Cómo conocí a tu madre
Primera parte
-Oigan chicos, ¿quieren que les cuente cómo conocí a la madre de Max?
-Está bien. –masculla el susodicho. –Pero ahórrate esos detallecitos tuyos de detective de pasquín yankee con los que te encanta decorar tus historias.
-Muy bien, entonces escuchen con atención...
Esta historia que les voy a contar sucedió ya hace unos cuantos años, como se podrán imaginar. Para ese entonces yo vivía en Viena, cuando recibí una llamada de Isaac pidiendo mi ayuda en un asunto de suma importancia. Julius Alensmeier, nuestra vieja amiga de la escuela de música había vuelto hace unos años pero se había aislado de una manera tal que nadie podía adivinar donde había estado los últimos dieciocho años. Como no quieren oír demasiado de mis pesquisas detectivescas, les diré que al poco tiempo de llegar me puse en contacto no solo con mis antiguos compañeros, sino con la bella hermana mayor de mi amiga: Maria Barbara Alensmeier a quien yo no conocía previamente. Al principio me costó mucho que aceptase mi participación en el asunto. Tengo que decir que apenas la vi me sentí atraído por ella, y creo que ella hacia mí, pero la madre de Max, como toda dama de su alcurnia y educación insistía en ser distante conmigo. Para peor la investigación relacionada a la larga ausencia de Julius me había llevado a investigar al conjunto familiar en general, y no fueron muy agradables mis descubrimientos al respecto. Pero esa no es una conversación para estos momentos. El caso es que después de algún tiempo logré hacerme un espacio dentro de la mansión Alensmeier y este fue la biblioteca, donde podía dejar mis expedientes sin temor a que alguien los toque. Es esa la puerta que se abrió aquella mañana de final de la primavera de 1923. Mi situación con la dueña de la casa había sufrido un considerable cambio en la velada anterior, y eso a mi bella señora la traía muy nerviosa hasta mi presencia. Con prisa vigiló el corredor de la planta baja, y al ver que no había nadie, cerró presurosa la puerta quedando a solas conmigo.
-David, necesito hablarle… -dijo en voz baja mientras se mordía el labio inferior.
-¿"Hablarle"? –respondí yo dejando de lado los documentos que revisaba y mirándola fijamente a los ojos. –Me parece que ya no te queda bien ese formalismo… menos si me llamas por mi nombre.
-¡¿Y cómo diablos quieres que te diga? ¡Quiero hablarte, zoquete!
-Bueno… preferiría que en vez de "zoquete", usaras "corazón". Pero me parece que así está bien, al menos por ahora…
-¿Pero qué…? No importa, de todos modos no es eso de lo que quiero hablar… -su voz se volvió trémula de golpe, como cuando mi jefe vino a contarnos de la prohibición al alcohol en América. –David, lo que pasó anoche no puede volver a suceder entre nosotros. –agregó dramáticamente, bajando cabeza con la vista hacia la alfombra.
-¿No? Pues que pena…la verdad esperaba con ansias una segunda vuelta. En realidad sería tercera en el sentido del orden pero segunda en el sentido de…
-¿Qué? ¿De qué hablas? ¡Bajo ningún motivo! –mi imagen se volvió a reflejar en sus pupilas gracias a mi comentario. –¡Hablo en serio, esto acabó aquí mismo!
-Muy bien, tú eres la dama, así que tú decides. ¿Puedo preguntar por qué? Te arrepentiste. Qué extraño, anoche me dio la impresión de que te habías sentido a gusto. Siento no haber estado a la altura del acontecimiento. –contesté, fingiendo pena.
-No…no ha sido eso. –tragó saliva. –No voy a ser hipócrita de decir que… -la voz se le comenzó a ir cada vez más hacia los tonos agudos al tiempo que se estrujaba las manos. –…no ha sido un momento agradable, pero por eso mismo. A veces las cosas más hermosas son las más efímeras, creo que deberíamos dejarlo así. Considerando que somos adultos y ambos conocemos el mundo, cada uno seguirá su camino como siempre. Habiendo aclarado esto, me retiro…
Claro que no había sido eso. Solamente un imbécil no sabe juzgar su desempeño con una dama, Y honestamente, nunca me habían acusado de ni de flojo ni de haragán. Un hombre que no puede poner esfuerzo en satisfacer a una mujer no se merece otra cosa que una patada en el trasero. Pero si Maria sospechaba que con uno de sus breves parlamentos iba a sacarme del medio estaba más que equivocada. Apenas hizo el ademán de tomar el picaporte, le mostré su error.
-No entiendo, eso no sirve como un porqué. Dame un mejor motivo.
-¿Cómo que "un motivo"? ¡Porque es totalmente inapropiado! ¡Eres amigo de mi hermana, a la cual supero en muchos años de edad y por ende a ti también! ¡Y además estamos en un momento terrible; estamos a un paso de acercarnos a su pasado o a la ruina de esta casa, lo que llegue primero! ¡¿Te parece poco todo eso?!
En la puerta del estudio se dejó oír los golpes de una de las muchachas del servicio. Era la pequeña Tanya, que muchos años antes de ser la niñera de Max se encargaba de estar al cuidado de Julius. Apenas abrió Maria la puerta, la jovencita notó el nerviosismo de su patrona y trató de sonreír lo más normal que pudo.
-Señora Maria, disculpe que la interrumpa, pero logré comunicarme con el cardiólogo. Dijo que podía recibirla hoy si se trataba de una urgencia, pero sólo después de las diez. Me pidió que le confirmara apenas pueda.
-¿A las diez? Bueno… tendremos que salir más tarde a Frankfurt .Avísales al doctor que allí estaré y al notario que nos espere en la estación al mediodía. ¿Y Julius?
-En el comedor, Señora, recién me preguntó por usted y el señor Lassen, los está esperando para desayunar hace un rato.
-Bueno, dile que ya vamos. Ah, y dile a Julius que saldremos al mediodía. –dijo Maria y finalmente cerró la puerta casi en la cara de la pobre muchacha. Luego volvió a cargar contra mí. –Muy bien, ahora que aclaramos todo esto, creo que lo mejor es que desayunemos bien y nos preparemos para el viaje. –cerró con una sonrisa tonta.
-¿Así que el cardiólogo de urgencia? –inquirí, de un modo que sabía que la molestaba. – Creo que no es la clase de médico que necesitas…
-Ni una palabra más o te echaré apenas termine el viaje. Confío en que serás un caballero y no dirás nada de esto frente a Julius ni frente a nadie. Ahora, lo único que debemos hacer es pensar en ella, ¿entiendes?
-Sí, eso lo entiendo perfectamente. En ese caso salgamos.
