"Lucien's Luck (La Suerte de Lucien)"


Cap. 01: La Sombra.


En la lengua nativa de Roca Alta, su nombre entraña el significado de la fortuna, lo impredecible, el sino, la ventura del puro azar... la suerte.

Y su nombre de pila entraña, por el contrario, todo aquello que intrínsecamente él no es: la luz.

Resulta irónico, ¿no es así? Pues él nunca ha dirigido sus pasos en pos de la luz... y en lo que respecta a lo otro: veintiún años atrás éste hombre del hoy completó siendo un muchacho el día de ayer un contrato al cual no le dio mayor consideración y, una vez hecho, pasó sin segundos miramientos al siguiente... mas por casualidades del destino un niño sobrevivió a la carnicería para convertirse en un hombre cuyo corazón no conocía otra cosa que el odio; enfermo, artero y sediento de una venganza que crecía con cada año que pasaba.

¿Cómo podría considerarse, si se medita bien, aquello como... tener suerte?

Y éste hombre plagado de contradicciones es un imperial hecho y derecho... o más bien parecía un imperial, te dices a ti misma; ya que lo que ahora, en éste mismo instante, parece... difícilmente podría catalogarse de modo alguno.

No obstante con un nombre como aquel, supones casi ociosamente mientras el sol del atardecer se recorta tras la negra silueta de Applewatch, tiene que haber habido un antepasado bretón en la línea masculina.

Sin embargo, como tantas otras cosas, nunca tendrás la oportunidad de preguntarle por éste misterio... al hombre de los misterios insondables.

La Sombra.

Nunca te paraste a considerarlo como un crimen... un asesinato. Aquel elfo silvano de Skingrad, el de los ojos penetrantes, lleno de un mar de suspicacia y paranoia; estaba convencido de que le estaban vigilando, de que otros ojos perseguían sus pasos, y quería que le ayudaras a detenerlos.

Al principio te limitaste a seguirle la corriente, a complacer sus extravagantes caprichos... hasta que aquella complacencia no tardó mucho en trocarse en alarma en el momento en el cual te percataste de cuán lejos estaba dispuesto a llegar.

Desenvainar el arma había sido tu último recurso. Lo habías hecho en defensa propia después de todo, y nadie te había visto. Sin testigos, sin guardias... sin recompensa que recayera sobre tu cabeza.

No, jamás pensaste en ello como un asesinato. Pero hubo alguien que sí lo hizo, pues más tarde, aquella misma noche despertaste sobresaltada de un profundo sueño carente de recuerdos en alguna cochambrosa posada coloviana... y allí estaba él: de negro corazón y arrebatador en su siniestra belleza. Lucien, como un trozo de la misma noche hecho carne, como una sombra esculpida en la forma de un hombre.

Evocando aquella memoria en lo profundo de tu mente, te ves a ti misma en pie y sobresaltada, completamente indefensa e indispuesta (y éste, necia de ti, sería el patrón asentado durante el resto de vuestros encuentros; la iniciativa, la ventaja, sería algo que siempre estaría de su parte y nunca de la tuya). En tu contra juegan varios factores, como el hecho de que tengas las armas desperdigadas por toda la habitación, claramente fuera de tu alcance, y que aún andes algo entontecida a causa de tu brusco despertar. Oh, y que también estés desnuda, por cierto. Das gracias a Los Nueve por que las posadas, por muy polvorientas, cochambrosas y estratégicamente mal situadas que estén por los caminos, tengan al menos la deferencia de proveer a sus escasos clientes con mantas de un grosor lo bastante decente como para conservar tu pudor.

De éste modo, echándotelas sobre los hombros desnudos, observas al hombre frente a ti con una extraña mezcla de miedo, sobresalto e indignación. ¿Un asesino? ¿Ladrón? ¿Violador? Por su aspecto deduces que es peligroso, y es éso precisamente lo que, segundos después, te induce a pensar en lo deliberado del asunto; nadie se emboza de los pies a la cabeza en una túnica negra como la medianoche a no ser que busque crear un cierto tipo de impresión.

