Hola! Una cosita antes de empezar. He hecho un pequeño cambio, cuando se trata de familias de alta cuna llevan un nombre especifico. Por ejemplo, el de los Stark seria Nieve, pero no porque el bastardo naciera en el norte, sino porque es un bastardo de los Stark. Y el apellido de los bastardos de los Targaryen será Fuegoscuro (como no :D).
Espero haberme explicado bien, ahora os dejo con la historia.
Capítulo 1-Majestad- dijo Ser Davos entrando al despacho del Rey en el Norte-, os ha llegado un cuervo.
-¿De dónde?- preguntó.
-Rocadragón, majestad. Lo escribe Tyrion Lannister, mano de la Reina Dragon.
-¿Qué dice?
-Quiere una alianza para sacar a Cersei del trono de hierro- le contestó.
-Tenemos asuntos más importantes que el trono de hierro ahora mismo, Ser Davos- le contestó Jon con voz cansada.
-Lo sé, majestad, pero Daenerys Targaryen está en posesión de tres dragones, eso sería una gran ayuda en nuestra guerra en el norte. Lo mejor sería intentarlo ¿no creéis?
-Sin olvidarnos de sus tropas.
-Hay algo más, majestad- le dijo Ser Davos.
-¿Y qué es?
-Os ofrece la mano de su heredera como forma de sellar ese pacto- Jon le miró sorprendido.
-¿Su heredera? Creí que no quedaban más Targaryen.
-He oído que es la hija de un fuegoscuro, lo más cercano a un Targaryen que ha podido encontrar. Me han llegado muchos rumores sobre ella, no sé cuántos de ellos sean ciertos. Unos dicen que la encontró en la bahía de los esclavos, otros dicen que simplemente se la encontró en algún punto del camino. Otros dicen que ni siquiera es hija del fuegoscuro. ¿Qué más da ahora? He oído que hasta monta uno de los dragones, otros dicen que no se acerca ni a mil leguas de ellos. Descubriremos la verdad si aceptamos la invitación.
-Matrimonio.
-Ya no estáis sujeto a los votos de la Guardia de la Noche, y sois rey. Ofertas como esta os llegarían en algún momento. ¿Quién sabe? A lo mejor tenéis suerte y no os toca una malhumorada y caprichosa niñita con cara de ogro.
Jon solo sonrío mientras negaba con la cabeza ante las ocurrencias de su hombre de confianza.
-¿Cómo se llama?
-Astrid
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No es como si nadie se lo hubiera dicho nunca, ella lo sabía, sabía que por sus venas corría sangre de reyes.
Lo que no esperó nunca fue encontrarse en esta situación.
Cogió la mano de su hermano y miró al mar mientras recordaba a su padre. Un hombre valiente, fuerte, que lo dio todo en vano por mantener a salvo a su familia.
Su rostro hacía tiempo que se había evaporado de su memoria, su madre solía decirle que sus ojos gritaban lo que su nombre no decía, que era un Targaryen…. Lo mismo que gritaban los de ella, de un llameante color violeta.
La luz de su madre poco a poco se fue apagando cuando se lo arrebataron, aquella noche en la que sus vidas dejaron de pertenecerles y pasaron a pertenecer a los amos. Pero se acabó de apagar el día que se enteró de que estaba embarazada del niño que se aferraba a la mano de su hermana como si fuese la única forma de seguir con vida, el hijo de un amo.
Decir que esa mujer odiaba a su hijo era decir poco. Por lo que Astrid, a corta edad, decidió convertirse en madre para su hermano.
Aun recordaba cómo había llegado el día que tanto había esperado, como la rompedora de cadenas les dio fuerzas para pelear por ellos mismos, para ser libres de nuevo, algunos por primera vez.
Sabía que ella, la madre de dragones, era Targaryen, pero Astrid no quería saber nada de eso. Con su libertad ya le había dado el mayor regalo.
Pero un día sus miradas se cruzaron por la calle y la reina vio en sus ojos la sangre que corría por sus venas. Días después la hizo llamar.
Le preguntó su nombre y su origen, le preguntó si alguna vez alguien había intentado dañarla, a lo que Astrid simplemente le contestó que había sido esclava desde que era un bebe de apenas un año, fue suficiente para que la reina entendiese que la habían estado dañando toda su vida.