Comprendí su preocupación por Julius, porque era la mía. Pero al mismo tiempo me pareció la excusa perfecta para lavarse las manos de un modo elegante. Así que decidí darle una tregua momentánea. Durante el desayuno Julius mostró mucha ansiedad por el viaje así que la instamos a comer bien, pero Maria Barbara casi no probó bocado. Cuando llegó la hora de partir y después de llegar a la estación sobre la hora, demorados por el repentino deseo de mi futura señora de hacerse un control cardíaco, finalmente nos embarcamos en el tren que nos llevaría a Frankfurt. Durante el viaje, Maria no pronunciaba palabra, nuestra conversación y la preocupación por su hermana eran demasiado para su atormentado espíritu y en parte me sentí culpable por ello. Julius era la que más inquieta se mostraba, en ese viaje se decidía prácticamente su vida, pero tampoco hablaba demasiado. Eso nos dejó a mí con el abogado completamente a merced de su interrogatorio. En parte era comprensible, ¿quién era yo después de todo? Pero creo que una persona habituada a las artimañas y engaños como lo era el notable letrado, se sospechaba que de algún modo había llegado para quedarme y aunque su interés en mí estaba principalmente volcado a mi patrimonio económico, creo que en el fondo quería saber si vería mi nombre en algún documento que le competiese. Es decir todos, porque esa salamandra llevaba los papeles de los Alensmeier desde hacía más de treinta años. Así que jugando con su bigotón negro no dudó en preguntar:
-Señor Lassen, tengo entendido que era compañero de escuela de la señorita Julius. ¿Se dedicó a seguir en el terreno de la música?
-En realidad no. Yo le voy a estar agradecido siempre al Saint Sebastian por los años hermosos que viví allí y lo mucho que me enseñaron, pero aunque en mi corazón siempre va a latir más fuerte por el sonido de un hermoso violín, hay que saber separar los anhelos de juventud y pensar en vistas de construirse un futuro. No todos podemos depender de nuestras familias para proyectarnos, ni tampoco el talento para pedírselo a alguien más, es justo decirlo. Cuando terminé el colegio respondí la solicitud de un tío lejano que necesitaba un cajero en su restaurante, y luego comencé a llevar la contaduría. De allí conseguí otros empleos. Trabajé varios años para un banco hasta que finalmente entré en una pequeña empresa de inversionistas en el centro de Viena. Me encargo de asesorar a nuestros clientes de cómo es mejor invertir su dinero.
-Con toda la crisis de los últimos años parece increíble que haya gente que le quede dinero para invertir. –comentó Maria Barbara con tono cansado. –Tuvimos de todo: escasez, pobreza, y ahora pagar la deuda externa. Primero no había hombres para trabajar y ahora los que no murieron en la guerra, están tan destruidos que apenas si tienen fuerzas para subsistir.
-La gente bien posicionada siempre tiene dinero para invertir. –respondí. –No todo el mundo ha bajado tanto su nivel de vida, sino ¿de qué vivirían los contadores? Y los abogados…
-Pues puede que eso suceda en Austria, pero no todo lo que brilla es oro. –me refutó el letrado. –Muchas "nobles familias" están en bancarrota, solo que no lo demuestran. Están decididas a gastarse hasta lo último para no mostrar que ya no pueden mantener sus estilos de vida. Pero ese lujo por fuera significa grandes deudas por dentro. No todos tienen su política de austeridad, señora Alensmeier.
-Ha sido la única manera de seguir adelante, pero… ¿para qué ocultarlo? –se lamentó con un suspiro mi bella dama. –La fortuna de la familia Alensmeier se ha reducido con el tiempo considerablemente. En veinte años debimos vender dos propiedades familiares, la finca de Hamburgo y otra más en Berlín perteneciente a mi madre. Los campos se volvieron una molestia, tierras infértiles para plantar, con el comercio de lana parado y sin obreros que la trabajen. El subloteo y arrendamiento paga los gastos pero no genera ganancia. Y la textilera si produce, pero se le obliga a mantener toda la otra estructura, tuve que despedir gente de mi servicio y en verdad no me considero una mujer que gaste más de lo que necesite, pero sinceramente no sé qué pasará con nosotros. Lo siento Julius, creo que no hice un buen trabajo cuidando tu patrimonio. A principio de año compré algunas divisas extranjeras, y es lo que nos ha sostenido pero obviamente no hay ningún crecimiento. Entre los años de mala cosecha, la guerra y la hiperinflación espero que para fin de año si la situación no cambia, no pido que podamos conservar ya no la fábrica sino la casa.
-Y no nos olvidemos de los movimientos obreros, entre los comunistas y los anarquistas y sus huelgas ya no hay quien trabaje. –bufó Don Bigote. –Y para finalizar la inestabilidad política, hay que levantarse esperando una nueva revuelta sea de la izquierda o algún imbécil de la derecha.
-Maria Barbara, yo no entiendo mucho de economía pero estoy segura hiciste lo mejor que pudiste… -intervino Julius por primera vez. –Solo espero que en esa caja de seguridad que mi padre conservaba, haya cualquier cosa menos efectivo…
Por el rostro de ambas damas, me di cuenta que la preocupación por el dinero era más que un simple malestar pasajero. Y no era para menos. Yo desconocía el problema hasta el momento, pero ya suficiente tuve con ver que Isaac perdía todo lo que tantos años le había tomado conseguir. También veía la ruina que se había convertido su vida, porque sus tragedias financieras habían tenido directa relación con su vida personal. Y la desesperación lleva a malas decisiones. El dinero no lo es todo en la vida, de hecho es una de las cosas más fáciles de ganar, pero también de perder. Y cuando esa pérdida amenaza las cosas más esenciales del ser humano, entonces hay mucho de lo que preocuparse. Porque no es solo el no poder vestirse de forma pulcra, el no poder tener un leño caliente en tu chimenea, o comida suficiente en tu plata. Todo eso trae consigo problemas con los amigos, con la familia, entre los mismos esposos que solo retroalimentan el espiral de estancamiento. Y finalmente, se pierde la dignidad y con ello las ganas de luchas, entonces lo mejor que te puede pasar es que te encuentre la muerte, porque para el hombre vivir se le convierte en una carga pesada como una tonelada de hierro. Y yo no podía permitir que las hermanas Alensmeier llegasen a ese estado: Julius no podía cuidar ni de sí misma, pero Maria Barbara no podría con ella y todo lo demás sin terminar acabando con su propia salud y cordura. Así que me atreví a hablar de algo que no pensaba tratar con ella:
-¿No ha pensado en cotizar en bolsa, señorita Alensmeier? Al contrario de lo que el notable letrado aquí dice, quienes más invierten no son las grandes fortunas, sino el pequeño trabajador que desea de algún modo salvaguardar algo de su capital pensando en el futuro. Nuestros clientes son personas que han logrado juntar algún pequeño dinero y desean hacerlo crecer. Es a esa gente que deseamos llegar. ¿Qué nos probó la economía de post guerra? Que el sistema capitalista para crecer, depende de que el dinero se encuentre permanentemente circulando. Eso es lo que notaron en Estados Unidos y lo que les permitió posicionarse.
