Atraer

El otoño había empezado. Las hojas de los árboles iban perdiendo su color y se sujetaban débilmente de las ramas. El viento soplaba con cierta fuerza. Candy observaba en silencio desde la ventana de su habitación.

Desde el árbol más cercano, una hoja seca se dejó caer en su balcón. Candy despertó de su ensueño, se levantó de la silla en la que se encontraba, recogió la hoja y regresó a su lugar.

El otoño ha empezado oficialmente. La primera hoja ha caído en el balcón de mi habitación. Tengo la extraña sensación de que muchas cosas están por cambiar. Sin embargo hay algo que nunca quisiera que cambie; estar al lado de las personas que quiero, principalmente la persona que más quiero. Extraño tanto el Hogar de Pony, a mis madres… Pero aún no quiero dejar este lugar, donde he encontrado algo que me hace muy feliz.

T.G. me gustaría seguir a tu lado el mayor tiempo posible.

Candy dejó la pluma sobre el escritorio y colocó la hoja sobre el cuaderno. Cerró su diario y lo abrazó fuertemente como si quisiera que todas las sensaciones que describía en él se quedaran para siempre en su pecho.


- ¡No me alcanzarás!

- ¡Sólo espera a que te atrape y verás Terrence Grandchester!

Candy corría aparentemente ofuscada. Terry y ella habían hecho una competencia para saber quién podía atrapar más dulces con la boca lanzándolos aire. Candy le había ganado sin ningún problema. La rubia brincó de la emoción al ganar y Terry, en su afán por molestarla, gritó el nombre de la madre superiora. Asustada, la muchacha sintió sus pies tambalear y cayó al piso sentada.

- ¡Si sigues con esa cara terminarás arrugada de por vida!

- ¡Eres insoportable!

Para sorpresa de Candy, Terry se detuvo de improvisto y volteó hacia ella, teniéndola frente a frente.

Candy sintió que su corazón latía con más fuerza, tanta que parecía salir de su pecho.

La muchacha miró fijamente a los ojos de Terry. Él no parpadeó, mientras una de sus manos apretaba el hombro izquierdo de ella, la otra acariciaba la mejilla sonrojada de Candy con el pulgar.

Sólo un segundo más - Terry se repetía a sí mismo.

La tibieza de la piel de Terry sobre su mejilla dejó muda a Candy, las piernas le temblaban y sólo atinó a apoyarse en el árbol que se encontraba tras ella. Sus manos se sujetaron del tronco.

- Terry… - susurró Candy al sentir el suave aliento de él sobre su rostro.

Él observó los labios rosados de ella abrirse como una flor en primavera al pronunciar su nombre. Cerró sus ojos lentamente, los ojos de ella hicieron lo mismo.

Lo único que sintió Candy fue la presión de los labios de Terry sobre los suyos, ella no hizo nada, sólo quiso permanecer así un momento más. La mano de Terry que sujetaba su hombro bajó a sus manos. En ese instante, Candy se percató que sus manos apretaban el tronco del árbol en el que se apoyaba, las manos de Terry tocaron las de ella y la envolvieron en una suave caricia.

Todo sucedió en un par de segundos.

Esto debe ser un sueño.- pensó ella.- No quiero despertar.

- Tienes demasiadas pecas - La risa burlona de Terry despertó a Candy de su sueño. Ella abrió los ojos asustada.

Candy se desprendió de la mano de Terry como si esta le quemara. Lo único que pudo hacer es empujar al chico con todas sus fuerzas.

- Pues si no te gustan no las mires – dijo nerviosa.

- Nadie dijo eso – contestó él sonriendo descaradamente.

Al decir esto, las campanas del colegio sonaron fuertemente. Ambos se miraron por un instante, ella bajo la mirada avergonzada. Candy dio media vuelta en dirección al colegio, las piernas aún no le funcionaban bien y respiraba con dificultad, estaba tan aturdida que no se percató del momento en el que Terry la sujetó del brazo.

- Espera

Ella lo miró confundida.