Desde ese momento su vida cambio para siempre, dejó de ser simplemente Astrid para convertirse en la heredera de todo lo que la reina había conseguido. Siendo apenas unos años mayor que ella, su reina había conseguido tantas cosas que la abrumaron.
Tuvo que ser reconocida como Targaryen para poder heredar en caso de que a la reina le ocurriera algo, pero a pesar de comenzar a llamarse Astrid Targaryen, era más conocida como Astrid Fuegoscuro, por su propia petición. Ese era el apellido que le pusieron a su padre y no podía estar más orgullosa de él.
Su vista se elevó al escuchar un rugido. A pesar de haber pasado tiempo con aquel dragón aun le resultaba increíble su existencia, la suya y la de sus dos hermanos.
Rhaegal y ella tenían una conexión especial desde la primera vez que interactuaron. El dragón bajó a saludar a su madre junto con Viserion mientras ella estaba presente y Rhaegal se giró hacia ella y esta acaricio su cabeza. Desde entonces ese dragón siempre había estado para ella cuando lo había necesitado, ya fuese para defenderla de atacantes o para rugir en el momento justo, cuando sus pensamientos se volvían demasiado deprimentes o ella se sumergía demasiado en ellos.
Astrid notó como el niño se acercaba más a ella.
-Tranquilo, Rhaegal no te hará nada. Solo quería llamar nuestra atención- intentó tranquilizarle.
Astrid sabía que a su hermano los dragones le parecían increíbles y dignos de admiración, pero eso no impedía que le aterraran cuando se acercaban.
-Ha venido a saludar a vuestra hermana- dijo una voz detrás de ellos, era la reina.
-No lo creo- le dijo Astrid-, habrá venido a saludaros a vos.
-Está en vuestra ventana, ya sabéis que mi hijo os tiene afecto.
-Está en el cielo encima de un castillo, a saber sobre que ventana está- le contradijo Astrid, una virtud que a Daenerys le gustaba de ella era que no callaba lo que pensaba, nunca más lo haría, fuese cual fuese la procedencia del que tuviera delante-. ¿Ha llegado?
-Sí.
-Entiendo por qué lo habéis hecho, pero eso no quiere decir que esté contenta con ello.
-Lo sé, es lo malo de nuestra posición, no podemos elegir a quien amar. Tyrion me ha dicho que el Rey en el Norte es un buen hombre, jamás os entregaría a alguien que pensara que os iba a hacer daño. También es joven, solo unos tres años mayor que vos.
-¿Queréis que valla con vos al salón del trono?
-Sí, os he ofrecido como su esposa, bueno será que os vea- Astrid respiró hondo y bajó la vista-. Ojalá pudiera daros la libertad de elegir a quien amar.
-Eso ya da igual. Sé mi posición, y sé el precio de ella.
-Gracias- le dijo Daenerys, consciente de que Astrid jamás había querido estar en esa posición.
Juntas emprendieron el camino hacia el salón del trono y no tuvieron que esperar mucho tiempo a que las puertas se abrieran dejando entrar a Tyrion y Missandei acompañados de unos cuantos soldados Dothrakis y un par de hombres más.
-Estáis ante Daenerys de la Tormenta, de la casa Targaryen, la primera de su nombre, Reina de Meereen, de los Andalos y los Primeros Hombres, Señora de los Siete Reinos, Khaleeshi del Gran Mar de Hierva, La que no Arde, Protectora del Reino, Rompedora de Cadenas y Madre de Dargones- dijo Missandei señalando a Daenerys-. También estáis ante su heredera, Astrid Fuegoscuro, de la casa Targaryen y Lord Tyrion Lannister, Mano de la Reina.
Vi al hombre más joven de los dos mirar al más mayor como esperando que dijera algo.
-Estáis ante Jon Nieve, Rey en el Norte- Astrid y Daenerys se miraron unos segundos.
-Espero que el viaje os haya sido grato.
-Los vientos han sido amables, gracias, majestad- le contestó Jon.
-Supongo que venís a hincar la rodilla.
-Lo siento, pero no- dijo él negando con la cabeza.