-Eso y que paguemos sus gastos…
-Sí, también, pero el dinero no sirve para tenerlo guardado. Se necesita que la gente consuma para que la maquinaria no se detenga. Las fortunas guardadas en caja de seguridad, no crecen, y la inflación se está encargando de desplumarlas. Pero, ese dinero moviéndose en el mercado es deseable y necesario. Si hay dinero, hay crédito, si hay crédito hay inversión, si hay inversión hay trabajo bien pago, y por ende no hay revueltas obreras. Con dinero el pequeño trabajador gasta y lo que no lo gasta no lo ahorra, sino que lo invierte y ese dinero vuelve al banco que este usa para dar más créditos. Para el capital de una empresa, vale tanto 1000 acciones de un mismo propietario, como 1000 acciones sumadas de cien propietarios ¿me explico? Los norteamericanos lo saben y ya no recurren a unirse con grandiosos matrimonios sino que todo se ha vuelto más impersonal, y lo que se une es el capital. Por eso forman sus grandes trusts y holdings… Pero, dentro de lo negativo de lo que significa esta nueva concentración de bienes, como el dinero es dinero sea de un norteamericano, de un alemán, un italiano o un judío… no importa, no deja afuera a nadie. Los ricos se aseguran seguir siendo ricos, es cierto. Pero los trabajadores pueden pensar que si hacen bien las cosas, podrán ascender en su nivel de vida. La clase media podrá acceder a un nivel mejor, y los más pobres podrán dar el salto, tal vez no es su misma generación, pero si en la siguiente.
-Eso sería posible si el dinero tuviera algún valor. Hoy por llegar tarde, compré los boletos de este tren el doble de lo que salían esta misma mañana. Con los billetes remarcándose todos los días dudo mucho se pueda hacer nada.
-Entonces invierta en acciones de empresas extranjeras. Obtendrá dividendos positivos en dólares, y podrá salir adelante. Si tú quieres podría recomendarte personas que podrían asesorarte de buena forma, personas confiables y con experiencia.
-Pensé que usted estaría interesado en esta tarea de darle consejos sobre economía. –me contestó el notario no sin una alta cuota de malicia.
-Un asesoramiento, querrá decir.
-¿No es lo mismo?
-No, no lo es. Que la señora Alensmeier necesitara un "consejo" significaría que no tiene suficiente criterio para decidir por sí misma. Otra cosa que nos mostró la crisis es que las mujeres administran mucho mejor que sus esposos, gastan mejor y de forma más pensada. De hecho la mayoría de mis clientas son mujeres. Y aunque no fuera así, creo que se nota de sobra que la señora no necesita de ningún señor para manejar sus intereses. Salvo, su "asesoramiento" señor Abogado.
-Bueno, no se ponga así. –dijo el dueño del bigotecillo, tocándoselo impaciente. –Creo que es solo una cuestión de semántica… no dudo de los dones de mi clienta.
-Si Maria Barbara desea mi opinión, se la daré como amigo que soy. Pero no deseo que se confunda mi interés por ayudar a las hermanas Alensmeier con un interés para mi provecho particular.
-Pues siendo así, debe sentir un gran afecto por las hermanas…
-Está en lo cierto. Ambas son muy importantes para mí. –respondí, y Julius me devolvió una tenue pero cálida sonrisa.
-Bueno, ojalá si implementan su plan funcione. Sería una pena que lo que se construyó con tanto esfuerzo se perdiera tan fácilmente. Sea como sea, la fortuna es una dama encantadora pero sumamente escurridiza…
-Más razón para intentar seducirla. -afirmé, sin poder evitar mirar a los ojos almendrados de Maria Barbara.
La susodicha me envió una mirada de reprobación y giró su cabeza hacia el lado de la ventanilla. La pobre no se daba cuenta que cuanto más esquiva se mostraba, más aumentaba mi deseo por ella. Llegamos al Hotel Steigenberger Frankfurter (1) esa misma tarde, casi con el tiempo justo para registrarnos y ocupar nuestras habitaciones. Por fortuna el notable notario decidió prescindir de la cena, e irse como buen niño a dormir. Eso nos dejó a Julius, Maria Barbara y a mi solos. Por respeto a Julius casi no emití comentarios, dejando que ella conversara con su hermana sin mis intervenciones, que trató de consolarla y darle ánimos para el día siguiente, aunque yo sabía que ella misma tenía sus reservas. Pensé en ese momento que las hermanas Alensmeier tenían mucha suerte de tenerse una a la otra, a pesar de las circunstancias adversas que mediaban entre ellas. Ojalá hubiera podido tener un hermano en que apoyarme en los momentos duros, pienso que mucho de mi carácter se debió a la permanente soledad que tuve que enfrentar en mi niñez. A los dolores de la vida le respondes con frustración y desengaño, o con una sonrisa y un "lo mejor está por venir". No crean que mi vida no haya tenido su porción de vicisitudes, desengaños y malos momentos. Pero tampoco creo que victimizarse resuelva nada. Eso es sólo peso inútil sobre nuestras espaldas. La conversación en el tren al parecer había afectado mucho a la frágil Julius, porque antes del postre respiró profundo antes de hablar y luego dijo:
-Maria Barbara, sobre lo que el notario mencionó hoy yo no quiero ninguna herencia, solo quiero recuperar mi pasado. Tú eres la que luchó todo este tiempo por todo esto, tienes más derecho que yo.
-Julius, no te preocupes por eso. Yo defendí nuestra casa y lo demás porque tenía la esperanza de que algún día volvieras. –respondió la mayor de las hermanas tomando de las manos a la menor. –Y mi anhelo se ha cumplido…
-Pero aunque de mí dependiera no sabría qué hacer, no sé nada de negocios.
-No te preocupes por eso. Yo te ayudaré con todo, lo haremos juntas. Sé que a veces no expreso mis sentimientos o no me expreso bien… pero para mí significa mucho que estés aquí. Ya no estás sola, me tienes a mi… ¿entiendes? -Maria trató de esconder sus lágrimas en su pañuelo de seda. –No me hagas caso, creo que con los años me estoy reblandeciendo…
-Gracias… aunque me gustaría primero recuperar mis recuerdos. Y también volver a ver a Klaus…
-No te preocupes, Julius. –le dije. –Ya verás que todo se aclarará, incluso donde está Klaus. Quizás eso nos lleve más tiempo pero… no pierdas la fe. Estamos contigo.
-David, aunque yo no recuerde las circunstancias de mi pasado ni cómo nos conocimos, me alegra de que estés aquí conmigo. Creo que tenemos mucha suerte de tenerte con nosotros, ¿no lo crees Maria Barbara?