- Mañana estaré aquí - Más que una afirmación, Candy notó que él esperaba una respuesta de ella. El rostro dudoso de Terry, llenó a Candy de una sensación de ternura en el corazón, tanta que quería abrazarlo.

- Como siempre - Sonrió.

Él le devolvió la misma sonrisa mientras observaba como la figura de ella desaparecía en la distancia.


La gran campana del colegio comenzó a sonar. Era el momento de dirigirse a la iglesia, y escuchar el sermón del padre. Mientras los alumnos se dirigían al recinto, Candy bostezaba y estiraba sus brazos. No hacía mucho que habían iniciado clases, pero ella ya extrañaba las vacaciones de verano.

- Parece que no estás muy animada, Candy - Patty se lo dijo sonriendo.

- Así es Candy, últimamente estás muy cansada. – Annie señaló preocupada.

- No es nada – Candy sonreía nerviosamente. La razón de tal agotamiento eran las horas que se quedaba escribiendo en su diario. Incluso al apagar las luces solía quedarse recostada sobre su cama mirando a la nada.

Un suspiro se escapó de su pecho, ella sabía perfectamente cuál era la razón de tanto desvelo.


Ambos estaban recostados sobre el pasto disfrutando del cielo de otoño. Nadie los había descubierto en todo este tiempo. Candy se preguntaba qué castigo le impondría la Hermana Grey si los encontraba de esa forma. En medio del silencio ella dejó escapar una risita. Terry, que apoyaba su cabeza sobre sus propios brazos y miraba atentamente el cielo, desvió su mirada hacia Candy.

- Ella sintió su mirada, volteó hacia él mientras sonreía llena de alegría.

- ¡No me digas que te están saliendo más pecas! – dijo Terry divertido.

- No tantas, pero he estado pensando en algo. – contestó haciendo un guiño.

Sus ojos son tan verdes.

Terry solo podía pensar en Candy y sus chispeantes ojos verdes.

- ¿Te imaginas qué pasaría si la hermana Grey nos encuentra aquí?- dijo burlonamente – De seguro gritaría que estamos mancillando el buen nombre de este colegio tan prestigioso.

La risa de ella era contagiosa, él sólo atinaba a mirarla disfrutando de sus cambios de expresión y su cabello revolotear con el viento. La rubia sentía que sus mejillas no podían arder más, la mirada que se posaba sobre ella la confundía. Avergonzada, desvió la mirada hacia el cielo, sólo quería sentir la suave brisa y calmar los latidos de su corazón.

- Seguramente me enviaría al cuarto de castigo o sería expulsada. - Dijo tratando de pensar en otra cosa.

Expulsada

Terry escuchó esa última palabra y sintió que algo en él de encendía.

- Eso no pasará - Su voz sonó determinante. – Tendría que hacer lo mismo conmigo y no creo que se atreva.

- Eso no lo sabemos - Candy se impresionó al escuchar tal fuerza en la voz de Terry, parecía molesto.

- Escucha…

Candy aún miraba al cielo, cuando sintió que una de las manos de Terry tomaba la suya. El toque de él era suave, los dedos de él rozaron los de ella temerosamente, luego sujetaron su mano por completo.

- Dime algo, Candy. - Ella escuchó su voz a lo lejos, aún envuelta por la magia del roce de sus manos. Podría decirle cualquier cosa, ella respondería.

- ¿Qué?- murmuró.

- ¿Tú quieres regresar a América?

- No ahora.

- ¿Cuándo?

Sólo quiero estar contigo, Terry.

Su corazón gritaba fuertemente, tanto que tuvo miedo que Terry lo escuche.

- Aún no lo sé - Candy ocultó sus sentimientos con estas palabras.

- Me quedaré al menos este año. - Sus manos aún estaban sobre las de ella.

- Entonces yo también - Ella se sorprendió al escuchar su propia voz decir esas palabras.

Terry sostenía su mano fuerte frente al cielo. Candy sólo disfrutaba de la visión de sus manos junto a las de Terry. La sensación de que podían estar juntos y que el tiempo se detenía se extendió en el pecho de ambos.