-¿No? Os ofrezco la mano de mi heredera, que vos reinéis los Siete Reinos al lado de vuestra esposa, o vuestros hijos en su defecto ¿Y me decís que no?
-Los norteños han confiado en mí para gobernarlos, no voy a traicionarlos entregando su gobierno a alguien que no conozco por una pretensión a un trono que no quiero.
-¿Habéis hecho un viaje tan largo solo para mostraros en rebeldía?
-No puedo mostrarme en rebeldía si jamás os he jurado lealtad, majestad.
-Vuestro antepasado juró lealtad al mío a perpetuidad ¿Sabéis que significa perpetuidad, Lord Nieve?
-Así es, pero vuestro padre quemó vivos a mis familiares y…
-Mi padre era un malvado- le interrumpió Daenerys-, os pido que no juzguéis a una hija por los pecados de su padre.
-Tenéis razón, vos no tenéis culpa de los pecados de vuestro padre, pero yo tampoco estoy sujeto al juramento de mi antepasado.
-Entonces- dijo Astrid dando un par de pasos hacia Jon-, ¿a qué habéis venido?
Jon la observó unos segundos, consciente de que ella iba a ser su futura esposa si lograba hacer algún trato con la Reina Dragón.
-He venido a pediros ayuda para combatir a un enemigo común. Un enemigo que tanto Cersei, como vuestra reina, como yo debemos combatir.
-¿Y cuál es ese enemigo? Ahora mismo sois vos quien parece el enemigo.
-Siento si os estoy ofendiendo, pero yo no soy el enemigo- dijo Jon intentando acercarse a Astrid, pero al ver a los Dothraki ponerse a la defensiva paró de caminar-, el auténtico enemigo son los muertos.
-¿Los muertos?- habló de nuevo Daenerys.
-El ejército del Rey de la Noche está llegando al muro, y lo cruzará, creedme, y entonces dará igual quien esté sentado en el Trono de Hierro, porque reinará sobre cadáveres.
-Sonáis demente- le dijo Astrid.
Jon respiró hondo y volvió a dirigir la mirada hacia ella.
-Lo sé, sé cómo suena, si no lo hubiera visto tampoco lo creería. Pero es real.
-No vamos a dejar nuestra guerra contra Cersei Lannister por cuentos y leyendas- dijo Daenerys.
-En ese caso me gustaría volver cuanto antes al Norte- dijo Jon.
-Acabáis de llegar y vuestra tripulación estará cansada, quedaos una noche y partid mañana- dijo Tyrion acercándose al Rey en el Norte.
-¿Es una forma sutil de nombrarme vuestro prisionero?- preguntó Jon.
-Aun no- dijo Daenerys-. Haré que os preparen unos aposentos, cenaréis en ellos- luego se giró hacia uno de los Dothraki y le dijo que se encargara de que así fuera.
El Rey en el Norte abandonó la sala del trono mientras Varys entraba por la puerta.
-Majestad, malas noticias de nuestra flota. Fue interceptada y la hemos perdido.
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A la mañana siguiente el Rey en el Norte se encontraba en uno de los acantilados cuando Tyrion se acercó a él.
-¿Tengo ya mi barco para volver a casa?
-Aun no- le dijo la Mano de la Reina.
-Es decir, que si soy un prisionero en esta isla.
-Yo no os consideraría un prisionero. Vos y vuestros hombres podéis andar por el castillo y por la isla a vuestro antojo.
-Pero no puedo ir a mi barco. Aquí solo pierdo el tiempo, cada minuto que paso aquí él está cada vez más cerca del muro. ¿Cómo hago para que la gente crea algo imposible de creer?
-Buena pregunta.
-Sé que es una buena pregunta, ahora necesito una buena respuesta- dijo Jon frustrado.
-En una sola reunión frente a un desconocido, no. La chica de la que os ofrecimos la mano, la heredera de la reina, pasó casi quince años de su vida esperando la misma cosa, que alguien le devolviera su propia vida. Eso es perseverancia, lo vuestro es rendirse, no me esperaba eso de vos. Volved a intentarlo.
Jon no contestó, pasó por detrás del enano e hizo intento de marcharse.
-Jon- volvió a llamarle- ¿Hay algo que pueda hacer por vos?
