Disclaimer: Obviamente, ninguno de los personajes de este manga me pertenecen, son obra de la gran Ai Yazawa.

Aclaración: Los párrafos que están en cursiva son los pensamientos de Nana y por ende, los que se encuentran en negrita, son los de Ren.


LO QUE NO DECIMOS.

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Ren, cantemos una canción triste. – susurró suavemente la joven de ojos de gato al chico que se encontraba a su lado.

Déjame oír las palabras que necesito en una melodía que me haga estremecer.

Susúrrame cada sílaba al oído mientras ahogándome en cada respiración sin aire que emites, busco el oxigeno en los acordes de tu guitarra tallada en años.

Pon el compás a la letra de mi vida descarriada, que no tiene rumbo, que esta cansada.

Invéntate ese acorde que signifique que estás dentro de mis palabras, en cada susurro, en cada sílaba.

Sílbame cada palabra que escribes en ese viejo papel desgastado mientras compongo el sonido del dolor que tanto ansías codiciar.

Mi garganta desgarrada jamás cantará con el consuelo que nunca sonó en las cuerdas de tu alma.

Buscabas un corazón entero que poseer, que llenar con tu música.

Quiero refugiarme entre tus labios antes de que se quiebre mi corazón, cansado de escuchar y repetir tantas veces la misma canción, aquella que deletreaste al verme marchar.

Aún puedo recordar el danzar de tus lágrimas bajo el blanco invierno de aquella helada estación.

Recuerdo ver marchar el tren por el horizonte.

Dejaste todo atrás para toparte con nada delante.

Repetías con orgullo que tu único equipaje sería tu alma, la que viajaba en forma de guitarra. Me sonreías de forma soberbia que la única amante que te llevarías a la cama serian las melodías que sonasen en tu amplificador cargado de mil vidas.

No hacías más que repetir que querías ser cada composición que fluía por entre las cuerdas bajo mis dedos.

Que querías acompañarme en cada orgasmo espontáneo que sufría en el escenario. Que querías brillar más y más alto que cualquier estrella, soñando.

¿Y sabes?

Jamás te dije que necesitaba que te quedases, que quería estar otra noche fría más pegada a tu cuerpo, oliendo aquella fragancia que desprendías al entrar por aquella puerta pintada con nuestros nombres desconocidos.

Nunca te dije que necesitaba que me retuvieses para no querer marchar, que añoraba el arroparte cuando el frío nos helaba el alma y prendía fuego a nuestra alma. Que quería seguir deleitando mis sentidos cuando llegaba a casa. Entrando por la puerta en la que compartimos miles de canciones interminables y oliendo el aroma de la colonia que no necesitabas para hacerme delirar.

No te dije que te quería demasiado para poder matarte.

Esta bien Nana, esta bien. Yo tocaré para ti. – dijo mientras acariciaba suavemente la mejilla de la joven de ojos azules.