Eliza Leegan no podía estar tranquila. El rencor se acumuló en su pecho. Resultaba imposible pensar que un aristócrata podría fijarse en una huérfana, que antes había sido su sirvienta y encargada de cuidar sus caballos. Cada encuentro durante las mañanas de misa y oración ella los observaba, las señas de afecto eran notorias. Aún no entendía cómo las hermanas no expulsaban a Candy por tal atrevimiento. Si tan sólo Neil no fuese tan cobarde, probablemente la rubia ya hubiese tenido más de una advertencia.

Neil había llegado con un fuerte golpe en la cara, estaba en la enfermería del colegio. Sus ojos estaban rojos de la ira, mientras sus manos temblaban. Eliza había llegado a buscar una enfermera puesto que un dolor de cabeza, según ella insoportable, no la dejaba tranquila.

- ¿Qué fue lo que te pasó? – la voz chillona de ella sólo altero más a Neil.

- Ese imbécil de Grandchester – Neil no podía hablar con facilidad, sus labios tenían heridas marcadas.

- ¡¿Terrence?! ¿Él está bien?- Eliza sacudió fuertemente a su hermano.

- ¡Eliza!

- ¡Dime! ¡Dime!

- Ese maldito no dejó que le diera su merecido, me tomó desprevenido

- ¿Qué fue lo que pasó?

Neil lo recordaba bien, había estado en los pasillos del pabellón de los chicos cuando un grupo de ellos se había reunido. Muchos de ellos platicaban sobre algunas chicas del colegio e ideaban planes para mantener comunicación con ellas, lo cual resultaba casi imposible teniendo en cuenta las reglas del colegio. Entre los murmullos, Neil escuchó un nombre que conocía muy bien, Candy. Uno de los chicos había estado observándola y había comentado que era muy bonita y alegre, muchos le habían dado la razón.

- ¡No se dejen engañar! – La voz de Neil captó la atención de todo el grupo. – Esa chica no es más que una huérfana de establo, con unos modales pésimos. Hace un tiempo trabajó en mi casa y tuvimos que correrla debido a sus terribles costumbres.

Los muchachos lo miraban sorprendidos, algunos ya habían escuchado la historia de la boca de Neil, a otros se les hacía difícil creer lo que decía.

- Ella vivía en el establo de mi casa y no sólo eso…

- ¡Ten cuidado con lo que dices Neil! – La voz de Archie resonó entre el grupo.

- No permitiremos que te refieras de esa manera sobre Candy, recuerda que ella es un Andley ahora. – Stear se encontraba ofuscado.

- ¡Ella solo es una mocosa adoptada! ¡Nunca dejará de ser una estúpida huér…!

No pudo terminar la frase. Un fuerte sonido se escuchó y un golpe seco. Era el cuerpo de Neil que había caído pesadamente al piso.

- ¡Jamás vuelvas a referirte a Candy de esa manera, imbécil! – La voz de Terry resonó en medio de todos los chicos.

Terry estaba enfurecido. Su rostro estaba transformado por ira. Neil temblaba de miedo en el piso, nunca había visto tanto enojo en el rostro del aristócrata. Terry lo levantó de un sólo tirón y lo sujeto del cuello.

- Sujetos como tú me causan repugnancia. No quiero que vuelvas a usar esa sucia boca para referirte a ella ¿Me entiendes? Si sólo escucho un comentario sobre Candy, vendré aquí y desearás no haberme conocido. –Diciendo esto Terry le golpeó a Neil en el estómago y mientras el moreno caía al piso lo pateó tan fuerte que sólo un quejido ahogado se escuchó en el patio.

Todos estaban en silencio. Algunos de los que estaban observando se retiraron asustados al ver salir a Terrence. Ninguno emitió ningún comentario, ni aun cuando una de las hermanas se acercaron a ellos alarmada por el alboroto. Neil no se atrevió a decir quién había sido capaz de semejante hecho. Ante la persistencia de la Hermana Grey, Neil, con voz temblorosa dio el nombre de Terrence.

