrañas sustancias, las autoridades declaran haber localizado a uno de los hombres asaltantes.
-"Lo tenemos todo bajo control."
-"Pero, díganos, ¿Ya han capturado a alguno de los asaltantes?"
-"Aún no, pero pronto, todo esta bajo control"
-Aún no se sabe cual es el propósito de haber robado las sustacias más extrañas y peligrosas del laboratorio y no haber asaltado el banco de dinero para recursos del mismo laboratorio…
Kaoru apagó la televisión a la mitad de la entrevista, ninguna dijo nada, solo se sentaron en silencio cada una con sus propios pensamientos, aunque en realidad, fueran los mismos.
-Son unos inútiles. –Dijo por fin rompiendo el silencio Kaoru.
-No hay nada que hacer, Kaoru-chan. –Dijo Miyako aun con pulpi entre los brazos. –Solo esperar a que las autoridades los atrapen.
Otro silenció se formó entre ellas, no incómodo pero si extraño.
-Hoy encontré de nuevo mi cinturón. –Dijo de la nada la pelirroja, pensativa. Miyako y Kaoru se miraron sin saber que decir, y terminaron bajando la cabeza al igual que Momoko sin saber que decir ahora.
-Eh, Kaoru-chan, tengo una falda que seguro te quedará muy linda. –Dijo la rubia parándose, haciendo que la pelinegra se pudiera del color de su patineta.
-No empieces Miyako, no me la pondré nunca. –La verde la imitó corriendo al dichoso armario. Momoko las miró a ambas, por lo menos habían cambiado de tema y sonriendo de nuevo se acercó a ellas para intentar ponerle con Miyako una falda a Kaoru.
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-Ponerme una falda… -murmuraba Kaoru mientras el aire le daba en la cara por ir en la patineta. –Son más tercas que una mula, primero muerta.
La pelinegra continuó todo su camino a casa maldiciendo la femineidad de sus dos amigas y preguntándose el porque de todas las chicas del enorme Tokio, las había escogido a ellas –y a sus faldas y vestidos –como sus amigas. Aunque supiera que las quería demasiado.
Aunque bueno, ella no las había escogido, después de todo. Por mero capricho del destino ellas estaban unidas.
Bajo de su transporte cuando llegó a su casa, donde se comentaba el hecho de que las autoridades aun no hicieran nada por encontrar a los asaltantes del laboratorio.
-Ya llegue.
-Hija, que tal, ven estamos viendo las noticias. –Kaoru se acercó.
-¿Así? ¿Y de que hablan?
-Del robo en el laboratorio de Tokio, esta en todos los noticieros. –Dijo esta vez Kotaro, su hermano. –Fue una catástrofe, se llevaron sustancias muy extrañas, ¿A que son idiotas? Ni siquiera tocaron la caja fuerte ¡El montón de dinero que hubieran conseguido!
Kaoru gruñó.
-Como sea, me voy a dormir. –Dijo la pelinegra de mal humor. En cuanto llegó a su habitación tiró su patineta y comenzó a ponerse la pijama. –Pero que incompetencia. –Se quejaba una y otra vez. Pasó a su buro a dejar el broche verde con el que sujetaba un mechón de su cabello y su mirada reparó en el único accesorio femenino que tenía en toda su casa.
El anillo de bellota.
Lo guardaba en una cajita con el único broche que tenía. Todas las noches lo veía al dejar su broche en la cajita, pero esta vez, le tomó más atención que las otras veces. Cerró la cajita de sopetón, molesta.
-Estúpidos policías buenos para nada. –Y sin más se tiró a su cama boca abajo, intentando dormir, para poder oprimir ese sentimiento de angustia e incomodidad.
Mañana sería un nuevo día.
Hola ^^
Bueno, soy Miss Nutella, y son nueva en esta página :)
Esta es mi primera historia y espero que les guste, si quiera un poquito. Amo las PPGZ y al fin me animé a escribir algo de ellas, en realidad, esta idea ya rondaba desde hace rato en mi cabeza, pero no había querido subir ninguna historia. Pero bueno, aquí esta.
Espero que les guste :)
Nos leemos
Besos,
Miss Nutella.