-¿Eh? Bueno… supongo que sí. –respondió ella mientras se terminaba el vino de un sorbo.
Esa noche en Frankfurt fue la última vez que vi una sonrisa de esperanza en el rostro de Julius. Aun con todo el tiempo ocurrido y todo lo sucedido en su vida ella mantenía la belleza que tanto me había llamado la atención en mi juventud. Yo amaba a esa chiquilla de rostro angelical, pero ya no como mujer, sino como el ser humano que era. No importa cuántos defectos haya tenido o qué errores pudiera haber cometido. ¿O acaso alguno de nosotros es perfecto? Pero yo sabía cuánto amor era capaz de albergar en su corazón. Y en eso Maria Barbara era exactamente igual, toda esa aparente dureza no era más que una cascarilla creada con el tiempo para protegerse del sufrimiento. Las dos se me hacían tan fuertes, pero tan frágiles al mismo tiempo. No es que intente compararlas, aunque yo las sabía lo suficientemente distintas entre sí, había rasgos que les eran comunes. Uno de ellos es que bastaba con un parpadeo de sus grandes ojos hacia el costado para reducir mi voluntad a pequeños trozos de carbón. ¿Qué no habría hecho por alguna de ellas? Creo si se lo hubiesen propuesto, entre las dos podrían acabar con la resistencia de cualquier hombre con absoluta facilidad.
Después de la cena acompaños a Julius a su habitación que muy pronto se durmió, había sido mucho esfuerzo para un solo día al que ella no estaba acostumbrada. Finalmente la dejamos y acompañé a Maria a su habitación en el fondo del pasillo, contigua a la mía. Sin embargo yo notaba que seguía evadiendo el contacto visual conmigo. Su rostro escondía no la vergüenza de lo que había pasado entre nosotros, sino algo más. Yo sabía que por mucho que sus palabras lo negaran, en el fondo no sentía ningún arrepentimiento. Si un hombre tiene suficiente experiencia de vida y no es un patán megalómano, es capaz de sopesar si una mujer está realmente con él o no, porque hay cosas que simplemente no se pueden fingir. Y yo estaba seguro de que ella estaba conmigo, pero qué ir contra años y años de programación mental que no le permitían ser libre para seguir su voluntad sin otro dueño que sí misma no se podían romper de un momento a otro. Era una gran muralla a derribar, pero no me resignaba a rendirme sin luchar. Así que aunque sabía que el panorama general era delicado, decidí arriesgarme y confrontarla nuevamente.
-¿Y, qué pasó? Tuve razón… no fue un infarto. -le dije en un susurro al oído.
-No tengo por qué contestar eso. –respondió ella fingiendo no encontrar la llave.
-Tu silencio solo me confirma lo que yo pensaba. De hecho creo que tu corazón está mejor que nunca, ¿verdad? Vamos, relájate, será nuestro secreto. –le volví a susurrar.
-¡No es por vergüenza! –contestó molesta mirándome por fin a los ojos. – ¡Ni que fuera una novicia! Pero, justamente por eso mismo una mujer de mi tipo se supone que ya no está a merced de sus pasiones como si fuera una chiquilla. –agregó bajando la vista con pesar.
-Ah, ya entiendo. Eres tan audaz para algunas cosas, pero tan cohibida para otras. Mira, todo eso de que hay una edad apropiada para el romance no son más que cuentos que los hombres que se ponen viejos, les hacen creer a sus esposas para que los dejen buscarse mujeres jóvenes. Sin embargo yo creo que aunque el fragor juvenil puede ser muy satisfactorio la pasión es como un buen vino, cuanto más tiempo transcurre, su sabor se vuelve más intenso. Creo que en eso también estamos de acuerdo.
Ah… era tan linda toda sonrojada y nerviosa que todavía al recordarlo me despierta una mezcla de deseo y ternura muy especial. Tanta vergüenza por algo que es tan común y natural. Cuando una dama no se conmueve, no es culpa de ella sino del imbécil que tiene a su lado y no supo conquistar su favor. Y como después ella misma me confesó, a la hermana mayor Alensmeier la habían rodeado los exponentes más imbéciles del género masculino. Su aparente agresividad era su modo de protegerse de quienes pudieran desear aprovecharse de ella. Lógicamente, una mujer sola con apellido y fortuna debía ser a los ojos de los arribistas un blanco muy apetecible. Pero a mí todo eso me importaba poco menos que nada. Joven, viejo, pobre, rico… no son más que algunas de las tantas etiquetas que la gente mide el mundo que los rodea y también a sí mismos. No se dan cuenta de que los seres humanos no podemos ser clasificados como si fuéramos hormigas en un terrario. Al tiempo que Maria Barbara temía que la calificara de mojigata, también temía que la creyese una mujer demasiado fácil, o demasiado desesperada.
-Bueno, como sea… David, tienes que entender que yo no acostumbro a dormir con hombres que apenas conozco. Yo no soy de esa clase de mujeres…
-Yo creo que si un hombre y una mujer se atraen, lo lógico es que quieran estar juntos. Eso no te convierte en una mala mujer, ni a mí en un casanova… si eso es lo que piensas de mí.
-¡No! ¡Tampoco quise decir eso! Yo… ¡no sé ni lo que digo! Es que… mira, no estoy excusándome de mi responsabilidad en este asunto pero… ¡ni siquiera hemos salido a solas ni una vez! Creo que nos dejamos llevar… y las cosas se salieron de control y todo fue tan rápido… -volvía a perder la voz mientras seguía hablando.
-¿Entonces el problema no es que no nos gustemos o no nos llevemos bien, sino que según tú no nos conocemos lo suficiente?
-Me parece una apreciación correcta.
-¡Bueno, suerte que lo dijiste! –exclamé con entusiasmo. –Entonces remediémoslo. ¡Yo también quiero saber más de ti! Ven, te invito a salir en este momento. Ve a cambiarte, te espero en la recepción…
-Pe-pero… no creo que sea una buena idea. ¿Vamos a dejar a Julius aquí sola? ¿Y si necesita algo?
-Bueno, también dejamos a nuestro honorable letrado… aunque yo no contaría con él para mucho. De acuerdo, haremos esto. Damos un paseo por los alrededores del hotel y cambiamos el aire y luego tomamos algo aquí en el bar. Ven, tampoco vamos a demorarnos mucho. Nos mantenemos cerca por cualquier eventualidad y conversaremos de todo lo que desees. No te estoy comprometiendo a nada más, confía en mí.
-Hum… -murmuró no muy convencida. -¡Está bien! Pero debemos regresar pronto, promételo.
-Lo prometo, de verdad. Anda, cámbiate así ya salimos.