La hermana Grey, consciente de la condición de Terry en el colegio, sólo lo confinó a una semana de castigo en su habitación.

- ¡Esa maldita! – Eliza no se percataba que sacudía fuertemente a Neil.

- ¡Basta Eliza! ¡Me lastimas!

- No me importa lo que tenga que hacer ¡Me las pagará! –El rostro de Eliza estaba transformado por el odio. - ¿Cómo puede ganarse tan fácilmente el cariño de Terry? ¡Él es mío!

La envidia y el odio se reflejaban tan claros en los ojos de Eliza, que Neil bajó la mira asustado.


Los días habían pasado, Candy iba puntualmente a la falsa colina de Pony, pero Terry no se presentaba ahí, es más no lo había visto en misa. Extrañada por esto, su mente solo divagaba en Terry y dónde podría estar.

- ¡Candy! – La voz de Patty, quien abrió la puerta abruptamente, se escuchó en su habitación.

- ¿Qué pasó, Patty? Si la hermana Grey observa eso seguramente de llamará la atención. – la rubia soltó una sonrisita.

- ¡Ay! ¡Candy! ¡Es que me acabo de enterar de algo terrible!.

- Patty, será mejor que te sientes – Annie trató de calmar a Patty.

Candy la observó atentamente… Terry En su mente solo un nombre se repetía.

- ¿Qué sucedió?

- Se trata de Terrence. Está castigado por golpear a Neil, el hermano de Eliza.

Los ojos de Candy se abrieron de par en par.

- ¡Terry!

- ¿Quién te contó eso, Patty?- Annie preguntó preocupada.

- Stear, - Patty se sonrojó al decir su nombre – Él y Archie estuvieron presentes durante la pelea.

- Ohh, ¿Archie está bien?

- Según me dijo Stear ellos no intervinieron, estaban muy calmados. Dicen que Neil se lo tenía merecido.

Ahora entendía, ese era el motivo por el que Terry no había estado en la falsa colina de Pony en estos días.

Debe tener heridas, ese tonto.

Candy sacó la sábana que usaba como cuerda, la había guardado bajo su cama. Hacía tiempo que no la usaba.

- Candy ¿Qué haces? – Patty colocó sus manos sobre sus mejillas.

- Iré a ver cómo se encuentra Terry, no tardaré.

- Ohh, Candy. – Annie suspiró, conocía a Candy y sabía que no podría estar tranquila sin tener noticias de Terrence – No demores mucho, la inspección no tardará.

- No te preocupes – Candy hizo un guiño y diciendo esto tiró de la cuerda y saltó hacia los árboles.

Sobre su cama, Terry se preguntaba si Candy lo había estado esperando en la falsa colina, o si ya sabía lo que había ocurrido. Los días eran aburridos si no veía a Candy, imaginaba qué cara pondría al enterarse de su castigo.

Pecosa ...

Terry, sumergido en sus pensamientos escuchó un suave golpeteo en su ventana.

- ¡Terry! ¡Terry! – Candy golpeba, tratando de no hacer mucho ruido

Él abrió las ventanas del balcón rápidamente, no lo podía creer. Ella estaba ahí.

- Uff, ¿A qué se debe su visita, tarzan pecosa? ¿Sabes que esto es una grave falta a las buenas costumbres de este ilustre colegio? – Terry sonreía burlón, mientras luchaba por controlar la alegría de verla nuevamente.

- No seas tonto, Terry. ¿Qué fue lo ocurrió con Neil? – Candy observó su rostro atentamente buscando algún moretón o hinchazón.

- ¿En serio quieres saber eso? Me parece que buscas algo más… – Terry acercó su rostro al de ella, sin embargo el ruido de la amplia ventana de su habitación lo hizo detenerse y cerrar el ambiente. Sólo movió su rostro a otro lado tratando de controlarse.

Nerviosa como se encontraba, Candy sólo atinó a desviar la mirada.

- Eres un irrespetuoso, yo sólo vine para saber cómo te encuentras.

