The real lookings

Él podía admitir, con todo el orgullo que tenía, que desde que había conocido a esa eriza, para él, todo en el mundo era eclipsado por el perfecto temperamento de la pelirrosa. Y es que esa confianza, esa delicadeza, esa perseverancia, y demás dotes con que le bendijeron, hacían de ella alguien inigualable ante los ojos del azabache.

Todo en ella le encantaba, con el significado total de la palabra. Incluso cuando hacia uno de sus pequeños pucheros, en un intento fallido por demostrar su ira, él la veía con cariño; pues una de las cosas que más le gustaban de ella, era ver las diversas expresiones que se formaban en su pequeño y casi-no-tan-pasivo rostro. Pero, lo que más amaba de ella, era ver a través del par de preciosos jade que hacían función de ojos. Cada vez que los miraba, podía jurar que lograba vislumbrar el alma de la eriza.

Para él, ella era perfecta.

Lo único que odiaba de ella, y realmente era lo único, era que estaba enamorada de su mayor enemigo.

Ese erizo turquesa por el cual su precioso rubí hacia vela.

¡No, no solo era eso! También odiaba ver como pequeños riachuelos salían de sus esmeraldas.

Odiaba verla triste.

Odiaba que ella se decepcionara.

Odiaba que cualquier penuria arruinara su día.

Y, podía decir que odiaba que su amor no fuera correspondido.

-¿Sucede algo Shadow?-preguntó la ojiverde haciendo que el erizo abriese los ojos.

-¿Qué?- reacciono el moreno.

-No me has dicho mi carta aún- reclamó

-Será… ¿un tres de corazones?- intuyo el multicolor con una sonrisa socarrona.

-¡Increíble! ¿Cómo lo haces?- se entusiasmó la eriza poniendo los puños en el aire y agitándolos eufóricamente.

-Ya te lo dije. Silver me compartió un poco de sus poderes- respondió sentándose en el espacio que Amy dejó en el sofá

-¡Por Chaos, mira la hora que es!- dejó el juego de cartas en la pequeña mesa que hacía frente al sofá. Se levantó, agitada, mirando el reloj de pared -. Tengo que irme, prometí a Vanilla estar en su casa a las seis, y se me ha hecho tarde por dos cuartos- decía caminando desesperada hacia la salida del hogar del erizo.

-¿No olvidas algo? -. La expresión estresada de la chica cambio a una de cariño y confort. Dio media vuelta y regreso a depositar un tierno beso en la mejilla del sonrosado –muy bien disimulado, muchas gracias- Shadow.

Lo abrazó y susurró:

- Algún día descubriré tus trucos.

Shadow estaba enteramente seguro de que la menuda eriza que lo tenía engatusado nunca llegaría a comprender el sentido casi erótico que sólo ella era capaz de darle a pequeñas frases como ésta.

Se separaron y Rose salió corriendo del lugar gritando un "Adiós, Shadow" que se escuchaba a lo lejos.

-Adiós, Amy- dijo el erizo poniéndose en pie para observar mejor su reflejo en el espejo estratégicamente ubicado tras el sofá -sí, muy buenos trucos.

Odiaba que no fuera su chica. Pero, amaba compartir esos pequeños momentos, esos que sabía que ni el Faker era digno de disfrutar. Esos momentos que aprovechaba para demostrarle a Rose cuanto la amaba –y sí, amar en secreto también contaba.