Prologo
Candy se encontraba mirando el hermoso paisaje que solo se podía apreciar desde aquella hermosa colina que amaba desde pequeña; era un caluroso día de verano, con el sol en pleno cenit, llenando cada uno de los poros de su piel con su calor, una ligera brisa alborotaba sus rizos dorados, ella inhaló profundamente, llenando sus pulmones con ese delicioso aire. Repentinamente, a lo lejos escuchó su nombre, haciendo que abriera de golpe los ojos. Poco a poco fue reconociendo aquella voz, esa voz que lograba hacerle latir con fuerza su corazón.
—¡Terry!—gritó con fuerza, y caminó en busca del lugar del que procedía la voz.
Sin darse cuenta, poco a poco se fue internando en el bosque, mientras su corazón latía desbocadamente al no encontrar al dueño de aquella melodiosa voz; repentinamente, todo a su alrededor se tornó oscuro, dejándola con una gran sensación de vacío.
Despertó abruptamente, con un ligero sudor perlando su frente, con el dorso de la mano se limpió las lagrimas aun frescas que en algún momento del sueño había derramado.
—Era solo un sueño—murmuró, mientras miraba los primeros rayos del sol filtrarse por las cortinas de su recamara, el otoño había dado inicio. En un intento por calmar aquella agitación que el sueño le dejó, decidió darse un baño; llenó la tina mientras en su interior reía al imaginarse el rostro de Doroty cuando llegara a su recamara y ver que ella ya se encontraba arreglada.
Era bien sabido por toda la servidumbre, que a Candy le molestaba el que por cosas tan insignificantes como lo era llenar la bañera, lo hicieran otras personas siendo que ella misma lo podía hacer. Pero como bien lo había dicho la tía abuela, esas cosas no son propias de una dama. Y qué decir de Elisa, que cada vez que la veía haciendo cosas como esa o el servirse ella misma un poco de jugo, se mofaba de ella. Por extraño que pareciera, entre estas dos jovencitas, había crecido una entrañable amistad, que causaba desconcierto a sus propios familiares.
Todo surgió cuando el prometido de Elisa, el hijo de un acaudalado empresario y personaje importante dentro de la política del país. Por primera vez en su vida, Elisa no se vio opacada por las cualidades que hacían destacar a Candy. John solo tenía ojos para ella y para nadie más, provocando que Elisa dejara de comportarse tan frívolamente, pero todo cambió cundo James decidió acudir al llamado de la nación y se enlistó en las interminables listas de jovencitos listos para acudir a la guerra, sin saber que casi a su llegada a las trincheras moriría, dejando a Elisa totalmente desconsolada y fuera de sí, sumiéndola en un vicio poco digno de una dama: el alcohol. Ella se encontraba tan mal que, hubo instantes en el que por la mente de los Legan cruzaba la idea de que su única hija se había vuelto loca y no habría más remedio que encerrarla en un psiquiátrico. Y fue en ese instante que Candy lejos de hacerse de oídos sordos al escuchar lo mal que se encontraba aquella chica que desde su infancia se había dedicado a hacerle la vida imposible, decidió desempeñar el papel de enfermera, soportando aquellos desplantes a los que tanto estaba acostumbrada e inmunizada, y poco a poco, Elisa iba dejando de lado aquella actitud al ver que no provocaban efecto alguno, dando paso a la cordialidad, y ambas descubrieron que, después de todo, no eran tan incompatibles como creían.
Poco a poco, Elisa salió de aquella depresión que la tenía casi al borde de la locura desde hace poco más de seis meses, y lejos de volver a aquella animadversión, frecuentaba a Candy en la mansión de las rosas, instruyéndola en los modales propios de una dama, y descubriendo cosas que nadie sabía, como lo era el verdadero motivo de su separación con Terry.
—Buenos días Candice—la recibió Elisa al llegar a la mesa del comedor.
—Elisa por favor, ya sabes que cuando no estamos frente a la gente, no me agrada que me llames así.
—por Dios Candy deja de quejarte y mejor siéntate que hay una noticia que tienes que saber, mañana partiremos a ¡nueva york! ¿No es una genial noticia? Iremos de compras, asistiremos a algunas reuniones…—decía bastante emocionada Elisa.
—Alto ahí Elisa, aun no he dicho que iré—dijo Candy.
—pero no es que quieras tienes que ir—dijo recalcando—además no creo que seas capaz de dejar sola a Annie con los preparativos de su boda ¿o me equivoco?
La boda de annie y Archie se celebraría en los primeros días de octubre, así que Candy no le veía la prisa para eso aún faltaban cerca de dos meses, así que no tenía más remedio que aceptar ir. Tenía que dejar muchas cosas listas en el hogar de ponny, ya que su estadía en la ciudad que nunca duerme seria de varios días. Poco a poco el resto de la familia se reunió con ellas, parloteando por el futuro evento que estaba en boca de todo chicago, solo los más allegados sabían que para la realización de la boda, Archie tuvo que enfrentarse a la negación de sus padres al saber la procedencia de Annie, pero para suerte de ambos, contaban con el apoyo de la cabeza de la familia, así que el resto de los Andrey no tuvieron más remedio que aceptarlo. Con ello quedo demostrado que lejos de sentir solo aprecio por Annie, Archie realmente la amaba dado su ímpetu al defender su deseo de casarse con ella.