Había pasado más de una hora en el recibidor del hotel y estaba comenzando a preocuparme, sobre todo porque sabía que en verdad debíamos levantarnos temprano para vernos con el gerente del Reichbank. Si bien no dormía mucho durante esa época, me preocupaba que María Bárbara perdiera sueño que yo sabía realmente necesitaba. Me preguntaba en qué estaba demorando tanto. Seguramente decidiendo que ponerse, cosa que realmente me tenía sin cuidado. Si ustedes la hubieran visto como pude verlos yo, su ondulado cabello azabache cayendo como una cascada sobre su nívea espalda, sus ojos claros relampagueando en la oscuridad de la medianoche, sus firmes y redondeadas… ¡mejillas! Estarían de acuerdo conmigo en que si bien a su modista nadie la había avisado que la Belle Epoque había pasado hace rato, eso no restaba ningún punto a su belleza. Por eso, me sorprendí mucho cuando la vi bajar del vestidor con una amplia blusa naranja y una pollera que dejaba sueltas sus piernas, que graciosamente se movían entre varias capas de gasa negra, donde unos zapatos de charol brillaban de manera cómplice. Creo que llevaba una especie de vincha en el cabello… en fin, el caso es se veía fabulosa con todo el conjunto, y si lo pienso en este momento debo haberme estado sonriendo como tonto un largo rato.
-Te ves encantadora.
-¿En serio? Yo… realmente no pensaba salir de noche.
-Te queda muy bien ese color, resalta tu rostro.
-En realidad pensé en traer otra cosa, pero creo que con los nervios terminé empacando esto. Creo que lo compré cuando ya había terminado la guerra y nunca lo usé. Temía desentonar con el ambiente, pero viendo a esta gente me doy cuenta que excepto ahora es en el resto de los momentos en que desentono….
-No lo creo en lo absoluto.
-Si bueno… ¿pero que saben los hombres de moda? –respondió sin darse cuenta de que le había mentido. –Nos estamos demorando…
-Claro. –respondí ofreciéndole mi brazo.
Caminábamos por las calles del barrio bancario, aunque la actividad diaria de la zona había llegado a su fin hacía rato, aún circulaba mucha gente. Yo sabía que me acercaba de forma peligrosa a ella, pero aún no me daba cuenta del peligro que estaba corriendo yo. Habíamos comenzado a jugar un juego del que difícilmente se sale ileso cuando lo que apuestas es tu corazón entero. Acercarme tanto a Maria Barbara implicaba que ella también se acercaría a mí, y tal vez en algún momento fuera la que dominara la situación. Pero no me importaba en lo más mínimo, creo que en el fondo yo deseaba desde un principio que fuera así. Primero conversamos algunas trivialidades, sobre el clima y el tránsito, y después ella buscó, como bien había manifestado, saber más sobre mí.
-Si vamos a continuar con esto, hay una cosa que me gustaría que me respondieras, y fueras honesto conmigo. –me enfrentó con tono serio.
-Claro, lo que quieras. –dije, sin pensar por un momento en qué podría llegar a preguntarme la mujer que repentinamente paró la marcha y me miró directo a los ojos.
-¿Hay en Viena una futura señora Lassen, preocupándose por tu ausencia en alguna parte? Anda, me puedes decir. Ya te dije que no soy una niña, puedo soportarlo.
-No, no lo hay. –suspiré. –Y no te preocupes, no me gusta la mentira como forma de relacionarme con el resto de las personas. –respondí, enfrentándola con la mirada. –Incluso creo que a veces soy demasiado honesto, y eso puede ser tan problemático como lo contrario.
-Bueno, yo también tengo ese problema. A veces no sé cómo expresarme, o cómo hacerlo sin enojarme. Sé que tengo un carácter muy difícil, pero… a veces… no creo que puedas entenderlo…
-Pues, yo lo encuentro razonable. Si una persona de muy joven tuvo que hacerse cargo de muchas responsabilidades, es lógico que se acostumbre a hacerlo todo por su cuenta y a poner poca atención en las sugerencias de los demás.
Maria Barbara caminó unos pasos hacia adelante, como si estuviese sola. Finalmente se apoyó contra una cerca que impedía el paso a una plazoleta. Lanzó un suspiro al cielo, y mientras observaba la noche estrellada su voz se volvió melancólica.
-Tal vez si de verdad hubiera nacido mi hermano mayor, a lo mejor él nos hubiera protegido. Hubo momentos en que nos hubiera hecho mucha falta. Ahora ya no importa, he crecido y me he acostumbrado a hacer las cosas por mi cuenta como dices, pero incluso a veces… bueno, desearía que no haya sido así.
-Todos necesitamos de alguien que vele por nosotros, más allá de lo independiente que seamos. –respondí, deteniéndome a su lado. -La idea de que alguien en el mundo se preocupa por uno, a veces es todo lo que necesitamos para sentirnos fuertes y capaces. Incluso si no es parte de nuestra forma de ser el pedir ayuda.
-Hablando de pedir ayuda… Isaac me dijo que cuando se conocieron vivías en los dormitorios de la escuela de música… así que supongo que no eres de Regensburg.
-¿Hablas con Isaac de mí? Vaya, no sé si sentirme halagado o preocupado. –bromeé, aunque en el fondo me sorprendí. –Pero sí, es cierto. En realidad somos de un pueblo cerca de Freudenstadt en la Selva Negra.
-¿Y ves a tus padres con frecuencia?
-No mucho realmente. He tratado de convencer a mi madre de que se mudara a Austria y esté más cerca mío, pero ha sido imposible que abandone la vida de aldea. Para ella Regensburg le parece un paraíso de cemento, imagínate Viena. Y mi padre se radicó en Varsovia el año pasado.
-Oh, ¿por trabajo? ¿Qué hace?
-Era viajante de comercio, pero ya no trabaja más. Se divorció de mi madre, se jubiló y ahora se dedica a vivir la vida con su nueva esposa e hija.
Maria Barbara me miró extrañada. La verdad la relación con mi padre no pasaba por un buen momento que digamos y para ser francos no tenía ganas de hablar de ello, ni siquiera con ella. Aunque siempre me consideré bueno para escuchar los problemas de los demás, rara vez suelo hablar de los míos, me cuesta hacerlo. O mejor dicho, me costaba hasta que conocí a Maria. Sin embargo con lo que justamente me hizo confiar en ella es que no intentó indagar más, sólo se quedó a mi lado. Desviando la mirada, inmediatamente dijo:
-Perdona, no quise… no pregunté nada.
-No importa. Ya te ibas a enterar de todos modos. Pero comprenderás porque no nos visitamos en Navidad. Ven, está haciendo frío, vamos a tomar algo en el lobby del hotel.
Llegamos justo para el momento en que la banda había comenzado a tocar. Las luces iluminaban el lujoso salón de baile del Steigenberger Frankfurter. La gente bailaba de forma frenética al ritmo del jazz, como si estuviera por acabarse el mundo allí mismo. Y quizás en parte se acababa. Como las mesas estaban ocupadas, nos sentamos en la barra a conversar. Ella pidió un licor Jägermeister (2) y yo una cerveza lager, y seguimos conversando.
