Este fic ha sido creado para el "Amigo Invisible 2014" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black" para Joycee MalfoyPotter

La petición escogida es la Difícil:

Un Drarry muy lemmon aunque también sea romántico. Que trate de como su relación amor-odio va evolucionando desde que se conocieron hasta que se dieron cuenta que no podían vivir sin el otro, podría ser pequeñas visiones desde su primer año hasta el año en que se juntaron.

Decirle a mi AI que aún no se quien es, que aunque escoger esta petición me ha dado muchos, muchos dolores de cabeza, ahora estoy muy satisfecha de haberla escogido. Jamás antes había escrito un lemmon, y si no llega a ser por las pautas de la persona (Nasuasda) que me ha ayudado a betear alguna de estas escenas y me dio consejos para terminar las otras hubiesen resultado un resultado aún más desastroso.

Te pido disculpas desde ya, por que al ser mi primer lemmon es muy mejorable, por decirlo suavemente, y la persona que me lo beteó tuvo problemas y no pudo betear todas las escenas. Para compensar, he decidido hacer un pequeño guiño a tu petición media en este fic, que será correspondido con uno similar si finalmente publico esa petición.


Te regalo mis recuerdos

CAPÍTULO 1:

- Estúpido Potter – escupió Draco Malfoy con una sonrisa en los labios que suavizaba sus palabras.

El motivo del insulto resultaba ser un pequeño paquete envuelto en papel de regalo que había aparecido a los pies de su cama en algún momento mientras él iba al baño a tomar su ducha matutina.

Era su primer aniversario "oficial" y ambos habían estado de acuerdo en que no se harían ningún tipo de regalo o celebración más allá de dedicarse el día para ellos solos.

Harry y él no eran como esas parejas dulzonas y pastelosas que se pasaban el día con notitas, carantoñas en público y regalitos, por lo tanto no había necesidad de regalarse nada, excepto, obviamente, su propia compañía.

Aún así, en el fondo, muy en el fondo, (bueno, tal vez no tanto) estaba complacido de encontrar el pequeño paquetito. Lo observó detenidamente y lo sopesó en sus manos para después volver a dejarlo en la cama. Lo siguiente fue ir a vestirse, no porque no le importase el regalo, al contrario, lo hizo así porque consideraba que el regalo de su primer aniversario no podía ser desenvuelto con prisas y vestido con solo una toalla. No señor. Era algo importante, por lo tanto debía ser desenvuelto apropiadamente.

Comenzó a vestirse intrigado y nervioso por el posible contenido del paquetito, incapaz de controlar la sonrisa que tozudamente se le colaba en la cara. Volvió a acercarse a la cama donde había dejado el regalo una vez ya vestido y un vez en frente del misterioso paquete, comenzó a desenvolverlo ceremoniosamente; al terminar encontró una carta y una cajita que al abrirla reveló siete botellitas llenas de algo semilíquido semigaseoso.

Draco las miró extrañado… ¿Acaso eran…? Alguna vez había visto una sustancia similar en el pensadero de su padrino, pero no creía que Harry le hubiese entregado sus pensamientos. ¿O sí? ¿Serían de verdad pensamientos de Harry?

Para salir de dudas buscó la carta para ver si contenía alguna explicación sobre el contenido de las botellas, y efectivamente al abrirla encontró una tarjeta roja y dorada en la que se podían leer tres frases escritas.

Feliz aniversario, amor.

Sí, efectivamente, esto es solo una excusa para que estrenes el pensadero que te regaló tu padrino:

Te regalo mis recuerdos

HP

Draco se encontró de repente inquieto y a la vez, ansioso. Harry y él habían pasado por mucho y casi todo malo, hasta llegar a donde habían llegado, desde sus peleas de los primeros años, pasando por cuarto que fue un año muy extraño y sobreviviendo a su quinto y sexto año.

Sin darse cuenta, Draco se encontró soñando despierto con todo lo que habían pasado en esos años.

Sus primeros años fueron de absoluto odio mutuo, pelea tras pelea, castigo tras castigo, hasta que en cuarto año algo cambió para ellos y empezaron a mirarse de manera diferente. Seguramente fue gracias al Torneo de los tres magos que, por una parte distrajo lo suficiente a Harry como para no preocuparse de otra cosa que no fuese sobrevivir a las pruebas, y por otra, hizo que Draco comenzase a preocuparse un poco por la integridad de Potter.

Y porque no admitirlo, cuando en la segunda prueba se descubrió que el bien más preciado de Harry era la comadreja, sintió una comezón en el estómago muy similar a los celos (aunque en aquel momento no lo supiese). De hecho no supo cómo interpretarlo y reaccionó enfrentándose a él de una manera que había subido mucho la temperatura. En muchos sentidos. Aunque a la postre, al finalizar ese año, y justo por lo ocurrido al finalizar el Torneo, él mismo propició un pequeño acercamiento con el Gryffindor.

Quinto fue un año difícil con la llegada de Umbridge al colegio; tuvo que apuntarse a la Brigada Inquisitorial por mandato de su padre, afortunadamente, esto después resultó ser una gran idea, ya que cuando él y Harry comenzaron a tener aquellos primeros encuentros les sirvió de perfecta tapadera, amén de ayudarle a controlar los excesivos castigos de Umbridge.

