Prólogo:

Las vacaciones de verano de mis padres están cerca. Lo sé porque yo ya he acabado la escuela y hace mucho calor. Aunque en el bar de mi papá está fresquito y la gente quiere jugar conmigo por ser pequeña. Pero yo no quiero jugar yo quiero ayudar a mi padre a servir, y él me ha prometido que de aquí diez años, cuando tenga dieciséis, me dejará ayudarle. Mi mamá no quiere que le ayude, no quiere ni oír hablar del bar. Yo creo que tiene celos de la relación tan especial que hay entre papá y el bar. Y por culpa de esos celos ahora me encuentro tumbada en mi cama. Papá está en el bar aunque sé que pronto vendrá y nos iremos de vacaciones a Disneyland. Ellos no lo saben pero yo vi los billetes que habían escondido.

Decidí bajar a abajo para ver si mamá está limpiado o preparando todo para irnos. Mamá estaba en la cocina, me acerqué sigilosamente para darle un susto. Tenía su espalda apoyada en la encimera, en una de sus manos un vaso con agua y en el otro unas cosas de colores que los adultos llaman pastillas. Tiene muchas y de muchos colores diferentes. Al verme me gritó que me fuera al comedor. Seguramente no quería que la viera con eso, no quería compartirlas conmigo.

Me fui al comedor pensativa. De mayor yo también tomaría esas cosas de colores y no iba a compartirlas con ella. Me senté en el sofá y empecé a ver la televisión. Daban mis dibujos preferidos.

Al acabar el episodio escuché como la puerta se abre, es mi papá. Salí corriendo a recibirlo y él me alzó en sus brazos abrazándome. Ninguno sabemos porque nos abrazamos siempre con tanta fuerza si nos vemos cada día. Me dejó en el suelo y se fue a la cocina.

Empiezan los gritos de siempre. Papá se enfada porque mamá toma pastillas, mamá se enfada porque papá bebe y está siempre en su bar. Yo esperé sentada en las escaleras a que terminasen, como siempre. Pero esa vez fue diferente, se oían platos que caían al suelo y cosas de la cocina que volaban hasta el comedor. Mamá salió de la cocina y pasó por el comedor subiendo después las escaleras.

Oía como mamá hacía las maletas. Eso quería decir que ya nos íbamos a Disneyland. Papá estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina. Me miraba mientras pasaba su mano por su cabello. Me miraba sin decir nada pero yo no podía sonreírle para que no se enterará que sabía lo de Disneyland.

Después de un buen rato mamá bajó por las escaleras con las maletas. Miré como bajaba y bajé detrás suyo. Papá me repetía que no fuese pero no le hice caso, si la ayudaba iríamos antes a Disneyland. Salí corriendo detrás de mi mamá que ya estaba cargando las maletas en el maletero.

- Diana, cielo - dijo mi mamá agachándose y me abrazó con tanta fuerza que me estrujaba - ahora mamá sacará el coche y tú te subes ¿Vale?

Sin darme tiempo a responder se levantó y se subió al coche. Lo teníamos aparcado en la calle frente a nuestra casa. Arrancó con prisa y se fue corriendo con el coche. Papá salió y justo cuando iba a empezar a correr detrás suyo, papá me cogió en brazos. Pataleé porque quería soltarme, quería ir con mamá a Disneyland.

Cuando al fin me calmé en los brazos de mi padre lo abracé con fuerza y escondí mi rostro en su cuello. Me decía que las cosas iban a cambiar un poco. Que ahora estábamos solos pero que él nunca me dejaría. Mi papá sabía que saldríamos adelante.