-Parece increíble que con lo difícil que está todo en el país, tanta gente se dedica a bailar y divertirse. –dijo Maria tomando un sorbo de su licor. –Nunca entendí bien porque lo hacen pero…
-Porque en algunas ocasiones es mejor preocuparse más por el presente que por el futuro. La vida de una persona puede cambiar de un minuto a otro por muchos motivos y todo lo que estamos viviendo lo demuestra.
-Sí, eso es cierto. Sino míranos a nosotros. Seguro habrás oído cosas de mí y de mi familia en el tiempo que llevas en Regensburg
Era cierto. Últimamente se hablaba mucho de los Alensmeier, no había que ser un gran perito para indagar sobre ellos en determinados lugares. Ciertamente, desde la vuelta de Julius y la revelación de que se trataba de una mujer, la familia entera pasó a ser la comidilla de los infelices habitantes de este pueblo disfrazado de ciudad. Y la vida íntima de Maria Barbara obviamente iba entre los temas a tratar. Es increíble cómo la gente dice conocer la vida de cada uno de nosotros, es más, ¡si te dejas llevar por ellos te das cuenta de que la conocen mejor que tú mismo! Pero no quería que eso preocupara a mi hermosa dama, ni nos arruinara la noche después del enorme esfuerzo que me costó convencerla de salir.
-Bueno, si… tuve que investigar algunas cosas y es inevitable…
-No es para que te disculpes. Ya imagino qué tipo de cosas habrás oído. Puras pestes, y lo peor es que no todas son calumnias. Pero como de todos modos vas a escuchar hablar de mí hasta el cansancio, hay cosas que me gustaría que oyeras de mi boca.
Yo sabía que en el fondo no me debía ninguna explicación, yo no se las había pedido. Pero intenté callarla y no funcionó. Entonces me di cuenta que en realidad lo que deseaba es hablar, que había estado esperando por ello mucho tiempo. Se tomó todo el licor de un solo golpe, y pidiendo otro vaso, comenzó su relato.
-Por empezar no es cierto que yo haya tenido un amante secreto en Regensburg, si es verdad que había un tipo que una vez me hizo un avance bastante grande en mi juventud, pero enseguida me di cuenta de que era un cazafortunas y me deshice de él inmediatamente. El resto es un rumor infundado echado a rodar por vaya a saber quién, lo juro por todos los santos. Si es cierto que estuve muy enamorada del profesor Wilkirch, creo que eso también todos lo saben. Y aunque haya pasado lo que haya pasado, yo siempre tendré un buen recuerdo de él. No se puede sentir algo así por alguien que se quiso tanto. Debes pensar que no estoy muy en mis cabales…
-Claro que no. Yo lo recuerdo como un hombre agradable y atractivo, me parece de lo más lógico que hubiera tenido tu favor. Insano seria que no te hubiera llamado la atención ningún hombre. Mejor dicho, muy triste.
-Pero lo que yo no sabía, y por lo tanto no podía entender es que el hijo de la familia Beringer a la nunca podría haber amado a la hija del hombre que mi propio padre destruyó. - Maria Barbara se tomó unos instantes para hablar, y también pidió otro licor, el cual sostuvo unos largos instantes antes de seguir su relato. –Si yo hubiese sabido eso, ni siquiera me hubiera acercado. Debe haber sentido un gran desprecio por mí. Pero aun así, con todo el tiempo que pasó, y aún con todas las cosas que se dijeron de mi familia, y de él yo en mi corazón yo no puedo tenerle odio ni rencor, solamente porque no era capaz de amarme, porque nunca olvidó a la madre de Julius. Y ni siquiera puedo culparlo de eso, porque al día de hoy me parece un gesto dulce y hermoso. –cerró, bebiendo casi por completo el contenido de su vaso.
-Algo que siempre me había llamado la atención que se fijaba mucho en Julius. Quizás le recordaba escenas de su lejano pasado. Es algo muy triste tener la imagen viva permanente de un anhelo que llenó de dicha tus días, pero que sabes que nunca podrás hacer realidad.
-¿Eso es una reflexión o una expresión de un deseo personal?
-¿De qué hablas? –respondí, sin poder disimular mi alarma. Enseguida pedí otra cerveza.
-¿Eso es lo que te ocurre cuando ves a Julius? La verdad por sí o por no. Me lo prometiste, recuérdalo.
Me tomé unos segundos para responder la pregunta de Maria Barbara. Sus ojos me miraban fijamente, de un modo un tanto desafiante; y si me equivocaba en la respuesta, todo se iría al diablo en ese momento. Mi dama cuanta más fiereza mostraba, más hermosa se veía. Y eso siempre fue una desventaja para mí. Por suerte pensé rápido, y siempre agradecí a Dios el haber pronunciado las palabras correctas, o no sé qué habría sido de mi vida sin ella.
-Es cierto Maria, de que estuve muy enamorado de Julius, jamás lo he negado. Pero para que el fuego del amor viva, necesita del oxígeno que le otorga la esperanza, por muy mínima que esta sea. Es lo que te pasaba a ti con el profesor. Pero en mi caso, esa esperanza murió mucho tiempo atrás el día que ella tomó la decisión de ir detrás de Claus. Para ella nunca hubo nadie más, ni siquiera ahora que su mente es un espejo roto en mil pedazos, el único reflejo que se refleja allí es el de su rostro. Ahora todo eso es solo un hermoso recuerdo de mis años jóvenes, y el amor que siento por ella es como el de un hermano, nada más.
-Sé que no debería, pero en el fondo siento un poco de envidia por Julius… -suspiró, supongo que aliviada. -Ojalá yo hubiera tenido un gran amor que hubiera marcado mi destino.
-Pero… ¿cómo? Me niego a creer que no hubiera ningún hombre interesado genuinamente en ti.
-Bueno, depende de tu definición de genuino. Un par de años después de que Julius se marchara, decidí que ya estaba bien de tanto trabajo y me fui de vacaciones en un crucero por el Mediterráneo. Y conocí allí a un hombre del cual prefiero no decir su nombre, era un alemán radicado en Suiza. No era el tipo de hombre que yo me hubiera fijado, pero era agradable en su trato conmigo, y yo me sentía muy sola… y también me sentí halagada de recibir tanta atención. Y si, tuvimos un romance. Después cada uno tuvo que volver a su vida, pero yo, muy ingenua de mí pensé que podíamos escribirnos y seguir en contacto. Yo me daba cuenta de que no recibía respuesta, pero pensé que era problema del correo o quizás no tenía bien la dirección. Unos meses después me devolvió mis cartas en sobre cerrado, con una nota que me pedía que no volviera a escribirle porque lo comprometía.