Un asesino entonces. Pero éste no es ningún amateur, ningún aficionado que haya venido a poner los pies en tu habitación por casualidad, y tu miedo va en aumento. La Hermandad Oscura. Y es entonces cuando piensas, muy en tu línea, que podrías haber aprendido un par de cosas de la paranoia de Glarthir después de todo. Deberías haberte quedado con una daga bajo la almohada o algo...

Sin embargo él comienza a hablar, y su voz es grave, cultivada y extraordinariamente tranquilizadora pese a que sus palabras no lo sean en absoluto. Te sonríe y camina fuera de las sombras a la luz de la única candela que hay encendida en toda la habitación, y es así como aprecias que en el sutil resplandor de la llama sus ojos rapaces son como gemas de un profundo marrón líquido.

Casi todo lo que dice se pasa en un suspiro. Todo cuanto haces es permanecer sentada y observarle obnubilada, y él sonríe de nuevo y hace cierto comentario acerca de que le escuchas absorta y de lo espléndido que ésto le parece. Gradualmente vas asentando la idea de lo que se pide de ti.

En verdad, cualquier negativa es fútil. Tú ya estás absorta, cautivada, seducida por el oscuro hechizo de sus palabras y ya sospechas que, tal vez, podrías hacerlo... ésto o cualquier otra cosa que él te pidiera. No obstante, aún sientes la obligación de decirlo de todos modos: "Pero yo... Yo no soy… ninguna asesina…"

Lachance entonces te observa calmadamente, inclinando la cabeza hacia ti como un ave de presa de tal modo que aprecias al contraste de la candela las sombras jugar sobre su orgullosa nariz aquilina. "¿De veras?" dice muy suavemente, de un modo especulativo "Parece ser que la Madre Noche no es de la misma opinión."

Te obsequia entonces con un arma, una pequeña y hermosa pieza de orfebrería. Su mirada permanece largo rato sobre la tuya y, según los dedos de tu mano se cierran automáticamente sobre la empuñadura labrada, los suyos enguantados rozan tus nudillos en la más liviana de las caricias. Y tal vez crees ver cómo su sonrisa se amplía brevemente... o tal vez sólo sea tu imaginación.

"Espero de veras que nos volvamos a ver pronto." susurra.

Y éso es todo. Se gira entonces para marcharse con una gracia felina que ni tan siquiera su negra túnica vaporosa logra disimular.

Te acurrucas en el profundo calor de tus mantas, dividida entre la decepción y el alivio.

"Vaya, ¿no te quedas un poco más para intercambiar conmigo los últimos cotilleos de rigor?" murmuras con un repentino y taciturno sarcasmo.

Sin embargo, en el mismo quicio de la puerta, el hombre gira brevemente su rostro encapuchado. "Querida niña..." comienza, su tono ligeramente teñido de ofensa "Yo no extiendo rumores. Los inicio."

Y con ésto último desaparece, fundido una vez más en las sombras. Porque él nunca se queda... como sin duda comenzarías a ver más tarde.


Nota de la traductora: ¡hola! Hace ya tiempo que éste fic, de la autora Jordy Trent, está en línea (desde el 2008, vaya) y en su día me gustó mucho, de tal modo que, pidiendo el pertinente permiso a la autora, me estoy dando a la labor de traducirlo (éste y su continuación "Encore") que son breves pero intensos ensayos acerca de lo que una Silenciadora (presumiblemente de raza élfica) podría sentir hacia lo ocurrido en Applewatch y demás. Y sí, es en cierta medida romántico, pero, eh, el melodrama que flota en torno al Portavoz da pie para cosas así jajajaja

Cada capítulo tiene por nombre (excepto El Atronach) un signo zodiacal de los Elder Scrolls y cada cual casa a la perfección con el contenido del capítulo en cuestión.

Espero que os guste mi humilde intento de traducción, pues en todo momento trato de hacer justicia y de expresar la delicadeza literaria del relato original. ¡Un saludo a todos!