Lo peor vino en sexto año con el encargo del Señor Tenebroso; siempre le estará agradecido a su padrino y a Dumbledore el haber podido salir de aquello y haber podido derrotar al maldito Lord antes de llegar a hacer más daño. Fue curioso como el envenenar accidentalmente a la comadreja supuso el revulsivo para que su vida y su destino cambiasen drásticamente. Asustado por las amenazas de Voldemort y de su padre creyó que jamás volvería a ser digno del moreno y de la confianza que el director había deposítado a finales de quinto en él.

La parte positiva fue que ese cambio también sirvió para traer el inicio de su relación oficial con ese tonto que tenía por novio, pensó con una sonrisa.

El cambio vino cuando Draco, al ver lo afectado que había quedado su moreno con lo ocurrido con Weasley, se le removió alguna cosa dentro. Pero sobretodo, fue cuando Harry se derrumbó delante de él, llorando por lo cerca que había estado el pelirrojo de morir, que Draco se vino abajo y confesó todo. Lloró y suplicó perdón a su amante, completamente roto, tanto por los duros meses que había pasado intentado ocultar la realidad como por lo que se había visto obligado a hacer y sobre todo por el miedo a perder a la única persona que realmente le importaba en el mundo. Para su fortuna, aunque había sido un shock para Harry, el moreno finalmente le había perdonado, y libres ya de la amenaza de Voldemort habían comenzado oficialmente su noviazgo.

Y aunque enfrentarse a la misión del Lord había sido terrorífico, enfrentarse a su padre y a los Weasley cuando supieron de su relación con Harry hizo que aquello pareciese un paseo en barca. Los Weasley, a los que Harry consideraba como su verdadera familia, les habían sorprendido con todo un abanico de reacciones: Desde la actitud excesivamente cariñosa y abierta de la madre, pasando por la aceptación casi indiferente de los hermanos mayores y la comadreja chica, y soportar las bromas (¿he dicho bromas? No, mejor dicho, los atentados) de los gemelos y la actitud paternalista-protectora-tesoportoporqueharryescomomihermanoperonomefiodeti de Ron.

Por no hablar de la monumental bronca que tuvieron Harry y él cuando Theo y la sangr… y Granger, les comunicaron su relación. Al menos tuvimos la mejor de las reconciliaciones, sonrió pícaramente al recordar.

Para compensar, este séptimo curso estaba siendo el mejor que había tenido en su vida. Su padre había dejado de meterse con él por su relación con Harry, gracias a las ventajas que había traído a la familia su relación con el héroe y salvador del mundo mágico. Habían conseguido que sus compañeros Slytherin y Gryffindor dejaran de lado los rencores, con lo que podían llevar su relación públicamente sin ningún problema en el colegio. Incluso había más de una pareja formada entre esas casas, a parte de ellos y Theo y Granger, como Longbottom y Daphne Greengrass. Incluso se rumoreaba ultimamente que la comadreja y su amigo Blaise tenían algo.

Jamás lo reconocería en voz alta pero ese Potter le había domado; Draco nunca había sido un niño muy dado a los afectos o a dejarse dominar por los sentimientos (gracias a la educación de su padre), pero desde quinto, Harry fue demostrándole que había otra manera de hacer las cosas o de ver la vida y poco a poco el moreno fue llevándole a su terreno.

Sabía que su padre sufría úlcera de estómago cada vez que hacía o no hacía algo solo pensando en lo que pudiese gustar o no gustar a su novio, y a veces disfrutaba de esa sensación, como una dulce venganza contra su padre. Como la navidad pasada, por ejemplo, en la que invitó a la fiesta en la Mansión Malfoy a los Weasley solo para hacer feliz a su león y tuvo que verse las caras con su padre por esta decisión; pero realmente no le importaba lo que pensara su padre, solo le importaba la opinión del hombre que le había cambiado la vida.

Merlín, suspiró el rubio, haría lo que fuese por hacerle feliz. No podía creer cuanto le amaba. Le echaba de menos las noches que no dormían juntos, necesitaba escuchar su voz, sentir su tacto y oler su aroma cada día. Y le constaba que para su novio era igual.

¡Oh por Salazar! – Gimió el muchacho – Ellos eran como esas parejas pastelonas, ¿Verdad?

Para evitar que le diese una subida de azúcar solo de pensar en su moreno, decidió ir a buscar el pensadero; así que aprovechando que era sábado y podía permitirse salir más tarde de la habitación decidió disfrutar en ese mismo momento y en ese lugar de su regalo.

Draco fue hasta su baúl, sacó un bulto muy bien envuelto y lo colocó sobre la cama. Sin embargo, justo antes de desenvolverlo, analizó la situación y llegó a la conclusión de que su habitación no era un lugar seguro para hacerlo, ya que cualquier compañero podía sorprenderle o interrumpirle en cualquier momento.

Así que le hizo un hechizo de reducción al bulto que había sacado del baúl y se lo guardó en el bolsillo. Cogió también la caja con las botellitas y resueltamente, se dirigió hacia un aula que llevaba años cerrada y que Harry y él habían usado más de vez para encontrarse.

Una vez allí, sacó de su bolsillo el paquete envuelto y lo devolvió a su tamaño natural, después lo colocó en una mesa de las que había en el aula, lo desenvolvió cuidadosamente para descubrir un brillante pensadero y lo ubicó con suavidad sobre uno de los escritorios del aula. Con una respiración profunda tomó en su mano la primera de las botellitas parándose un minuto a observarla….

Continuará.