-¿Y esa fue toda su respuesta? ¿Así como si nada? ¡Qué imbécil!
-No, eso no fue todo. Al año, creo, quedé de ir con los Kippenberg a una cena de caridad. Resulta que nos tocó compartir mesa con un matrimonio de alemanes radicados en Suiza… ¿y adivina quién estaba allí? Si, acertaste, mi dedicado galán era un dedicado padre y esposo de dos niños de la misma edad que los de Moritz. Bueno, solo diré que de esa noche a los Kippenberg les quedó la idea de que tengo alergia al pescado, pues no probé bocado.
-¡Uff! –suspiré. –Esa clase de tipos son los que nos dan mala fama a los hombres. Pero nada de eso fue tu culpa, te llevaron a error a propósito. No es algo ni que deberías tener en cuenta Maria.
-Bueno, no es que me acuerde de él en términos románticos. Sólo recuerdo el deseo que tuve de arrojarle la comida en su cara, y lo imbécil que me sentía de haber sido manejada de forma tan pueril. Por fortuna desde aquella vez nunca más lo volví a ver…
Después conocí a un diplomático inglés que estaba de paseo por la ciudad... fue antes de que estallara la guerra. Era un hombre mayor que yo, pero yo tampoco yo ya era una adolescente, estaba más cerca de los cuarenta que de los treinta. El caso que por alguna razón le parecí interesante y me invitó a cenar un par de veces… No era un hombre especialmente atractivo, además era inglés… imagínate que cuatro personas cuidando la casa de una sola le parecía poca servidumbre, pero le resultaba lógico porque según él en los "ambientes rurales" las costumbres son distintas. Ni hablar de un tonto monóculo que incluso para mí me parecía fuera de moda. En fin, el caso que un día de buenas a primeras me propuso matrimonio. Le pregunté porque me había elegido y dijo que dado que teníamos posiciones económicas similares pero que nuestras ocupaciones no nos habían permitido dedicarnos a una familia, le parecía lo más sensato. Además yo era hija de un lord y él también era de familia noble… ¡no vaya a ser que se fuera a juntar con una plebeya! –exclamó las últimas palabras con ironías.
-¿Y qué ocurrió?
-¿Pues qué crees? Lo rechacé de plano, así que me preguntó por qué. Le respondí que no sentía nada por él y que no creía que fuera a sentirlo jamás, así que no iba a hacerlo perder más tiempo ni perder el mío. Así que sin ningún ademán de emoción, de amargura o de derrota se levantó de la mesa y me preguntó. "¿Sabe que está dejando pasar su última oportunidad, verdad?". "Si, es posible. Pero aun así no cambiaré mi decisión", le expliqué. Y me contestó: "Esperaba que a su edad se dejara cosas de chiquillas. En la juventud se elige con el corazón pero rara vez trae algún bienestar. Esperaba que una mujer de su edad lo entendiera".
-Una forma bastante cínica de ver las cosas.
-Sí, pero al final le salió bien. Cuando la guerra estalló lo nombraron ministro de prensa, y se casó con una dama de la reina, hija de un lord conservador ese mismo año. Creo que le hice un favor. Mira quien puede ser más cínico. –respondió acabándose de nuevo su vaso. –En ese momento me di cuenta de que ya no me casaría, pero no me importó. En parte fue un alivio, no sentir esa terrible presión sobre mí de tener que buscarme un marido. Aunque todos piensen que soy una solterona, si no podía unir mi vida a una persona que me quisiera y yo quisiera verdaderamente, entonces prefiero la soledad a vivir una mentira para el resto de mi vida. No podría soportarlo.
-Bueno… preciosa, creo que ya has tomado mucho Jägermeister así que lo mejor es que hagas un poco de ejercicio. Mira, la orquesta va a tocar de nuevo, vamos a bailar.
-¿Quién te dio permiso para decirme…? ¡Te dan un dedo y te tomas la mano! –me gritó con razón porque la jalé del brazo. –¡No voy a bailar contigo!
-¿Por qué no?
-¡Porque he bebido mucho, y puedo tropezarme! ¡Además, no sé cómo llevar un ritmo tan rápido!
-Claro que si… además para eso te sacaré a bailar un tema más lento.
Sin aceptar más rabietas la arrastré hasta la pista de baile, al principio ella no dijo ninguna palabra pero se fue acostumbrando a llevar al ritmo, cosa que no hacía nada mal. La música sonaba suave en nuestros oídos y aunque tuvo un primer ademán de protesta logré que arrimara su rostro contra mi hombro, creo que eso le dio confianza y consuelo. Y a mí me llenó de felicidad.
Stars shining bright above you/ Las estrellas brillan intensamente sobre ti
Night breezes seem to whisper "I love you"/ Las brisas de la noche parecen susurrar "te amo"
Birds singing in the sycamore trees/ Los pájaros cantan en el árbol sicómoro
Dream a little dream of me/ Sueña un pequeño sueño conmigo
Say nighty-night and kiss me/ Di que noche más oscura y bésame
Just hold me tight and tell me you'll miss me/ Sólo abrázame fuerte y dime que me extrañarás
While I'm alone and blue as can be/ Mientras estoy tan solo y triste como se pueda estar
Dream a little dream of me/ Sueña un pequeño sueño conmigo
-Lo siento, bebí demasiado y me puse triste y patética. –se disculpó de modo dulce y estúpido.
-Ya te dije que no tienes que hacer como que tienes el control de todo de forma permanente. Y además, si te interesa, no pienso que seas una solterona. Creo que solterona es una persona que ya perdió toda esperanza de encontrarse con el amor.
-¿Y valdrá la pena encontrarse con el amor? –me preguntó con sus enormes ojos almendrados clavados en los míos. – ¿No será acaso un camino hacia nuestra desdicha?
-Creo que nosotros elegimos si queremos que el amor se convierta en luz para nuestra vida o se convierta en nuestra noche. Yo no me arrepiento de las cosas que he sentido, ni haber compartido tiempo con las personas que he amado, aunque no se hayan quedado conmigo por siempre. Tal vez haya tenido mucha suerte, pero siempre he estado enamorado de las personas que me acompañaron. No es que no haya habido una porción de dolor en el camino, pero no cambiaría nada de lo que he vivido, porque creo que me hicieron mejor ser humano. Cuando era joven pensaba todo en términos de blanco y negro, amor u odio. No es que me importara lo que los demás pensaran pero creo que me importaba en demasía lo que yo pensaba y eso tampoco puede ser así. Sospecho que en el fondo, creía que lo sabía todo sobre todo. Pero, en una misma persona se esconde una gran gama de grises. Toma un largo tiempo aprender a distinguirlos, pero lo que importa es si prevalece su luz o su sombra.