- Pues como puedes ver no tengo nada – dijo él sentándose sobre la silla de su escritorio tranquilamente.

Relajado como estaba, Candy lo veía como el mismo muchacho despreocupado que siempre lograba alterarla.

- Eso no puede ser, me dijeron que tuviste una pelea.

- Pues te informaron mal, pecas.

- Entonces por qué se supone que estás castigado.

- Digamos que golpee a un estúpido animal.

- ¿Neil? ¿Por qué lo golpeaste?

Terry observaba el rostro de Candy. Ella estaba preocupada por él y había ido a su habitación para saber cómo estaba. De pie al lado de las cortinas, Candy parecía una muñeca con el cabello ondeado y suelto a libertad, solo un listón evitaba que algunos risos rebeldes llegaran a su rostro. Sus ojos verdes lo miraban expectantes por su respuesta y sus mejillas se encontraban bañadas en un hermoso color carmín.

- Terry… – La voz de la rubia lo despertó de su ensoñación. - ¿Me explicas qué fue lo que pasó?

- Ese imbécil dijo algo que me sacó de mis casillas. Simplemente no lo soporto.- El rostro de Candy cambió.

- ¿Me vas a decir que estás preocupada por ese idiota, Candy?- Terry estaba enojado.

Estaba preocupada por ti

- Ese cobarde no me importa – Candy cerró sus ojos indignada.

- Pues no lo parece.

Las palabras de Terry fueron dichas con mucha dureza, tanta que Candy se estremeció. Notando esto, él se calmó y sonrió para ella, era imposible pensar que ella se podría preocupar por el Neil.

- ¿Me extrañaste, pecosa? - sólo era una pregunta, sin embargo Candy sintió como si él estuviese tocando lo más íntimo de su corazón.

- No te creas tanto, Terry – Candy contestó altivamente intentando ocultar sus sentimientos. – Solo pensé en ayudarte, ya que siempre te metes en problemas.

- Pues yo no voy brincando entre los árboles en busca de uno en el dormitorio de las chicas.

Candy se ruborizó aún más ante el comentario de Terry, a veces podía ser tan insoportable.

- Pues bien, antes de meterme en uno muy serio será mejor que me vaya.

Candy no supo en qué momento Terry se había levantado y tomado de su cintura fuertemente. Ella sólo atinó a dar un pequeño grito ahogado.

- Yo sí te extrañe.

Las palabras de él inundaron su corazón de amor. Ella estaba segura de eso; mediante esa frase, sentía que Terry también abrigaba los mismos sentimientos por ella. Candy colocó sus manos sobre las de él y cerró sus ojos.

- Extrañaste mi rostro lleno de pecas - ella reía mientras giraba hacia él.

- ¡Demasiadas!

- Lo dices por envidia – ella le guiñó un ojo.

- ¿Envidiar a la niña bonita con pecas y nariz chata? – Terry se detuvo al decir esto, quería ver la reacción de ella.

Bonita…

- Así es, y también mis habilidades físicas. – ella disfrazó con una frase de orgullo su nerviosismo.

Terry reía exageradamente cerca del rostro de ella.

- ¿Te refieres a tus habilidades de mona inquieta? ¡Qué va!

- Lo dices porque no puedes trepar tantos árboles como yo. – Los ojos de Candy brillaban al verlo tan feliz y despreocupado. Lo había extraño, sí y mucho.

- Si mal no recuerdo, alguien aquí necesitó de mi ayuda para no caerse de un árbol allá en Escocia.

Candy recordó el hecho, así como la razón por la que perdió el equilibrio. Sin pensarlo se alejó de Terry y se dirigió a la cerradura de la ventana.

- Debo irme.

- ¿Tan pronto?

- Annie y Patty me están esperando. La inspección no demorará.

- Está bien. El viernes estaré libre…

- Candy sólo le dedicó una sonrisa y se lanzó hacia los árboles.

Él sabía la respuesta. El significado de su sonrisa.

Esa noche, Terry durmió con una sonrisa en el rostro.

Continuará…


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Muchas gracias por leer :).

Lyla