Al terminar su desayuno, se dirigió al hogar de ponny, dando instrucciones de que cualquier cosa que se necesitara en su ausencia no dudaran en acudir a Albert. Un día antes, había acordado tomar el té en casa de los Brighton, así que se apresuró para no llegar tarde a su cita. La tarde transcurrió tranquilamente, annie le había dicho que seguramente patty llegaría un poco después de ellas y que en cuanto dejaran sus cosas en la mansión de los Andrey, se encontrarían en la boutique de madame Bonnet para probarse los vestidos de novia, o en su defecto, pedir un diseño especial. Como ya estaba casi anocheciendo, el chofer la llevó hasta la mansión de las rosas, en la cual, empezó a hacer sus maletas con la esperanza de no encontrarse a aquel jovencito, que seguramente ya estaba en camino de convertirse en un apuesto caballero inglés, pensó Candy. Quería borrar de su memoria aquella deplorable imagen que vio hace algunos años, en aquel teatro ambulante, Terry apenas pudiendo sostenerse en pie, y qué decir de recitar sus líneas, toda esa gente abucheándolo… sacudió su cabeza en un intento de olvidar aquellas imágenes.
El viaje fue un poco largo y tedioso, llegaron casi a la media noche, así que al llegar a la mansión cual sería su sorpresa al encontrarse a patty, después de los saludos, decidieron pasar a sus habitaciones ya que el día siguiente estaría lleno de agitaciones. Se levantaron muy temprano, desayunando solo un poco de fruta y jugo, y decidieron dirigirse inmediatamente a la boutique de madame Bonnet, Elisa decidió irse de compras por su cuenta, ya que el tema de vestidos de novia la ponía realmente mal. Así que, acudieron solo las tres inseparables amigas en compañía de la señora Brighton y la tía abuela Elroy. Después de probarse varios vestidos, Annie decidió que lo mejor sería un diseño especial, mientras la tía abuela y la señora Brighton se encontraban mirando y eligiendo la tela para el vestido, annie repentinamente le pidió a Candy se probara un vestido de novia.
—anda Candy, hazlo por mí serán solo unos segundos—imploraba Annie.
—si Candy, por favor cúmplenos ese deseo, anda no te pasará nada—dijo patty rogándole con la mirada, así que Candy solo rodó los ojos, y en ese instante, Annie pidió a una de las ayudantes de madame Bonnet, le trajeran aquel vestido que de la parte superior era ajustada hasta la altura de la cintura baja con un ligero escote, cubierto por una pudorosa de encaje que cubría la mitad del cuello y esta se abrochaba con unos finos botones de autenticas perlas, con mangas bordadas en los puños con finos cristales. La parte baja, era bastante amplia, cubierta por el mismo encaje que el de la pudorosa, dándole un toque de romanticismo que hizo que Candy suspirara.
—oh Candy luces tan hermosa—dijo annie a su espalda.
—estoy de acuerdo contigo Annie, ya me imagino el rostro de aquel que llegue a ser tu esposo cuando te mire entrar por el pasillo de la iglesia—Candy solo esbozó una media sonrisa, sin articular palabra alguna.
Las tres chicas se encontraban alegremente platicando, sin percatarse que una hermosa mujer rubia, se había quedado de pie a la entrada de la gran boutique observando aquella escena.
—señora Baker—dijo una alegre muchacha, al ver de pie a la hermosa mujer—que alegría verla por aquí, pase que enseguida madame Bonnet la atiende.
—gracias Roxette—respondió Eleanor, sin poder quitar la mirada de Candy.
—Luce hermosa ¿verdad?—comentó Roxette siguiendo el trayecto de la mirada de Eleanor.
—Muy hermosa—susurró Eleanor observando el cambio en Candy. Había dejado de ser aquella chiquilla pecosa, a la cual nunca se cansaría de agradecerle el haber logrado recuperar el amor de su hijo. Observó como aquella ligera redondez de la adolescencia, había dado paso a una despampanante figura, con las curvas en el lugar indicado, y aquellas pecas tan características de ella, ahora eran casi imperceptibles, definitivamente, en unos años más seria totalmente una belleza. Así que, se dirigió al salón en el que Charlotte hacia desfilar los vestidos de noche.
—Querida—dijo madame Bonnet besando ambas mejillas de Eleanor—no hace falta preguntar como estas porque luces tan bella como siempre. Disculpa hacerte esperar pero es que estaba atendiendo a una futura novia.
—Si la vi probándose un vestido—respondió Eleanor en un susurro, su corazón se oprimió al pensar en lo mal que se pondría su hijo cuando se enterara de que Candy se casaría.
—¡esta tan nerviosa la pobrecita! No le agradaron ninguno de mis diseños ya hechos, así que optó por pedir uno diseñado exclusivamente para ella, como sabes ese tipo de encargos se tienen que hacer con meses de anticipación, pero, bueno, tu sabes, son una de las familias más influyentes del país, así que no pude negarme, pero estaré totalmente dedicada a ese vestido.
—¿Tan pronto será la boda?—preguntó Eleanor de manera casual, aunque lo que realmente quería saber era el tiempo que le quedaba a su hijo para poder recuperarla.
—¡en dos meses! ¿Puedes creerlo? Si lo termino antes de esa fecha creo que dejaré de trabajar por un largo tiempo.
Eleanor abrió los ojos debido a la sorpresa, no esperaba que fuera tan rápido, ella calculaba que se llevaría poco más de seis meses hacer el vestido, pero dos meses, era muy poco tiempo…