Stars fading but I linger on, dear/ Las estrellas se apagan pero yo permanezco, cariño
Still craving your kiss/ Todavía ansiando tu beso
I'm longing to linger till dawn, dear/ Deseo quedarme hasta el amanecer, cariño
Just saying this/ Solo diciendo esto
Sweet dreams till sunbeams find you / Dulces sueños hasta que los rayos de sol te encuentren
Sweet dreams that leave all worries behind you/ Dulces sueños que dejen todos tus problemas atrás
But in your dreams whatever they be / Pero en tus sueños cualesquiera que sean
Dream a little dream of me/ Sueña un pequeño sueño conmigo
Mi hermosa dama no respondió a mis palabras, pero bailamos abrazados hasta que la orquesta terminó su función. Luego de eso cumplí mi palabra y la acompañé hasta la puerta de su cuarto.
-Bueno… creo que ha sido una noche agradable, ¿verdad? –dije al llegar a nuestro destino.
-Sí, es cierto. Ha sido… muy agradable, en verdad. –respondió ella sonrojada.
-Bueno, creo que se nos ha hecho algo tarde. Deberíamos despedirnos. Dulces sueños mi bella señora.
Me acerqué hasta ella lo suficiente como para sentir su dulce aliento y con calma le di un beso en su mejilla. Pero evidentemente esa no era la reacción que esperaba de mi parte. Me di vuelta y caminé con firmeza hasta la puerta de mi habitación y en tres, dos…
-David… -me detuvo ella del brazo.
-¿Si? –pregunté de modo casi inocente.
-Yo… creo que no sería precipitado una despedida más afectuosa.
-¿Ni impropio?
-Tampoco. Aunque… ahora que lo dices no creo que sea apropiado estarse besando en los corredores a la vista de todos.
-Entonces…
Maria Barbara no me respondió, solo me sujetó de la corbata y me besó mientras empujaba con su cuerpo la puerta de su habitación.
Sweet dreams till sunbeams find you / Dulces sueños hasta que los rayos de sol te encuentren
Sweet dreams that leave all worries behind you/ Dulces sueños que dejen todos tus problemas atrás
But in your dreams whatever they be / Pero en tus sueños cualesquiera que sean
Dream a little dream of me/ Sueña un pequeño sueño conmigo
1 – Steigenberger Frankfurter es un hotel real de Frankfurt muy tradicional, ubicado en lo que sería la zona bancaria. Googleen y verán.
2 - Jägermeister: Licor alemán que se hizo muy popular en el siglo XX cuando se patentó, aunque la receta ya se conocía de antes. Incluye entre su lista de 56 ingredientes varias frutas, especias y raíces orientales, regaliz, anís, jengibre, bayas de enebro.
Mayo del 2015
¡Hola a todos una vez más! Aquí les traigo un nuevo fic de Orumado, que preparé para el especial de personajes secundarios, por eso elegí a David, porque me parece que es uno de los personajes más importantes sin ser protagonista. Peeero como se me hizo muy largo, la primer parte iba a ser para el especial de personajes secundarios pero me atrasé y lo pongo hoy y el resto será para cerrar el de parejas, es decir semana que viene. Espero haberlo hecho bien, en mis diez años de escribir jamás tomé el punto de vista de un hombre, siempre escribí desde la mentalidad femenina, espero el resultado sea creíble, sin embargo me estoy divirtiendo mucho. Escribir en primera persona tiene sus limitaciones, porque por ejemplo aquí se pierden otras cosas que aparecen en el otro fic, como las veces que Maria Barbara se refiere a él como Cabeza de Cepillo, o se queja de alguna cosa. Este como es un relato de David, lo deja obviamente siempre bien parado, pero en parte lo encontré divertido por eso mismo. Gracias a Krimhild como siempre por su apoyo y correcciones, sin ella sería imposible todo esto.
Voy a hacer una salvedad grande con respecto a lo que se narra en la historia, la historia del final de Orpheo se supone se desarrolla en 1923. En ese momento mientras Estados Unidos votaba la prohibición del alcohol, dando pie a la proliferación de todos los gansters, Alemania se sumerge en una de las peores crisis hiperinflacionarias de la historia, donde el dinero no valía nada de la mañana a la noche, se emitía papel constantemente, con decir que para ir de compras la gente llevaba maletas enteras de dinero, todo el mundo estaba pobre como ratas y a lo último lo que más corría es el trueque, tener dólares era ser un potentado, ya que podías comprar manzanas enteras de propiedades con el cambio favorecedor. Aunque en el manga no se menciona nada (de hecho por las ropas pareciera que nada cambió después de la guerra, cosa totalmente errada) me pareció un buen subtexto a aprovechar. Después de todo es una historia con fuerte contexto histórico. Pero a su vez ese caos trae el cambio en las costumbres, la sociedad pacata se horroriza pero los jóvenes cambian la idea de la pareja, la mujer se da cuenta que puede trabajar y ya no necesita tanto un hombre (que no hay muchos, la mayoría murió en la guerra) y desde ya la moda (para todos, no solo para las flappers) de lo cual me extenderé más en el próximo capítulo. Además la gran revolución cultural traída desde América con el jazz, el foxtrop y el smooth. Sobre esto diré que he escuchado temas de jazz clásico durante semanas para escribir esto, por eso esta vez preparé música que pueden escuchar de fondo sobre el fic en mi soundtrack, que subí a Internet y encontrarán acá www. youtube watch?v=gFg8XEHVKOM&list=PL8ny1CsvuprwkhUAu2gykxPv9z6fXmg-C
Recuerden unir los puntos y esas cosas.
El tema que se escucha mientras M.B y David bailan es "Dream a Little dream of me", atribuida a Fabian Andre y Wilbur Schwandt. La letra fue escrita por Gus Kahn. De la época existen cuatro versiones, yo elegí la interpretada por la Ozzie Nelson Orchesta y luego fue reinterpretado en su época no solo por varios cantantes sino que salió una nueva versión más o menos cada diez años, porque lo cantaron Ella Fizgerald y Louis Armstrong, Doris Day, The mamma and the papas, Robin Wiliams, Michael Bublé y más recientemente por Margot Bingham (quien interpreta a Daughter Maryland en Boarwalk Empire donde suena este tema) siendo esta última y la de Ella con Louis mis versiones favoritas PERO aclaro que están en tono de blues y la original como la escucha nuestra pareja estrella es de jazz. Aunque la canción es fue compuesta en 1931 decidí hacer una pequeña anacronía en algunos detalles de este fic y del que le sigue "Yo no me quiero casar" en el tema de la música, porque los temas de los tardíos ´20 me gustan más que los de los inicios. El resto son temas más modernos, tocados en versión violín ya que es el instrumento que identifica a David.
Bueno, los dejo hasta que llegue la segunda parte, espero dentro de poco porque tengo casi todo hecho.
Saludos
Vicky Yun Kamiya
